viernes, 26 abril, 2024
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Mozambique, la guerra de la que nadie habla

Entrevista con el obispo de Nacala ante un conflicto con numerosos muertos y un millón de desplazados

Tenemos información puntual sobre el último misil caído en Ucrania, y es bueno seguir de cerca esta guerra que asoma a nuestras puertas, pero, aunque esta sea la que copa más portadas, no es la única. Existen en estos momentos 57 conflictos activos en el mundo. Siria, Yemen, Etiopia, Myanmar, Afganistán, Israel y Palestina… Y hay uno que ni siquiera aparece en esa lista: la guerra de Cabo Delgado, al norte de Mozambique. Una guerra silenciosa que arroja un elevado número de víctimas mortales, y alrededor de un millón de personas desplazadas que huyen del terror. Sobre esta guerra y sobre otros aspectos de la realidad mozambiqueña, hemos hablado con el obispo de Nacala en su reciente visita a España y a Extremadura.

Cáceres, Extremadura.-

El obispo de Nacala, localidad de la provincia mozambiqueña limítrofe con Cabo Delgado, ha estado unos días en Europa, en primer lugar, para visitar a la familia de María de Coppi, misionera italiana asesinada dentro de su diócesis, en uno de los múltiples ataques que asolan la zona; después a Roma para asistir a la reunión de Cáritas África; y por último, a España, donde ha querido contar la realidad del país en el que vive desde hace tiempo.


“Una de las causas de la guerra es la ambición para conseguir las riquezas de Cabo Delgado y Nampula, rubíes, grandes bolsas de gas, grafito y oro”.


Monseñor Alberto Vera Aréjula también pasó por Cáceres; le acompañé a visitar el convento del Palancar, según dicen, el más pequeño del mundo. Lo fundó San Pedro de Alcántara. El conjunto mide 72 metros cuadrados y alberga una capilla, la cocina, diez celdas y un claustro de 3X3 metros. Desde el lugar se respira una paz y tranquilidad que Monseñor Vera, riojano de nacimiento, echará, sin duda, de menos en Mozambique, donde intenta paliar los efectos de una guerra brutal, que no enfrenta a dos ejércitos con armamento sofisticado, sino que se ceba con una población civil indefensa, que es atacada por grupos que asesinan indiscriminadamente y de forma sorpresiva y cruel a los habitantes de las pequeñas aldeas, sembrando la muerte y el terror.

Charla en Cáceres, donde el obispo explicó la situación de la guerra en Mozambique.
Charla en Cáceres, donde el obispo explicó la situación de la guerra en Mozambique.

PREGUNTA. – Son ya, según estimaciones aproximadas, un millón de personas las que han abandonado sus hogares, muchos de ellos sin que sepan el porqué del conflicto que les expulsa de su tierra. Desde mi cómoda y afortunada vida, el ejemplo que puso usted para acercarnos las consecuencias de la guerra me impresionó. Imaginaos, dijo, que fuera en Extremadura y todos sus habitantes tuvieran que huir con las manos vacías a Sevilla o a Salamanca. Horrible.

RESPUESTA. – Una de las consecuencias de la guerra, y quizá también el objetivo sea ese, que todo lo que suponga un desarrollo quede destruido, que todo lo que una sociedad moderna organiza para evolucionar, se pierda. Con esa destrucción, se obliga a huir a los campesinos, que son los que podían haberse quedado en sus tierras, porque los espacios en Mozambique son enormes y ellos viven en su pequeña payota (chozo tradicional), a veces muy distanciados unos de otros. Y hasta ahí llegaban los terroristas, y para que no se quedaran les cortaban la cabeza a cuatro o cinco.


“Con una guerra es más fácil sacar a un millón de personas para explotar su territorio que indemnizarlas a todas”.


Ese miedo ha generado el millón (puede que más) de personas desplazadas y el abandono de las tierras que equivaldrían al terreno que ocupan Cáceres y Badajoz. Y no es lo único, hay otra consecuencia que solo se aprecia cuando estás allí; el miedo, la desconfianza, la inseguridad, sobre todo la desconfianza en los propios vecinos, no saber de quién me puedo fiar, o quién es un terrorista.

