sábado, 27 abril, 2024
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Trakalá Teatro y Zeatrón Teatro, dos ejemplos de compañías vocacionales mejores que algunas profesionales

Extremadura es una potencia nacional en materia teatral que produce frutos como estos

La comunidad de Extremadura destaca no solo como una potencia teatral, debido a sus reconocidos festivales, como el clásico grecolatino de Mérida, el clásico del Siglo de Oro de Cáceres o el Contemporáneo de Badajoz, entre otros, sino también por la presencia de numerosas compañías profesionales y grupos teatrales vocacionales en toda la región. Existen asociaciones reconocidas tanto para compañías profesionales como para grupos vocacionales que promueven y fomentan el interés por el teatro. En los albores de la democracia, la Cátedra de Teatro Torres Naharro del Centro Dramático de Badajoz y el Plan de Acción Teatral Educativo en la Extremadura Rural desarrollado por la Consejería de Cultura de la Junta en todos los pueblos extremeños, jugaron un papel crucial en el impulso y la afición al teatro en la región tanto profesional como vocacional. Y eso sigue notándose tanto tiempo después.

José Manuel Villafaina Muñoz.
José Manuel Villafaina Muñoz.

Badajoz, Extremadura.-

En el ámbito del teatro vocacional, a veces nos encontramos con espectáculos excepcionales que superan a muchos de las compañías profesionales. Recientemente tuve la oportunidad de asistir a dos de ellos, uno en la provincia de Cáceres y otro en la de Badajoz.

El primero fue presentado por el grupo vocacional Trakalá Teatro, de Villanueva de la Vera. En esta ocasión, estrenaron en esta localidad cacereña el conocido drama popular «Bodas de sangre» de Federico García Lorca, realizando cinco funciones consecutivas con llenos de público en su Auditorio Municipal. La dirección fue de Pedro Antonio Penco, veterano actor y director teatral profesional. Trakalá Teatro, nació hace siete años, fruto del arrobo creativo de Penco, uno de los fundadores -junto a Javier Leoni– de la conocida compañía extremeña Suripanta Teatro (surgida en la Cátedra Torres Naharro en el primer lustro de 1980). Penco es un profesional reconocido, que en los últimos años de su carrera artística ha cosechado éxitos individuales dirigiendo espectáculos, tales como “Cyrano de Bergerac”, “Don Juan Tenorio” y “Hipatia de Alejandría” (representada en el Festival del Teatro Romano de Mérida). En este último septenio, Penco, que reside en la encantadora ciudad de la Vera, ha dedicado su pasión y vasto conocimiento a forjar la impronta creativa de Trakalá Teatro, a través de cursillos, arduos ensayos y la realización de diversos montajes, destacando este último.

El segundo espectáculo fue presentado por la Agrupación Teatral vocacional Zeatrón Teatro de Don Benito. Representaron la comedia popular y vanguardista «Maribel y la extraña familia» de Miguel Mihura en el Teatro Imperial de su localidad badajocense. El espectáculo estuvo dirigido por el catedrático de Lengua y Literatura Dámaso Giráldez, un apasionado del teatro vocacional, con 20 años de experiencia -13 de los cuales ha estado al frente de Zeatrón Teatro– dirigiendo espectáculos en Don Benito. He visto varias de sus creaciones de sus últimos años bastante notables y creo que esta última, con actores vocacionales que habían recibido cursillos de teatro por profesionales en su localidad, despunta como una los mejores.

Magnífico montaje de 'Bodas de sangre', de Trakalá Teatro.
Magnífico montaje de ‘Bodas de sangre’, de Trakalá Teatro.

UN FESTÍN DE EMOCIONES CONMOVEDORAS EN “BODAS DE SANGRE”, DE TRAKALÁ TEATRO

Sobre este conocido drama popular en tres actos, síntesis de realismo y poesía, que ha sido ampliamente representado en España y América Latina (tuve el privilegio de presenciar el montado con su propia visión, bellísima, del baile y cante flamenco por Antonio Gades en 1974 y también otro magnífico interpretado por la compañía mexicana Teatro de las Américas Unidas, con la icónica actriz Carmen Montejo en un Festival Internacional de Teatro de Puerto Rico, en 1976), se trata de una obra maestra del teatro español escrita en 1932 por el autor granadino, donde la pasión, los celos, el odio, el despecho y la venganza impregnan las páginas de la trama, basada en hechos reales (un crimen pasional acaecido en un cortijo almeriense, que tiñó de sangre un día de fiesta). Con Bodas de sangre”, García Lorca buscó plasmar la dificultad de amar en libertad y de poder elegir a quien amar sin ataduras ni prejuicios. Curiosamente, para muchos, esta obra significó un presagio del inicio de la Guerra Civil Española en 1936.

