Cuando está cerca de cerrarse el círculo de la legislatura en comunidades autónomas y ayuntamientos, y en el balance obligado a que invitan las fechas, surge al primer plano la realidad del fracaso incontestable de los ayuntamientos regidos por fuerzas populistas. Se miren por donde se miren no solo estos cuatro años, sino los cuatro anteriores, cuando accedieron al poder municipal personajes salidos del colosal engaño con que el populismo sedujo a las masas a raíz del 15-M, como Ada Colau o José María González “Kichi”, estos ocho -casi una década nada menos- arrojan un balance absolutamente negativo, con ciudades que no solo no han avanzado bajo su gestión, sino que han retrocedido claramente.
Barcelona, Cádiz.-
Los llamaron pomposamente los “ayuntamientos del cambio”, con esa verborrea ridícula con la que Pablo Iglesias y sus seguidores bautizaron a las instituciones y a la propia convivencia española -que tanto han deteriorado-, como si la historia empezara de nuevo con ellos. La historia sigue su camino al margen de las tonterías de algunos de sus presuntos líderes, que para lo único que dan no es para el positivo recuerdo de la posteridad, sino para historietas más o menos ocurrentes de presente, sin mayor alcance ni contenido.
Dijeron que venían a regenerar la vida local, a mejorar la vida de las ciudades, a introducir políticas de progreso y de nivel social y cultural, pero después de ocho años, los “ayuntamientos del cambio” presentan lo que no puede calificarse más que como fracaso.
El desastre municipal de Cádiz y Barcelona contrasta con el éxito indiscutible de Vigo y Málaga.
De estos ayuntamientos populistas y sus regidores, dos han sido los más notorios para mal, el Cádiz de Kichi -su alias lo dice casi todo- y la Barcelona de Colau. Esta diagonal del fiasco municipal que podemos trazar desde el suroeste hasta el noreste de España, enlaza dos ciudades que han ido estrepitosamente a menos.
DOS CIUDADES EN RETROCESO
Cádiz sigue perdiendo población, carece de políticas de desarrollo local o de un plan de ciudad, la suciedad y el deterioro de sus calles y del mobiliario urbano parece imparable, la convivencia entre los colectivos funcionariales o ciudadanos y el ayuntamiento está rota, las vías urbanas se han llenado de “sin techo” que viven y duermen a la intemperie y que llegaron en buen número atraídos por la verborrea populista de Kichi, el diálogo entre administraciones brilla por su ausencia y hasta el carnaval, que era su marca diferencial, ha decaído.
La Barcelona de Ada Kolau ha visto aumentar las okupaciones un 114%, mientras que en Madrid han bajado un 21%.
Barcelona ha sufrido también una involución lamentable desde que Ada Colau es su alcaldesa. Sus políticas han causado un serio deterioro al sector turístico local. La suciedad y el abandono de zonas que antes eran el orgullo de los barceloneses se ha ido incrementando con el paso de los años. La delincuencia ha crecido de manera tremenda y la inseguridad es palpable. La ciudad se ha convertido también en campeona de España en okupaciones de viviendas. Los servicios municipales funcionan regular, tirando a mal. El daño causado al turismo local es creciente. Y, en fin, la ciudad que antes era la más pujante del país ha pasado a un segundo plano, adelantada en casi todos los aspectos por Madrid, e incluso por otras urbes españolas de menor rango.
UN BRILLANTE CONTRASTE
Frente a esta realidad negativa de los “ayuntamientos del cambio”, podemos trazar otra diagonal brillante de los ayuntamientos españoles verdaderamente exitosos, la que enlaza el noroeste con el sureste pasando por el centro, con A Coruña y Vigo, Madrid y Málaga como emblemas de ciudades regidas por alcaldes y partidos constitucionalistas. En este diagonal del fracaso, y frente a la encabezada por Kichi y Colau -a la que podríamos llamar Kolau, dado que bajo su gestión las okupaciones en Barcelona han aumentado un 114%, mientras que en Madrid han bajado un 21%, siendo la ciudad condal la que registra más ocupaciones del país, 5.500 en 2021, frente a las 1.600 de Madrid, es decir, cuatro veces más-, tenemos la del éxito, a cuyo frente están, entre otros alcaldes de esa franja, Abel Caballero en un extremo, y Francisco de la Torre en el otro, del PSOE y del PP, respectivamente, que han demostrado sobradamente cómo se puede no solo mejorar una ciudad, sino convertirla en referente nacional e internacional de progreso y avance urbano y humano.
Esta es la realidad municipal que tenemos, con estas dos formas de gobernar tan diferentes, la del populismo ramplón y sin ideas, que ha fracasado estrepitosamente y que esperamos que desaparezca en las próximas elecciones, y la de regidores de alto nivel pertenecientes a organizaciones locales serias y exitosas. Hay que confiar, pues, que en los próximos comicios vuelvan a ponerse las cosas en su sitio y salgan de la política municipal, los Kichis, las Kolaus y el resto de populistas frakasados.
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