La brujería está muy presente en África. Aquí, una tela roja señala la choza de un chamán.
La brujería está muy presente en África. Aquí, una tela roja señala la choza de un chamán.

P.- Porque la guerra de Mozambique no es una guerra de ejércitos, se trata de asaltos imprevistos e inesperados que van diezmando a la población, aterrorizándola y obligándola a huir.

R.- Así sucedió durante los primeros años, tras lo cual quedó la zona despoblada. Ahora podríamos decir que desde 2022 se está yendo a una guerra de guerrillas, un terrorismo organizado con misiones concretas, pequeños grupos que realizan atentados. Y todo apunta a que han cambiado de jefes. Los primeros, que vinieron de fuera, ya no están, y ahora son de la zona, jóvenes que se reclutan entre la propia población mozambiqueña, de ahí el miedo y la desconfianza; chavales jóvenes que no tienen futuro, que no ven oportunidades y que se entregan por dinero a la causa terrorista.

Perfil de la catedral de Nacala al atardecer.
Perfil de la catedral de Nacala al atardecer.

GUERRA ECONÓMICA

P.- La guerra en Mozambique no parece ser religiosa, ni territorial, ¿se trata de un conflicto de intereses, una guerra económica?

R.- Es económica, sí. Una de las causas es la ambición para conseguir las riquezas que están concentradas en la provincia de Cabo Delgado y Nampula, rubíes, grandes bolsas de gas, grafito y oro.

P.- Pero no se sabe con certeza quiénes están detrás

R.- Se habla de una guerra silenciosa porque esos intereses, que parecen estar claros, no tienen de forma visible unos responsables que los apoyen públicamente. ¿Quién tiene, entonces, más interés en el conflicto? Pues en principio se pensaba en los países productores de petróleo, el área de Asia Menor, Arabia Saudí, pero hay siempre un interrogante, ¿serán simplemente unas multinacionales con deseos de explotar estas riquezas? Porque Mozambique es un país especial, toda la propiedad de la tierra pertenece al Estado, no existe la propiedad privada, si se quiere explotar un terreno se necesita autorización oficial y si debajo de donde estás viviendo hay un valor en minerales, la ley permite que te saquen de allí, aunque se tiene derecho a la concesión de otro lugar con las mismas condiciones. Y es más fácil con una guerra sacar a un millón de personas para explotar el suelo, que indemnizarlos a todos.

Monseñor Vera Aréjula en el claustro de 12 metros cuadrados del Monasterio de El Palancar.
Monseñor Vera Aréjula en el claustro de 12 metros cuadrados del Monasterio de El Palancar.

P.- ¿Esto quiere decir que el gobierno promueve o, al menos, consiente la situación?

R.- Podría ser que esto no fuera solo un grupo de multinacionales. El crimen organizado se está introduciendo en todos lados, incluso dentro de los gobiernos … Entonces yo no digo que sea, pero sí podría ser que un grupo de personas influyentes dentro del gobierno hayan podido hacer algún tipo de acuerdo para lograr lo que ha desembocado en la situación actual. La consecuencia es que ahora hay que dar de comer a ese millón de personas que han huido de sus tierras y que no tienen nada, y el hambre genera inseguridad y violencia.

Mapa de Mozambique , lindando con la zona de guerra la provincia de Nampula , dónde se halla la Diócesis de Nacala.
Mapa de Mozambique , lindando con la zona de guerra la provincia de Nampula , dónde se halla la Diócesis de Nacala.

LA AYUDA DE LA DIÓCESIS DE NACALA

P.- La diócesis de Nacala, que usted dirige, limita con la zona de conflicto, ¿qué se hace desde la misma para paliar este éxodo?

