martes, 19 marzo, 2024
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El Don Juan eterno

Un yonqui del amor que ha conquistado el mundo y ha llegado hasta nuestros días

En las fiestas de Todos los Santos es tradición que se represente el Don Juan Tenorio en los escenarios. La costumbre no tiene nada que ver con la fecha del primer estreno de la obra de José Zorrilla, que fue el 28 de marzo de 1844, sino con la de su reestreno, el 2 de noviembre de 1860. Porque si la primera vez la representación fue un fracaso y el autor se decepcionó tanto que cometió el error de vender los derechos del drama, la segunda fue un gran éxito, con un don Juan a cargo del actor Pedro Delgado, a partir del cual la función se convirtió en un fenómeno que traspasó las fronteras del tiempo y del espacio, hasta nuestros días, cuando la tradición sigue tan viva y vigente como entonces, representándose la obra todos los años por estas fechas. El mito del don Juan, creado por Tirso de Molina en su obra El burlador de Sevilla y tratado después por innumerables escritores, da pie al autor de este artículo a interpretar, a través de la literatura, la psicología de este personaje de ficción, tan real también en todo tiempo y lugar, y que ha dado lugar a una psicopatología llamada «donjuanismo».

Don Juan ha pasado a la historia de la psicopatología con el donjuanismo, o el síndrome de donjuán, un patrón del comportamiento complejo, similar al que vemos en el don Juan de tantas obras literarias: conquistar el mayor número posible de mujeres, no mantener la relación, y una vez conquistada y poseída, se decepciona y desaparece su interés, para seguir buscando la mujer ideal. Algunos lo consideran un yonqui del amor. Molière lo explica muy bien, en su obra de teatro Don Juan, un donjuán del norte:

«Nada hay que pueda detener el ímpetu de mis deseos; tengo un corazón capaz de amar al universo entero».

Molière también dio vida al personaje en su obra.
Molière también dio vida al personaje en su obra.

Conducta que englobamos dentro de un posible trastorno de la personalidad narcisista y/o histriónica. Las características principales podemos resumirlas: teatralidad, ser el centro de atención, deseo imperioso de seducir, preocupación por su aspecto físico, por una parte y, por otra, amor ideal, éxito, necesidad excesiva de ser admirado, se aprovecha de los demás, envidia o se siente envidiado, arrogante y especial. Los dos patrones de conducta se mezclan, con características mixtas de una u otra personalidad, en el llamado síndrome de donjuán. Como refiere don José Ortega y Gasset en su ensayo sobre el Amor en Stendhal, «Don Juan no es el hombre que hace el amor a las mujeres, sino el hombre a quien las mujeres hacen el amor».

Tirso de Molina, el precursor.
Tirso de Molina, el precursor.

EL DONJUÁN DEL SUR

Nuestro universal don Juan, el donjuán del sur, es una aportación creativa de Tirso de Molina (fray Gabriel Téllez de la Orden de la Merced) en su obra de teatro El burlador de Sevilla y convidado de piedra; figura que ha sido inmortalizada por una pléyade de escritores en todas las épocas. No voy a realizar, como es fácil de comprender, un análisis del mito desde el punto de vista literario. Analizaré sólo dos obras que para mí tienen importancia en su desarrollo: una, la de Tirso de Molina; su creador; y otra, la de José Zorrilla, por hacerlo tan nuestro cada primero de noviembre, con la llegada de todos los difuntos, entre el amor y la muerte.


Con Freud y la de Marañón cambió la imagen de un don Juan como prototipo de una virilidad a prueba de bomba.


Unos versos del burlador de Sevilla han pasado a la historia del inconsciente colectivo, pues de otra manera no sería explicable su afortunada permanencia:

«Sevilla a voces me llama
el Burlador, y el mayor
gusto que en mí puede haber
es burlar a una mujer
y dejalla sin honor».

Ante tal castigador de mujeres cortesanas (Isabela en lo dramático y doña Ana en lo trágico), o plebeyas (Tisbea en lo lírico y Aminta en lo cómico), más una larga relación de mujeres sevillanas que recuerda y pregunta por ellas al Marqués de la Mota: Inés, Constanza, Teodora, Julia, Tolú, Blanca; cada una con su historia; pues, para don Juan, el amor no tiene límites: «Amor es rey/ que iguala con justa ley/ la seda con el sayal». Pero su lacayo Catalinón, al que llama necio, se lo advierte:

«Los que fingís y engañáis
las mujeres desa suerte
lo pagaréis con la muerte».
A lo que don Juan contesta, en un enérgico alarde de valor diabólico: «¡Qué largo me lo fiáis!».

