El PSOE y Pedro Sánchez se equivocan en pedir en estos momentos la reprobación de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. Ni es el momento, ni es el lugar, ni creemos que haya motivo para eso. Un motivo tan endeble como las cargas policiales, cuando ese tipo de cargas se las hemos visto a todos los Cuerpos, incluidos los Mossos, en todo tiempo y lugar, incluidos los Gobiernos socialistas, y por causas menos graves que las actuales.
No sabemos quién asesora al PSOE y a Pedro Sánchez en estos momentos de gravísima crisis institucional en España, que corre un serio peligro de quiebra de la legalidad democrática y de la entidad del Estado. Tanto si se trata de una sugerencia de un consejero áulico de la talla de Iván Redondo, de un consejo del entorno político del líder socialista, o de una decisión personal de este, en busca de una inaceptable equidistancia entre el catalanismo independentista y el Estado, o entre los partidos constitucionalistas y los partidos independentistas y Podemos, se trata de un error colosal. Un error, además, que merma las favorables perspectivas electorales que el PSOE había empezado a encarar en su nueva etapa.
Pedir la reprobación de la vicepresidenta del Gobierno es, cuando menos, un error de oportunidad.
Habíamos esperado cuarenta y ocho horas antes de pronunciarnos sobre el caso, con la esperanza de que el PSOE rectificara. Somos un periódico progresista de izquierdas que apoya la andadura constitucional de un partido socialdemócrata como el PSOE, un partido que viene de una crisis interna gravísima que aún no se ha cerrado del todo, y un partido que está llamado, por su historia y por su propia naturaleza, a ser una de las piedras angulares del Estado en nuestro país. Y en esta esperanza confiamos en que Pedro Sánchez se consolide como líder de este PSOE renovado que pueda llevarle algún día a La Moncloa. Pero, en el caso que nos ocupa, no podemos callar ante un error tan inconcebible como el que comentamos.
Que un partido constitucionalista como el PSOE, ante una insurrección cuasi revolucionaria en Cataluña, con unas instituciones catalanas que están incurriendo en un claro delito contra la legalidad vigente, con unas masas perfectamente organizadas que asedian, insultan, agreden y expulsan de sus alojamientos a los agentes de la Policía Nacional y la Guardia Civil, se descuelgue con una petición tan extemporánea e injustificada como la reprobación de la vicepresidenta, solo puede atribuirse o al cálculo partidista –cálculo equivocado porque es una decisión que se ha vuelto contra el propio PSOE en la opinión de sus propios votantes-, o a la ignorancia sobre la gravedad real de la situación –cosa que sería gravísima en un aspirante a La Moncloa-, o a la bisoñez y la ligereza.
En algún momento de la actuación policial del Estado en Cataluña ha habido algún episodio de violencia excesiva. Sin duda. Pero han sido episodios contados y con resultados no irremediables. En descargo de esas actuaciones, sin embargo, hay que tener en cuenta también el peligrosísimo clima de tensión y de ataques en que los agentes han tenido que desarrollar su trabajo. Ha sido precisamente gracias a la contención, la disciplina y la profesionalidad de los policías nacionales y los guardias civiles, que los enfrentamientos no han pasado a mayores. Y cargas policiales tan duras como estas o más, y por causas mucho menos graves que las actuales, -como los cinco sindicatos representativos de la Policía Nacional señalan en un demoledor comunicado interno que publicamos en estas mismas páginas (https://www.propronews.es/la-policia-espanola-conmina-rajoy-zoido-dimitir/)- han tenido lugar durante toda la democracia, incluidos los Gobiernos socialistas.
En este periódico hemos apoyado a Pedro Sánchez cuando ha sido traicionado y atacado por sus propios «compañeros» y hemos dado un buen saldo de crédito a su persona en lo que creemos que puede ser su camino hacia la Presidencia del Gobierno de España. Pero creemos firmemente que esta vez se ha equivocado, que la actitud del PSOE en este caso agrieta el consenso del bloque constitucionalista, y que eso contribuye también a dar alas a los independentistas que quieren fracturar España. Una cosa es simpatizar y otra, cerrar los ojos ante el error. En este caso, además, el PSOE tira piedras a su tejado, porque su solicitud de reprobación y su falta de energía en la condena de la rebelión catalana, le puede enajenar la simpatía de muchos votantes.