Es uno de los autores teatrales actuales en lengua española más prestigiosos, prolíficos, premiados y representados, dentro y fuera de España. Ha sido, además, hasta su reciente jubilación, un gran gestor cultural, que ha llevado a instituciones como el Teatro López de Ayala de Badajoz, del que ha sido director durante décadas, a las más altas cotas de calidad y compromiso cultural y social. Por si fuera poco, en el ámbito humano Miguel Murillo Gómez es un hombre plenamente comprometido con la sociedad, con la justicia, con las libertades y es, por encima de todo, una gran persona. PROPRONews le dedica, a partir de hoy, dos entrevistas/reportajes, haciendo un balance, bien que provisional -todavía le queda mucho que escribir, que decir y que hacer-, de estas dos facetas suyas, como autor teatral y como gestor y animador cultural, en las que ha alcanzado una excelencia al alcance de muy pocos. Como él mismo dice, el teatro es el territorio de los sueños y él está poseído por él.
Ni los encumbrados extremeños dramaturgos Bartolomé Torres Naharro, padre del teatro español del Renacimiento y preceptista en castellano del teatro europeo, y Manuel Martínez Mediero, gran autor de la arriesgada generación del teatro social vanguardista de finales del franquismo y principios de la democracia, tienen una producción teatral tan abundante y exitosa como Miguel Murillo Gómez. En el currículo de este creador teatral extremeño –que inició su escritura dramática profesionalizada en 1980 y sigue escribiendo hoy día- figuran 110 obras escritas (de gran formato, monólogos, teatro breve, teatro infantil y de calle), de las cuales 30 fueron publicadas y 80 representadas, habiendo recibido importantes premios regionales, nacionales e internacionales. Además, Murillo ha sido el autor que más versiones y obras nuevas de tema grecolatino ha representado en el Festival del Teatro Romano de Mérida.
“Armengol, además del Premio Lope de Vega que recibió en 2002, su montaje y estreno en el Teatro Español de Madrid en 2005 fue un acontecimiento inolvidable”.
Toda una brillante trayectoria de este escritor y hombre de teatro, nacido en Badajoz (1953), maestro de escuela (con estudios universitarios de Psicología), que entró en el teatro por la puerta del movimiento independiente a comienzos del 72 (en el grupo Pequeño Teatro), cuando la ciudad pacense fue sede de inolvidables jornadas teatrales que alentaron la creación del Centro Dramático de Badajoz y el rearme de grupos teatrales independientes y de autores por estrenar, cuando la censura era una amenaza y la clandestinidad armaba sus cuarteles.
MEDIO SIGLO DE TEATRO
De aquel primer entusiasmo de Murillo por el teatro -impulsado por su madre, gran lectora y aficionada- ha pasado medio siglo. De su vida y obra escribí en 1983 en el libro TEXTOS/25 (suplemento de la revista teatral Pipirijaina), que publicó un informe del teatro en Extremadura y las dos primeras obras premiadas de Murillo –El reclinatorio y Columbella– y, después, en la GRAN ENCICLOPEDIA EXTREMEÑA (Tomo VII), en 1992, donde analicé la década 80/90 de su vocación de escritor popular, en un buen momento de recuperación de las libertades y expectativas de cambios profundos de la vida española.
“Actualmente, un dramaturgo es una figura diferente al que hace sesenta años ejercía su trabajo”.
Una década en la que se da a conocer no sólo en su región extremeña natal, donde fueron montadas muchas de sus obras por compañías extremeñas (quizás porque otra de sus facetas importantes fue la implicación de su teatro con la realidad social y cultural de dicha región), sino también en Madrid y otros lugares, que conocieron, asimismo, las citadas obras premiadas.
El gran crítico Moisés Pérez Coterillo refiriéndose a estas obras de Murillo -en cuyos premios participó de jurado- dijo: “Su arriesgadísima propuesta, su irreverente osadía, su saldo de cuentas pendientes con las servidumbres de la religión oficial y su maridaje con el poder, trascienden a tiempo presente una meditación pesimista, agria y violenta, capaz de sacudir con la carga de terror, de alucinación y de locura, que parecen haber sido arrancadas del subconsciente”. En esa década, de feliz auge teatral extremeño, tengo que decir que -desde el Centro Dramático de Badajoz– fui productor, director -y a veces actor- de varias de sus obras.
