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Extremadura, última colonia teatral del país otra vez (y 3)

La nefasta evolución de la gestión del Festival de Teatro de Mérida hasta la vergonzante prórroga por otro año al actual adjudicatario, Jesús Cimarro, pone de manifiesto la ceguera de los gobernantes extremeños

La etapa extremeña de última colonia teatral del país protagonizada por José Monleón, director del Festival durante 6 años en sus inicios (apoyada por la política centralista de José M. Garrido desde el Ministerio de Cultura), dejó mucha frustración en el revuelto mundillo teatral extremeño, que no consiguió participar con producciones en el Festival. Se advirtió en los clamores que empezaron a sonar en aquellas reuniones que mantenía en la finca La Orden el presidente Rodríguez Ibarra con los teatristas extremeños, que me figuro no le dejarían indiferente. Pero luego, salvo breves paréntesis, la situación empeoró hasta el estado actual con Cimarro al frente.

Badajoz, Mérida.-

Las críticas en sus últimos tres años, tanto en los medios como en el Teatro Romano, eran persistentes. En los corrillos teatrales del Peristilo -entre los extremeños- se comentaban ciertos pasquines con estas ingeniosas coplillas “anónimas” (publicadas en el número del Diario de Badajoz y Mérida):

De la Emérita hizo cueva

covacha para un ratón

Monleón

Bocaza abrió de animal

para inventar Festival

de ratón

Monleón

Rugido dio de gran fiera

para que el mundo le oyera

al león y al ratón

Monleón

Cagada de mosca hizo

y cagado se deshizo

de todo lo precedente

por ratón

y por melón

no por león

Monleón”.

José Manuel Villafaina Muñoz.
José Manuel Villafaina Muñoz.

El presidente de la Junta, que también lo era del Patronato (y ha sido hasta ahora el único que dialogó con los artistas extremeños para impulsar las actividades del teatro en la región, pues Monago y Vara sólo se han reunido con Cimarro), aceptó la ceñuda “dimisión” de Monleón, proponiendo en el Patronato echar mano de extremeños para la dirección artística del evento. Sin embargo, los consejeros no acertaron bien con los extremeños elegidos, pues el Festival, desde Monleón hasta Cimarro, transitó con muchos palos de ciego en su organización y demasiados despropósitos en los espectáculos. Salvando a Manuel Canseco -en su primer año- y a Francisco Carrillo -en su último año- que fueron algo más coherentes con la programación clásica, pero que duraron dos ediciones cada uno, una dirección del Festival -chusquera y oportunista de “asesores” teatrales encumbrados en el libro de actas del I Congreso de Escritores Extremeños por Martín Tamayo durante su mandato de consejero de cultura de UCD- vivió el triste panorama de haber perdido la brújula del teatro clásico. Mayormente, en el aficionado Jorge Márquez (auxiliar administrativo de la Diputación pacense) que, tras una larga fase de teatro más o menos comercial de disparidades en la calidad de espectáculos y actos de la empresa Espectáculos Ibéricos, inició una etapa de insoportable “erudición” que acabó con la muerte de las grandes tragedias y comedias del teatro grecolatino y acumulando deudas al Patronato “que algunas fuentes situaron en medio millón de euros” (HOY, 22-10-2014)). Y peor aún, en la etapa de actuaciones -llenas de contradicciones y tropiezos donde oscuros intereses coexistían en juego- de Paco Suárez (otro aficionado, empleado de correos), que sonrojaba en las cuentas del Festival (angustiado por el embargo económico hecho desde algunas compañías teatrales participantes y por la intervención del Tribunal de Cuentas).


Extremadura tiene aprendices de brujo que llegan al teatro por las urgencias de esa fauna culebrera de trepas, pelotas y chivatos difícil de erradicar.


EL HUNDIMIENTO

Este último, Suárez, que terminó hundiendo el evento con incongruencias, como la inauguración con un tablao flamenco y la clausura con una obra del Siglo de Oro, había reaparecido en el Festival de la primera legislatura del presidente Fernández Vara de la mano de su amigo Antonio Pacheco (jefe de gabinete en la Consejería de Cultura, que se jactaba de haber sido gerente del Festival con Monleón), asegurando a los nuevos miembros del Patronato -vacío ya de asesores teatrales- que la “experiencia” de Suárez permitiría que el evento fuese “el mejor del mundo en sentido grecolatino” (EXTREMADURA, 6-11-2007). Sin embargo, la programación de sus tres años (2008-2010) de propuestas artísticas bajo el título de “Esencias Grecolatinas” -manifestadas en entrevistas- no justificó nunca la realidad de lo que luego sucedía en los escenarios. Todos fueron enredos que dejaron claro que a Vara y a su consejera de Cultura, Leonor Flores, les colaron goles -o vete tú a saber- por delante y por detrás de la portería y que Extremadura tiene aprendices de brujo que llegan al teatro por las urgencias de esa fauna culebrera de trepas, pelotas y chivatos difícil de erradicar. Fue una etapa fatal de funcionamiento artístico y que también dejó las sospechas de un fondo sin fondo de algunos negocios redondos, en un Centro de Producción público inventado por Suárez, tras descubrirse -cuando entró a gobernar el PP en 2013- una deuda de más de cuatro millones de euros, sobre la que el Tribunal de Cuentas está investigando todavía (HOY, 7-1-2018).

