El único pueblo que viene padeciendo genocidios durante los últimos más de dos mil años es el judío. No hay otro en el mundo que haya padecido expulsiones, pogromos, matanzas y campañas de aniquilación de manera tan sistemática, reiterada y feroz a lo largo de los siglos. ¿Habilita eso a Israel para atacar indiscriminadamente a la población civil de Gaza? Claro que no. Tener que matizar esto es un insulto a la inteligencia, pero así estamos hoy en el discurso político español, en cuyo ámbito ciertas dirigentes comunistas se centran exclusivamente en lo que ellas llaman genocidios de Israel en Palestina o de España en América, pero sin matizar nada y, desde luego, sin referirse nunca a los que se cometieron al amparo de las ideologías que profesan. Les encanta Sumar los genocidios ajenos pero sin dejar de Restar “los propios”.
La primera vez que viajé a Israel coincidí en el asiento contiguo del vuelo de El Al directo Madrid-Tel Aviv, con un señor mayor que llevaba tatuado una serie de seis números en el antebrazo izquierdo. Hacía calor en el avión y mi compañero vestía una camisa de manga corta que dejaba a la vista sus brazos. Él ni siquiera era consciente de mi curiosidad ni, desde luego, hacía exhibición de su visible condición de exprisionero de un campo de exterminio nazi. Su actitud distraída y su tranquilidad certificaban que hacía mucho tiempo que “aquello” había pasado al olvido en su mente. Y yo, pese a mi interés de periodista, respeté su discreción y solo hablé con él -que, por cierto, se expresaba en un culto castellano- de la actualidad israelí, de los kibutz que iba a visitar y de las modernas ciudades del país.
Era el año de 1984 y aquella primera visita mía coincidió con la Operación Moisés, que organizada por el Estado hebreo, con ayuda de otros países, logró rescatar de Sudán y Etiopía a miles de judíos falashes, negros, y llevarlos a Israel. Pocos días después pude ver en las ciudades y las carreteras israelíes a decenas de ellos, integrados ya en las fuerzas de defensa nacional. Es decir, la primera vez que un ciudadano cualquiera de cualquier país del mundo visita Israel, probablemente se encontrará con pruebas tangibles de los genocidios que ha sufrido este pueblo.
GENOCIDIOS Y GENOCIDIOS
Irene Montero, Ione Belarra, Yolanda Díaz y compañía denuncian con énfasis el “genocidio de Israel contra Palestina”, como denuncian el “genocidio de España en América”. Ante esto hay que hacer dos consideraciones:
1.- Si sus enemigos dejasen tranquilo a Israel, es indudable que este no tendría necesidad de defenderse, y de defenderse, además. de una manera tan existencial y desesperada, porque Hezolá, Hamás, Siria e Irán, entre otros, quieren -lo dicen claramente cada día- la destrucción completa de Israel con todos sus judíos dentro. Díganme si esto no es el anuncio claro de un genocidio prometido, sin contar las matanzas perpetradas contra israelíes indefensos, como la de la semana pasada, que ha dado lugar a la actual respuesta de Israel.
2.- Contra la existencia del “genocidio de España en América” hay numerosos argumentos históricos que lo desmienten, sin que eso suponga minimizar las matanzas puntuales que allí se perpetraron, al calor de los hechos de armas y conquista. Pero la acción española en América no tuvo nunca una planificación genocida, no solo porque hubo rasgos evidentes de humanidad en el trato a los indios -tan diferentes de la acción de los Países Bajos e Inglaterra en los territorios donde intervinieron y donde los pueblos autóctonos prácticamente se extinguieron-, sino también, y entre otras cosas, porque los territorios que se incorporaban a la Corona Española necesitaban a sus habitantes para su funcionamiento ordinario y su rentabilidad económica.
Pero ¿cómo explicar estas cosas a estas ilustradas ministras que solo ven el mal en los demás pero no entre los suyos? Si leyesen a Werner Keller y su monumental Historia del pueblo judío, comprenderían que Israel es uno de los pocos países del mundo, por no decir el único, con una permanente amenaza existencial sobre su cabeza y de exterminio de su población, una amenaza que sigue vigente dos milenios después.
¿Ha oído alguien a estas ministras hablar del genocidio cometido por Stalin contra su propio pueblo, incluyendo los judíos de la URSS, que dejó millones de víctimas? Deberían leer también a Vasili Grossman, que fue, él y su familia, víctima directa de la crueldad estalinista. Lo que no se puede es Sumar unos genocidios y Restar otros como si no hubiesen existido.
(José María Pagador es periodista y escritor, y fundador y director de PROPRONews. Sus últimos libros publicados son AbeceImagindario (fotolibro, Fundación Caja de Badajoz), Lencero, el hombre que no se encontró a sí mismo (biografía, Fundación Caja Badajoz), y Susana Leroy (novela, Fundación José Manuel Lara/Grupo Planeta).
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