viernes, 26 abril, 2024
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El último telediario

De Radio París al Flourish. Pasado y futuro de la información, las nuevas tecnologías y lo verdaderamente importante: contar la verdad.

El artículo que sigue es uno de los que integran el primer número de la nueva publicación periódica “Cuaderno Extremeño para el debate y la acción” (que mañana se presenta en Madrid), cuya autora es Elisa Blázquez, colaboradora de PROPRONews. “De la colonización al emprendimiento”, así se subtitula este primer número, que nace de una idea de Juan Serna, pionero de la agricultura ecológica y exconsejero de Obras Públicas, Urbanismo y Medio Ambiente en el primer gobierno de la Junta de Extremadura, de cuya aparición informamos hoy en PROPRONews.

La periodista, con su perro Killer
La periodista, con su perro Killer

Descifrar cómo será el futuro de los medios de comunicación es tarea estéril.

Para empezar: ¿De qué futuro hablamos? ¿Del soporte, del medio por el cual llegan al público, ese que evoluciona casi a la velocidad de la luz dejando obsoleto hoy lo que ayer era última tecnología? ¿O nos referimos a los contenidos, al mensaje, al futuro de la COMUNICACIÓN con mayúsculas?

Porque no son lo mismo (y que McLuhan me perdone). Las herramientas, los canales cambian y se reinventan cada vez más perfectos, veloces y sofisticados, pero la información tiene que mantener su esencia, aunque se adapte formalmente a las exigencias de los receptores. Porque lo importante es contar la realidad, sea cual sea el medio utilizado. La información tiene que dar voz a los que no la tienen y tratar de paliar las injusticias. Si no lo hace, no es información, es propaganda.


Mi padre murió mientras veía el informativo de las tres, pero nada tuvieron que ver las noticias con el suceso.


Frente al contundente planteamiento de MacLuhan: «El medio es el mensaje», me quedo con Lippmann: “No puede haber una ley superior en el periodismo que decir la verdad y afear el mal”.

Mi padre murió mientras veía el telediario de las tres, pero nada tuvieron que ver las noticias con el suceso. Estaba a punto de cumplir noventa años y disfrutó de una vida feliz, dentro de los avatares que le depararon los tiempos por los que le tocó transitar. Fue una buena muerte, indolora y serena, impecable, como se merecía un hombre sensato, que allá por los cincuenta, estudió electrónica y se fabricó un aparato casero para acceder a Radio París, una de las principales fuentes de información para aquellos que no se tragaban el relato edulcorado tejido por el franquismo. A escondidas sintonizaba la onda corta para escuchar a los intelectuales que, durante la década de los sesenta y principios de los setenta, eran entrevistados en una emisora que marcó toda una época.

Siempre fue un atento espectador de la actualidad, y con frecuencia, después de darle un repaso, cabeceaba y decía: “Hay que ver, niña, qué mal está el mundo, cuántas desgracias terribles ocurren cada día. A lo que yo, irremediablemente replicaba: “¡Qué va! Estamos mejor que nunca, pero nos parece peor porque ahora nos enteramos de todo”.

Nunca quiso consultar los periódicos en el bar del barrio, como era costumbre de los parroquianos. Un café o un vino de pitarra, según la hora, y a cambio un ejemplar con el que se apañaban cuarenta o cincuenta personas. Afirmaba que “leer de gorra” era poco elegante.

Mi padre tenía vocación de ciudadano universal y se bebía las noticias internacionales, así que le disgustaban sobremanera las ediciones que por muchos años mantuvo el Hoy (Diario de Extremadura), su diario de cabecera. El Hoy imprimía ediciones diferentes para las distintas comarcas, y si pretendías enterarte de lo que ocurría en Don Benito tenías que tener allí un enlace que te comprara el periódico en el quiosco del pueblo. La empresa argumentaba que le resultaba más rentable, y que a los de Badajoz, no les interesaban las noticias de Don Benito. Pero a mi padre le molestaba no tener acceso fácil a lo que pasaba en Don Benito, porque vivíamos en Badajoz: “Son asuntos muy locales papá”, le repetía yo, y él, con aquellas maneras sentenciosas que le caracterizaban, rebatía: ”Local es todo, hija mía, pero lo que importa es su trascendencia”. Sin saberlo, era la primera vez que oía hablar de la globalización.

Mi padre murió antes de que el futuro de los medios de comunicación se instalara en el presente. Abandonó esta existencia contemplando una forma de contar la actualidad, a la que, probablemente, le queden pocos telediarios.

MEJOR Y PEOR

Alguien ha escrito que vivimos la mejor situación para el periodismo y la peor para los medios de difusión. Es cierto, con las nuevas tecnologías se pueden obtener, de manera eficaz, datos, documentación, consultar hemerotecas, bibliografía y realizar un sinfín de comprobaciones que antes suponían horas de trabajo o quizá semanas. Hay más, la información no se circunscribe al ámbito cercano, las crónicas del más humilde periodista de provincias han dejado de tener límites, no existen las fronteras.


