martes, 19 marzo, 2024
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Costa Rica, pura vida. Y es verdad

El país al que los anuncios publicitarios hacen justicia

Pura vida, dicen en Costa Rica para saludar o despedirse. No buenos, días, tardes o noches, tampoco adiós o gracias, incluso ante un pequeño inconveniente o una mala cara todo se resume en un escueto y contundente ¡Pura vida! Dos palabras, que antes de viajar a este país centroamericano, yo creía que eran solo un reclamo publicitario, pero que, acompañado de una sonrisa, es ni más ni menos lo que indica, el mantra de un país maravilloso. ¡Pura vida!

Costa Rica.-

Costa Rica sorprende por su amabilidad. Este territorio de 51.100 km cuadrados, bastante más pequeño que Andalucía, presume, y con razón, de su buen talante. Esta es mi crónica de un intenso periplo por el país. Advierto que, si alguien espera una guía de viajes o similar, se olvide. Lo mío son sensaciones … Lo mío es ¡Pura Vida!

En Costa Rica las prisas no existen y las preocupaciones son menores, sus habitantes tienen calma, un clima cálido, unos maravillosos paisajes y unas excelentes vistas ¿Hay quién de más?

La biodiversidad es de las mayores del planeta.
La biodiversidad es de las mayores del planeta.

Ignoro cuántas especies animales hay en nuestro soleado sur, pero sé que en Costa Rica conviven más de medio millón -solo de aves hay unas 900- de especies diferentes, que es un país que no tiene ejército, que está prohibida la caza, que aseguran que fueron los primeros en dar la alerta sobre el cambio climático, que han emprendido una cruzada por reforestar lo que habían perdido y que lo están consiguiendo. Y lo mejor de todo, que hacen gala de ello; guías, camareros, recepcionistas de los hoteles, lo repiten con orgullo mientras te sueltan un “pura vida”, te piden que les “regales” una firma para el cheking, o te contestan a un gracias con un encantador “¡con muchísimo gusto!”

Somos un todo con la naturaleza.
Somos un todo con la naturaleza.

QUE SOMOS UN TODO

Porque si en algún sitio se entiende que somos un todo, en comunión con la naturaleza, es aquí. Selva virgen, volcanes, cascadas, jacuzzis bajo la lluvia tropical, montes encantados envueltos en neblina, playas inmensas de aguas transparentes a la sombra de las palmeras, casitas bajas de colores. Es un lugar donde en el rótulo de una frutería se lee: “todos somos el fruto de algo”. Un sitio donde te encuentras con Johnny, que lo mismo te gestiona un tour a la luz de la luna, un alojamiento en medio de la selva o te vende un coco fresquito. “Disfruten, ahora que estamos vivos”, nos dijo, mientras barría la calle. “Hay que tener la oficina limpita”, añade con un guiño.


En el rótulo de una frutería se lee: “todos somos el fruto de algo”.


Es, donde escuchas a un “gorrilla” apostado a la puerta de un restaurante, hablar por teléfono y avisar a su interlocutora: “En media hora estoy listo y nos vamos a bailar hasta agotarnos”. O donde un amigo de un amigo te recoge, te hace un recorrido turístico y te cuenta las peculiaridades de su país, del que afirma complacido: “tenemos más maestros que policías”. Es el arquitecto Hernán Hernández, un libro abierto, que, entre bromas y veras, nos da una lección de historia desde que Cristóbal Colón arribó al Caribe. “Y no entiendo, resume con guasa, cómo sobrevivieron después de tres meses en una carabela chiquita. llegar con aquellas corazas y no morirse con la humedad o los mosquitos”.

No es turismo, es experiencias.
No es turismo, es experiencias.