La puesta en escena de Pedro Antonio Penco fue un ejemplo de plenitud. Abordó el texto con una precisión de fidelidad notable, introduciendo ligeros arreglos de estilo y una visión personal que, empero, estaban en armonía con la esencia lorquiana. Se podían identificar elementos que forman parte del sello estético del director, como eran las bellas composiciones estéticas en las escenas de amor entre La Novia y Leonardo. Sobre el escenario, enmarcado por un fondo de viscales de esparto que evocan las áridas pitas de Almería, logra un trabajo sombrío, hábilmente arropado por la luminotecnia, la composición musical y un vestuario popular que arrastra un luto eterno.

Pedro Antonio Penco.
Pedro Antonio Penco.

Pero sobre todo brilla en su prosa poética, que susurra como un verso guiado por una culminada dirección de actores, en una atmósfera teatral que se convierte en una melodía, una canción de emociones en la que el ritmo, la fluidez y la sensualidad de las palabras de los actores acarician el alma del espectador. Las tensiones familiares de los personajes resplandecían como astros en su danza cósmica, intensificando la tragedia con emociones desgarradoras. Este fresco de sentimientos y circunstancias, en el que las pasiones y el dolor fluyen como ríos, está labrado con maestría, lo que consagra el espectáculo de manera excepcional.

En la interpretación, saltó a la vista la total entrega y calidad de un elenco compuesto por diez actores, quienes demostraron, al desplegar sus recursos dramáticos, líricos y plásticos, la precisión y seriedad que requiere toda tragedia. Todos lograron un trabajo orgánico, visceral, convincente y agotador en sus diferentes roles de personajes, dando una lección de lo que significa el amor por el teatro. Belén Caperote, en el rol de la madre implacable y trágica, atrapada en su destino, demostró su genio dramático de tensa fibra. La altivez, el orgullo y la potencia estremecedora con la que habla sobre su tragedia es sin duda uno de los puntos fuertes de la función, un homenaje a la fuerza clásicamente femenina que aquí no gana combates pero aguanta tormentas.

José E. San Miguel (Leonardo) y Javier Bruzos (El novio) dotados de la presencia escénica necesaria que requieren sus personajes de carácter sobrio y violento, transmiten en sus acciones una energía poderosa, conformando a la perfección el tono grave y elevado del arte trágico, profundo, intenso y racional. Laura Palma actúa con tremenda fuerza en el personaje de La Novia, modulando sus movimientos y gestos con precisión, como envuelta en un cendal mágico, lleno de pasión y de voz grave matizando los diálogos. Simpática, convincente, versátil resultó Petri Cantos (la criada), la alegría y la calidez con la que cuida a la novia la llenan de vida y humanidad. Y ajustada, con una maña no exenta de emoción contenida, logró su papel Ana González (la mujer de Leonardo). Correctos también estuvieron los trabajos de Mario Jorrin (el padre), Teresa Peinado (vecina y suegra), Jacinta Delgado (la luna) y Silvia Zukernik (la mendiga).

La función, que atrapó al público desde el principio hasta el final, manteniéndolo durante las dos horas de duración con un silencio hierático, recibió muy cálidos aplausos (con bastantes ¡bravos! incluidos).

Escena de 'Maribel y la extraña familia', de Zeatrón Teatro.
Escena de ‘Maribel y la extraña familia’, de Zeatrón Teatro.

ACIERTO Y COMICIDAD EN “MARIBEL Y LA EXTRAÑA FAMILIA”, DE ZEATRON TEATRO

La obra, escrita en 1959, muy querida por Mihura como su trabajo más acabado, pues el texto contiene todos y cada uno de los indicios que le señalan como renovador del teatro cómico español, con su facilidad para los juegos semánticos y el enredo, con toques del absurdo (sus obras fueron consideradas precursoras del Teatro del Absurdo). “Maribel y la extraña familia”, es una encantadora comedia de intriga, amable y desenfadada, en la cual los senderos del humor se inclinan por una tendencia al sentimentalismo, pero que denuncia los prejuicios morales y la hipocresía social española de la época, elementos siempre presentes en la dramaturgia de Mihura. En la obra, se plantea una reflexión sobre la condición de la mujer, así como sobre la contraposición entre lo tradicional y lo moderno.

