sábado, 27 abril, 2024
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Un año del cierre del “mercado de los bichos” de Pekín

Hay mercados que no se sabe si es peor salvarlos

El célebre “mercado de los bichos” de la céntrica avenida de Donghuamen de Pekín, que aún tuvimos ocasión de visitar en nuestro anterior viaje a China, cerró hace un año por orden de las autoridades. En él se podían ver brochetas de animalillos retorciéndose en el palillo que los ensartaba, antes de ponerlos, vivos y coleando, en la parrilla, la plancha o la freidora. Pero no fue la compasión ni la protesta animalista la causa de la orden de cierre.

Brochetas de escorpiones vivos.
Brochetas de escorpiones vivos.

El más famoso “mercado de los bichos” –había otros varios en Pekín- estaba situado en esta amplia y aseada avenida de la capital china, casi enfrente del famoso Teatro de los Niños, y era uno de los puntos de mayor curiosidad para los viajeros y los turistas occidentales, en un país que ofrece tantísimos lugares curiosos. El mercado de Donghuamen, a tan solo unas pocas manzanas al Este del centro neurálgico e histórico de Pekín –la plaza de Tiananmen y la Ciudad Prohibida- consistía en unos centenares de puestos de estructura metálica pintados de rojo, alineados bajo una cubierta abierta en pérgola sobre un amplio frente de la calle Donghuamen, y ocupando buena parte del acerado del bulevar. La trastienda, abierta también, la ocupaban las cocinas y los fregaderos donde se limpiaban los alimentos y los utensilios, y cuya higiene, al parecer, dejaba bastante que desear. Precisamente este fue el principal motivo esgrimido por las autoridades de la ciudad –junto a las molestias causadas a los residentes a causa de los humos, los malos olores y los ruidos nocturnos- para decretar el cierre.

Los chinos comían de todo en el mercado con toda naturalidad.
Los chinos comían de todo en el mercado con toda naturalidad.

Los vendedores de los puestos, ataviados con camisa blanca y delantal y visera rojos, ofrecían una gran variedad de comida procedente del agua, del aire, de la tierra y del subsuelo, en forma de tapas, brochetas, raciones y snacks, para llevar o para comer allí mismo, que era lo que hacía la mayoría de la gente. Los clientes chinos devoraban en la acera, con la mayor tranquilidad, espetos fantásticos de toda clase de insectos y arácnidos, e incluso de animales que en Occidente están protegidos, como las estrellas marinas y los caballitos de mar. Y los turistas occidentales, entre risas y bromas, se animaban unos a otros a probar aquellas “exquisiteces”. Los más osados, por lo general los más jóvenes, terminaban hincándole el diente a las estrellas de mar o a los escorpiones, entre otros bichos, y todos, invariablemente, aseguraban de inmediato que aquello estaba riquísimo. No sabemos –porque nosotros no probamos ninguno de estos manjares, más que nada para preservar nuestra integridad digestiva en un viaje que duraba dos semanas y en el que no podías arriesgarte a una diarrea- si lo decían de verdad o solo para que sus compañeros picasen.


Las brochetas de insectos, arácnidos y miriápodos vivos era un espectáculo sádico y macabro.


TUMULTUOSO TRAJÍN

La acera del mercado de los bichos de Donghuamen era a toda hora del día y hasta bien avanzada la noche, un enorme trasiego de visitantes arremolinados alrededor de los puestos, donde había de todo. Además de una gran variedad de platos de la plural cocina china (en realidad no existe una cocina china, sino de cada una de sus extensas y variadas regiones, como en España es muy diferente la cocina coruñesa de la gaditana, por poner un ejemplo), en Donghuamen podías pedir increíbles brochetas de insectos diversos –además de los escorpiones citados, saltamontes, gusanos de seda, cigarras, grillos, etc.- arácnidos –como tarántulas- y miriápodos –ciempiés y escolopendras-, así como aves asadas rociadas en melaza, extraños cangrejos gruesos y redondos que no habíamos visto jamás, cangrejos de río, sushi, serpientes, manitas de cordero y de cerdo, estómago de vaca guisado o a la plancha, frutas al natural y caramelizadas o escarchadas, hongos y setas de todas clases, dulces y un sinfín de manjares y viandas que no tendrías tiempo de probar en un mes. Y todo ello a precios ridículos.

La céntrica avenida Donghuamen, donde se ubicaba el mercado de los bichos.
La céntrica avenida Donghuamen, donde se ubicaba el mercado de los bichos.

Todo eso se ha acabado, sin embargo. Los vecinos de Donghuamen que padecían las grandes molestias del mercado, respiran ahora tranquilos. Y los defensores de los animales también, al menos por lo que se refiere a la exposición pública de esa tortura infligida a millones de insectos a lo largo de los treinta y dos años que ha funcionado el mercado. Todavía muchos de los turistas que visitan Pekín preguntan por “el mercado de los bichos”, sin saber que, al menos los más visibles para el público en las zonas más concurridas de la gigantesca ciudad –pues el de Donghuamen no ha sido el único en ser prohibido- han dejado de existir.

El mercado se encontraba junto al Teatro de los Niños.
El mercado se encontraba junto al Teatro de los Niños.

La plural gastronomía china sigue existiendo, sin embargo, y practicando costumbres ancestrales en cuanto a ingredientes y elaboración de platos. Que hayan desaparecido estos mercados callejeros no quiere decir, ni mucho menos, que todos esos animalillos hayan quedado a salvo. La intención de PROPRONEWS con su sección SAVEMARKET, es la de ayudar a preservar los mercados tradicionales de España y del mundo, a denunciar los atentados que sufren, y a animar a colectivos y autoridades para que estos centros de comercio gastronómico, cultura y convivencia de las ciudades no desaparezcan. Pero visto lo visto en el mercado de los bichos de Pekín, no sé si en algunos casos es peor mantenerlos funcionando.

(Reportaje fotográfico de José Mª Pagador).

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