martes, 19 marzo, 2024
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La monja María de Coppi, asesinada en un ataque a la misión mozambiqueña de Chipene

Los demás residentes, entre ellos, una misionera española, lograron escapar

La noche cae muy temprano, muy deprisa y muy oscura en Mozambique. Y, al amparo de la noche, los llamados rebeldes asaltaron recientemente la de Chipene, una de las misiones católicas que se reparten por el norte del país, allí donde apenas llegan las ONGs. Disparos, golpes, fuego, gritos, miedo y una monja, María de Coppi, asesinada; el resto de los residentes, entre ellos una misionera española, lograron escapar.

Chipene, Mozambique.-

Chipene, en el límite de la provincia de Cabo Delgado, donde bulle una guerra cada vez más enconada y cruel, cada vez más confusa también en su origen y propósitos, y que carga ya con un buen número de muertos y casi dos millones de personas desplazadas, es uno más de los «daños colaterales» de los casi 70 conflictos bélicos activos, aunque el único que parece existir sea el de Ucrania.


Esta es una guerra olvidada en todo el mundo, pero que mata con la misma crueldad que cualquier otra, incluida la de Ucrania.


Mozambique está lejos, a 7.000 kilómetros de España. Cabo Delgado es la provincia más norteña de un país incluido en la terrible lista de los diez más pobres del mundo. Y Cabo Delgado tiene la desgracia de esconder tesoros, minerales codiciados en estos tiempos. Este, podría ser, uno de los motivos de esta guerra silenciosa que no enfrenta a un ejército contra otro, sino que se nutre de los ataques sorpresivos y crueles de los llamados insurgentes.

Las humildes instalaciones de la misión muestran los efectos del ataque. P. GINO PASTORE
Las humildes instalaciones de la misión muestran los efectos del ataque. P. GINO PASTORE

Saber con exactitud que pasa en Cabo Delgado es difícil. Hay teorías, pero nadie tiene certezas, nadie quiere hablar. «Todos tienen miedo de todos», resumía una persona que ha tenido que dejar su casa y su poblado, y que ahora se conforma con sobrevivir. Escuché la frase en el campo de desplazados de Corrane, que visité este verano, y que me dejó sorprendida porque hay dignidad, mucha dignidad, en aquel refugio.

En mitad de la nada se ha creado un campo de desplazados que acoge a 7.000 familias que han huido de esa guerra invasora que avanza pausadamente, pero sin descanso.

Las chapas metálicas de los tejados de las viviendas temporales brillan bajo el sol, y por las calles de tierra roja asoman las «machambas», las huertas tradicionales de los mozambiqueños.

Uno de los vehículos de la misión, quemado por los atacantes. P. GINO PASTORE
Uno de los vehículos de la misión, quemado por los atacantes. P. GINO PASTORE

DIGNIDAD Y HAMBRE

Hay dignidad, repito, pero se pasa hambre. Se reparte arroz, pero es poco, y eso, y lo que va dando de sí el suelo recién sembrado, es todo el recurso que tienen las familias.

Dos tiendas enormes de UNICEF reciben a los enfermos, y la chavalería estudia en un cercano instituto o en una misión atendida por monjas claretianas. Y mientras los ataques se recrudecen, los alrededores de la provincia se van llenando de aquellos que huyen de esta guerra olvidada en todo el mundo, pero que mata con la misma crueldad que cualquier otra.

A los escasos recursos de la población del norte de Mozambique, paradójicamente una zona de extraordinaria belleza natural, se une la devastación que arrastra este conflicto, que no enfrenta a dos países, ni siquiera a los habitantes de un mismo país, pero que sangra y empobrece más aún, la ya precaria y estructural situación de miseria y sufrimiento de África. Allí, las misiones católicas luchan por llevar comida y educación, en medio de la amenaza continua de ser atacadas, cómo acaba de suceder; pero no se rinden, aseguran.

Los terroristas quemaron la misión. P. GINO PASTORE
Los terroristas quemaron la misión. P. GINO PASTORE

EL ATAQUE

El obispo de la diócesis de Nacala, el español Alberto Vera Arejula, contaba, desolado, lo ocurrido:

-“Eran las 21 horas cuando llegaron los terroristas a la misión. Habían quemado por la tarde una mezquita y la población estaba aterrorizada, muchos habían huido. El internado que tienen las monjas acoge a 45 niñas. Muchas se fueron a sus casas, o al bosque, y 12 quedaron allí, al cargo de dos monjas. Llegaron los terroristas y, en la puerta, le pegaron un tiro en la cabeza a la hermana María. A Ángeles, española, le perdonaron la vida, no se sabe por qué. Luego destruyeron la iglesia, quemaron el centro de salud, la casa de las hermanas, los coches y robaron todo lo que pudieron”.

El padre Gino Pastore, italiano, como la hermana asesinada, lleva, al igual que llevaba ella, toda su vida entregada a Mozambique. Ambos habían padecido la atroz guerra civil que asoló el país. Gino fue el que, un día después de la tragedia, recogió el cuerpo de esta mujer, fundadora de la misión y con más de 50 años dedicados a la enseñanza y empoderamiento de las niñas mozambiqueñas.

Y solo 24 horas después del ataque, Chipene volvía a llenarse de esperanza y de ganas de trabajar para que esta sinrazón termine. Porque queda mucha tarea por delante y las lágrimas se guardan para la intimidad.

(Elisa Blázquez Zarcero es periodista y escritora. Su último libro publicado es la novela La mujer que se casó consigo misma. Diputación de Badajoz).

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