lunes, 29 abril, 2024
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Portugal muestra una vez más el camino a los políticos españoles

El acuerdo entre AD y PS, que deja fuera a la ultraderecha, es otra admirable lección para nuestros sectarios gobernantes

El acuerdo al que han llegado los dos principales partidos de Portugal para apoyarse mutuamente y presidir de forma alternativa la Asamblea de la República durante dos años de la nueva legislatura cada uno, es un ejemplo de pragmatismo político, de patriotismo y de altura de miras. Los resultados de las recientes elecciones habían dado un empate técnico entre la fuerza de centroderecha, la Alianza Democrática, y la de izquierda, el Partido Socialista. Habiendo ganado AD por la mínima y pudiendo controlar el legislativo y formar gobierno con CHEGA, el líder de aquella, Luis Montenegro, ha cumplido la promesa que hizo en campaña de no gobernar con la ultraderecha y ha logrado pactar con Pedro Nuno Santos, el líder del PS -que permitirá un gobierno en minoría de su rival-, un acuerdo que garantiza la estabilidad institucional del país y es otro ejemplo de alta política para los sectarios gobernantes españoles. Una vez más, Portugal muestra el camino a los políticos españoles, como antes lo mostró con su gestión de la pandemia, entre otras numerosas lecciones históricas.

Lisboa.-

En las elecciones parlamentarias celebradas en Portugal el pasado 10 de marzo, el Partido Socialista, que venía gobernando el país con una cómoda mayoría absoluta de 120 parlamentarios -cuatro más de los necesarios-, sufrió una verdadera hecatombe electoral al perder nada menos que 42 escaños. La dimisión de su hasta entonces líder, el socialista Antonio Costa, y el consiguiente adelanto electoral, a causa de una investigación judicial por presunta corrupción, tráfico de influencias y prevaricación, en relación con negocios de energías renovables -que luego han quedado en nada en lo referente a él-, y el escándalo correspondiente, determinaron el final de una etapa de gobiernos socialistas de casi diez años ininterrumpidos.


Las recientes elecciones portuguesas arrojaron un resultado que sería endiablado para otro país más sectario y de democracia menos evolucionada.


Las elecciones arrojaron un resultado que sería endiablado para otro país más sectario y de democracia menos evolucionada, pero en el Portugal de hoy -un país capaz de hacer una revolución casi sin sangre y de pasar en 365 días de una dictadura brutal a una democracia admirable-, el más intrincado de los problemas políticos encuentra siempre una solución, como acabamos de ver.

La Alianza Democrática de Luis Montenegro obtuvo 80 escaños con casi un 29% de los votos, y logrando tres más de los que tenía. El Partido Socialista logró casi un empate, alcanzando 78 escaños con algo más del 28% de los votos, pero sufriendo un severo castigo del electorado que le hizo perder nada menos que 42 escaños. En estas circunstancias, el líder del ultraderechista Chega, André Ventura, que logró la hazaña de cosechar 50 escaños con el 18% de los votos (nada menos que 38 escaños más de los que tenía), erróneamente creyó llegado su momento de tocar poder y de inmediato exigió entrar en un hipotético gobierno AD-Chega, lo que aquí sería una alianza PP-Vox. Pero se equivocaba.

MONTENEGRO Y NUNO NO SON SÁNCHEZ NI FEIJÓO

Luis Montenegro y Pedro Nuno no son Pedro Sánchez, cuya lista de promesas incumplidas y de groseras mentiras es interminable, ni Núñez Feijóo, cuyo partido se apresuró a aliarse con Vox en aquellas comunidades donde lo necesitaban para gobernar. Luis Montenegro, líder de la derecha moderada portuguesa, había prometido que no gobernaría con Chega y ha cumplido su palabra, aun a riesgo de bloqueo parlamentario y de nuevas elecciones, aunque la suma de ambas fuerzas le garantizaba un sólido gobierno apoyado en 130 escaños, 14 por encima de la mayoría absoluta.


AD y PS han tendido un puente de estabilidad y gobernabilidad que normaliza el panorama político portugués.


Su coherencia -inédita en la mayoría de los gobernantes españoles- le ha valido el respaldo del Partido Socialista portugués -tan diferente de este Partido Sanchista, que es capaz de pactar con los enemigos de España con tal de conservar el poder a toda costa-, y entre ambos han tendido un puente de estabilidad y gobernabilidad que normaliza en grado sumo el panorama político portugués.

PRESIDENCIA ROTATORIA Y APOYO

Pedro Nuno y Luis Montenegro, PS y AD, para evitar el bloqueo parlamentario han acordado una presidencia rotatoria de la Asamblea de la República de dos años cada uno, y los socialistas van a permitir un gobierno en minoría del centro-derecha. Es cierto que la fórmula no garantiza una estabilidad a toda prueba y que la debilidad de un gobierno en minoría puede provocar en cualquier momento la convocatoria de elecciones anticipadas. Pero también es verdad que el acuerdo parlamentario entre ambas fuerzas permitirá aprobar numerosas leyes de interés común y que dicho acuerdo es un bálsamo para la sociedad portuguesa.

