Llamadme acojonada, término que según la RAE es palabra malsonante, un verbo, con su conjugación completa, que significa acobardar, impresionar o dejar estupefacto, (estupefacta en mi caso). Y así me tiene la última -la penúltima- ocurrencia de VOX, que si no fuera por el miedo y el acojone que me produce, me daría risa; hablo de esa ocurrencia (por llamarla piadosamente) de torturar psicológicamente a la mujer que va a abortar, como si ella no sufriera ya suficiente tortura, y que, aunque de momento parece que han aparcado, ahí queda la amenaza, agazapada como tantas amenazas que padecen (padecemos) las mujeres por el mero hecho de serlo.

Llamadme acojonada, sí. Según la RAE es una palabra malsonante, un verbo, con su conjugación completa, que significa acobardar, impresionar o dejar estupefacto, (estupefacta en mi caso). Y así me tiene la última -la penúltima- ocurrencia de VOX, que si no fuera por el miedo y el acojone que me produce, me daría risa. La penúltima, y lo digo porque en lo que escribo esto seguro que han soltado otra de las suyas, viene de Juan García Gallardo, vicepresidente de Vox de Castilla y León, una vicepresidencia que le regaló el PP, un cargo con sueldo y sin funciones, que se sepa, salvo ir muy compuesto y estirado a las procesiones, muy haciéndose el gracioso a lo Masterchef, o, como es el caso, proponiendo ilegalidades con las que perpetuar el acoso a las mujeres que, como se ve, tiene mil formas.
Dinero para hacer una sanidad digna para los vivos no hay, pero para mortificar a las mujeres que pasan por un trance que nadie desea, quieren aplicar tecnología punta.
Gallardo, con la aquiescencia de su presidente, propuso que sea obligatorio que una mujer que haya tomado la decisión de abortar, en su tiempo legal y con las condiciones actuales de nuestro país, tenga la obligación de oír el latido del feto a través de una ecografía en 4D. O sea, que dinero para hacer una sanidad digna para los vivos no hay, pero para mortificar a las mujeres que pasan por un trance que nadie desea, aplicamos tecnología punta.
Ha dicho ese señor vicepresidente que él no entiende mucho de embarazos, no hace falta que lo jure. Tampoco de leyes, aunque estudiara derecho, porque las advertencias sobre las dimensiones de este disparate le están lloviendo como granizo.
Abortar no es una decisión que las mujeres tomemos alegremente. Es una salida triste y dolorosa que se medita y se sopesa una y mil veces. Ha sido largo y duro el proceso para conseguir que se legalice el aborto y que se pueda realizar con garantías de higiene y profesionalidad.
LA INQUISICIÓN VUELVE
De las 400.000 mujeres que quemó la Inquisición acusadas de practicar la brujería muchas eran parteras, comadronas que ayudaban a otras mujeres, tanto a traer a sus bebés al mundo como a intentar que no murieran cuando las circunstancias no permitían mantener un nuevo hijo. Hace unos días me contaba una amiga médica, ya jubilada, que su primera experiencia fue ver desangrada a una mujer que se había metido perejil por la vagina con el fin de abortar. Era ya madre de nueve hijos, obrera del campo, igual que su marido, y no podían tener uno más. Y no lo tuvieron, ella murió, y si no hubiera muerto, habría ido a la cárcel. No hace tanto de eso.
Vox busca que las mujeres (y el país en general) volvamos al miedo y a la vergüenza. Nos quieren de criadas, de adorno, de madres sea como sea, o en la hoguera, pero no saben con quién están topando. Yo con sus llamas de inquisidores prendo fuego a un cigarrillo, y eso que no fumo.
Frente a este plan delirante -que aunque de momento parece haber quedado aparcado por los intereses electorales del PP y del señor Feijóo, sigue guardado ahí, para volver en cuanto la ocasión se lo permita-, Gemma Villarroel, portavoz autonómica de Ciudadanos en Castilla y León, ha planteado la inclusión en la cartera sanitaria del test prenatal no invasivo o prueba ADN fetal, que permite revelar anomalías genéticas en el feto en las primeras semanas de gestación, y que en la actualidad se deben costear las mujeres embarazadas.
Yo me apunto a esa medida y propongo otro más, que a los ”señoros» que pretenden devolvernos a la Edad Media se les aplique una TASER en los testículos, a ver si así dejan nuestros coños en paz.
PD: coño también es palabra malsonante, según la RAE, pero a mí me parece divina.
(Elisa Blázquez Zarcero es periodista y escritora. Su último libro publicado es la novela La mujer que se casó consigo misma. Diputación de Badajoz).
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