DIRECTOR DE UN GRAN TEATRO
Murillo se jubiló hace algunos meses, dejando la dirección del Teatro López de Ayala, que detentó con gran acierto durante 26 años, motivo que he aprovechado para conversar con él sobre lo acontecido en esos 50 años de su trabajo, que sabemos que ha sido infatigable, pero muy fecundo, tanto en la escritura dramática como en la organización teatral. Nos citamos en el restaurante Azcona de Badajoz, casualmente el día que falleció el actor Juan Diego, al que recordamos con afecto y admiración, pues en aquel lugar -durante los días del rodaje de Los santos inocentes (1983)- mantuvimos animadas tertulias con él, con Paco Rabal y Mario Camus. Murillo y yo colaboramos, desde el Centro Dramático y Cátedra de Teatro “Torres Naharro” (que entonces dirigía) para facilitar las pruebas de los actores extremeños figurantes en la película.
“Imaginar la escena no es algo que se pueda desarrollar con horario de funcionario, sino que está en nuestro interior permanentemente”.
PREGUNTA.- ¿Cómo te ha tratado el sistema de producción teatral todos estos años?
RESPUESTA.- En general, bien. Existe la creencia, que difunden las propias compañías, de que trabajar conmigo es fácil, porque me adapto a las realidades de cada producción y considero mis textos como “pretextos” que tienen su culminación sobre la escena. Esto me ha llevado a trabajar estrechamente con directores y directoras, incluso con actores y actrices que conozco bien y sé cómo se adaptan a mis textos. Creo que nunca he puesto condiciones severas en lo económico ni en lo artístico, sabiendo exactamente las características de cada producción. Por eso puedo asegurar haber trabajado con todas las productoras extremeñas. Y salvo algún pequeño error, siempre han respetado mis propuestas.
De Murillo sé, por muchos artistas, que siempre se ha involucrado plenamente en las obras o proyectos que le solicitan. Y sé también, porque hemos estado juntos en varios de ellos, que su posición, cuando alguien se ha interesado por su trabajo, ha sido como la de un principiante, recibiéndola con el entusiasmo de un novel, lo que prueba su humildad. Lógicamente, en el desarrollo de esos proyectos ha utilizado la experiencia adquirida. Pero le daba igual que quien solicitase el proyecto fuera un profesional consolidado, un grupo aficionado, una asociación etc. Murillo es un hombre abierto, afable, con cierto halo de nobleza. Desde que lo conocí en 1980 -estando yo de presidente y jurado del premio Torres Naharro, que ganó- he leído la mayoría de sus obras y he asistido a casi todas sus representaciones.
GRANDES LOGROS ARTÍSTICOS
P.- De tantas obras estrenadas ¿cuáles consideras que han sido logros artísticos, emblemáticas puestas en escena que han tenido una mayor repercusión?
R.- Recuerdo especialmente El reclinatorio, montado por José L. Alonso de Santos (director que este año recibirá el premio MAX de Honor de las Artes Escénicas) y su gira posterior del Centro Dramático y Teatro Libre, que fueron decisivos para iniciar una carrera profesional. O Golfus de Emérita Augusta, en colaboración con José L. Alonso de Santos, Ramón Ballesteros y Villafaina, que fue mi primer montaje en el Festival de Teatro Clásico de Mérida. O Perfume de mimosas, realizado por Suripanta Teatro y dirigido por Etelvino Vázquez, que traspasó las fronteras de Extremadura y España, y llegó a América. Muchos definen esta obra como un escalón imprescindible para el impulso de la dramaturgia y el teatro extremeño; en el Festival de Caracas le concedieron el Premio Juana Sujo. O Armengol, que además del Premio Lope de Vega que recibió en 2002, su montaje y estreno en el Teatro Español de Madrid en 2005 fue un acontecimiento inolvidable. Y por su incidencia en el desarrollo constante del teatro extremeño, debo nombrar La clase de matemáticas, incluida en el espectáculo didáctico El recreo, que recorrió Extremadura durante muchos años, en el extraordinario Plan de Acción Teatral Educativo que tú impulsaste, trabajaste y lograste hacer realidad por todos los pueblos extremeños.
