viernes, 19 abril, 2024
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Llamadme cabreada…

...porque lo estoy, y mucho, además de muy triste y enfadada: ¡seis asesinatos machistas en una semana!

Llamadme cabreada. Lo estoy, y mucho, pero además estoy triste, muy triste, y muy enfadada. Seis asesinatos machistas en una semana rebosan el vaso de cualquier paciencia. Seis asesinatos constituyen una cascada de violencia contra las mujeres que alcanza límites insoportables para una sociedad que se declare mínimamente civilizada.

La periodista, con su perro Killer
La periodista, con su perro Killer

Estas mujeres, una de ellas embarazada y su hijo de 7 años, han sido asesinadas (ya sé que el termino no es el correcto jurídicamente mientras no haya sentencia, pero no me da la gana decir “muertas”, porque no se han muerto, las han matado), por hombres que aseguraban quererlas, hombres que un día prometieron amor eterno y se convirtieron en verdugos, hombres que interiorizan el atávico “la maté porque era mía”, hombres imbuidos de un sistema patriarcal que no entiende que la mujer no es su posesión. ¡Seis asesinatos en una semana! Y, sin embargo, esta sociedad sigue escandalizándose (poco), solo puntualmente, para seguir ajena e inmune a esta lacra.

Imaginemos, por un momento que, en lugar de mujeres, fueran 6 futbolistas, políticos, homosexuales, arquitectos o cocineros, los que hubieran sido asesinados esta semana, simple y llanamente por el hecho de pertenecer a ese estamento. No asesinados en una pelea, no en un atraco, no por venganza, no por equivocación, no, sólo por el simple y mero hecho de serlo. ¿Lo visualizáis? Es fácil. La noticia llenaría portadas, abriría telediarios, acapararía horas y horas de tertulias y programas de los medios de comunicación. Pero nada de eso sucede cuando las víctimas lo son por violencia machista, cuando las asesinadas son mujeres a las que las matan por ser mujeres. Así de simple, así de terrorífico.


Imaginemos, por un momento que, en lugar de 6 mujeres, fueran 6 futbolistas, políticos, homosexuales, arquitectos o cocineros, los que hubieran sido asesinados en una semana.


La violencia machista es tan real como el aire que respiramos, es la connotación de una sociedad que ha marginado históricamente al sexo femenino, relegándonos a las mujeres a un segundo o tercer plano. Nace de una desigualdad estructural que se da en todos los estratos sociales, en todos los países y en todas las culturas. Se niega, argumentando que la punta del iceberg, el asesinato, es algo particular. Pero más de 1.000 vidas femeninas segadas en España, desde que existe la estadística, a manos de maridos, exmaridos, compañeros… Y siempre, cuando ella quiere abandonar una convivencia que le hace daño. No son 1.000 casos particulares, son un mal social y colectivo concreto y ominoso, aunque Vox, en su ridícula aunque peligrosa cerrazón, rechace vergonzosamente hasta mantener un minuto de silencio por las víctimas en el Congreso. Delirante. Si Vox no me diera miedo, me daría risa. Según ellos, no hace falta una ley contra la violencia de género, una ley que, no solo, es absolutamente necesaria, es que, claro está, se queda muy pequeña para parar la plaga.

Protesta en Cáceres contra la violencia machista. ELISA BLÁZQUEZ
Protesta en Cáceres contra la violencia machista. ELISA BLÁZQUEZ

Hay que reforzarla, ampliarla y, sobre todo, dotarla, para evitar la sangría. Ley que expertas juristas afirman que necesita un cambio de paradigma que ponga el punto de mira en el agresor y no en la víctima. Porque lo lógico es que, si hay que coartar la libertad de alguien que maltrata, no sea la agredida la que sufra las consecuencias, sino el agresor. Ley que requiere la implantación estricta de la coeducación y la formación en violencia de género en los parvularios, los colegios, los institutos y las universidades. Ley que necesita ejecutar urgentemente las medidas comprendidas en la norma de 2004, que nunca se aplicaron.

La sociedad es altamente permisiva con los crímenes que sufren las mujeres. Hasta el cancionero popular se mofa y recoge verdaderas monstruosidades, por ejemplo, este indigno y repugnante ripio que aparece en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes:

Don Federico
mató a su mujer,
la hizo picadillo,
la puso a remover.
La gente que pasaba
olía a chas,
era su mujer
bailando el chachachá.

En Cáceres, la Plataforma Mujeres por la Igualdad (PMIP), lleva años convocando un minuto de silencio cada vez que una mujer es asesinada. Dentro de la propia asociación hay quienes sugieren cambiar el minuto por un grito que despierte de una vez a esta sociedad indiferente, un grito desgarrador que resuene en las entrañas de tanto Don Federico como existe, aunque ya no sea políticamente correcto narrar sus hazañas en una canción.

(Elisa Blázquez Zarcero es periodista y escritora. Su último libro publicado es la novela La mujer que se casó consigo misma. Diputación de Badajoz).

SOBRE LA AUTORA

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