El ansia de poder es el vicio mayor de ciertos hombres que, cegados por esa pasión letal, están dispuestos a todo y a servirse de todos para conseguir sus fines. El ansia de poder suele ocultar un vergonzante complejo de inferioridad y convertirse en una patología cuyos efectos son nocivos para una sociedad y un país. Una característica de su desmesura es la ingratitud y a falta de empatía hacia los colaboradores y servidores que ayudaron al poderoso a lograr su meta. España es hoy un buen ejemplo de eso. El autor hace aquí un esclarecedor análisis histórico, literario y clínico del asunto, sin necesidad de nombrar a nadie.
El síndrome de Falstaff, es la respuesta, en todos los tiempos, que los poderosos tienen a quienes les ayudan a llegar a la cima del poder. Sus ingratitudes son conocidas desde el tiempo que los hombres han necesitado buscar la cumbre de sus deseos, y los que les han ayudado recibieron siempre la misma respuesta. Lo confirma Alec Mellor en su libro sobre La masonería, que la ingratitud, es bien conocida de los reyes, hacia sus fieles servidores. Servidores que bajo la influencia de la locura son el azote de los poderosos. Como es de suponer, el síndrome lleva el nombre de un personaje de la obra del inglés genial, Shakespeare; personaje que ayuda a su príncipe a ser rey. La idea surge al leer, hace algún tiempo, un artículo del director de EL ESPAÑOL, Pedro J. Ramírez.
La voluntad de poder nace, curiosamente, del sentimiento de inferioridad.
Existe en el individuo una tendencia a la conquista. Un deseo intenso de poder. Afirmaba Nietzsche: «El hombre no anhela el placer, sino el poder». La voluntad de poder nace, curiosamente, del sentimiento de inferioridad; cuando el individuo se impone a los demás (valoriza) alcanza la seguridad psicológica y supera su inferioridad (Atler). Sentirse como poder, este es el rasgo fundamental del carácter del individuo dominador. Es un fenómeno psicológico y social de primer orden, que estamos viviendo en primera fila. Dice Philipp Lersch en su La estructura de la personalidad, que «toda vida humana está impregnada de relaciones de poder y de rivalidad»; bien en el sentido de egoísmo, estimación o de superioridad. Una forma muy común en la clínica, del afán de poder, es la conocida por debilidad: utilizando la mala salud para tiranizar y molestar a los que los rodean, comúnmente los familiares, y sobre todo, las mujeres. En la esfera sexual el sadismo, a la provocación de dolor o sufrimiento a otro, puede ser otra forma de afán de poder, en este caso de amor sexual. El ansia de poder es ya una forma muy patológica, pudiendo llegar a la egolatría: «el no-poder-conseguir-nunca -bastante». Surge el miedo.
COBRAR LA AYUDA
Ya lo decía Electra, en la obra trágica del mismo título de Sófocles:
«Con el tiempo he obtenido inteligencia como para agradar a los más poderosos».
“Cuando el hombre rebosante de la pasión de mandar encuentra el ambiente social favorable, (…) entonces aparece el caudillo, el dictador, el conductor de muchedumbres” (Marañón).
Y lo certifica Shakespeare en la obra dramática de desposesión: Hamlet; han matado a su padre, su madre duerme con su asesino, un accidente acaba con su amada Ofelia, ha perdido su razón de vivir, el gusano de la melancolía roe su corazón : palabras, palabras, palabras…:
«Hamlet.- ¿A qué adular al pobre? No, deja que la melosa lengua lama la pompa estúpida, que los goznes de la servil rodilla se doblen allí donde el lucro pueda seguir a la lisonja».
Respuesta que encontramos en otra obra de Willian Shakespeare Enrique IV, cuando Jack Falstaff quiere cobrar la ayuda prestada a su querido niño Hal, su rey, su Júpiter, mi corazón; el conflicto se adelanta al prometer a un amigo (Pistola) que salvarán a Dorotea, encerrada en «un inmundo calabozo, en una infecta prisión, adonde la han arrastrado las más villanas y sucias manos»; apelando a su amigo de correrías: el Rey. Para llegar a la cima de la monarquía, Enrique IV ha cometido toda clase de desafueros, consiguiendo ser rey de Inglaterra con la ayuda inestimable del pobre Falstaff, con el nombre de Enrique V. El Rey ya no lo reconoce, ya no lo necesita:
«No te conozco, anciano. Ve a tus oraciones. ¡Qué mal sientan los cabellos blancos a un loco y a un bufón! Largo tiempo he soñado con un hombre de esa especie, tan hinchado por la orgía, tan viejo y tan profano. Pero, despierto, he despreciado mi sueño. En adelante, amengua tu cuerpo y aumenta tu virtud, abandona la glotonería; sabe que la tumba se abre para ti tres veces más ancha que para el resto de los hombres. No me contestes con una bufonada. No presumas que soy lo que fui; porque el cielo lo sabe y el mundo se apercibirá, que he despojado en mí el antiguo hombre y que otro tanto haré con aquellos que fueron mis compañeros. Cuando oigas que soy lo que fui, acércateme y serás lo que fuiste, el tutor y el incitador de mis excesos. Hasta entonces, te destierro, bajo pena de muerte, como he hecho con el resto de mis corruptores, y te prohíbo permanecer a menos de diez millas de mi persona. En cuanto medios de subsistencia, yo los proveeré, para que la falta de recursos no te empuje al mal; y sabemos que os habéis reformado, entonces, de acuerdo con vuestras facultades y méritos, os ocuparemos».