De las muchas obras representadas de Murillo hice la crítica teatral en varios medios. En su mayoría, los comentarios fueron favorables, la calidad de los espectáculos era evidente. De Armengol dije: “… Es un drama de realismo crítico construido sobre una base de hechos reales que está en la línea de Perfume de Mimosas, con una estética brillante -repleta de imágenes y sensaciones, de acotaciones llenas de simbolismo y complejidad, con calidad en los diálogos y con autenticidad en el retrato de los personajes-, que remite a unas coordenadas impresionistas del teatro, que amalgaman el realismo social de Sastre, el realismo simbólico de Buero y el realismo poético de Gala. Pero que supone un realismo crítico más directo que el de las obras de estos autores, que en su época evidenciaban ideológicamente que se habían quedado dentro de los límites permitidos o que habían consentido modificaciones para alcanzar el escenario” (PERIÓDICO EXTREMADURA, 16-02-2006). Y destaqué el montaje de Esteve Ferrer y la actuación de Pepe Viyuela y las de los actores extremeños José Vicente Moirón y Simón Ferrero.
GRANDES ÉXITOS EN MÉRIDA
En el Festival de Teatro Clásico de Mérida las versiones y obras nuevas de Murillo de tema grecolatino, en varias ediciones de los últimos años, han resultado ser las más destacadas y exitosas del programa. Pongo un par de ejemplos: Edipo Rey e Hipatia de Alejandría. En la primera, “La versión resultante se decantó más por la fiel y depurada trasposición de la obra original, influenciada por el director irlandés, que considera los conflictos expuestos en el drama universal de altura teológica y profundidad moral (planteados por Sófocles) que están presentes, ya que los esquemas ancestrales de comportamiento humano -con su fragilidad ante la inexorabilidad del destino- siguen operando por los siglos de los siglos. En fin, una versión que amalgama parte de ambas propuestas, muy lograda por Murillo, con su admirable sello poético. En el espectáculo, Denis Rafter nos muestra la estructurada línea clásica de puesta en escena que vimos en Ayax (otro éxito de Murillo), de sobriedad y belleza característica de la tragedia, que aprovecha plenamente el espacio romano. Y en la interpretación, todo el elenco de Teatro del Noctámbulo estuvo espléndido, pero la estrella fue José Vicente Moirón (Edipo) que realiza una insuperable exhibición de sus recursos dramáticos -suscitando el «temor y la compasión» trágica, que dice Aristóteles-” (Revista Internacional de Teatro ARTEZ-BLAI, 24-08-2014).
En la segunda, “… El texto de Murillo, inspirado en el libro sobre Hipatia de la polaca María C. Dzielska (en donde feministas actuales han visto en el personaje un símbolo del ocaso de la cultura clásica y de la libertad sexual) y otras fuentes, logra desde el preámbulo hacer brillar la memoria del personaje y su sabiduría abrazada al pensamiento y la concordia. Murillo consigue un enfoque histórico bastante verosímil en todas las situaciones teatrales -donde hay personajes históricos y personajes recreados- con un lenguaje culto, profundo -sobre todo en el coro de «planetas errantes»- y altamente poético” (PROPRONEWS,02-09-2021). El espectáculo, que fue montado por la compañía cacereña Amarillo Producciones, recibió diariamente los más encendidos aplausos del Festival.
