sábado, 27 abril, 2024
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Llamadme interesada…

...como muchos están llamando, sin razón, a la denunciante del príncipe Andrés

Interesada. Eso es lo que miles de personas están llamando a Virginia Giuffre, la mujer que denunció al príncipe Andrés, hijo de Isabel II de Inglaterra, por abusar sexualmente de ella cuando era una jovencita de 14 años. Aquella adolescente es en la actualidad una mujer madura, madre de dos hijas y presidenta de la Fundación Victims Refuse Silence, y ha decidido aceptar una indemnización para solventar el tema sin ir a juicio. Pues ha hecho muy bien.

La periodista, con su perro Killer
La periodista, con su perro Killer

Andrés, duque de York, era íntimo y asiduo a las “fiestas” de Jeffrey Epstein, el pederasta multimillonario condenado por crear una red de tráfico, estupro, prostitución y abuso de menores, que apareció (oportunamente) ahorcado en su celda. Epstein y su pareja, Ghislaine Maxwell, una socialité de alta alcurnia, viva todavía y condenada, de momento, a 40 años, por los mismos motivos que el magnate, captaban a jóvenes para proporcionarles placer, a ellos y a sus innumerables, famosos y riquísimos amigos, entre los que se encontraba el príncipe protagonista de este Llamadme, héroe de las Malvinas y no sé cuántos títulos y privilegios más, que ha conseguido darle la vuelta al cuento de la joven que besa a una rana que se convierte en príncipe, y ha resultado ser un príncipe que se convierte en rana (mejor dicho, en sapo).


Ha sido hacerse público el acuerdo y articulistas y opinadores han puesto el foco de las críticas en la víctima, llamándola de todo.


Porque ya nadie le salvará del deshonor, aunque se libra del escrutinio social -cuyo coste pagará mamá de su bolsillo-, mientras que su víctima, de la que dijo ni acordarse, abusada en una de las bacanales del fallecido, pasa de ser una “arpía que solo buscaba dinero” a “una víctima y una valiente que se defendió de las zarpas de Epstein”. Yo es que imagino a la incombustible reina, zapatilla en mano, por aquellos fríos pasillos de Buckingham, exigiéndole al hijo predilecto, aunque vicioso, que pidiera perdón y es que hasta me reconcilio con la monarquía.

EL FOCO EN LA VÍCTIMA

Ha sido hacerse público el acuerdo, y articulistas y opinadores en general han puesto el foco de las críticas en ella, llamándola de todo, lo más suave lo que digo al empezar, interesada. Pero yo la defiendo a saco, porque entre coge el dinero y corre, y soportar lo que, con toda seguridad, sería un esperpento judicial, en el que la malparada y revictimizada, sería ella, pues ¿qué queréis que os diga? Quédate con la pasta, invierte lo que te parezca oportuno en la fundación que diriges, que ayuda a otras jóvenes a defenderse de estos violadores de alta cuna y de baja cama, y no leas ni uno solo de los post incendiarios donde señores que envidian lo que hacen estos sinvergüenzas escupen su bilis contra las víctimas.

En mi opinión, y aunque hubiera preferido el juicio, el logro de Virginia Giuffre ha sentado las bases para que situaciones semejantes no vuelvan a suceder con total impunidad. De aquel escándalo surgió el Me Too, que supuso que muchas que antes callaban por vergüenza, ahora expongan los abusos de forma alta y clara, única forma de combatirlos; porque, precisamente hoy, leo una información que recoge el mayor estudio realizado hasta la fecha sobre violencia machista, en el que se confirma que una de cada cuatro mujeres sufre maltrato a lo largo de su vida. Los feminicidios solo son la punta del iceberg de una situación de continuo peligro, que se nutre de hombres sin escrúpulos que consideran a las mujeres carne de cañón para sus delirios.

Porque esa es la cuestión que nos ocupa en el caso del príncipe rana (o sapo). El culpable es el abusador, y tener relaciones con una menor de edad es delito siempre, aún en el supuesto de que la víctima consienta, porque su consentimiento queda anulado por su vulnerabilidad y por el poder que ejerce sobre ella el depredador; y da igual que acepte, porque en esa rendición pesa la influencia del todopoderoso varón que presiona, manipula, engaña, o todo a la vez, para conseguir un placer indigno.

Así que querida Virginia, ¡bravo por ti!

Yo quedo a la espera de otra temporada de The Crown, a ver cómo se come este marronazo en pantalla la casa real británica.

(Elisa Blázquez Zarcero es periodista y escritora. Su último libro publicado es la novela La mujer que se casó consigo misma. Diputación de Badajoz).

SOBRE LA AUTORA

Una colaboradora muy especial

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