Porque hay un hecho decisorio que también se da en España, pero que en Portugal tiene valor y aquí, con estos gobernantes, no. Y es que las fuerzas democráticas moderadas del centro izquierda y el centro derecha, es decir AD y PS, suman nada menos que 158 escaños, es decir, casi el 70% de los asientos de la cámara. Ese es el mandato masivo del electorado portugués, y lo fue y lo es también el del electorado español, que en la actualidad ha dado a las fuerzas constitucionalistas de nuestro país -PP y PSOE- 258 diputados, es decir, casi el 74% de los escaños del Congreso y, aun así, quienes mandan y deciden las políticas en España no son los elegidos de esta forma tan mayoritaria, sino una serie de grupúsculos independentistas minoritarios.


Hay un hecho clave que también se da en España, pero que en Portugal tiene valor y aquí, con estos gobernantes, no: la suma de las fuerzas constitucionalistas supera con mucho la mayoría absoluta, y ese es el verdadero mandato electoral.


La falta de cultura democrática de los dirigentes españoles, su imposibilidad para el diálogo y el consenso, y su falta de visión histórica y de interés institucional es trágicamente evidente en la actualidad, como lo fue en 2019, cuando un gobierno de coalición del PSOE y Ciudadanos, con un apoyo sobrado de 180 diputados, hubiese cambiado radicalmente la deriva suicida en la que hoy se encuentra la política española. No es difícil imaginar que España tan diferente tendríamos hoy si esos dos políticos desnortados que son Pedro Sánchez y Albert Rivera hubiesen hecho hace cinco años lo que Pedro Nuno y Luis Montenegro acaban de hacer en Portugal.

El exprimer ministro dimisionario Antonio Costa. RTVE
El exprimer ministro dimisionario Antonio Costa. RTVE

LA LECCIÓN DE ANTONIO COSTA

Las lecciones que la democracia portuguesa da a España no acaban aquí. Ejemplar y aleccionadora ha sido también la dimisión fulminante del anterior primer ministro, Antonio Costa, por un asunto de presunta corrupción que en realidad era menor de lo que se publicitó y que tampoco le afectaba directamente a él, aunque, evidentemente le cupiese la responsabilidad in vigilando, porque estaban presuntamente implicados algunos miembros de su gobierno. Pero, a fin de no manchar con ninguna sospecha, incluso con la infundada, la limpieza de su cargo de primer ministro, Costa dimitió de manera inmediata e irrevocable.

La cuestión, presentada en un primer momento como un aparatoso escándalo, se desinfló en pocos días, exactamente tres, entre un domingo y un martes. Lo primero que contribuyó a desinflar el asunto fue la actuación del juez de instrucción, Nuno Dias Costa, al considerar que los indicios de corrupción que vio la Fiscalía no eran serios. Y, en segundo lugar, la pifia monumental de la Fiscalía al confundir al primer ministro, Antonio Luis Santos da Costa, con el ministro de Economía, Antonio José da Costa Silva, cuyo nombre es el que aparece en las escuchas efectuadas al efecto, y no el del primer ministro. Dos Antonios Costa que le han costado al primero el mayor disgusto de su carrera política, hoy finiquitada. El propio fiscal no tuvo más remedio que admitir que había confundido al segundo con el primero, error que dio una enorme dimensión al “escándalo”. Pero, para la fecha de la rectificación pública, el primer ministro -que no esperó ni un segundo- había dimitido ya.

A la vista de tantas lecciones -una revolución que acaba con la dictadura sin violencia, de la que este año se cumplen 50 años de luminosa democracia; una gestión casi impecable de la pandemia; unos políticos que cumplen sus promesas electorales; un primer ministro que dimite de su cargo por un asunto menor y que le salpica muy tangencialmente; unos gobernantes que dialogan y son capaces de llegar a acuerdos; un político de izquierda que permite un gobierno en minoría de centroderecha; unos políticos que son capaces de impedir que el extremismo llegue al poder- uno se pregunta qué tan diferentes son los gobernantes españoles de los portugueses, y por qué.

La verdad hay veces que dan ganas de pedir la nacionalidad portuguesa y exiliarse allí.

(José María Pagador es periodista y escritor, y fundador y director de PROPRONews. Sus últimos libros publicados son AbeceImagindario (fotolibro, Fundación Caja de Badajoz), Lencero, el hombre que no se encontró a sí mismo (biografía, Fundación Caja Badajoz), y Susana Leroy (novela, Fundación José Manuel Lara/Grupo Planeta).

SOBRE EL AUTOR

José María Pagador Otero

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