Hace ademán de aparcar el coche para entrar en el museo de San José, pero se arrepiente. “Está taqueado y no vamos a tener chance”, así que seguimos con la lección magistral, y entre el sonido melodioso de su voz y la música de Solo Marimba ¡Costa Rica pura vida! (hasta en el cuadro de mandos del 4 x4 aparece la frase), me dejo mecer, pero me da la risa floja cuando nos informa que los descendientes de Colón acaban de recalar por allí, reclamando sus antiguas propiedades.

Tirolina, no. Puente colgante, sí.
Tirolina, no. Puente colgante, sí.

SAN JOSÉ Y MONTEVERDE

San José es una capital pequeña y sencilla, pero Monteverde es la joya de la corona. La CNN lo catalogó hace poco como uno de los 25 lugares más bellos del mundo.

Aquí desembarcan muchas parejas de novios a disfrutar de la luna de miel y mochileros que buscan aventura, el famoso canopy o tirolina, del que hay variedades para aburrir, el Superman, el Megatarzán, el Tarzán a secas. Básicamente se trata de deslizarte por unos cables, sobrevolando la selva, experimentando el vértigo de la altura combinado con el cosquilleo de la velocidad. Teniendo en cuenta que algunos de estos cables se sitúan a 180 metros del suelo, se entenderá que me limitara a cruzar los puentes colgantes, que sin la misma adrenalina ofrecen vistas suficientes para emborrachar los sentidos.


En Costa Rica, un país sin ejército, la gente presume de tener más maestros que policías.


Luego, el bosque nuboso. Diego, el recepcionista del hotel nos advirtió: «vayan ustedes cuando pinte bonito, porque si hace friíto o rayería, no se disfruta igual». Hubo suerte y ni frío ni rayos, pese a que era octubre, el mes más lluvioso en Costa Rica.

Bosques de todas clases.
Bosques de todas clases.

VARIEDAD DE BOSQUES

Me hago un lío con los calificativos del bosque; nuboso, lluvioso, primario o secundario, si queréis saber más, hay literatura abundante, yo me quedé con su magia. Allí, nos dijo  Elvis, el guía, habitan las guatusas (Dasyprocta punctata). En el mundo de las guatusas, los machos viven solos y las hembras y sus crías, en pandilla. Cuando las crías crecen, si son machos los exilian, así que vagan solitarios sin posibilidad de regañar a las guatusas hembras, cuando siguiendo su costumbre, entierran las semillas para comerlas después, y se olvidan dónde las pusieron, esparciéndose así, y dando lugar a nuevas plantas. Aquí nada se desperdicia. De vez en cuando estas hembras se camelan a algún macho, tienen una luna de miel y después “arrivederci bambino”. Fascinante sociedad.


De vez en cuando estas hembras se camelan a algún macho, tienen una luna de miel y después, “arrivederci bambino”.


Aquí, en Monteverde se lanzó por primera vez al mundo que el cambio climático tiene una relación directa con la extinción. El bosque se transforma a un ritmo acelerado, han desaparecido algunas especies emblemáticas como el sapo dorado. El trópico sigue siendo hermoso, sigue dando cobijo a una tremenda diversidad de fauna y flora, pero hay que extremar los cuidados o morirá.

Helechos arborescentes.
Helechos arborescentes.

HELECHOS ARBORESCENTES

Yo me diluyo en la espesura mientras oigo el relato sobre los helechos arborescentes (Cyatheales). Son tan antiguos como el mundo. Más, incluso, que los dinosaurios. Parecen elegantes sombrillas y permiten que el agua de la lluvia gotee con suavidad hasta el suelo inundándolo de vida.

En el bosque, la muerte de unos es vida para otros. Un higuerón gigante (Ficus cotinifolia) al caer, abre un espacio que deja vía libre a los rayos del sol que estimulan el crecimiento de las semillas, que aguardaban un calor extra para despertar. Las partes del árbol, mientras se descomponen, sirven de alimento a las larvas de miles de insectos, desde las hormigas hasta los escarabajos metálicos. Todo se equilibra. Ellos consumen la madera que se pudre, devolviendo a la tierra su riqueza, y estos nutrientes fortalecen, a su vez, el crecimiento de nuevas plantas en un ciclo eterno. En el bosque, la muerte no existe, es vida que se transforma, solo el hombre, con su intervención, puede interrumpir esta rueda.

