miércoles, 24 abril, 2024
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Los residuos, la gran amenaza para el mundo rural

¿Por qué ningún depósito de desechos radiactivos o de naturaleza altamente contaminante se instala junto a las grandes ciudades?

El País publicó hace un par de días una página entera en la que se hablaba de un país abocado a tener siete cementerios radiactivos y, por supuesto, ninguno de ellos al lado de una gran ciudad. Esas instalaciones nos las han traído siempre a la “reserva india”, a esa España vaciada a la que, permanentemente, se la ha chantajeado con la limosna de los puestos de trabajo. Así llegó a Extremadura, por ejemplo, la central nuclear de Almaraz, o a Andalucía el almacén de residuos radiactivos de El Cabril.

Juan Serna Martín
Juan Serna Martín

Villanueva de la Serena, Extremadura.-

La central nuclear de Almaraz llegó a Extremadura apoyada por el PP y el PSOE, y con las visitas de Calvo Sotelo y Boyer compitiendo por la tecnología del progreso, como si fueran del mismo partido político; dos tipos “cultos”, embobados por un proyecto, hijo de la chapuza y la corrupción, y en el que el negocio estaba en su construcción. Luego…, ya se vería.

Y aún querían traernos otra, Valdecaballeros, de la que los “indios” supimos defendernos, aunque esto no evitara que el negocio de la corrupción fuera todavía mayor, debido a la complicidad, de nuevo, de los dos grandes partidos, esta vez con el apoyo de Solchaga, Aznar y otros colaterales.


Desde Chernóbil y Fukushima, el miedo ha crecido en las “reservas indias”.


Hoy los extremeños -como tantas otras regiones de España- seguimos perdiendo población y viendo cómo han paseado el fantasma de los residuos nucleares de un sitio para otro, sin que nadie quiera ese cementerio de residuos nucleares. Después de lo sucedido en Chernóbil y Fukushima (cuyas consecuencias se siguen ocultando y seguiremos pagando durante un tiempo imprevisible), el miedo ha crecido en las “reservas indias”. Pero lo realmente sorprendente no es que la población desinformada no quiera tener cerca ese fantasma, lo sorprendente es que un número considerable de políticos, académicos y expertos en ingeniería, economía, etc. siga defendiendo la prolongación de la vida de las centrales nucleares ante esta crisis que nos fustiga, a pesar de que los plazos que aquellos tecnólogos pusieron temerariamente han vencido, además de los riesgos evidentes que estas encierran en todo caso.

'El Cabril', el único cementerio nuclear que hay en España, está lejos de todas las grandes ciudades. RTVE
‘El Cabril’, el único cementerio nuclear que hay en España, está lejos de todas las grandes ciudades. RTVE

El número de necios o de imbéciles que pueblan la sociedad del desarrollo siempre ha sido grande. Sin embargo, resulta inconcebible a estas alturas que entre ellos haya una parte considerable de los que dicen defender la ciencia, la técnica y la cultura, por mucha crisis que puedan traernos las epidemias, el cambio climático o las guerras de los dementes, que hacen negocio con ellas y que quieren cambiar el orden mundial.

Esperemos que esa otra parte de la comunidad científica, tecnológica y cultural que, junto a la población más sensata, defiende una vida sin riesgos innecesarios y sin corrupciones, se imponga a ese ejército de pedantes y locos capaces de justificar las mayores barbaridades. Y esperemos también que la parte más lúcida de la cultura rural le dé un tirón de orejas a una cultura urbana que, a veces, quiere ir demasiado lejos.

Los cementerios nucleares, estos que nadie sabe dónde poner, son el gran fantasma que vamos a legar a nuestros hijos, junto a algunas otras atrocidades.

El alcalde de Plasencia, un culto y eficaz anfitrión.
El alcalde de Plasencia, un culto y eficaz anfitrión.

CUADERNO EXTREMEÑO ITINERANTE

Mientras tanto, la España rural se defiende, investiga, crea y avisa, con iniciativas tan valiosas como estos Cuaderno extremeño para el debate y la acción, que recogen la voz, las ideas, las propuestas, los proyectos y la concepción de un futuro para todos desde la mal llamada España vaciada, para un mundo que será RURALYURBANO, o no será.

Y con esta perspectiva, un Cuaderno Extremeño recorre pueblos y ciudades. Hace tres años que nació esta aventura divulgadora, sociológica y literaria empeñada en ayudar al reequilibrio de pueblos y ciudades de las comarcas rurales de la Extremadura vaciada.


Hasta dónde puede llegar la enmarañada burocracia en una tierra como Extremadura, que paraliza y frustra fecundos proyectos.


Hace unos días se presentó en Plasencia el n.º 8 de la colección, hecho este que nos dejó un recuerdo inolvidable, no ya por los expertos, que hablaron acerca de la dehesa, el monte y la España despoblada; o por la traductora y lingüista, que habló de la importancia de cuidar la redacción en todo tipo de publicaciones, además de narrarnos la experiencia de emprendimiento de algunas mujeres, cuyos proyectos, rurales de origen, son internacionales en su comercio y distribución; o por la editora, que describió cómo se crea una editorial, modesta en su inicio y ambiciosa ante el futuro que quiere conquistar; o por cómo dos de los asistentes nos hicieron ver hasta dónde puede llegar la enmarañada burocracia en una tierra como Extremadura (el caso de un joven titulado y preparado, al que torean unos funcionarios que desde hace un mes ya ni siquiera le cogen el teléfono, y el de un empresario de un pueblo pequeño de la Sierra de Gata, que, ante un proyecto forestal excepcional, para el que le han concedido más de seiscientos mil euros, tendrá que devolverlos ya que los técnicos de turno se lo tienen paralizado sin explicación)…

Vista de la sala donde se presentó el Cuaderno Extremeño.
Vista de la sala donde se presentó el Cuaderno Extremeño.

Estas y otras cosas descubrimos en los debates que suscitan las presentaciones del Cuaderno. En esta ocasión es de resaltar la intervención final del alcalde de Plasencia, Fernando Pizarro, una persona con formación musical y artística, que nos explicó algunos detalles importantes de la ciudad histórica de la que lleva siendo alcalde tres legislaturas con mayorías absolutas.

En nuestro periplo por pueblos y ciudades no estamos acostumbrados a encontrarnos con alcaldes cultos y sensibles, que nos transmitan información sobre la institución que presiden, que lo hagan con tanta sencillez y tanto rigor y que, además, lo relacionen con la labor artesana con la que este grupo de autores elaboramos una publicación que busca el reequilibrio entre lo rural y lo urbano. Este alcalde nos demostró no solo su conocimiento del mundo del arte y de la historia, sino también sus dotes pedagógicas para relacionar la historia de su ciudad con la peripecia que encierra una revista de análisis, pensamiento y acción como la que estábamos presentando esa noche.

Y cuando esa exhibición de conocimiento de la que hizo gala Fernando se lleva a cabo con sencillez y sin pompa alguna, convierte ese acto cultural en una grata velada, como la que vivimos hace unos días en Plasencia, y nos hace sentir que el mundo y la cultura rural que defendemos merecen que se luche por ellos, para que no haya pueblos desiertos a la vez que barrios urbanos que parecen hormigueros, llenos de ruido y contaminación, tal y como lo estamos haciendo.

(Juan Serna Martín, exconsejero de la Junta de Extremadura, es un destacado intelectual y activista medioambiental, escritor y columnista).

SOBRE EL AUTOR

Juan Serna, un intelectual de la ruralidad y el ecologismo

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