El argumento de la obra se centra en la historia de Maribel es como una flor errante en el jardín de la vida que se gana la vida en el mundo de la prostitución y, por casualidades del destino, cruza caminos con Marcelino, un joven de naturaleza inocente y retraída, que comparte su hogar con su tía Paula y su madre Matilde. Marcelino, completamente enamorado de Maribel, la lleva a su hogar y la presenta a su tía y madre, quienes la reciben con total benevolencia, sin percatarse -en su profunda candidez- de la verdadera ocupación de la joven, cuyo oficio es la de ser cortesana de ciertos suspiros nocturnos.

La representación tuvo un alto nivel.
La representación tuvo un alto nivel.

La obra nos sumerge en un mundo al revés, contrarrestando la rigidez del mundo convencional. La estructura familiar tradicional se vuelve extravagante al desafiar estereotipos y prejuicios. El genuino candor de Marcelino, y la audaz revisión que Mihura realiza de su madre y tía desafían desde su interior la aparente coherencia de la familia patriarcal. En contraposición a esta, Maribel, la joven de la vida nocturna, personifica un orden opuesto que Mihura presenta como una alternativa saludable. Esta subversión de valores en pleno período franquista generó una fuerte adhesión ideológica tanto de la derecha como de la izquierda en apoyo al autor.

Dámaso Giráldez.
Dámaso Giráldez.

La puesta en escena de Dámaso Giráldez, que despliega una escenografía convencional pero bien armada en todos sus elementos artísticos componentes, es atractiva y dinámica. Con ingenio, otorga a los personajes un tratamiento de comedia del absurdo que roza lo caricaturesco, buscando ahondar en la hilaridad y en el espíritu crítico que yace en el corazón de la trama. Alcanza cotas altas en la dirección de actores, logrando que estos actúen como verdaderos profesionales, marcándoles un ritmo vibrante impregnado de inspiración y alegría, una sinfonía de emociones que se percibe desde los primeros compases de la trama.

En la interpretación, todo el elenco respondió con notorio acierto en las ocasiones impulsadas por la risa y la ironía presentes en los ingeniosos diálogos y las disparatadas situaciones. María José Almena (Maribel), derrocha un torrente de talento dando vida a la «prostituta cenicienta». Su destreza interpretativa suaviza las facetas más caricaturescas de la meretriz redimida, infundiendo ternura, cariño y respeto en un personaje que hasta entonces no había conocido tales emociones. Así, logra una evolución del personaje que resulta creíble y conmovedor, como un delicado verso en el corazón de la obra. Jesús Gallero (Marcelino), logra una magnífica caracterización física del empresario burgués, que es un auténtico epítome del pueblerino pudiente. Brilla con gran acierto representando los matices inocentes y pesarosos que encarna, cuestionando así la lógica aparente de la familia patriarcal.

Ana Quintero (Doña Matilde) y Carmen Rodríguez (Doña Paula) ofrecen interpretaciones valiosas, personificando a una madre tiernísima y a una tía simpatiquísima de Marcelino, respectivamente. Ambas, crean un logrado contrapunto, combinando cierto expresionismo candoroso y alegre, lo cual constituye otro gran salto mortal de Mihura que Giráldez sabe plasmar notablemente en escena. Filo Gómez (Rufi), Toñi Granado (Pili), Luisa Casado (Niní) y –la añadida a la obra-Marifé García (Viki) son las garbosas amigas prostitutas de Maribel que le quieren romper el sueño, aunque con buenas intenciones. Interpretan personajes un poco alocados, con una imaginación desbordante, lo cual hace que la narrativa tenga más chispa. Las cuatro actrices, muy graciosas, logran actuaciones espléndidas. Y José Manuel Carmona (Pepe), Román Valadés (Don Luis) -y otros que no hablan- destacan también, con algunos golpes cómicos, sus roles de actores secundarios.

Igualmente que Bodas de sangre” este espectáculo también recibió los aplausos y ¡bravos! encendidos del público.

(Las imágenes de esta información han sido cedidas por las compañías).

(José Manuel Villafaina Muñoz es licenciado en Arte Dramático, actor, director, autor, profesor y crítico teatral, con una trayectoria profesional de más de 50 años).

SOBRE EL AUTOR

José Manuel Villafaina, un profesional integral del teatro, nuevo colaborador de PROPRONews

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