De Murillo recuerdo gratamente –en el primer lustro de los 80- su apoyo a mi proyecto “Infraestructura Teatral para Extremadura”, en el que estuvo implicado en la creación de algunas piezas teatrales, que laboramos juntos, para montarlas con mis alumnos de la Cátedra Torres Naharro. Dos de ellas, El aparato y El candidato, fueron obras de un lenguaje irónico, rompedor y combativo. La primera fustigaba la realidad cultural del momento (etapa de UCD), en un discurso sobre la libertad sin adjetivos y con claras alusiones al desconcierto en que estaban sumidos los jerarcas culturales. Una sátira transparente de una cultura burocratizada por la vía de la retórica, con símbolos obvios, como una misma cama para el Arte y el Poder, donde celebraban su orgía, que era como una premonición del desmoronamiento de aquel aparato político extremeño. La segunda ridiculizaba a un extraño personaje (que en varias versiones uno de ellos era Tejero, después del golpe) que se presentaba a las elecciones del país. Interpreté a este personaje, que daba mítines en todos los sitios. En una Escuela de Verano de Profesores de Cáceres, los expelía en las clases, en el comedor, en los dormitorios por la madrugada, en los urinarios y duchas de las maestras…, perseguido por enfermeros del manicomio.
RÁPIDA EVOLUCIÓN
P.- Con la perspectiva de tantos años dedicados al teatro, ¿cómo has visto la evolución o involución de la escritura dramática en España y en Extremadura desde la irrupción democrática?
R.- El teatro, como cualquier arte, evoluciona rápidamente. A los criterios que se quedan desfasados (interpretación, dirección, técnica, públicos) se unen aspectos que marcan el paso de los años. Actualmente un dramaturgo es una figura diferente al que hace sesenta años ejercía su trabajo. La corriente que considera el texto, la palabra, como un elemento más del hecho teatral se ha impuesto. Es algo que debemos aceptar, porque aporta mucha riqueza a los montajes, crea trabajo en equipo, adecúa medios y elementos para las puestas en escena y, sobre todo, permite al escritor integrarse en ese hecho teatral. A comienzos de los años ochenta sí existían cursos, premios, certámenes etc., que tenían como objetivo formar o encontrar autores y autoras de teatro. La nómina de la última generación de autores y autoras del Teatro Independiente estaba agotada y hacía falta renovar la escritura teatral. Surgieron nombres nuevos y propuestas nuevas (muchos son ya también considerados clásicos como José L. Alonso de Santos, Fermín Cabal, Paloma Pedrero, etc.). En Extremadura había certámenes como el Premio Torres Naharro, el Premio Diego Sánchez de Badajoz, el Premio Constitución y otros de teatro infantil, que dieron muy buen resultado y aportaron nuevos nombres a la escritura teatral. Lamentablemente, poco a poco todos estos certámenes fueron desapareciendo. Lo que sí ha evolucionado desde el inicio del proceso democrático es la incorporación de la mujer como autora teatral. En premios como el Calderón de la Barca, Tirso de Molina o Lope de Vega, las mujeres han sido ganadoras en muchas convocatorias. Actualmente, la lista de autoras es, afortunadamente, tanto en España como en Extremadura, digna de ser tenida en cuenta.
P.- ¿Pero, concretamente, qué crees que ha cambiado en las artes escénicas, qué diferencias existen hoy con el teatro, desde que comenzó tu andadura teatral? ¿Qué hemos perdido y que hemos ganado que en tu opinión es fundamental?
R.- Ha cambiado todo. De aquellos inicios del teatro independiente sin medios, a poder llegar a tener un Plan de Infraestructuras Teatrales tan adelantado como el que tú desarrollaste (para qué me voy a andar con tonterías, Pepe Villafaina) que, por desgracia, en todas sus fases no pudo ser realidad, dada la miopía de muchos políticos culturales. De aquellos inicios sin futuro, a disponer hoy de Festivales de Teatro Grecolatino, Festivales de Teatro del Siglo de Oro, Festivales de Teatro Contemporáneo. Una Ley de las Artes Escénicas de Extremadura que, con sus aciertos y errores (el tema de los autores está tratado con carencia), permite estabilidad para el sector. De llamarnos grupos de teatro, a denominarnos empresas culturales. De no tener casi nada, a disponer de un plantel de actores, actrices, directores, directoras, técnicos, que pueden perfectamente desarrollar su trabajo en cualquier lugar dentro y fuera de Extremadura con notables éxitos. Quizás hayamos perdido frescura, capacidad de improvisación, nivel de creatividad, que caracterizaba a aquellos cómicos de antaño. Pero hemos ganado lugar en la sociedad, presencia, consideración y público. Hoy las cifras de representaciones y asistencia de público son muy positivas. Hemos ganado un sector y sería impensable concebir Extremadura sin su teatro, su danza o su circo, sin sus Artes Escénicas.
