viernes, 26 abril, 2024
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Pedro, la socialdemocracia, la unidad y la libertad

El PSOE escenifica en su 40º Congreso un “estado de ánimo” que tienen que revalidar las bases

En el 40º Congreso del PSOE que termina hoy en Valencia han sobresalido tres conceptos, o tres ideas-fuerza, que merecen análisis y reconsideración. El primero es el de socialdemocracia, que es la esencia de los partidos socialistas europeos, gracias a los cuales se logró implantar en este continente el Estado del Bienestar hace décadas. El segundo es el de libertad, reivindicado por Felipe González. Y el tercero es el de unidad, el mantra repetido este fin de semana hasta la saciedad por los compromisarios socialistas y que han escenificado, con Pedro Sánchez, Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y Joaquín Almunia, junto con los barones. Pero no es oro todo lo que reluce en este panorama aparentemente idílico.

Cuando en un partido político se reivindican cuestiones esenciales o básicas es porque algo falla en esos territorios ideológicos y orgánicos. El 40º Congreso del PSOE se cierra hoy con la definitiva entronización de Pedro Sánchez en olor de multitudes como líder máximo e indiscutible del partido. Para los convencidos debe de haber sido un espectáculo maravilloso ver a líderes, exlíderes, barones y cargos, todos reunidos y unidos como si antes no hubiese pasado nada. Y ciertamente, incluso para los que dudan, esas imágenes de euforia y unidad pueden ser sorprendentes, e incluso admirables y reconfortantes. Pero el devenir de los partidos y de la vida política no se mide por acontecimientos orgánicos puntuales, sino por la dirección y la trayectoria que lleva el vehículo, por los conductores que tiene al frente y por el día a día de la práctica política y de la administración de la cosa pública.


El “congreso de la unidad” tiene que ser el que una y entusiasme a los verdaderos actores, los simpatizantes y los votantes.


Echar las campanas al vuelo por el resultado anímico y visual de un congreso es lo normal en estos casos, También lo hizo el PP hace poco con su convención, pese a lo cuestionado que está su líder, Pablo Casado. Lo importante para un observador progresista, para un analista de izquierda, no es la apariencia de la efeméride, el cascarón del asunto, sino la sustancia interior.

Para mí, al margen de toda la mecánica organizativa de “renovación” interna y de adaptación de estructuras partidarias al nuevo tiempo, de este Congreso socialista me quedo con tres cuestiones esenciales.

Felipe González ha pedido libertad para opinar y criticar. RTVE
Felipe González ha pedido libertad para opinar y criticar. RTVE

LA PRIMERA ES LA SOCIALDEMOCRACIA.- Felipe González ha hecho un canto a la socialdemocracia, que debe ser, o tiene que volver a ser, la esencia de todo partido socialista europeo moderno, incluido el PSOE. Felipe ha reivindicado ante Pedro Sánchez la socialdemocracia que él consolidó en España, incorporando el bendito “régimen del 78”, la forma constitucional de nuestro Estado y la libertad de la que gozamos los ciudadanos.

La socialdemocracia -tan denostada por las fuerzas neoconservadoras- es ese campo de juego político en el que conviven un Estado robusto y garantista de igualdad y de derechos; un mercado libre respetuoso con las normas y las personas; y un grado de libertad tan extenso como limitado únicamente por la libertad y los derechos de los demás. Con esta fórmula funcionan los países más avanzados del mundo, entre los que se encuentra España. Y esta es la fórmula por la que se decantan durante décadas -o de nuevo, en recientes citas electorales- países como Suecia, Noruega, Finlandia, Dinamarca, Portugal o Alemania, el último donde ha ganado las elecciones un partido socialdemócrata, países que son aquellos donde mejor se vive del mundo.

Esto es lo que trajo el PSOE a España a partir de 1982, haciendo universal la sanidad, creando la Organización Nacional de Trasplantes, extendiendo el sistema de Seguridad Social a toda la población, haciendo obligatoria la educación, implantando la protección a la dependencia, y tantos otros logros que han convertido a nuestro país en la envidia de muchos.

Sin embargo, el camino seguido después por el PSOE de Pedro Sánchez, cediendo a exigencias populistas y separatistas, gobernando con el apoyo chantajista de independentistas, incluidos partidos herederos del terrorismo etarra, admitiendo, por acción u omisión, acciones que atentan contra la unidad de España, contra el sistema de monarquía parlamentaria -o república coronada- vigente por consenso nacional refrendado en las urnas, y contra la Constitución, han alejado a su partido de la senda socialdemócrata. Y es esta deriva la que ha denunciado Felipe González en el Congreso y la que ha alejado a buen número de antiguos simpatizantes y votantes socialistas, como se vio en las últimas elecciones autonómicas madrileñas.

