Conozco a un par de esos que se han hartado de gritar “si quieres refugiados, llévatelos a tu casa”, que ahora andan echando gasolina a la furgoneta (¡y tiene mérito, con estos precios!) para poner el GPS rumbo a la frontera con Polonia y traerse una tanda de ellos. Desconozco si los van a meter en su casa. Ojalá. Pero con los procedentes de otras zonas del planeta no ocurre lo mismo.
Claro que me conmueven sus buenas intenciones, aunque me escuece recordar que son los mismos que nos miraban como si les estuviéramos pidiendo un riñón, y nos llamaban “buenistas” con retintín, a los que sostenemos que ninguna persona es ilegal y reclamamos asilo para todos los que huyen de la guerra, la tortura o el dolor, sean de Ucrania o de Siria o de Yemen.
Claro, también, que estos que piden bufandas y guantes a discreción, o emprenden la ruta del rescate, son mejores personas que aquellos que se limitan a soltar la lagrimilla frente al televisor, mientras sorben los mocos y el gin-tonic, cuando aparece una parturienta reventada por una bomba.
Existen guerras de primera y de quinta, y sufrimiento ajeno que duele y sufrimiento ajeno que importa una mierda.
Pero a estos “buenistas” de nuevo cuño, que han surgido como setas en otoño, entre ellos nuestro rey Felipe V (¿o es sexto?) que ya se ha pronunciado dos (DOS) veces sobre la situación, con esa prosa palaciega que estremece, para mostrar su apoyo a la ciudadanía ucraniana -“en estos momentos de sufrimiento desgarrador”-, pero al que jamás he escuchado compadecerse de los miles de ahogados en el Mediterráneo, o de los que reciben a palos en las vallas del sur, o de los que se hacinan en Canarias. A estos recién llegados al mundo del horror, con el que hasta Ana Botín se ha sentido caritativa (y generosa), tanto como para bajar un grado la calefacción de su casa, llamando de paso a los españoles a ejercer “pequeñas acciones” de apoyo. A estos, les pido un poco de visión global, un algo de amplitud de miras. Por cierto, no sabemos, a día de hoy, si en Zarzuela siguieron el recado de doña Ana. Sería un detalle que tiraran de mantita, como el pueblo llano.
GUERRAS Y GUERRAS
Es triste, pero constatable, que existen guerras de primera y de quinta, sufrimiento ajeno que duele y sufrimiento ajeno que importa una mierda; que hay personas refugiadas a las que se le abren las puertas, y lo aplaudo, y una gran mayoría a la que se deja morir sin un gesto de ayuda, y pido compasión para ellos. Con Ucrania se ha volcado la población, y en muchos casos son los mismos que rechazan abiertamente a los que huyen de Siria o Yemen.
Resumiendo; ojalá esta ola de humanismo sobrevenido, sospecho que más bien por miedo que por solidaridad, no se acabe cuando los improvisados salvadores, en los que incluyo a particulares y ayuntamientos varios, se den cuenta de que esto no es flor de un día, sino un problema grave y estructural que hay que resolver si queremos de verdad una sociedad justa y en paz.
Y perdonad si no me dejo guiar por la brújula moral de moda, pero es que, sin enemigos, servidora no tendría carácter.
(Elisa Blázquez Zarcero es periodista y escritora. Su último libro publicado es la novela La mujer que se casó consigo misma. Diputación de Badajoz).
SOBRE LA AUTORA
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