jueves, 25 abril, 2024
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Sintra, regreso al misterio

Entre el creciente gentío y la leyenda, la bella ciudad portuguesa es revisitada como si en el pasado viviese (y viviésemos)

Cuando todos tus amigos andan desperdigados en este agosto ardiente, bien sea en destinos exóticos, bien haciendo las maletas para irse a lugares de ensueño y tú tienes que quedarte en casa, lo más práctico es echar mano de la imaginación. Y solo quedan dos opciones: planificar el futuro o evocar el pasado, ese que el tiempo difumina ocultando los inconvenientes y dando lustre a lo que resultó placentero. Yo me decanto hoy por el recuerdo. Voy a viajar al pasado en el tiempo y en el espacio, poniendo rumbo a Sintra. Regreso al misterio de una ciudad única.

Sintra es un lugar encantado, apenas a 30 kilómetros de Lisboa. Una localidad enclavada en un paisaje digno de ser habitado por hadas y cuajada de extravagantes villas donde la nobleza portuguesa pasaba las vacaciones. Yo viví allí un otoño, justo enfrente del Palacio Nacional, una joya del estilo manuelino.


Eça de Queiroz, junto a su amigo Ramalho Ortigão, se inventó un crimen aquí y lo publicaron en el Diario de Noticias de Lisboa como si fuera cierto.


Veía desde mi balcón las dos enormes chimeneas cónicas y la llegada de los autobuses atestados de japoneses, que vertían su contenido como si fueran vagones del metro de Madrid en hora punta.

Estos turistas exprés no son los únicos que vienen a Sintra. Por ella han pasado glorias de todo tipo, escritores como Hans Christian Andersen o Lord Byron, músicos como Richard Strauss, actores, mecenas, hasta Madonna se compró allí un palacete de estilo oriental, once millones costaba, lo vi anunciado en el escaparate de una inmobiliaria ¡te dy para rehabilitar!

EL CRIMEN QUE NO FUE

Pero la palma de todos los visitantes es, por excelencia, para el escritor y periodista Eça de Queiroz. En julio de 1870, junto a su amigo Ramalho Ortigão, inventó un crimen y lo publicaron en el Diario de Noticias de Lisboa como si fuera cierto. Un horrible pero inexistente asesinato con el que engañaron y mantuvieron en vilo a la sociedad lisboeta durante dos meses.

El misterio de las románticas mansiones de Sintra.
El misterio de las románticas mansiones de Sintra.

El caso es que aquel folletín derivó en una novela El misterio de la carretera de Sintra, y gracias a ella Queiroz está considerado uno de los mejores escritores del realismo portugués. Su figura y su sonrisa burlona, las encarna a la perfección una estatua de color verde fosforito que se sienta en la puerta del New Museu, en pleno centro histórico.

Esta y otras muchas anécdotas se pueden descubrir de forma interactiva en la exposición permanente Mitos y Leyendas de Sintra. Es un recorrido por la historia de la ciudad y la larga serie de tradiciones que alimenta. Está instalada en la Oficina de Turismo. Dejando aparte los milagros de vírgenes aparecidas, muy similares a los de cualquier otra población, son especialmente curiosas la de dos hermanos que se matan por el amor de la misma mujer, tras citarse en un duelo nocturno en el que no se reconocen; o la del rey Juan I pillado besando a una mujer que no era la reina, o la de «seteais» (siete ayes, en español).

De esta última existen dos versiones: la que ofrece la exposición, que es la que recogió y publicó Lord Byron tras su paso por Sintra. La resumo: una mora inocente y de alta alcurnia a la que lanzan una maldición, al séptimo ¡ay! que diga en su vida morirá; un caballero cristiano que intenta forzarla; unos secuestradores que la raptan; el asesinato de su nodriza querida. Un “ay” por cada percance. Al final, siete desgracias, siete ayes y la muerte pronosticada.


Vuelto a enterrar, tiempo después destaparon de nuevo su tumba para encontrarse, en esta ocasión horrorizados, con que al cadáver le faltaba la cara.


La otra, más reciente, sucedió en el Palacio de Seteais, hoy hotel de lujo, donde se han hospedado famosos como Agatha Christie o Brad Pitt. Resumo también: un amante entregado a una bella mujer y siete soberbios y lujuriosos polvos, que consuman en una fabulosa y única tarde de amor entre las sábanas de lino de la elegante habitación. En cada ocasión ella exclamaba un complacido “¡Ay!” En este caso no hubo defunción, salvo eso que los franceses llaman la petite mort.

Me quedo con la segunda, por ser mucho más «increíble» y divertida que la primera y porque me encanta revisar a los clásicos y dar el cambiazo por un final feliz donde la mujer gana.

EDIFICACIONES EXCÉNTRICAS Y EL PRÍNCIPE MALVADO

Pero casi ninguno de los turistas que bajan de los autobuses se detiene en la exposición. En general recorren a toda prisa el colorido Palacio da Pena, la más excéntrica de todas las edificaciones que puedan verse, los restos del Castelo dos Mouros y la enigmática Quinta da Regaleira, un extraño jardín repleto de simbologías masónicas, que su dueño, un brasileño millonario, ideó como camino iniciático.