EL TERRITORIO DE LOS SUEÑOS
P.- ¿Has aprendido mucho de los sueños y miserias de la gente que se dedica al teatro, de esa gente que no separa entre vida y trabajo porque es lo mismo?
R.- El Teatro es el territorio de los sueños; los sueños son su materia prima y quienes a ello se dedican están poseídos por esos sueños. Imaginar la escena no es algo que se pueda desarrollar con horario de funcionario, sino que está en nuestro interior permanentemente. A ello hay que añadir las aspiraciones, esos sueños que todo artista alimenta y que no puede separar de su vida. Al igual que las miserias. Recuerdo etapas junto a compañeros y compañeras, que eran muy duras, en las que las miserias parecían acabar con cualquier aspiración. Creo que he vivido junto a compañeros como José Manuel Villafaina, Javier Leoni, Eugenio Amaya y otros, momentos de extrema dificultad, más propios de los cómicos de la legua que de gestores culturales del siglo XX-XXI. Aquellas giras por pueblos y caminos intransitables, aquella incertidumbre a la hora de pagar gastos, aquel tirar de imaginación para paliar en la escena lo que no alcanzaba el presupuesto… Pero he de decir que, por encima de todo, aprendí que los sueños superaban las dificultades. Y que la vida de un cómico es la distancia entre sueño y miseria.
P.- ¿Hacia dónde va el teatro en la sociedad que hoy vivimos?
R.- Debería ir hacia donde ha ido siempre, hacia el público. Es posible que el acceso al público, a pesar de las cifras, esté obstaculizado por diversas barreras: internet, series de televisión, opciones de ocio diferentes a las de hace cincuenta años, etc. El público joven es reacio, a pesar de conocer el teatro desde la escuela, a acudir a representaciones teatrales, sobre todo el universitario. Creo que el Teatro debe recorrer ese camino, ofrecer algo que interese a ese público. De lo contrario, corremos el peligro de servir a un sector de la sociedad de mayor edad que, poco a poco, es ley de vida, irá siendo menor. Y si no hay renovación, el Teatro acabará como acabaron otros espectáculos, la zarzuela o la revista, como muestra de museo. Tenemos que insistir en las campañas teatrales para niños y jóvenes, en estar en los medios de comunicación y redes sociales, en buscar e incentivar proyectos que interesen y lleguen a la realidad social. Tenemos que salir fuera, ver qué se hace en otros lugares del mundo, modificar estructuras añejas como las que sostienen a determinados festivales o teatros públicos, renovar a responsables y gestores etc.
P.- ¿En qué proyectos teatrales estás trabajando ahora que gozas de la jubilación?
R.- Como he respondido antes, teatro y vida son inseparables. Da igual estar en activo o jubilado. Trabajo actualmente en varios proyectos, uno de ellos no lo puedo desvelar, porque así me lo han pedido; otro es el inminente estreno, por parte de una compañía de León, de mi última obra El gran Prieto. Se trata de una farsa en la que analizo, desde la perspectiva de un tipo que ve cómo la política es una salida para su vida, los gozos y sombras de una realidad como la española, que encumbra a personajes que en cualquier razonamiento lógico nunca estarían donde están. Creo que la realidad supera a mi ficción y, mientras escribía esa obra, no dejaban de florecer nombres: primos de presidentas, duques de feria (y de Feria), Bigotes, Albondiguillas…
(Próximo capítulo: Miguel Murillo, gran gestor cultural de Extremadura).
(José Manuel Villafaina Muñoz es licenciado en Arte Dramático, actor, director, autor, profesor y crítico teatral, con una trayectoria profesional de más de 50 años).
SOBRE EL AUTOR
José Manuel Villafaina, un profesional integral del teatro, nuevo colaborador de PROPRONews
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