LA SEGUNDA ES LA LIBERTAD.- Felipe González ha reivindicado también su libertad -y con ella, la de todos los socialistas, afiliados o no- para hablar, opinar y criticar lo que considere que no le gusta de la acción de gobierno o del partido. Tener que decir públicamente esto a estas alturas demuestra el ambiente enrarecido y contrario a toda discrepancia impuesto por el sanchismo hasta ahora. Sin esa libertad, que no es deslealtad al partido, sino fidelidad a los principios y los valores socialistas, es imposible construir ningún horizonte de progreso compartido.

Lo importante es la unidad de las bases. Mitin de Pedro Sánchez en Sevilla, en 2017. J.M. PAGADOR
Lo importante es la unidad de las bases. Mitin de Pedro Sánchez en Sevilla, en 2017. J.M. PAGADOR

Y LA TERCERA ES LA UNIDAD.- Que Joaquín Almunia y, sobre todo, Felipe González, se hayan plegado a participar en el Congreso, “arropando” a Pedro Sánchez, y que esa imagen se haya presentado como el no va más de la unidad, es prueba evidente de que tal unidad no existe aún, más allá de la escenificación puntual para la foto.

No debieran engañarse Pedro Sánchez ni el nuevo aparato socialista con respecto a esta “unidad representada”, porque toda representación es teatro. Solo en la convicción de que se comparten los mismos ideales y valores, y se arbitran procedimientos de legalidad y consenso, confluyen las condiciones de la verdadera unidad, que es aquella en la que la discrepancia queda reducida a lo accesorio y no afecta a lo principal, porque lo principal está previamente consensuado y acordado por todas las partes.

La verdadera unidad, por otro lado, no se alcanza solo por arriba, sino, sobre todo, por abajo. De nada sirve ver “unidos” a un puñado de dirigentes y a unos centenares de compromisarios -casi todos ellos con cargo o puesto público u orgánico remunerado- si las bases que sustentan el poder representativo de ese partido están disconformes con la deriva política de sus dirigentes y, por tanto, están “desunidas” de ellos.

Pedro Sánchez y la nueva dirigencia del PSOE deben tener en cuenta que millones de antiguos militantes, simpatizantes y votantes de ese partido no han olvidado sus mentiras -“no podría dormir teniendo a Podemos en el gobierno”, “nunca pactaré con los herederos de ETA”, “no haré concesiones al independentismo”-, y están en completo desacuerdo con la deriva populista del gobierno; con los burdos ataques de los ministros de Podemos contra la monarquía parlamentaria, vigente no por capricho de nadie, sino por refrendo nacional democrático; con los inaceptables ataques podemitas contra la democracia parlamentaria de la que gozamos y contra la Constitución vigente; con los inaceptables ataques de populistas e independentistas contra la unidad de España, y tantos otros aspectos de la política populista impuesta desde el gobierno que son impropios de un país democrático europeo del siglo XXI.

Por mucha “unidad” que exhiban los mil y pico delegados y los 3.500 cargos e invitados del partido que asisten a este 40º Congreso, y por mucho documento orgánico que se apruebe este fin de semana, todo quedará en agua de borrajas sin una vuelta clara al camino de la socialdemocracia -lo que implica alejarse de todo populismo y separatismo-; sin el respeto orgánico e institucional a la libertad de opinión y de crítica de tantos millones de socialistas desencantados; y sin la construcción de la verdadera unidad, que es la que ata a las siglas con sus bases en base al respeto de unos principios y valores compartidos por todos.

Sin todo eso, por mucha propaganda congresual y partidaria que se quiera, por mucho canto a la confluencia y la unidad que se entone, las urnas se encargan enseguida de desmontar el tinglado si lo que se fraguó carece de base y, por tanto, de bases.

(José Mª Pagador es periodista y escritor, y fundador y director de PROPRONews. Sus últimos libros publicados son 74 sonetos (poesía, Fundación Academia Europea de Yuste), Los pecados increíbles (novela, De la Luna Libros), Susana y los hombres (relatos, Editora Regional de Extremadura) y El Viaje del Tiburón (novela, Caligrama Penguin Random House).

SOBRE EL AUTOR

José María Pagador Otero

José Mª Pagador y Rosa Puch, 100 años de periodismo

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