martes, 19 marzo, 2024
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Llamadme envidiosa…

…por el calado social de Sálvame y viendo cómo los telepredicadores del bulo arrasan con las audiencias

Llamadme envidiosa, sí. Y no añadiré la coletilla de “sana”, porque la envidia es envidia y punto. Hay quien sostiene que nace de un sentimiento exacerbado de justicia. Según el psicólogo Dante Bobadilla, un mono reacciona enojado si otro mono tiene más galletas que él, y la explicación radica en que esa situación rompe el concepto igualitario de justicia de que todos debemos tener lo mismo. La injusticia se vincularía, pues, a la envidia. Ahí lo dejo.

La periodista, con su perro Killer
La periodista, con su perro Killer

Y el preámbulo ¿para qué? Pues viene a cuento de la decisión de Telecinco de suprimir ese engendro de programa que se llama Sálvame, un espacio, (y qué largo por dios), de televisión dedicado a la prensa del corazón, que apareció en la parrilla de Telecinco en 2009. Esa es su definición oficial, pero en realidad se trata de un programa donde personas que saben poco o nada de todo, algunos con menos luces que una lancha de contrabando, pontifican en torno a lo divino y lo humano, ponen a caer de un burro a quienes odian, a veces también a quienes quieren, cuentan las intimidades o infidelidades del famosillo/a de turno y las analizan con un lujo de detalles que deriva en un bucle de suposiciones tan interminable como insustancial.


Ha sido un programa donde personas con menos luces que una lancha de contrabando pontificaban sobre lo divino y lo humano.


Entre los momentos que ellos llaman polémicos, y que podríamos conceptuar, siendo suaves, de simplemente vergonzosos, encontramos a una actriz porno que se desnudó en franja infantil. Dos de sus colaboradores que se zurraron a base de bien por un quítame allá esas pajas. Insultos variados, desde el socorrido “te cojo la cabeza y te la reviento, payaso”, al también socorrido, a la par que escatológico, “me cago en tu puñetera madre”. Dar pábulo a ciertas pseudoterapias o entregarse a posturas negacionistas sobre el coronavirus. Un mejunje aderezado con muchos gritos y algunos susurros. De nada vale que su presentador asegure que es de izquierdas y progresista, esgrimiendo por bandera aquello que soltó: “Esto es un programa de rojos y maricones”, si una de sus colaboradoras le contradice afirmando que en Sálvame “hay mentiras, bullying y maltrato” (fue fulminada). Los “rojos y los maricones” merecen todos los respetos, las personas bocazas y ordinarias, mejor en la barra de una taberna, y en privado, que dando lecciones a un público que les sigue entusiasmado. El calado social de Sálvame es innegable (envidia cochina).

Adiós a Sálvame sin pena ninguna. TELECINCO
Adiós a Sálvame sin pena ninguna. TELECINCO

TELEBASURA

Algún periódico ha titulado para dar la noticia de la supresión de Sálvame: “Telecinco acaba con la tele basura”. Ya me gustaría, pero no lo veo. La cadena elimina Sálvame y lo sustituye por Ana Rosa Quintana, con las mismas o parecidas cuotas de pantalla (la envidia me tiene a punto de autocombustión). Uno nos sumerge en un catetismo de chismorreos y la otra nos cuela una serie de mentiras, o verdades a medias, sobre lo que sucede en el país. Salimos de Guatemala y nos metemos en Guatepeor, porque, además, Ana Rosa va de periodista respetable, pero su ideología sirve a un metódico plan de desinformación e intereses.


Con Ana Rosa salimos de Guatemala y nos metemos en Guatepeor, porque, además, ella va de periodista respetable.


Y aquí es donde ya no puedo más de la envidia, los periodistas ingenuos, que hemos creído que nuestra profesión tiene como medio la verdad y como meta el bien social, comprobamos con pena cómo telepredicadores del bulo, la exageración, la manipulación, el chisme chabacano y el mal gusto arrasan con las audiencias y los que intentan hacer programas serios duran dos semanas. Es el mercado amigos y amigas.

Considero que el daño que pueden hacer las alcahueterías de los tertulianos de Sálvame no es comparable a la semilla que siembran los “mercenarios” del poder y la élite de los opinadores que congrega Ana Rosa. Se nos echa encima una temporada de importantes convocatorias electorales, y no lo olvidemos; todos los votos valen lo mismo, tanto los de los telespectadores de Sálvame, como los de los seguidores de Ana Rosa.

Resumiendo, que no se puede decir fu, hasta que no pase el último gato.

(Elisa Blázquez Zarcero es periodista y escritora, autora de la novela La mujer que se casó consigo misma. Diputación de Badajoz).

SOBRE LA AUTORA

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