«Me encanta el poder que tenía sobre los hombres. Cuando iba por la calle, mi culo en forma de mandolina oscilaba y se balanceaba y ellos volvían la cabeza para mirarlo. Es extraño que no entendiera del todo este poder hasta que lo perdí o se lo transferí a mi hija». Erica Jong en No más miedo, describe otro tipo de poder, al fin y al cabo, poder.
LA PASIÓN DE MANDAR
Importante es el ensayo de Marañón sobre El Conde-Duque de Olivares y la pasión de mandar.
«La cantidad de hombres dominados por la pasión de mandar es inmensa – dice Marañón- cuando el hombre rebosante de la pasión de mandar encuentra el ambiente social favorable, esa pasión florece a sus anchas, corre por su cauce libre y entonces aparece el caudillo, el dictador, el conductor de muchedumbres […] lo que se llama suerte, en ninguna otra actividad humana tiene, sin duda, la importancia -o por lo menos la resonancia- que aquí».
Suerte han tenido casi todos los revolucionarios o los golpistas, uno y otros tienen que tener suerte en su derrotero hacia el poder.
Tomas Martín Tamayo en su novela La amargura de Tiberio, explica el poder en el análisis de la vida de un resentido:
«El poder envuelve en legalidad todas sus miserias y pestilencias y lo que se hace desde él acaba aceptándose como normal, justo y equitativo. El poder es el orden y la ley, que pasan a ser sus subordinados. Era la memoria del poder la que, a duras penas, mantenía la cohesión del Imperio, pero la memoria es frágil y aquella situación no aventuraba nada bueno si se mantenía».
“Que los grandes poderes se derrumban en un momento lo tengo bien aprendido» (Séneca).
Séneca en su tragedia Las Troyanas, viene a explicar el poder de boca de Agamenón:
«-Hécuba.- Todo aquel que confía en su realeza y se siente dueño poderoso en un gran palacio y no teme la inconstancia de los dioses y confía crédulo en la prosperidad, que me vea mí y a ti, Troya[…]
-Menelao.- El poder basado en la violencia nadie ha conseguido retenerlo mucho tiempo; el moderado, perdura; y cuanto más alto ha destacado más conviene que se contenga el que goza de la felicidad y que tiemble ante la inseguridad del azar, temeroso de unos dioses demasiados favorables. Que los grandes poderes se derrumban en un momento lo tengo bien aprendido».
SALIR MUERTO DE HAMBRE
Don Miguel de Cervantes sobre el gobierno, lleno de fina ironía, pone en boca de un estudiante que aparece de manera inesperada, en ese accidente que tienen a Sancho Panza y a su rucio en el fondo de la sima, entre aquellas tinieblas y muerto de miedo el gobernado gobernador:
«Finalmente, como dicen, llevaron sogas y maromas, y a costa de mucha gente y de mucho trabajo sacaron al rucio y Sancho Panza de aquellas tinieblas a la luz del sol.
Viole un estudiante y dijo:
-Desta manera habían de salir de sus gobiernos todos los malos gobernadores, como sale este pecador del profundo del abismo, muerto de hambre, descolorido y sin blanca, a lo que yo creo».
El loco de Vidriera sometido a preguntas en las calles salmantinas, y por su grandísima agudeza de ingenio, causó admiración a los letrados y profesores de la Universidad; llegando la noticia a un príncipe o señor de la corte que quiso conocerlo:
«-Sepa el señor licenciado Vidriera que un gran personaje de la corte le quiere ver y envía por él.
A lo cual respondió:
-Vuesa merced me excuse con ese señor, que yo no soy bueno para palacio, porque tengo vergüenza y no sé lisonjear».
Por boca de Sancho, Cervantes remata el tema:
«-¿Cómo traidor? ¿Contra tu amo y señor natural te demandas? ¿Con quién te da su pan te atreves?
-No quito rey ni pongo rey -respondió Sancho- , sino ayúdome a mí, que soy mi señor».
Jonathan Swift en esos países imaginarios de Los viajes de Gulliver, choca con el poder:
«nació una intriga entre Su Majestad y una camarilla de ministros llenos de rencor contra mí, que estalló en menos de dos meses y a punto estuvo de concluir en mi total perdición. ¡Tan poco pesan los más grandes servicios rendidos a los príncipes cuando se ponen en un platillo de la balanza frente a una negativa a darle gusto en sus caprichos!».
Bukowski lo explica en Fragmentos de un cuaderno manchado de vino:
“Los eslóganes románticos no sirven de nada. Ten un programa definido, redactado con claridad, de manera que si VENCES tengas una forma de gobierno apropiada y decente. Pues recuerda, en todo movimiento hay oportunistas, tipos que se mueren por echarte mano al poder, lobos disfrazados de Revolucionario. Son éstos los hombres capaces de hacer que se venga abajo una Causa. Yo estoy por un mundo mejor, por mi hija, por mí mismo, por ti, pero ten cuidado. Un cambio de poder no es un remedio. El poder para el pueblo no es un remedio. El poder no es un remedio. Todo tu pensamiento no debe hacer hincapié en cómo destruir un gobierno, sino en cómo crear otro mejor. No te dejes atrapar y engañar otra vez. Y si vences, ten cuidado de un gobierno muy autoritario con reglas que te aten aún más que antes”.
Son hechos y palabras perfectamente aplicables a lo que sucede hoy en España y en numerosos países del mundo.
(Blas Curado es psiquiatra, escritor, Académico de la Ilustre Academia de Ciencias de la Salud Ramón y Cajal, y Premio Dr. Gómez Ulla).
SOBRE EL AUTOR
Blas Curado García, prestigioso psiquiatra, articulista y escritor, nuevo colaborador de PROPRONews
El ilustre psiquiatra Blas Curado, Premio Doctor Gómez Ulla 2019 a la Excelencia Sanitaria
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