Se fabricó un aparato casero para acceder a Radio París, una de las principales fuentes de información para aquellos que no se tragaban el relato edulcorado del franquismo.


Ahora, apenas se produce un hecho en el más recóndito lugar, aparece colgado en las redes, listo para ser leído, visto, escuchado y analizado en cualquier otro rincón del mundo, casi instantáneamente, en tiempo real. No sé qué pensaría mi padre, que no tuvo perspectiva para comprender lo que Internet iba a suponer a la sociedad. Sospecho que, con su lucidez habitual, hubiera asegurado que Google es la piedra filosofal que buscaban los alquimistas, pero no esa que serviría para transformar cualquier metal en oro, sino la que otorga el don de la sabiduría absoluta, el poder de la información. El lado oscuro es que el volumen de bombardeo es tal que, en lugar de sabiduría percibimos confusión, lo que se ha llamado también “yonkismo informativo”.

La necesidad, el deseo y el consumo de información es cada vez mayor, Google procesa alrededor de 3.000 millones de búsquedas en un solo día. Las nuevas audiencias se decantan por los contenidos visuales, y continuamente se generan herramientas que intentan adaptarse a la demanda, es el caso de Flourish, diseñada por un equipo de jóvenes basada en gráficos, o el denominado periodismo mojo (“mobile journalism”), que consiste en usar el smartphone para realizar al completo el proceso de trabajo, produciendo, filmando, editando y creando historias para televisión. Pero esto es hoy, mientras escribo este artículo, mañana surgirá algo completamente novedoso e inesperado y Flourish y el periodismo mojo irán al baúl de los recuerdos.

MUJERES Y PERIODISMO

Antes de que ese futuro, que ya está aquí, se colara en nuestras vidas, creo necesario mencionar la primera revolución del periodismo: la entrada masiva de mujeres en la profesión. Pendiente todavía de que su presencia en las redacciones se traduzca en su equivalencia en los puestos directivos, y se proyecte en una perspectiva de género, un estudio: “Informe anual de la profesión periodística 2017”, editado por la Asociación de la Prensa de Madrid y dirigido por Luis Palacio, confirma que son ellas las que sufren más paro, las que en mayor número trabajan como autónomas, las que menos puestos fijos consiguen y las que sufren los salarios más bajos. Pasado y futuro conviven con naturalidad (una reciente proyección del Foro Económico Mundial estima que tendremos que esperar dos siglos hasta alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres).

Desolador; aunque más desolador fue para mí, que tras varios veranos de prácticas en un diario regional, el director me llamara a su despacho, para comunicarme sin ningún rubor que no me ficharía, pese a que le gustaba mi estilo y necesitaban una incorporación, porque prefería a un hombre para el puesto. Y no pensaba en un hombre concreto, no, prefería a cualquier hombre.

SERG NEHAEV.
SERG NEHAEV.

O mucho después, cuando, tras un parto complicado, volví, sin estar repuesta aún (cosas de autónomos), al trabajo precario que desempeñaba, y encontré que había surgido la oportunidad de un contrato digno y se lo habían dado a mi sustituta (esta vez mujer también, como mal menor), porque el contratante había estimado, sin tan siquiera preguntar, qué yo iba a dedicarme a las labores del hogar.

Fueron los primeros y difíciles pasos de unos acontecimientos que ni el más certero profeta podrá predecir por dónde discurrirán.

PERIODISMO Y TECNOLOGÍA

Para algunos expertos, el exceso de información rápida y descuidada en internet dará paso a una revalorización de las historias en profundidad y de temas alejados del estilo de blogueros, youtubers o influencers. Se insiste en que ese futuro pasa por la especialización, la calidad, la diversificación y la adaptación a las sofisticadas herramientas de realización y difusión. Periodismo y tecnología están condenados a caminar juntos para dar respuesta a los nuevos hábitos de un usuario cada vez más exigente, en un ecosistema digital cada vez más intrincado.


La primera revolución del periodismo ha sido la entrada masiva de las mujeres en la profesión.


Y entre tantos gurús del vaticinio, se acaba de colar en la televisión china un presentador que nunca se dará de baja por maternidad, ni por un catarro, ya que se trata de un robot que le pondrá la misma emoción y el mismo tono de voz a un tsunami que arrasa sin compasión las esperanzas de un país, que al desfile de los ángeles de Woman Secret.

