La digestión empieza en la boca, donde introducimos la materia con nutrientes y la troceamos y trituramos en las partes más simples posibles. Con la ayuda de enzimas y jugos gástricos conseguimos que se desintegre al máximo, hasta conseguir un compost ideal para la microbiota simbiótica que habita en el intestino. Ésta descompondrá la materia de tal manera que hará fácilmente asimilables los nutrientes que contiene. Los microbios que trabajan en ello también nos alimentan con sus propios metabolitos. Pero para que todo eso nos sea útil al máximo hay que respetar unas pautas tan sencillas como eficaces.
Básicamente somos trillones de células que habitan dentro de una gran membrana que nos aísla del exterior. Necesitamos componentes de fuera y para ello tenemos oquedades increíbles que nos sirven para procesar os alimentos que ingerimos, como el sistema digestivo, en el que introducimos materia externa y obtenemos de ella moléculas que nos interesan. Existe toda una serie de procesos para que nuestro cuerpo pueda asimilarlas a través de las mucosas y repartirlas por todas las células.
La digestión empieza en la boca, donde introducimos la materia con nutrientes y la troceamos en las partes más simples posibles. Con la ayuda de enzimas y jugos gástricos conseguimos que se desintegre lo máximo, hasta conseguir un compost ideal para la microbiota simbiótica que habita en el intestino. Ésta descompondrá la materia de tal manera que hará fácilmente asimilables los nutrientes que contiene. Los microbios que trabajan en ello también nos alimentan con sus propios metabolitos.
Podemos comer con mayor frecuencia cosas que dejan pocos residuos, como las frutas.
El espacio entre comida y comida debe ser suficiente como para haber terminado un proceso completo de digestión (hasta su evacuación). De esta manera aseguramos que la degradación de los alimentos ha sido correcta. Si comemos antes de que se haya terminado el proceso, podríamos arrastrar hacia fuera tanto la comida anterior sin descomponerse por completo, como las bacterias que actuaban sobre ésta (se han visto muchos casos en los que un porcentaje muy alto de la materia fecal era microbiota y alimentos sin descomponer).
También podemos comer con mayor frecuencia cosas que dejan pocos residuos, como las frutas. A veces se trata de mantener, como un fuego que no queremos que se apague, a ese complejo sistema simbiótico que trabaja para nosotros. De todas maneras, también nos viene bien de vez en cuando un buen ayuno.
CANTIDAD Y DIGESTIÓN
Deberíamos comer la cantidad idónea para una buena digestión, ya que si comemos en exceso puede suceder el efecto “lavadora petada” en nuestro estómago, el cual no podrá actuar sobre todo el alimento con sus jugos gástricos de la manera correcta (como el detergente en la lavadora, que no puede actuar bien sobre toda la ropa cuando está llena a tope).
Respetaremos para comer los ciclos de luz, llegando al descanso nocturno con la digestión del estómago ya realizada.
Respetaremos para comer los ciclos de luz, llegando al descanso nocturno con la digestión del estómago ya realizada (estómago vacío, intestino lleno). Mientras dormimos, el aparato digestivo estará inactivo en gran medida, pero no la actividad microbiana, que estará a pleno rendimiento (durante el descanso nuestro organismo se regenera, aprovechando en gran medida los nutrientes que llegan del intestino).
Los microbios degradan y crean compuestos bioquímicos exclusivos cuando son especializados, por eso hemos de tener una gran variedad simbiótica. Al combinar los alimentos tenemos que tener en cuenta que sus mezclas nos beneficien.
Los alimentos ideales para compostar son los vegetales vivos, lo más crudos posible, fermentados incluso y que se digieran fácilmente, como las frutas, semillas germinadas de proteólisis no completada (con aminoácidos libres y sin lectinas), plantas y verduras, sobre todo de hojas pequeñas (sus estructuras tienen menos celulosa y se rompen más fácilmente, aprovechando mejor sus nutrientes), flores, algas, microbios, hongos, raíces y tubérculos de fácil asimilación (con pocos almidones, como el rábano), por nombrar algunos.
Para no depender siempre del sistema digestivo para mantenernos nutridos, nuestro cuerpo cuenta, además de con sus propias reservas, con un complejo sistema de autofagia mediante el cual se autoalimenta de sí mismo. También reutiliza, gracias al microbiota intestinal, hasta un 30% de los neuropéptidos y hormonas que ha utilizado y desechado.
No olvidemos hidratarnos a diario (con agua estructurada) para mantener la correcta humedad de nuestras oquedades. Una de las mejores aguas que puedes beber es la de las frutas y verduras (acostúmbrate a tomar verduras prensadas o licuadas) que contienen, además, nutrientes y fitoquímicos (antioxidantes). Todo ello nos mantendrá bien alimentados y con una buena salud.
(Carlos Martínez Correa es un profesional y prescriptor multidisciplinar experto en mentalismo, nutricionismo y calidad de vida).
SOBRE EL AUTOR
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