domingo, 28 abril, 2024
spot_img
InicioLlamadmeLlamadme nostálgica...

Llamadme nostálgica…

...de la época inocente de mi vida cuando creía en la imparcialidad de la justicia

Llamadme nostálgica, pues. Lo aclaro. Siento nostalgia de mí misma, de cuando era tan inocente y crédula que confiaba en la imparcialidad de la justicia. ¡Ay, qué duro es ser atea (también), y descreída! Y, lo peor, cuando parece que hago intenciones de retornar a mi candor de adolescente, aparece un juez, por ejemplo, Manuel Piñar, titular del juzgado número 1 de Granada, experto en flamenco, autor de un libro titulado “Cante flamenco, entre el duende y el quejío”, un ensayo sobre los aspectos emocionales del flamenco y vuelvo a la casilla de salida, en este caso por bulerías.

La periodista, con su perro Killer
La periodista, con su perro Killer

Bueno, me centro, el tal juez Piñar se niega a sacar de la cárcel a Juana Rivas, pese al indulto, (parcial, todo sea dicho), con el que el gobierno cayó en ese quiero y no puedo en que tantas veces se mueve, (asunto monarquía, por ejemplo).

No me voy a detener aquí en lo que todos sabéis, ni voy a dirimir si Juana merece o no salir de prisión, pero voy a dar un repaso a las sentencias dictadas por algunos jueces con la más absoluta impunidad y luego ya, que cada cual saque sus conclusiones.

 


Cada vez son más las sentencias aberrantes en las que ciertos jueces y juezas se permiten todo tipo de excesos.


Empiezo por Manuel Piñar, que no sé si mientras escuchaba unas soleares en el tocadiscos de su casa, rebajó la indemnización a una mujer que había sufrido un accidente en moto al chocar contra un coche que se saltó una señal de stop porque, ¡atención!, la cicatriz que le había quedado «solo se ve en situaciones íntimas» y «viendo la belleza y el atractivo de la persona» podría ser «un elemento de atracción física».

Ha soltado muchas más perlas, pero solo con esta ya da para vomitar a gusto… y para acojonarte si te toca en algún pleito.

NO ES EL ÚNICO

Y si fuera Piñar el único en dedicarse a moralizar, criticar o piropear según convenga, en lugar de limitarse a exponer los hechos y las pruebas, me daría por contenta, pero ¡qué va! Empecemos por aquella, antigua ya, pero tan significativa, famosa y rubricada por el Supremo, del caso de la minifalda, por gracia de Rodrigo Pita, que en paz descanse, (por cierto, no puedo dejar de contar que la susodicha llevaba pantalones el día de autos). O la jueza (sí, una mujer, Carmen Molina) que preguntó a una víctima de violación si había cerrado bien las piernas. Escandalosa es la sentencia en la que se argumentaba, para no calificar de agresión sexual sino solo abuso, el que la víctima, una niña en este caso, no lloraba. Y tenemos también a la Audiencia Provincial de Murcia que en su magnanimidad absolvió a un jefe que llamaba a sus empleadas “chochitos”. Paso ahora, en esta cadena de desatinos, a recordar que Ricardo González, el mismo juez que apreció “jolgorio y regocijo” en el asalto de los cinco de la jauría (me niego a llamarlos manada, las manadas no violan a sus hembras), tampoco vio delito, sino una “forma de relacionarse” en la actitud de un padre denunciado por tocar el culo y meter la mano en las bragas de su hija. Esa misma audiencia condenó a una pena mínima por “maltrato ocasional” a un hombre que apuñaló a su mujer e intentó asfixiarla delante de sus hijos de 3 y 6 años. Y para llorar, la “zafiedad” de todo un señor magistrado de la sección sexta de la Audiencia Provincial de Las Palmas, que fue grabado comentando con sus compañeros: “las rumanas, todas putas”, ¡nivelazo!

Juana Rivas ante el juez Piñar.
Juana Rivas ante el juez Piñar.

LA INQUISICIÓN

Otro despropósito que me descoloca es la absolución a un individuo que subió a Facebook la foto de una menor, la hija de sus vecinos, con el cartel de “Se Vende”. ¿Y qué me decís del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, que no vio ensañamiento en un asesinato donde la víctima recibió 70 puñaladas? ¿Y de Francisco Javier Martínez Derqui, juez, para más inri, especializado en Violencia de Género, que llamó “bicho” e “hija de puta” a una mujer que había denunciado a su pareja?

Resumiendo, menos mal que, por el momento, no ejerce la Santa Inquisición. Ya saben su método; tiraban a la presunta bruja atada de pies y manos al agua, si flotaba es que era culpable y a la hoguera, si se hundía era inocente. A veces los inquisidores más benevolentes amarraban una cuerda al cuerpo de la sospechosa, y con un poco de suerte, la rescataban antes de que exhalara el último gluglú. Si no daba tiempo, un responso ante el cadáver y un entierro de tercera, en tierra cristiana, eso sí.

Visto lo cual una ya no sabe si era mejor la Santa Inquisición que alguno de los mencionados.

Not all judges, ya lo sé, pero ¿qué queréis que os diga?

(Elisa Blázquez Zarcero es periodista y escritora. Su último libro publicado es la novela La mujer que se casó consigo misma. Diputación de Badajoz).

SOBRE LA AUTORA

Una colaboradora muy especial

OTROS LLAMADME

Llamadme puta…

Llamadme antitaurina y olé…

Llamadme desesperada…

Llamadme rara…

Llamadme vaga…

Llamadme lo que os dé la gana…

Llamadme cabreada…

Llamadme Luna…

Llamadme ilusionada…

Llamadme comodona…

Llamadme antiespañola…

Llamadme feminista…

Llamadme satisfecha…

ARTÍCULOS RELACIONADOS

Últimas Noticias