domingo, 3 noviembre, 2024
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Más allá del insolidario “llévatelos a tu casa”

Patricia Sierra, cooperante en Grecia y Líbano, se los lleva cuando es necesario y, además, va a las precarias “casas” de los refugiados a llevarles ayuda, amor, solidaridad

“Llévatelos a tu casa” podría ser el título de la canción del verano, pero es el mantra viral que circula por las redes, la frase estrella, repetida una y mil veces, a poco que eches un vistazo a los comentarios de cualquier noticia sobre personas refugiadas. Para Patricia Sierra Solís la cantinela es un órdago, y lo recoge y lo dobla, porque Patricia hace más, mucho más. Patricia se va a la “casa” de ellos, aunque ese hogar sea una metáfora, un sueño inalcanzable, porque lo que tienen es, como mucho, una tienda de campaña en esos, mal llamados, campos de refugiados donde se está hacinando a las personas que huyen de la guerra, del hambre, del miedo, de la desesperanza, para caer en una desesperanza mayor. Esta es la historia de una mujer solidaria.

Patricia, maestra de profesión, podría haber pasado sus vacaciones tostándose en la playa o haciendo turismo por algún bello y tranquilo lugar del planeta, pero eligió, como viene haciendo desde hace tiempo, ir a echar una mano a dos de esos campamentos con su ONG “Sonrisas en acción”. Que no le vengan con la murga del llévatelos a tu casa, porque también lo hace cuando es necesario, pero va más lejos: ella sola cubre el cupo de empatía y solidaridad que les falta a todos los que repiten la coletilla sin saber siquiera de qué están hablando.


Estos seres no son “refugiados”, son personas como usted y como yo.


Patricia es un torrente de pasión. No cabe en un reportaje toda la indignación que siente por la forma en la que se trata a estas personas y por las iniquidades que se cuentan de los cooperantes. Me enseña una foto del «cuarto de baño» donde se aseaba durante su trabajo en un campo de refugiados, sucio, con cucarachas; por la imagen, casi percibo el olor. “Y encima nos dicen que somos mafia”, añade enfadada. Y delgada, muy delgada, como ha regresado de Malakasa (¡qué bien le cuadra el nombre al lugar!), en Grecia, y del Valle de la Becá, en el Líbano, frontera con Siria. “Me gustaría -dice- que algún político de los que realmente pueden hacer algo por solucionar este conflicto humanitario, se enfrentara a una persona que ha huido de un horror para saltar a otro, que pudiera simplemente mirarla a los ojos y escuchar, como he escuchado yo, decirme, desde esos ojos sin vida, somos personas, no somos refugiados, somos personas, porque hasta el nombre están perdiendo».


No son campos de refugiados, deberían llamarse campos de concentración.


Campo de refugiados en el Líbano.
Campo de refugiados en el Líbano.

¿SUBVENCIONES POR LA CARA?

Patricia, con su sueldo de maestra ayuda a dos familias refugiadas en Cáceres, porque eso de las “subvenciones por la cara” a los inmigrantes, otro de los mantras del verano, es incierto. Patricia desgrana con detalle cuáles son en realidad esas ayudas, exageradas y repetidas hasta la saciedad por una ciudadanía empeñada en ver lo que no hay y a la que es inútil aclararle nada, porque prefiere creer las mentiras interesadas de ese sector insolidario y xenófobo antes que la realidad pura y dura. Pero yo no lo voy a contar aquí, porque es muy fácil enterarse, y explicarlo para quien no quiere verlo es predicar en el desierto, pero, por si acaso, ahí va este enlace: Los 10 bulos sobre migrantes que han intentado colarte este verano.


En Grecia muchos chicos jóvenes refugiados se prostituyen con los turistas para sobrevivir.


