Se trata de una novela de John le Carré publicada a principios del siglo pasado y que comienza con el asesinato de Tessa Quayle, una mujer joven, bella y activista, que va siguiendo el rastro de los ensayos farmacéuticos llevados a cabo en niños de Nigeria por empresas de ese sector mafioso que sigue actuando con total impunidad, tanto a la hora de investigar como a la de poner el precio que quiere a sus productos, tal y como hace ahora con las vacunas contra la pandemia que asola el mundo en estos momentos.

Parece ser que quien manda en esa industria no son los directivos ni los técnicos que orientan la gestión de las empresas. En esta etapa del “capitalismo maduro”, quienes mandan realmente son los accionistas organizados ahora en grandes y oscuros fondos de inversión. Estos son los que determinan lo que hay que hacer y se lo dejan bien clarito a los directivos, que son unos simples empleados suyos. ¿Y saben qué es lo que les dicen? ¡Señores, queremos resultados! O sea, beneficios. ¡Y cuanto mayores, mejor!
A partir de ahí ya se pueden figurar el final de la joven activista de la novela de le Carré, el mismo que solía decir que la ficción se queda corta a la hora de contarnos la realidad.
CUATRO INTERROGANTES
Ahora, las peripecias llenas de interrogantes sobre las que habría que indagar son, como mínimo, cuatro:
* La primera sería seguir el rastro de los inmensos fondos económicos (miles de millones) que estas criaturas del “Gran Farma” habrán sabido sacarles a los Estados magnánimos, con el fin de investigar y elaborar con urgencia las vacunas que salven a la humanidad. Es emocionante ver cómo los inversores motivan a los científicos para tan elevado fin. Y cómo cada uno de esos Estados magnánimos tira de la cuerda para que dichos fondos vayan a parar a sus propias empresas.
Parece ser que quien manda en la industria farmacéutica no son los directivos ni los técnicos que orientan la gestión de las empresas.
* La segunda sería averiguar si en ese récord que han batido en cuanto al periodo de investigación, experimentación, etc. no se han saltado algunos plazos y protocolos y se han dejado pelos en la gatera. El pastel era muy apetitoso y nos recuerda aquello que decía el carpintero antes de entregar la mesa al cliente: “Sostente mientras cobro”.
* La tercera es ahora la de poner los precios y cumplir los plazos. Parece que a algunos se les ha ido la mano con las perras, y a otros en sujetar la producción para ir atendiendo primero a los mejores clientes.
* La cuarta ―y la más digna de otra novela negra― es saber cuándo, cómo y a qué precio le van a llegar las vacunas a los países del tercer, cuarto y quinto mundo. Al fin y al cabo, los fondos eran para salvar a la humanidad…
PAÍSES CIVILIZADOS Y GÁNSTERES
Si en el momento actual que está viviendo la Unión Europea, y ante el triste espectáculo al que nos ha conducido esta pandemia, esos que llamamos países civilizados consienten que los gánsteres de las farmacéuticas (escondidos en sus oscuros fondos de inversión) les exijan no solo que les regalen los fondos para investigar, sino también ¡la propiedad de las patentes para explotar las vacunas! ―lo de ser puta y poner la cama, ya saben―, algunas cosas tendrán que acaecer irremediablemente en esta sociedad de la tecnología y la información a la que hemos llegado. De lo contrario, la novela negra que puede estar escribiéndose en estos momentos tendrá que contar los muertos por miles.
Fíjense en lo que está pasando en Israel con Palestina y díganme si el Holocausto de Alemania y Rusia no puede quedarse pequeño.
(Juan Serna Martín, exconsejero de la Junta de Extremadura, es un destacado intelectual y activista medioambiental, escritor y columnista).
SOBRE EL AUTOR
Juan Serna, un intelectual de la ruralidad y el ecologismo
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