Mientras tanto, la crisis del modelo tradicional obliga a los medios a buscar nuevas formas de comunicación, intentando encontrar hueco entre los grandes gigantes Google, Facebook, Twiter … que acaparan ya el pastel de la publicidad, lo que lleva a la necesidad de reconvertir sus fuentes de financiación y dirigirla a los destinatarios, los nietos de aquellos vecinos que leían gratis el periódico en el bar de la esquina, y que ahora quieren seguir informados sin pagar, a todas horas y de forma compulsiva en sus multifuncionales smartphones, lo que deriva, por consecuencia, en interesantes planteamientos que van mucho más allá de la cuestión económica: ¿Debe ser gratis la información? ¿Es el pago de los contenidos digitales la solución? ¿Es obligación moral de los medios de comunicación ser absolutamente libres y no aceptar publicidad de las instituciones o de las entidades bancarias por las presiones que conlleva? Esta última es una de las interrogantes más repetidas y de su aplicación depende, en gran parte, la libertad de expresión y la credibilidad de los contenidos. Algunos medios ya lo están haciendo, financiándose únicamente con las suscripciones de sus socios, pero la respuesta a la pregunta de si podrán subsistir y si se implantará esta modalidad es bastante más compleja de adivinar que aceptar que los robots serán en poco tiempo pluriempleados y además de leer las noticias, asistirán a las ruedas de prensa y se encargarán también de hacer las fotos y los vídeos.

INDEPENDENCIA Y DESCRÉDITO

Porque el problema no es el soporte, el soporte variará y conllevará una sangría ya iniciada de despidos en el sector (12.000 en la última década). Las empresas potentes marcarán el rumbo y no será nuestra única preocupación el temor a que los algoritmos de Google o Amazon dicten nuestras informaciones, porque existe un peligro mayor y más grave: la falta de independencia y el descrédito de los medios. Si cuando yo empezaba, la honra periodística se basaba en la ansiada objetividad, actualmente los emporios y sus grandes firmas tienen a gala decantarse, sin el menor recato, por uno u otro lado del poder, lo que es legítimo cuando se opina, pero que se convierte en cáncer cuando se le camufla al destinatario la opinión por información.

Internet, las redes sociales y los miles de aficionados que reproducen noticias y emiten también opinión poco cualificada de forma inmediata sobre la actualidad, haciendo una competencia pseudo-periodística, son la guinda de este maremágnum en continua evolución.

SERG NEHAEV.
SERG NEHAEV.

Y entre todo ello, lo más importante: que el acceso fácil y rápido, y tener mucha información, no significa estar bien informado. El periodista concienzudo y ético siempre será necesario para esquivar los malvados algoritmos (como si no fuera bastante con las fake news) que nos llevarían a recibir solo lo que los poderes fácticos quieren que sepamos, olvidando la máxima del buen profesional que seguirá siendo la crítica honrada al poder establecido, la búsqueda de la verdad, y dar la palabra a los olvidados.

A Ryszard Kapuściński le preguntaron cómo debía ser el periodista del siglo XXI y su contestación aporta la clave: “Se diferencia del periodista del siglo XX en la técnica, pero el verdadero periodismo es intencional. Su deber es informar de manera que ayude a la humanidad y no fomentando el odio. La noticia debe servir para aumentar el conocimiento y el respeto del otro”.

PERIODISMO Y TITULACIÓN

Lo que nos conduce a otro frente; ese empeño descabellado en seguir abriendo universidades para fabricar periodistas (unos 6.000 graduados nuevos cada año), cuando ni siquiera está arreglado un eterno dilema: ¿Es necesario que el periodista tenga un título para ejercer?, cuestión que en España, donde no es obligatorio haber pasado por la Facultad de periodismo para trabajar como periodista, y donde proliferan, como setas en otoño, lo falsos profesionales gritando ordinarieces en los programas televisivos, y sentando cátedra, lo mismo si se trata de un debate sobre el queso manchego que de los peligros de la energía nuclear, se traduce en que el empresario tiene carta blanca para contratar a quien le plazca, lo que viene a resumirse en una frase que oí hace tiempo y me impactó: “Si periodista puede ser cualquiera, periodista no es nadie”.

Primer nùmero de la nueva publicación.
Primer nùmero de la nueva publicación.

Circula por internet otra frase para la reflexión: “Una noticia es aquello que alguien no quiere que se publique. Todo lo demás son relaciones públicas”. Se le atribuye a George Orwell, pero es una falsedad más de las muchas con las que nos embaucan las redes. El aforismo, con ligeras variantes, se ha repetido hasta la saciedad desde la primera vez, en 1918, que lo usara L.E. Edwardson, reportero del Chicago Herald; según parece su genuino autor.

¡Ay, si Orwell y mi padre levantaran la cabeza!

(Elisa Blázquez Zarcero es periodista y escritora. Su último libro publicado es la novela La mujer que se casó consigo misma. Diputación de Badajoz).

SOBRE LA AUTORA

Una colaboradora muy especial

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Llamadme oportunista…

Llamadme recelosa…

Llamadme casquivana…

(Las ilustraciones de este artículo son obra del artista Serg Nehaev, cuya cortesía agradecemos https://www.instagram.com/serg_nehaev/?hl=es; https://www.saatchiart.com/account/profile/979979)

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