Monumento a Don Juan Tenorio en Sevilla. WIKIMAPIA
Monumento a Don Juan Tenorio en Sevilla. WIKIMAPIA

SALIDA DEL ARMARIO

Lo vuelve a tratar Molière en su obra de teatro Don Juan, fiel a su creador. Su personaje, Sganarelle, lo describe al dedillo:

«¡Por Dios! Conozco a mi Don Juan al dedillo y tengo a vuestro corazón por el mayor aventurero del mundo; se complace en ir de lazo en lazo y no gusta permanecer quieto mucho tiempo».

Las numerosas interpretaciones que se han dado a este mito las dejamos solo en dos: la de Freud y la de Marañón. Con ellos cambió la imagen segura de un don Juan como prototipo de una virilidad, a prueba de bomba, tradicional; Freud, con la empecinada homosexualidad latente (fantasía edípica con la madre); y Marañón, con el déficit emocional o inmadurez psicosexual (carácter narcisista).


Freud y Marañón coinciden en esa necesaria salida del armario de un adolescente indiferenciado y bello como una mujer.


Los dos coinciden, en esa necesaria salida del armario de un adolescente indiferenciado y bello como una mujer. Sus trofeos o víctimas, si podemos llamarlo de esta manera, deben cumplir varios requisitos para que decida el donjuán que pase a su colección: vírgenes, o puras e inalcanzables. Comportamiento sexual adictivo, compulsivo, intenso de emociones, insaciable, como una explosión bipolar: subida al cielo y bajada a los infiernos. Un depredador del amor. Un enamorado del amor. Una especie de anarquista del amor, como lo considera Francisco Alonso Fernández.

Sigmund Freud (i) y Gregorio Marañón analizaron al Don Juan. MAX HALBERST y ALFONSO
Sigmund Freud (i) y Gregorio Marañón analizaron al Don Juan. MAX HALBERST y ALFONSO

El mito, hoy, está fuera de lugar, no se concibe la burla de una mujer. Y menos, la pérdida del honor; cosa de antaño, de un don Nadie.

Entre las muchas maneras de explicar el mito, desde el punto de vista psicológico, nos llevaría lejos de la fórmula que mantenemos en el texto: buscar narraciones literarias que sostengan el trastorno que analizamos. Solo me atrevo a dar unas pinceladas para orientar los derroteros que puede presentar don Juan: un personaje clásico, galante, libertino, seductor, burlador profesional, nada heroico, realista, de origen español pero universal, propio de una época, que desdeña leyes, tanto divinas como humanas, que muere, unas veces arrepentido y otras de acuerdo con su vida, en la búsqueda de la mujer ideal. Ser todo un donjuán, ha pasado a la cultura popular como una persona con una gran capacidad de seducción.

UN DON NADIE

El escritor Blas Matamoro realiza un interesante análisis del mito, en su ensayo El mito de Don Juan Tenorio, donde va desmenuzando las posibles explicaciones de su conducta con las mujeres: un don Nadie, un no-sujeto, de oblicuo sesgo homosexual, con un complejo de Edipo, misógino, pervertido, con una ansiedad amorosa, impotencia, castración, virginidad, muerte e inmortalidad. Termina su artículo, a mi parecer, perfecto:

«Sí el momento actual pasa, pero sé que me espero a mí mismo en algún instante de mañana, habré resucitado de mi propio tiempo muerto, tendré una historia que contar, la historia de anoche, según aconseja don Juan».

Un problema de hormonas. RTVE
Un problema de hormonas. RTVE

Hoy, la explicación técnica nos aleja de la emocionante literatura que lo rodea, sólo es un problema de hormonas: bajos niveles de vasopresina/oxitocina, y con dopamina /noradrenalina por las nubes: es el chute bioquímico del amor; de la misma forma que sube, baja, provocando, con su privación, la necesidad de una nueva presa que lo vuelva a saciar. Es como el síndrome de abstinencia a una droga. Necesita la droga para estar bien y que le quite el bajón bioquímico. Lo explica muy bien Inmaculada Ruiz en su singular artículo Yonquis del amor: «Entonces don Juan o doña Juana, como todo adicto, sale de nuevo en busca de un chute. En este caso, de amor».

