Seguramente es la reina Letizia la que tiene razón en el sainete real interpretado por la familia ídem en la catedral de Palma el domingo de resurrección. La esposa de Felipe VI no le va a tolerar al rey lo que Sofía le lleva aguantado a Juan Carlos, y por eso no querría series de fotos farisaicas de toda la familia junta, como si no pasase nada. Si a eso se añade que desde el principio no la tragaron en Zarzuela, es natural que ahora imponga sus reglas, dado que es la que manda, y mucho, entre las mujeres reales.
Confieso que me gustan los rebeldes, siempre me han gustado. Salvo que utilicen la violencia o infrinjan la ley. Entonces, no. Una cosa es la rebeldía y otra el delito.
Letizia me cae bien porque es rebelde -¡y mira que es difícil serlo en el entorno en el que vive!- y porque, siendo periodista, se ha tomado muy en serio su trabajo como reina con mando en plaza. Dicen que no es simpática. Pero ¿por qué tendría que serlo? ¿Es simpático Rajoy? ¿Es simpático Rouco Varela? ¿Es simpático Montoro? ¿Por qué la mujer ha de ser simpática forzosamente y el hombre no?
Ahora ella es la reina en ejercicio, esposa del rey, madre de la futura reina, y tiene la sartén por el mango.
Lo que no acabo de entender es que un país con los problemas de este, lleve días dedicando las portadas de los periódicos y el sumario de apertura de los telediarios al célebre “rifirrafe” entre Letizia y Sofía, y que ningún medio haya dado otra interpretación de los hechos que la que deja en tan mal lugar a Letizia –os habéis cebado con ella, ¿eh, colegas?-, cuando en realidad, en esas escenas, es ella la que encarnaría el sentir del pueblo, cansado de tanta componenda y tanta hipocresía real.
Para empezar, el llamado “rifirrafe”, no es solo entre ellas, sino que también incluye a los dos reyes varones, como se observa en toda la secuencia grabada dentro y fuera del templo. Primero, dentro de la catedral se observa a Letizia haciendo caso omiso cuando Felipe le dice que espere a sus padres para salir todos juntos. Es evidente que Letizia no quiere más fotos con sus separados de facto suegros que la oficial ineludible a la salida.
“DIVÓRCIATE”
Y ya fuera, con Juan Carlos cerca, parece claro que la foto que en principio va ser de Sofía con sus nietas en solitario, puede convertirse en la foto de los reyes eméritos con sus nietas en solitario, y que esa falsa foto de abuelos unidos y sonrientes sea luego la imagen mediática de la reunión, por encima de la de la representación institucional de los reyes actuales y sus hijas.
Según lo narrado estos años por los medios, a Letizia se las hicieron pasar canutas sus suegros y sus cuñadas. De hecho, el propio Juan Carlos, según cuenta Peñafiel, le dijo a su hijo “divórciate”, con ocasión de anteriores y más gordos rifirrafes protagonizados por Letizia, como si la conducta del rey emérito -¡mira quién fue a hablar!- no fuese más merecedora de divorcio que la de su nuera.
Ahora ella es la reina en ejercicio, esposa del rey y madre de la futura reina, es decir, tiene la sartén por el mango, no quiere trato con Urdangarín y Cristina –que tanto daño han hecho a la Corona y con la que tuvo que aceptar el trágala de coincidir poco después en el funeral por el vigésimo quinto aniversario de la muerte de don Juan de Borbón- y está en su derecho de aceptar o impedir que alguien, sin consultárselo, aunque sea su suegra, quiera hacerse una foto en solitario con sus hijas. Y al final cumplió con su deber posando para la foto oficial de familia –esa sí-, incluidos sus desunidos suegros. En este caso está clarísimo que una cosa es la obligación y otra la devoción.