Conocí a Emma en un viaje a Nepal. Es la compañera perfecta, simpática y empática a la vez, divertida, aventurera y cero quejica. Una joya. Lo que desconocía entonces es que Emma es, además, una entregada científica con vocación de servicio a la sociedad. Antes de descubrirla yo creía vagamente en el estereotipo que representa a las mujeres que se dedican a la ciencia como seres de otro mundo, encerradas día y noche en un laboratorio, con la bata blanca y unas gafas de culo de vaso. Emma, por suerte, me rompió los esquemas. Es una viajera empedernida, tanto por trabajo, como por placer, y una alegre compañía en cualquier circunstancia.
Nepal, Murcia.-
En el plano académico esta licenciada en veterinaria, experta en toxicología se sacó el doctorado trabajando sobre la “Evaluación de la exposición a contaminantes ambientales y aproximación a sus efectos sobre la fauna silvestre”.
Tiene un currículo que no puedo plasmar aquí porque se me acabaría el espacio, un currículo que ella, con su desparpajo, califica de pomposo, pero que atisba apenas un palidísimo reflejo de una vida dedicada a una pasión intensa, pero sobre todo envidiable.
Y como no me queda más remedio que resumir, voy a hacerlo diciendo que su amor por los animales y la naturaleza la ha llevado, después de una larguísima lista de proyectos en Europa y Sudamérica, a desarrollar un equipo propio de investigación
OCEANOSPHERA.
OCEANOSPHERA recoge todas las inquietudes medioambientales de Emma. Se centra en investigar, educar y comunicar conocimientos sobre los impactos de los contaminantes ambientales en el mundo marino desde una perspectiva de salud ambiental. En palabras sencillas, los proyectos que desarrollan, sirven para comprender y preservar la existencia de los océanos y como consecuencia la vida humana también.
Es un hecho comprobado, muchas de las especies marinas están en peligro de extinción, y la contaminación de las aguas podría considerarse una de las principales razones de esta peligrosa situación. Una parte importante de estas especies, que habitan los mares, son depredadores con una vida larga, que, además, se mueven por área muy extensas. Eso las convierte en extraordinarios acumuladores y propagadores involuntarios de sustancias tóxicas que pueden tener efectos carcinógenos, neurotóxicos, inmunotóxicos y conductuales y, otros muchos, ligados a enfermedades humanas. Entender cómo estas sustancias producen daños a diferentes niveles se convierte en un gran reto y abre muchas puertas a soluciones efectivas.
Y todo esto siguiendo el Código de Buenas Prácticas de la Universidad de Murcia, el del Comité Asesor Científico de la Sociedad Europea de Cetáceos y el de Ética Profesional de la Sociedad de Mamíferos Marinos, podemos estar tranquilas las defensoras del respeto animal.
COMPRENDER Y PRESERVAR
Los resultados aportan información útil para la gestión y conservación de especies amenazadas y para la evaluación de riesgos contaminantes ambientales. Son estudios que ayudan a comprender y preservar los océanos. Los seres que los habitan tienen, en la actualidad, desafíos medioambientales desconocidos tales como la exposición a contaminantes, metales pesados, residuos de plaguicidas, y una larga lista de intervenciones que podríamos definir asegurando que el océano sirve de “fregadero” para muchos de los químicos liberados al medio ambiente, a veces de forma natural pero casi siempre por culpa del ser humano. Así qué ojo, y pensemos en las consecuencias, antes de deshacernos de la envoltura del helado o de la lata de refresco.
Emma recorre el mundo saltando desde Murcia a cualquier lugar donde haya un proyecto interesante. Uno de los últimos, muy cercano, mediante el cual han detectado contaminantes prohibidos en cetáceos varados en la costa de Murcia. El estudio, que se ha prolongado durante 10 años, prueba que numerosos compuestos químicos que llegan al mar, se mantienen activos durante muchos años en el agua, y llegan hasta el organismo de los delfines, calderones, rorcuales y cachalotes. La importancia de este estudio, liderado por Emma, reside en la constatación de que los plaguicidas se hacen fuertes en el organismo de estas especies, muy habituales en el Mediterráneo, lo que supone una seria advertencia sobre las sustancias toxicas que llegan al mar, a través del aire y los ríos, por actividades económicas que se desarrollan cerca de la costa y que podrían afectar a las personas pasando a la cadena trófica llegando hasta nuestro plato.
GOLFO DE RIGA
De su tierra, Murcia, Emma se planta sin pensarlo dos veces en el Golfo de Riga, en Letonia, donde ha llevado a cabo un estudio en crías de foca gris que servirá de referencia a futuras investigaciones en centros de rescate, o más lejos todavía, a Antofagasta, Chile, donde estuvieron haciendo la necropsia de los cormoranes guanay comúnmente llamados patos de mar, encontrados anormalmente muertos en la bahía de Mejillones. O la vemos impartiendo una charla en Aachen, Alemania, para compartir con otros científicos los resultados del estudio sobre la neurotoxicidad del mercurio.
Y entre investigación e investigación, Emma cruza por enésima vez el charco y se planta en Perú para ver los pingüinos de Humboldt, hacer rutas cerca de la laguna de Huacachina o sobrevolar las misteriosas líneas de Nazca, de las que confiesa: “No puedo explicar lo que se siente cuando has leído tanto de ellas y al fin las tienes bajo tus pies”.
Así es ella, magia y ciencia en una sola persona, y yo la imagino a lomos de un delfín surcando esos mares que tanto ama y que quiere proteger de la depredación humana.
(Elisa Blázquez Zarcero es periodista y escritora. Su último libro publicado es la novela La mujer que se casó consigo misma. Diputación de Badajoz).
SOBRE LA AUTORA
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