Llamadme cabreada ¡Cómo una mona! Es lo que se suele decir, aunque yo no entienda el porqué. Pero a las monas no les quita su bebé otra mona más rica que ella y que por unas razones u otras no puede o no quiere engendrar monitos. Las monas no consideran un derecho tener descendencia, las monas siguen las normas de la naturaleza, pero en el mundo de los seres humanos hay chicos y chicas monas que sí consideran un derecho la maternidad o paternidad y que no dudan en acudir a una mujer vulnerable, económica o socialmente, para alcanzar su deseo (que no derecho) de tener una criatura recién nacida, gestada con sus nueve meses de embarazo y nacida con su correspondiente parto.

La semillita, probablemente sea de ese chico o chica mona, que cree que es importante dejar su huella para la posteridad. Pero dado que es en el mundo del famoseo y la mediocridad donde se da mayormente esta práctica infame, que deja pequeño al Cuento de la Criada, dudo que se perdiera ningún premio Nobel por el camino.
En la distopía de la obra de Margaret Atwood es el fanatismo y la escasez de mujeres con capacidad de procrear lo que las convierte en sirvientas que se embarazan y paren para los poderosos del régimen. En la distopía actual es el liberalismo el que ha puesto en marcha este negocio que explota a mujeres pobres para dar gusto a personas ricas, que, por su sexo, por su infertilidad, o por pura frivolidad, deciden que es fantástico que una mujer, por supuesto pobre, lo haga por ellos, porque lo del altruismo y lo de que “las mujeres con nuestro cuerpo hacemos lo que queremos” que se lo cuenten a Blancanieves, al menos yo hasta que no vea a Tamara Falcó pariendo un hijo para cederlo graciosamente no me lo creeré.
DINERO Y DD.HH.
El dinero es lo que permite en unos países, y tolera en otros, esta violación de los DDHH de las mujeres, el negocio de los intermediarios lo que las convierte en víctimas de la violencia reproductiva, ya que las “gestantes” como en el colmo de la desvergüenza se llama a las madres, se encuentran siempre en situación de vulnerabilidad con respecto a los compradores.
Hasta que no vea a Tamara Falcó pariendo un hijo para cederlo graciosamente no me creeré que hay gestación subrogada altruista y sin interés económico.
Ana Obregón no se ha convertido en madre, ha comprado una niña. No se llama gestación subrogada, es explotación reproductiva, práctica, que, por cierto, está prohibida en nuestro país, aunque gracias a un «truquito» podrá inscribirla como propia en el registro, igual que si hubiera comprado un coche de alta gama en Alemania. No es amor, es capricho. El dolor por la muerte de un hijo no justifica que se compre una sustituta.
Ana Obregón se une a la larga lista de personas, Miguel Bosé, Javier Cámara, Ricky Martín, Tita Cervera, Jaime Cantizano… que se suman a lo que llaman también vientres de alquiler, cómo si un vientre fuera algo y no una parte del cuerpo de una mujer.
Y para rematar el cabreo que muchas sentimos, el baboseo de la prensa ha sido de traca. Obviando que es una práctica prohibida en nuestro país le han hecho la ola, romantizando y blanqueando la ilegalidad de lo que acaba de hacer.
Ana Obregón no se ha convertido en madre, ha comprado una niña; y lo suyo no se llama gestación subrogada, es explotación reproductiva.
Y en el totum revolutum del despropósito, Ana se fotografía saliendo del hospital donde nació la niña, sentada en una silla de ruedas con un cartel que dice: “Carrito para madre y bebé”, quizás entre esta foto, y la que se haga en biquini el próximo verano con la nena, amortice la compra.
Mientas tanto en España, en un lugar de la provincia de Badajoz una mujer ha sido pillada y detenida, por hacer lo mismo. La diferencia es que los compradores no eran famosos y su tarjeta de crédito no era de oro.
Si quieres saber algo más de este negocio anti derechos de las mujeres puedes leer esta entrevista con Ana Trejo de Stop Vientres de Alquiler (Vientres de alquiler, la nueva esclavitud de la mujer).
(Elisa Blázquez Zarcero es periodista y escritora, autora de la novela La mujer que se casó consigo misma. Diputación de Badajoz).
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