R.- Nosotros recibimos a todos los que llegaron, la mayoría de religión musulmana. Luego hemos acompañado a los que quieren quedarse, para que encuentren un medio de vida propio, digno, estable, y así seguimos. Con los que más intervención tenemos es con los niños, niñas y adolescentes, un trabajo bastante importante de escolarización, ya que en muchos casos llegaban sin documentación. Al mismo tiempo, trabajamos con sus padres en educación ambiental, agropecuaria, higiene, derechos humanos, y tenemos una respuesta muy buena. Trabajamos con Manos Unidas y Cáritas de Inglaterra y estamos obteniendo muy buenos resultados. Queremos que esos niños y niñas se integren en una sociedad urbana desde el mundo rural del que proceden. Al mismo tiempo, les salvaguardamos de otros abusos terribles que se producen, ya que en Nacala hay bastante tráfico de personas, sobre todo para utilizar sus órganos en temas de brujería. Les protegemos, aprovechando el tiempo que no están en la escuela, para ayudarles a hacer los deberes, y también trabajar sobre los problemas psicológicos y sociales que arrastran como consecuencia de lo que han vivido, andar kilómetros, pasar hambre, miedo…

Mujer mozambiqueña acarreando leña para el hogar.
Mujer mozambiqueña acarreando leña para el hogar.

P.- Me llama la atención que la mayoría de las personas a las que acoge su diócesis sean musulmanas, ¿Cómo se lleva eso?

R.- Sí, así es, la mayoría no sabe lo que es un obispo, pero la relación es muy buena, muy cordial y cercana, algunos cristianos incluso se sorprenden de ciertas actitudes que consideran irrespetuosas (ríe).

P.- Entonces, ¿no es lo mismo ser obispo en España que ser obispo en Mozambique?

R.- (Vuelve a reír) Yo no he sido obispo en España, creo que a lo mejor no sabría serlo, porque veo muchas diferencias. Yo vivo con el pueblo, mantengo una relación bastante próxima y en muchas situaciones sin ninguna diferencia por la religión. La gente con la que me relaciono es cristiana o musulmana y no hay distinciones. Claro que en el campo de la liturgia estoy con los católicos, pero en otros ambientes, en educación o en mi labor como presidente de Cáritas, pues fundamentalmente me relaciono con familias musulmanas y hay un diálogo y una visión que creo que nos ayuda a comprendernos mejor. Yo he leído el Corán y la verdad es que no tiene muchas diferencias con la Biblia. Hay textos muy similares en el fondo, aunque con relatos distintos. Y, cuando lees, ves que los valores importantes, la paz, el amor el cuidado de los pobres son los mismos.

El obispo dando misa solemne en la misión de Carapira. En primera fila, los representantes de la comunidad musulmana.
El obispo dando misa solemne en la misión de Carapira. En primera fila, los representantes de la comunidad musulmana.

MUSULMANES EN MISA

P.- Doy fe. El verano pasado, en una misa oficiada por usted a la que asistí durante mi estancia en Nacala, vi que en los primeros bancos estaban sentados los responsables de otras religiones y yo misma, que soy atea. Y a todos se dirigió por igual.

R.- Nosotros tenemos nuestra fe, pero cada uno tiene derecho a creer en lo que siente como verdadero y lo que hace falta es que sepamos vivir con armonía, creciendo, respetando nuestra creencias y nuestra libertad, y eso en la vida de cada día no es complicado. Todas esas historias del califato…, son grupos minoritarios; pero, eso sí, hacen mucho ruido.

P.- Una última cuestión. ¿No le da pena de que se exista tanta preocupación por Ucrania y nos olvidemos de África?

R.- Hay que hablar de todas las desgracias y la guerra de Ucrania es terrible, como cualquier guerra, pero todos somos seres humanos y tenemos derecho a la vida, tanto en Europa como en el rincón más oculto de una selva africana, y allí hay por lo menos veinte países en guerra a los que apenas se nombra.

Pues eso, por PROPONEW que no quede. Esta es la situación en Mozambique y así se la hemos contado. África, remata Don Alberto, es el continente de la esperanza a pesar de todo.

Típico paisaje de Mozambique.
Típico paisaje de Mozambique.

(Elisa Blázquez Zarcero es periodista y escritora. Su último libro publicado es la novela La mujer que se casó consigo misma. Diputación de Badajoz).

SOBRE LA AUTORA

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