Pero, con ser escasas las ayudas y más difícil acceder a ellas, resultan gloria bendita comparadas con la situación de la que viene Patricia y de la que habla con angustia y emoción. Para empezar, ha vivido con enfado la situación creada con el Open Arms. “Eso ha tenido impacto mediático –cuenta-, pero es que hay muchos Open Arms, su visibilidad es buena , pero a mí me hubiera gustado que Richard Gere hubiera venido al campo de refugiados donde yo estaba a llevar comida; pero allí no van, porque las condiciones no lo permiten y tampoco son campos de refugiados, deberían llamarse campos de concentración. No se les deja vivir, se les coarta todo tipo de derechos, no es que sea solidaridad, es que se trata de derechos humanos que no se respetan, y cuando comprobamos que solo se ve el Open Arms, que son 200 personas, y allí, en los campos, hay miles y miles en una situación atroz, nos entristecíamos, porque cuando alguien llega a uno de esos barcos, ha pasado lo peor, así que ¡cómo será lo que deja atrás! Llegar a la situación que vivieron este verano los pasajeros del Open Arms y de otros barcos de salvamento, es haber pasado el peor horror y albergar alguna esperanza, porque un campo de concentración (Patricia no quiere llamarlo de otra manera) lo que existe es la desesperanza más absoluta. Grecia está soportando la peor parte en cuanto a hacinamiento. El campo de Moria en Lesbos triplica su capacidad, con una ocupación de seis mil personas y casos muy dramáticos. Hace pocas semanas, un chico fue violado, acudió a la policía, que llegó y preguntó a gritos quien era el culpable. Al día siguiente el chico apareció muerto. Esa es la realidad. En Grecia, muchos campos son de endebles tiendas de campaña, porque no caben más dentro del terreno y están fuera. Hay que imaginar ese sufrimiento a 40 grados en verano, o con el frío helador del invierno. He visto allí niños comidos por chinches que casi no podían abrir los ojos, sin atención sanitaria; embarazadas sin asistencia, con una comida escasa en nutrientes, sin fruta, sin verdura, sin proteínas y, además, la inseguridad, porque aquello es una olla a presión donde impera la ley de la supervivencia y solo sobrevive el más fuerte. Frecuentemente hay violaciones, suicidios, depresiones, histerias…”


Europa tiene que dar una solución solidaria a esta crisis humanitaria que empeora día a día.


Los niños son objeto de atención preferente, como estos de un campo de Líbano.
Los niños son objeto de atención preferente, como estos de un campo de Líbano.

GRANDES TRAUMAS Y ESCASA AYUDA

“Los refugiados -sigue contando Patricia- llegan ya al campo traumatizados, porque han visto a sus familias y amigos morir quemados o reventados por alguna bomba, niños con los dedos amputados… Grecia es un horror. Hay pequeñas Ong como SOS Refugiados, Olí Mazi, Holes in the Borders, No Name Kitchen que trabajan allí, que reparten comida, les ayudan legalmente, etc. Pero no no se trata solo de comida o de los más básico. Es la dejadez general frente a estas personas. Es que Europa se comprometió a acoger 160.000 de ellos y, tanto tiempo después, ahí siguen en su mayoría, abandonados en los campamentos, o desperdigados por las ciudades, muchos de ellos chicos jóvenes prostituyéndose con los turistas para sobrevivir. Y esto lo recalco: hay turistas que van allí a consumir sexo, en los parques del centro de Atenas. Y ahora hay que sumar el cambio reciente de gobierno, lo que supone más recortes aún. Se han tapiado los squads, que estaban autogestionados por personas refugiadas y se les ha vuelto a reubicar en los campos ya saturados. Se va a peor, aunque hay algunas ayudas, por ejemplo, lo que hemos llevado desde la Diputación de Cáceres, diez toneladas de artículos de primera necesidad, pero las necesidades son inmensas. Y todo esto no se sabe. El Open Arms es solo la punta del iceberg. Es un problema que tiene que solucionar Europa y no lo hace. Se rescata a los bancos cuando están en apuros a costa del dinero de todos, pero no se hace nada por las personas».