CHUTES DE AMOR Y MUERTE

Chutes de amor y muerte (la apreciación es mía), que podemos suponer en la apuesta entre don Luis y don Juan sobre la cantidad de mujeres conquistadas y muertos en desafío en el drama de Zorrilla:

«D. Luis:- Contad.
D. Juan.- Veintitrés.
D. Luis.- Son los muertos. A ver vos.
¡Por la cruz de san Andrés!
Aquí sumo treinta y dos.
D. Juan.- Son los muertos.
D. Luis.- Matar es.
D. Juan.- Nueve os llevo.
D. Luis .- Me vencéis».

Pasemos a las conquistas:

«D. Juan.- Sumo aquí cincuenta y seis.
D. Luis.- Y yo sumo en vuestras listas
setenta y dos.
D. Juan.- Pues perdéis.
D. Luis.- ¡Es increíble don Juan!»

Pero no basta, para seguir con el chute de amor basado en la cantidad, también es necesario un tiempo para saciarlo:

«D. Luis.- ¿queréis veinte días?
D. Juan.- Seis.
D. Luis.- ¡Por Dios, que sois hombre extraño!
¿cuantos días empleáis
en cada mujer que amáis?
D. Juan.- Partid los días del año
entre las que ahí encontráis.
Uno para enamorarlas,
otro para conseguirlas,
otro para abandonarlas,
dos para sustituirlas,
y una hora para olvidarlas».

Narciso, atribuido a Caravaggio.
Narciso, atribuido a Caravaggio.

Si partimos de la premisa de que el narcisista ejerce una atracción sobre aquellas personas que han renunciado a su narcisismo, de bastarse a sí mismo, como los felinos, como esas mujeres, especialmente bellas que nos atraen de forma no sola estética, sino por las interesantes -dice Freud- características psicológicas; lo mismo que ciertos hombres. Pero no todo es perfecto para ellas o para ellos, pues la insatisfacción amorosa que sufren, dudas, lamentaciones, el enigma de su carácter, su frialdad, provocan el desamor o la muerte.

LA ELECCIÓN DEL OBJETO AMOROSO

La elección del objeto amoroso, siguiendo a Freud, tiene varios caminos: lo que uno es, lo que uno fue, lo que uno quisiera ser y a la persona que fue una parte de uno mismo. Uno de estos caminos es el que teje, como tela de araña, sobre la novicia, un don Juan con una seducción fuera de todo tiempo, eterna y universal:

«Doña Inés.- y no sé qué redes
son las que entre estas paredes
temo que me está tendiendo […]
Don Juan.- ¡Cálmate, pues, vida mía!
Reposa aquí; y un momento
olvida de tu convento
la triste cárcel sombría.
¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?
[…]
Doña Inés.- Callad, por Dios, oh, don Juan!,
que no podré resistir
mucho tiempo sin morir
tan nunca sentido afán
¡Ah! Callad por compasión,
que oyéndoos me parece
que mi cerebro enloquece
y se arde mi corazón».

La loca atracción por don Juan, intenta explicarla doña Inés, por la especial personalidad de Tenorio:

«Tal vez poseéis, don Juan,
un misterioso amuleto
que a vos me atrae en secreto
como irresistible imán.
Tal vez Satán puso en vos
su vista fascinadora,
su palabra seductora
y el amor que negó a Dios […]
Tu presencia me enajena,
tus palabras me alucinan,
y tus ojos me fascinan,
y tu aliento me envenena «.

Miguel de Mañara. J.M. PAGADOR
Miguel de Mañara. J.M. PAGADOR

¿MAÑARA O VILLAMEDIANA?

El mito de don Juan Tenorio está basado, como se ha dicho y repetido, sobre la vida de don Miguel de Mañara Vicentelo de Leca, Caballero del Hábito de Calatrava, fundador del Hospicio y Hospital de la Caridad de Sevilla, un enigmático personaje de la historia sevillana. Pero Miguel Mañara no es don Juan Tenorio, no, es un noble de cuyas andanzas juveniles apenas se sabe, sólo que al final de su vida, a consecuencias de una serie de muertes en su entorno (padre, hermanos y esposa), cambia el sentido de su vida, dedicándola a los demás. Mañara no había nacido cuando Tirso de Molina escribe la vida de tan joven libertino. Evidentemente, con la obra de Zorrilla, llevaba muchos años muerto.


Ser todo un donjuán, ha pasado a la cultura popular como una persona con una gran capacidad de seducción.