Desde los primeros días en Costa Rica, nos despierta, al amanecer, una escandalera tremenda. Son los monos aulladores, nos explicó Saúl, el guía de Tortuguero. “¿A qué parece que van a ser King Kong? Pues no, son unos monitos de apenas medio metro, ¡pero qué potencia pulmonar!”. Con él hicimos un recorrido en barca por los humedales para contemplar el amanecer, el inicio de un nuevo día. Saúl, ante un turista exigente que quería saber si veríamos muchos animales, aclaró: “esto no es un zoo, no puedo asegurar nada”. Y cuando empuñó los remos y se adentró en el agua suspiró: “¡veamos qué nos regala hoy la naturaleza!”. Y fue generosa.

Costa RicaTOUR NOCTURNO

Otro tour nocturno nos descubrió un mundo tan fascinante como el de las guatusas. Con una linterna, el guía (que sólo mueve a los visitantes, siempre en número muy reducido, por un 30 por ciento de la reserva), nos mostró una pareja de tucanes durmiendo plácidamente, una lora venenosa (Botthriechis lateralis), inmóvil, al acecho de una presa incauta, lo mismo que una enorme tarántula en la puerta de su casita. También localizó a la rana brillante, que se llama así, no porque brille, sino porque es muy lista, y el árbol estrangulador, que atrapa a otro con sus ramas hasta que lo absorbe. La luna, entre nubes, y los sonidos de la noche, remataron el pastel de sensaciones.

Maravillosas cataratas.
Maravillosas cataratas.

Y ya piensa una que ha visto todas las cataratas habidas y por haber, y se encuentra con la de la Fortuna, un verdadero espectáculo. Para contemplarlo hay que descender 500 escalones y luego subirlos. Más o menos como en Río Celeste, una preciosidad, varios kilómetros de selva tropical y los silíceos del volcán Tenorio, que convierten las aguas cristalinas del rio en un cauce azul intenso. Se trata de un fenómeno químico, pero la leyenda dice que Dios lavó allí su pincel después de pintar el cielo.

Costa Rica es todo eso y mucho más; volcanes, playas, exquisita gastronomía, hoteles ocultos, paseos en barca, surf, puestas de sol de postal, perezosos dormidos entre las ramas de algún árbol, monos de cara blanca que te roban la merienda, manglares con misteriosos caimanes, pájaros de colores que te arrullan mientras desayunas, y algo especial, el brillo de las bioluminiscencias, un efecto que producen en el mar ciertos organismos microscópicos. Con cada movimiento, las tranquilas aguas del Pacifico se iluminan como si miles de luciérnagas te abrazaran en plena noche. Una inmersión con snorkel permite que te sientas como el ser infinitamente pequeño que eres, ante esta experiencia abrumadora por su belleza.

Un país para perderse.
Un país para perderse.

Lo mejor es ir, perderse camino de alguna de las numerosas reservas naturales, o por la cordillera de Talamanca, donde una niebla espesa te hace sospechar que hayas entrado en otra dimensión. Da igual, sintoniza en la radio el programa “Latido americano” y quizá tengas la suerte de escuchar a Lilia Vera y su mezcla de canción protesta y reivindicación indígena, entonando con su clara voz:

-“Al trigo blando siempre le arrean, pero se salva si es montaraz”.

Lo dicho: ¡Pura vida!

(Reportaje fotográfico de la autora).

(Elisa Blázquez Zarcero es periodista y escritora. Su último libro publicado es la novela La mujer que se casó consigo misma. Diputación de Badajoz).

SOBRE LA AUTORA

Una colaboradora muy especial

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