viernes, 29 marzo, 2024
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Españoles en Bournemouth

Una ciudad ideal del Reino Unido para trabajar, estudiar y vivir en inglés

Caía una lluvia intensa sobre Bournemouth, la ciudad del Reino Unido donde acuden a estudiar inglés los españoles. Es de tamaño llevadero, dicen que tiene el mejor clima de ese país, que no destaca precisamente por su bonanza, una playa inmensa por la que pasear, centenares de academias y profesores particulares, y un acento neutro que vale tanto para Oxford como para Wisconsin. Además, allí está enterrada, prácticamente de incognito, Mary Shelley la autora de Frankenstein, y muy cerca, se pueden visitar esas piedras maravillosas del círculo de Stonehenge y sumirse en el profundo enigma que albergan. Esta es una nueva entrega de una serie de reportajes de diferentes lugares del planeta escritos por diversos autores y autoras, sobre cómo era el mundo antes del coronavirus y como esperamos que vuelva a ser.

Bournemouth.-

Y aquí me planté yo para vivir uno de esos “Erasmus” que hago cada año desde que mi empresa decidió prejubilarme. Y aquí estoy para contarlo.

La primera noche cené en el pub Lola, que servía pulpo a la gallega y mojo picón. La inmersión, así, de entrada, no parecía prometer ser muy intensa, pero, al día siguiente, al coger el autobús para ir a la cercana y preciosa localidad de Christchurch, la conductora tardó bastante rato en entender para dónde le pedía el billete. De modo que sí, estaba en Inglaterra.


“Aquí lo del Brexit lo llevamos con mucha tranquilidad. Entre toda la gente española que conozco no hay ninguna inquietud, no estamos asustados”.


Entonces el coronavirus era todavía un cuento chino y lo que abría los informativos eran la borrasca Denis y el Brexit. Contra la borrasca nada podía hacer, salvo no practicar surf cerca del embarcadero de Bournemouth, donde también puede ejercitarse el rápel o montar en la enorme noria instalada al borde, pero sobre el tema Brexit encontré a dos personas que llevan tiempo trabajando en la ciudad y que me contaron sus preocupaciones, que, por suerte, parecían no ser tantas.

Abigail tiene 32 años, hace cinco que vive en Bournemouth, ejerce de camarera, pero aspira a convertirse en cocinera y revolucionar la gastronomía inglesa, que no es especialmente apetecible Abigail es de Huelva, estudió interiorismo y se dedicó una época a su profesión, pero el bajón de la construcción la empujó a la hostelería, se enamoró de los fogones y ahora es chef. Un buen día decidió coger la maleta, dijo adiós a su pareja, su casa y su perro y cogió un avión. El primer año fue difícil, pero ahora tiene con ella a su pareja y al perro y la vida le va muy bien: “España es genial -sonríe-, pero Huelva es pequeña y hay pocas salidas”.

Calle típica de Bournemouth, vista desde la ventana de la autora. ELISA BLÁZQUEZ
Calle típica de Bournemouth, vista desde la ventana de la autora. ELISA BLÁZQUEZ

Eligió Bournemouth porque su hermana ya estaba instalada allí. De inglés sabia decir hello y good bye, se apuntó al college y a estas alturas tiene el nivel máximo y se maneja en el idioma de Shakespeare con desparpajo andaluz. Su marido, con dos grados superiores de ingeniería, se vino tras ella a fregar platos, pero actualmente trabaja de lo suyo en la empresa de cosméticos Lush. También se trajeron a su perro, que dadas las dificultades que el Reino Unido pone para que entren las mascotas, hubo de llegar por transporte terrestre, lo que les supone 900 euros cada vez que quieren movilizarlo: “No es por el Brexit -me dice-, es de antes”. El Brexit no le preocupa, está segura de que no habrá ningún problema: “Estuve asustada durante las negociaciones, por la cotización, el visado y la sanidad, pero de momento no hay problemas, nos han dado visado para cinco años, pero, con toda sinceridad lo digo, no noto ningún cambio. Seguiré tranquila durante cinco años más”. “Yo soy optimista y creo que, si se repite la votación, que pudiera ser, el resultado cambiaría. Entre la gente joven la sensación es que los españoles somos trabajadores esenciales”.

AEROPUERTO CERCANO

La cercanía con el aeropuerto es una de las ventajas de Adrián, que trabaja como manager encargado en un Starbucks. Su familia vive en Alicante, que tiene vuelos directos con Bournemouth. Tarda menos en hacer este viaje que en desplazarse a Madrid. Tampoco a él le preocupa el futuro, está contento con el trabajo, con la ciudad, con su ambiente, y no ve nubes en el firmamento laboral. Se aventuró porque un amigo le aseguró que era fácil encontrar un buen empleo. Adrián ha estudiado relaciones laborales y recursos humanos, pero llegó con el nivel de inglés del instituto, ahora lo habla a la perfección, está feliz e incluso ha arrastrado hasta Bournemouth a su hermano. Lleva aquí cuatro años y no hace planes, pero afirma que está encantado y no piensa regresar por el momento. “Aquí lo del Brexit –dice- lo llevamos con mucha tranquilidad. Entre toda la gente española que conozco no hay ninguna inquietud, no estamos asustados, tanto los que llevamos un tiempo como el que quiera venir, de momento no tendrá dificultades y seguiremos disfrutando de las mismas coberturas. La única duda, es si me reconocerán luego en España el tiempo que trabaje aquí”.