Para otros, un gran número de galanes donjuanescos, valientes, inquietos, enamorados han existido siempre, refiere Maeztu: como el señor de Albarrán, el conde de Mañara, el Juan de Salamanca y el Juan Salazar.

Conde de Villamediana.
Conde de Villamediana.

Para Marañón, el Don Juan de Zorrilla, estaría basado en la vida del Conde de Villamediana, don Juan de Tassis, con vida y fama de libertino, cuyo imprudente impulso erótico con la reina Doña Isabel de Borbón, aunque Marañón afirma que su pasión era por la portuguesa doña Francisca de Tavara, dama de la reina y amante del rey, le costó tan caro. Por una o por otra dama, la sombra del rey Felipe IV sobrevuela el terrible final que se había buscado; sobre todo cuando alardea en su sombrero, con motivo de alancear unos toros en la Plaza Mayor de Madrid, esta divisa: «Son mis amores reales».

La ambigüedad de la divisa es hábilmente buscada, en ese juego endemoniado que le llevó a la otra vida, por la mano de un misterioso asesino. Un autor, no reconocido, dedica una décima a la mano asesina, que así termina: «Que el matador fué Bellido/ y el impulso soberano». Lo curioso, como explica Marañón, es que el conde, que hacía suspirar a todas las mujeres, estaba complicado en un proceso secreto, delicado, por pecado nefando. El secreto, con su muerte, se lo llevó el viento del poder.

Gonzalo Rodríguez Lafora.
Gonzalo Rodríguez Lafora.

El mejor discípulo de Cajal, Gonzalo Rodríguez Lafora, no está muy de acuerdo con don Gregorio Marañón y mantuvo un enconado desencuentro intelectual en el periódico El Sol, sobre el modelo de personalidad, perfil físico, intelectual y hasta en el tipo de mujer adecuada para ser conquistada por Don Juan.

DOS TIPOS DE MUJERES

Dos tipos de mujeres son las que le llegan a Don Juan: las que le buscan y las que él encuentra. Sólo las primeras, las que le buscan, son las que dibuja Marañón: limítrofes, neuróticas, histéricas, del grupo intelectivo, mujeres de sexualidad dormida, mentalidad curiosa, educadas con severidad familiar o conventual, que les atrae por el escándalo, publicidad de sus fechorías y deseosas de ser cazadas.

Finalizando, Lafora, su polémica de forma irónica, en su libro sobre el Don Juan, los milagros y otros ensayos: «No tenemos autoridad ni bastante experiencia para oponernos a esta tesis ingeniosa de Marañón». Pero, a pesar de este déficit, Lafora se atreve con el enigma y plantea dos supuestos teóricos para explicarlo: uno, don Juan es marcado por un amor ideal en el inicio de su vida amorosa; dos, presentar una contextura psicológica histérica e infantil.

Volviendo a la poesía, unos parlamentos universales dicen del mito todo lo que fue, es y será, versos que se repiten por dos veces en la obra, como si fuera un autorretrato, con ligeras variantes:

«D. Juan. – Por dondequiera que fui
la razón atropellé,
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé
y a las mujeres vendí.
Yo a las cabañas bajé,
yo a los palacios subí,
yo a los claustros escalé;
y en todas partes dejé
memoria amarga de mí».

Más demoledora es la descripción que hace un escultor, que remata la obra del panteón familiar de don Diego Tenorio, de don Juan:

«Escultor:- Tuvo un hijo este don Diego
peor mil veces que el fuego,
un aborto del abismo.
Un mozo sangriento y cruel,
que con tierra y cielo en guerra
dicen que nada en la tierra
fue respetado por él.
Quimerista, seductor
y jugador con ventura,
no hubo para él segura
vida, ni hacienda, ni honor.
Así le pinta la historia
y sí tal era, por cierto
que obró cuerdamente el muerto
para ganarse la gloria».

Lord Byron.
Lord Byron.