Siente indignación por la forma en la que se trata a estas personas y por las iniquidades que se cuentan de los cooperantes.


Repartiendo la ayuda humanitaria en un campo griego.
Repartiendo la ayuda humanitaria en un campo griego.

EN LÍBANO

Y la segunda parte de su reciente viaje solidario no ha sido más suave. Líbano, que soporta un número exorbitante de refugiados -lo mismo que Jordania, o la propia Grecia-, es un caso especial: tiene seis millones de habitantes y casi dos son refugiados, además es frontera con Siria y un estado confesional con representación en el gobierno de varias religiones.


Ha regresado muy delgada de los campos de refugiados de Malakasa (¡qué bien le cuadra el nombre al lugar!), en Grecia, y de Valle de la Becá, en Líbano, frontera con Siria.


«Eso -dice Patricia-, junto al hecho de que el país está endeudado y padece muchos recortes, hace que, por lo general, se odie a los refugiados sirios. El gobierno no permite la escolarización de los niños refugiados, lo que está creando generaciones de analfabetos. Hay explotación infantil, niños de 9 años trabajando de sol a sol recogiendo patatas; tienen las manos y los brazos llenos de arañazos y heridas. Hay matrimonios infantiles, muchos huérfanos y el gobierno no los atiende. Bien es verdad que no se puede, por la situación que vive el país, y además están donde no se les quiere ni pueden estar, pero no pueden regresar porque diariamente caen bombas en su país. Viven bajo plásticos, por que el gobierno libanés no admite que se establezcan y destruyen las casas que levantan».


Además de su labor en los campos de refugiados, con su sueldo de maestra ayuda a dos familias refugiadas en España, porque eso de las “subvenciones por la cara” a los inmigrantes, otro de los mantras del verano, es incierto.


Y pese a todo, la pequeña Ong de Patricia, «Sonrisas en acción», se ha implicado a fondo trabajando, impartiendo sesiones psicológicas y neuromotrices a niños y niñas maltratados, violados, huérfanos, solos, lo que les da la oportunidad de volver a ser niños.

Patricia emplea sus vacaciones en ayudar a los refugiados.
Patricia emplea sus vacaciones en ayudar a los refugiados.

«Urdan Spain la mejor Ong que me he encontrado -relata Patricia- está tejiendo una red de apoyo con otras Ongs para ayudar desde la base, porque solo haciendo que recuperen la dignidad pueden recuperar también la esperanza. Hacemos lo que deberían hacer los gobiernos, y no es tan difícil, se trata de reorganizar las ayudas».

Patricia se crece, insiste: «No es tan difícil, no lo es, es cuestión de voluntad, y a todos esos que dicen “llévatelos a tu casa”, les contesto que no tienen ni idea de lo que sufre esta gente y que no quieren ir a casa de nadie, solo quieren tener la casa que la guerra les arrebató. A todos estos, y a todos los políticos que se lavan las manos, yo les pediría: por favor, mírenlos a los ojos, son personas igual que nosotros, sus hijos son como los nuestros; se está instrumentalizando, se está engañando a la gente para conseguir votos, se está haciendo una política rastrera, ¡y es tan fácil arreglarlo!, solo hace falta conciencia social. Es una crisis humanitaria no una crisis migratoria, y hay que atajarla, y tiene que ser ya… Me gustaría que una mujer cualquiera de las muchas que hay en cualquiera de estos campos, les cogiera de la mano a todos esos (insolidarios) y les contara que está enferma y rota de dolor, que no tiene salida, que vive en una choza de plástico, que se muere de pena y de abandono, y después mientras oyen caer las bombas por la noche, que repitan, que repitan, si es que han perdido el mínimo de humanidad que les quedaba, “llévatelos a tu casa”.

(Elisa Blázquez Zarcero es periodista y escritora. Su último libro publicado es la novela La mujer que se casó consigo misma. Diputación de Badajoz).

SOBRE LA AUTORA

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