“Yo soy optimista y creo que si se repite la votación del Brexit, que pudiera ser, el resultado cambiaría. Entre la gente joven la sensación es que los españoles somos trabajadores esenciales”.


La abundancia de españoles en la ciudad se palpa en el ambiente, se oye en la calle, hasta existe una página de Facebook, con el nombre de Españoles en Bournemouth. En ella se ofrecen desde lo más típico, clases particulares, a transportes en furgoneta, peticiones de pisos para alquilar, cuidado de niños y un largo etcétera que facilita la vida de los habitantes de esta ciudad costera, sencilla y que a mí me llamó la atención por la enorme cantidad de sin techo que viven en la calle. Son bastantes. Por el día se ven menos, pero al atardecer se instalan, casi siempre en grupos de dos o tres, en los soportales de las tiendas más céntricas; allí los veía en mis paseos nocturnos, siempre leyendo, charlando o durmiendo.

Esos paseos iban casi siempre encaminados al pub Mary Shelley, el más bullicioso de la ciudad. Cerca hay una discoteca famosa, en la antigua iglesia metodista de St Andrew´s, la Víper. Funciona los sábados, pero he de confesar que no entré, las colas eran siempre kilométricas y las raves no son lo mío.

Centro de la ciudad. ELISA BLÁZQUEZ
Centro de la ciudad. ELISA BLÁZQUEZ

El pub sí lo frecuenté, es un poco destartalado, con esa moqueta inglesa que tan poco nos agrada en España, pero sirve los desayunos más contundentes de todo Bournemouth y está justo al lado de la preciosa iglesia de St Peter, en pleno centro.

CAFETERÍA EN LA IGLESIA

La estilizada aguja de St Peter, de 62 metros, proyecta su sombra sobre el cementerio que la rodea. Dentro del edificio, una de las mejores muestras del neogótico de Inglaterra, un interesante retablo con obras de Edward Burne–Jones, tres coros que ensayan y ofrecen conciertos con mucha frecuencia, y una cafetería en una de las capillas. Sí, han leído bien, una cafetería, donde tomar un té calentito a cualquier hora y desde donde escuchar la música. Si se opta por los bancos de madera, se encontrará con que todos tienen unos cojines cuadrados y rechonchos, bordados primorosamente en Petit Point, con las más variadas inspiraciones, del típico “Dios bendiga cada rincón de esta casa”, a un autobús escolar o un apretado ramo de rosas frescas.

Iglesia de St. Peter y su cementerio junto al pub Mary Shelley. ELISA BLÁZQUEZ
Iglesia de St. Peter y su cementerio junto al pub Mary Shelley. ELISA BLÁZQUEZ

En el cementerio del jardín, donde reposan los restos de Mary Shelley, además de sus padres (el filósofo William Wodwin y la escritora y feminista Mary Wollstonecraft), y el corazón de su marido, el poeta inglés Percy Shelley, que un amigo rescató de las llamas durante su incineración y ella conservó (La mujer que dio a luz un monstruo), hay más tumbas, las más recientes, de mil novecientos sesenta tantos. Un camino cruza el camposanto de un lado a otro de la calle, y no pierde el transito ni de noche. Entre las cruces, que recuerdan a los muertos, alguna tienda de camping de un sin techo, que prefiere dormir en esa penumbra y no ante los escaparates encendidos del HyM.

A pocos metros, en la playa, una hilera infinita de casetas de colores que, de lejos, parecen una caja de lápices Alpine, y, en lo alto, del acantilado, el Museo Russell- Cotes, la casa señorial de una pareja viajera y enamorada del arte japonés, que el matrimonio donó a la ciudad en 1919. Allí, se reúne la colección privada de los Russell–Cotes, una exposición entre kitsch y modernista. La obra más valiosa, un Waterhouse, no estaba, se la habían cedido a alguna colección tan viajera como sus propietarios. Desde los miradores, una vista del mar que invita a soñar con esos países exóticos que tanto atrajeron a los primeros ocupantes de la mansión.

Muy cerca de Bournemouth, las enigmáticas piedras de Stonehenge. ELISA BLÁZQUEZ
Muy cerca de Bournemouth, las enigmáticas piedras de Stonehenge. ELISA BLÁZQUEZ

Salí de Bournemouth a finales de febrero, quería llegar a tiempo para participar en la manifestación del 8 de marzo. La pandemia era todavía algo lejano y extraño, no había llegado ni a mi ciudad, donde mis amigos me acogieron con abrazos, ni a la hermosa playa inglesa, que se llenaba de gente apenas asomaba un rayo de sol.

Ahora todo es distinto, yo estoy encerrada en casa con la sola compañía de mi perro, y los anuncios de la página “Españoles en Bournemouth” de Facebook han cambiado, se ofrecen ayudas para los que han quedado sin trabajo y se comentan informaciones sobre la evolución de la enfermedad. Esta tranquila ciudad costera, al igual que cualquier otro lugar del mundo, vive pendiente de las noticias sobre el virus. El Brexit ha dejado de ser importante. Espero que Abigail y Adrián sigan bien.

Aquella vieja y manida frase “el mundo es un pañuelo”, hoy es más real que nunca.

(Elisa Blázquez Zarcero es periodista y escritora. Su último libro publicado es la novela La mujer que se casó consigo misma. Diputación de Badajoz).

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