No les da tiempo. A las 5 se evaporan, encapsulados en su bus, y sobre Sintra parece que se hubiera lanzado una bomba de neutrones. Cerradas las tiendas de recuerdos, sin un alma por las callejuelas, se recupera la calma, las últimas luces de la tarde se deslizan sobre el empedrado y la silueta del castillo en lo alto de la colina se ilumina, unas veces en rojo, otras en azul, siempre imperturbable y fantástico como las momias que se exhiben en el centro de visitantes.


La leyenda del perro negro que mi casero me contó para mí sola.


El otro emblema de Sintra, el Palacio da Pena, brillaba como un topacio una noche que me apunté a un paseo con el Caminheiro de Sintra, escritor y estudioso de las peculiares fábulas del entorno. Es una preciosa forma de conocer la localidad. Haces un senderismo suave y el Caminheiro te desgrana algunos relatos fascinantes.

Fueron tres horas de marcha a oscuras, escasamente alumbrados por una luna que asomaba a ratos entre la niebla, mientras escuchábamos embobados la biografía de un príncipe malvado que asolaba la población con su vandalismo y que, tras morir en su cama de manera natural, fue desenterrado años más tarde para descubrirse con sorpresa que su cuerpo estaba intacto, gracias a lo que consiguió una inmerecida fama de santo. Vuelto a enterrar, tiempo después destaparon de nuevo su tumba para encontrarse, en esta ocasión horrorizados, con que al cadáver le faltaba la cara. ¿Castigo o profanación? Ambas cosas son factibles. En aquella época las reliquias eran muy apreciadas y su robo muy frecuente.

Viví mirando este paisaje.
Viví mirando este paisaje.

O la del espectro que ronda la atalaya árabe ¿Reflejo de los rayos del sol al anochecer o fantasma? Siempre la duda, ¿realidad o encantamiento? Misterio.

LEYENDA PROPIA

Pero yo tuve en Sintra mi leyenda particular.

Empezó muy prosaicamente. Nada más instalarme se acabó la botella del butano. Hace siglos que no uso bombona, así que poner la que había de reserva se convirtió en tarea imposible. Llamé al casero que, al ver mi ordenador y algunos papeles encima de la mesa, preguntó si era escritora.

¿Qué iba a contestar? Pues que sí. Claro.

Suspiró: «¡Ah … has venido para investigar los misterios de Sintra!». «Sí, como Lord Byron». Sonreí.

«Voy a referirte uno» – dijo- y volvió a suspirar.

Entonces me contó que hacía dos años había muerto su padre y, justo al día siguiente del entierro, empezó a acudir por su tienda un perro labrador de ojos intensos. Allí pasaba el día, mirándolo fijamente desde la puerta. Al atardecer desaparecía. Al principio, su presencia le molestaba, pero luego le esperaba cada mañana con unas golosinas.

Pregunté si le había seguido alguna vez, para averiguar dónde pasaba la noche. Contestó que sí, pero que el perro siempre conseguía esquivarlo. Sospechaba que era el alma de su padre que quería advertirle de algo.

La frondosidad de la comarca es extraordinaria.
La frondosidad de la comarca es extraordinaria.

Pasaron los días, los paseos por los alrededores de Sintra son sosiego para la mente, las playas cercanas Magoito, Maça, Adraga, verdaderos tónicos para el corazón, el Convento de los Capuchos curioso ejemplo de la filosofía de la austeridad y Monserrate una orgía para los ojos. Todo ello, junto a la sabrosa comida portuguesa, hacen de Sintra un emplazamiento cautivador. No era nada sorprendente, pues, que grandes viajeros, músicos, artistas y escritores buscaran inspiración entre la vegetación exuberante del Monte de la Luna.

Yo no soy ninguna de esas cosas, pero sí «periodista de provincias» y, ya se sabe, los de mi clase valemos para todo. En mi caso, informar desde EEUU, donde me encontraba, casi por casualidad, cuando ocurrió el atentado de las Torres Gemelas, o topar en la tierra de las leyendas con una inédita y exclusivamente narrada para mí por su protagonista, mi casero.

Tres semanas después de que me confesara el suceso de su padre y el perro negro que apareció por su tienda al día siguiente del entierro, vino a comunicarme que no había vuelto a visitarle desde que admitió en voz alta estar convencido de que era el espíritu de su progenitor. No había vuelto a verlo, no, pero acababa de recibir una muy buena noticia largamente esperada. La culminación de un doloroso proceso familiar que por fin quedaba resuelto.

Los dos pensamos que la misión de su padre había concluido y que estaba en paz.

Aquella noche, mi chucho y yo nos cruzamos con un perro vagabundo de pelaje oscuro. Ambos se olieron sin ladrar y luego el animalito levantó la cabeza y se perdió muy digno por uno de esos callejones sin salida, tupidos de musgo y hojas secas. Le seguimos, pero nos despistó en la primera esquina.

Antes de cruzarla me pareció que nos decía: objetivo cumplido.

Mi casero, durante años, había callado su historia. Tuve que llegar yo para que sintiera la necesidad de contarla. !Gracias!

(Elisa Blázquez Zarcero es periodista y escritora. Su último libro publicado es la novela La mujer que se casó consigo misma. Diputación de Badajoz).

(Las imágenes que acompañan este reportaje han sido realizadas por la autora).

SOBRE LA AUTORA

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