OBRAS NUMEROSAS SOBRE EL MITO

Las obras inspiradas en el mito del don Juan son tan numerosas que, en mi paseo literario buscando algunas de ellas, me parece que he contado un centenar. Solo recodar la obra de Tirso de Molina, su creador, con El Burlador de Sevilla. Y Molière, Hoffmann, Byron, Dumas, Espronceda, o Zorrilla con su inmortal Don Juan Tenorio, por citar algunos más conocidos. El largo etcétera es ya muy largo, pues el tema llega hasta las óperas, musicales, pinturas, que pueden ser localizadas con suma facilidad. No he encontrado, por los textos que ido recorriendo, la cita sobre este mito de Leopoldo Alas «Clarín» en La Regenta -supongo que es fruto de mi ignorancia- donde el personaje de don Álvaro Mesía encaja en la leyenda. Clarín, en la novela, por si alguno lo duda, cita hasta los versos de doña Inés: «¡Don Juan!, ¡don Juan!, yo lo imploro/ de tu hidalga condición…»:

«El arte del seductor se extendía sobre aquel mantel, ya arrugado y sucio: anfiteatro propio del cadáver del amor carnal.

Mesía se dejaba ver por dentro, más que por complacer a sus oyentes, por oírse a sí mismo, por saber que él era todavía quien era.

«Las trazas del amor eran casi siempre malas artes; era un soñador el que pensase otra cosa. Alguna vez se le había arrojado a Mesía a los brazos una mujer loca de puro enamorada; pero estas aventuras eran muy raras. Además, si la mujer no fuera tan lasciva a ratos, las victorias escasearían; por amor puro se entregan pocas. Más hace la ocasión que la seducción. La seducción debe transformarse en ocasión[…]

El verdadero don Juan del siglo, y de todos los siglos tal vez, vence como puede; es romántico, caballeresco, pundonoroso cuando conviene grosero, violento, descarado, torpe si hace falta».

Antonio Machado en Campos de Castilla, en «Llanto de las virtudes y coplas por la muerte de don Guido», recuerda a un don Juan:

«Murió don Guido, un señor
de mozo muy jaranero,
muy galán y algo torero;
de viejo, gran rezador».

Un antidonjuán de Woody Allen. RTVE
Un antidonjuán de Woody Allen. RTVE

UN ANTIDONJUÁN

Un antidonjuán es un personaje de Woody Allen en el teatro cómico de Adulterios:

«Sam.- No, yo quiero el compromiso, lo necesito. No puedo continuar así. Quiero algo estable de una vez. Tengo que dar un sentido a mi vida. Juliet, tú eres todo lo que siempre he soñado.
Carol.- ¿Una anoréxica de veinte años?
Sam.-Veintiuno y, además, montadora de cine.
Phyllis.- Hace seis meses, era incapaz de mirar a un hombre a los ojos sin que le saliera un herpes.
Sam.- Mirad, sé lo que estáis pensando, pero esto es amor de verdad. A pesar de lo que vosotras dos digáis, mi vida de donjuán se ha terminado. La promiscuidad no es la solución. ¿Creéis que alguien puede alcanzar la plenitud con un adulterio vacío, barato y estúpido?».

Enrique Jardiel Poncela en Amor se escribe sin hache, una novela de amor en broma, irónica, distinta, genial, de gran inventiva, rayando en la misoginia, pasa revista a las numerosas mujeres que han pasado por su vida, y al estilo del Don Juan Tenorio y, para olvidarlas, se hace un nudo en el corazón y les dice adiós con melancólica entereza:

«He dicho que nunca me he dirigido a ninguna mujer, porque a la mujer, como al cocodrilo, hay que cazarla y la caza es un deporte que no me interesa; esforzarme por lograr una mujer me parece una pérdida de tiempo semejante a la de darle a comer a una ternera el contenido de una lata de sardinas en aceite. Don Juan Tenorio era, a mi juicio, ni un caso clínico ni un héroe; era, sencillamente, un cretino sin ocupaciones importantes. La mujer que aspire a que la quiera, suponiendo que esa mujer exista, que no lo dudo, tiene que venir a buscarme, como vinieron las anteriores, pues en eso ya he dicho que estoy muy mal acostumbrado, y entonces ya veremos si nos entendemos. Además, con respecto a ellas, sostengo un criterio cerradísimo: o se acomodan a mí, a mis gustos, a mi carácter y a mis aficiones, o me hago un nudo en el corazón y les digo adiós con melancólica entereza».

Vale.

(Blas Curado es psiquiatra, escritor, Académico de la Ilustre Academia de Ciencias de la Salud Ramón y Cajal, y Premio Dr. Gómez Ulla).

SOBRE EL AUTOR

Blas Curado García, prestigioso psiquiatra, articulista y escritor, nuevo colaborador de PROPRONews

El ilustre psiquiatra Blas Curado, Premio Doctor Gómez Ulla 2019 a la Excelencia Sanitaria

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