Durante esa legislatura el senador -y actor extremeño- Paolo de Atalaya (PP) acusó al Festival en la Cámara Alta de presuntas irregularidades económicas, enchufismo y falsificación de documentos públicos, atacando a Suárez. Por mi parte, en la revista internacional ARTEZ-BLAI (y en otros medios) escribí un severo artículo: “EL FESTIVAL Y LA METEDURA DE PATA DEL CABALLO DE ATILA”, cuestionando a este responsable del evento su forma marrullera y fanfarrona de organizar (se había cargado las producciones extremeñas que el presidente Rodríguez Ibarra había recomendado recuperar después de salir Monleón) y su condición embustera de querer hacerse el panegírico con un falso currículo de su trayectoria. Suárez fue destituido “de facto” en 2014 por la consejera Manuela Holgado (sustituta de Flores). Tras su cese, reconoció públicamente el fracaso de su última edición, culpando vana y ridículamente a los responsables de Cultura de la Junta de que habían manipulado sus ideas. “No me han dejado hacer la programación que yo quería, porque les salió un grano en el culo, yo”, dijo (EXTREMADURA, 23/10/2010). Un embrollo más que dejaba mucho que desear (¡no solo por asqueroso!), pues Suárez -que en ningún momento pidió la dimisión de su cargo- había ensalzado su edición hasta el final, precisando que la clausura, con “El avaro” de Moliere, era un “broche de oro”.

El avaro, de Moliere, obra improcedente en el Festival.
El avaro, de Moliere, obra improcedente en el Festival.

Tras este panorama desolador del teatro clásico y del agujero negro dejado en las etapas de los extremeños Jorge Márquez y Francisco Suárez, el Patronato de Fernández Vara buscó un director conocido de la escena nacional, siendo la actriz Blanca Portillo, en colaboración con la productora teatral Chusa Martín (adjunta) quienes asumieron la responsabilidad del Festival 2011, afrontando recortes en el presupuesto y tajantes demandas por parte de críticos y artistas extremeños, que habían sugerido públicamente un sistema de buenas prácticas para elegir director por concurso de méritos y un proyecto convincente (argumentos que fueron incumplidos) y, también, clarividencia en las recreaciones grecolatinas “que deberían estar alejadas de operaciones de mercado y comprometidas con la creación”, precisando, por otra parte, la participación de compañías teatrales extremeñas. La edición de la Portillo, que fue a la vez la de su debut y la de su adiós, tuvo muchos problemas organizativos y económicos. El nombramiento se inició en 2010 con Vara, pero la inauguración del Festival se hizo con el gobierno del PP de Monago Terraza, partido ganador en las autonómicas de 2011.

Esto supuso una dificultad, pero lo peor fue que la actriz tuvo que trabajar la crisis del momento con ambos gobiernos. Desde el principio aguantó impedimentos en el planteamiento que le hicieron de una realidad económica y estructural que resultó no ser cierta. Y en la gestión aparecieron irregularidades antiguas que indignaron a las frustradas directoras, ya que no tenían certeza alguna del dinero con el que contaban para programar. «No podíamos gestionar el presupuesto, no teníamos firma legal, desconocíamos los mecanismos económicos y se nos negaba sistemáticamente la situación real«, manifestaron en los medios Portillo y Martín, tras haber decidido no seguir en el cargo al año siguiente (algo que alivió a un PP que no sentía simpatía ni por la actriz ni por la productora, elegidas por el PSOE). No obstante, su programación grecolatina, que dedicaron “al universo femenino”, austera y con considerable participación de extremeños, resultó digna pese a la crisis. Terminada su gestión, Portillo achacó por igual al PP y PSOE la oscuridad de los despachos y los errores: “Todos, los del anterior gobierno y los del actual, lo sabían. No ha podido pillarles de sorpresa y nadie lo destapó” (EL PAIS, 4-1-2012). Las irregularidades descubiertas llevaron al incoamiento de cinco procedimientos penales en tres juzgados de primera instancia de Mérida, tras una primera denuncia presentada por la nueva gerencia del Festival en mayo de 2012.


Se descubrió una deuda de más de cuatro millones de euros, sobre la que el Tribunal de Cuentas está investigando todavía.


LLEGA CIMARRO

En el segundo año del gobierno del PP se hizo cargo del Festival Jesús Cimarro, elegido igualmente a dedo que los anteriores nombrados por el PSOE. Tengo que decir que en 2012 se dio la crisis cultural más brutal que hemos conocido en democracia. Aunque en el sector del teatro empezó tres años antes, con Fernández Vara incapaz de consolidar un Plan Director de las Artes Escénicas de Extremadura. En su último año, 2011, falto de diálogo y con las normativas prometidas paralizadas, se produjo la gran decepción, que dio lugar a una manifestación en Mérida de un centenar de artistas extremeños pidiendo la dimisión de la consejera Manuela Holgado. “No al tijeretazo a la cultura”, era la frase del cartel que portaban los artistas manifestados ante las puertas de la consejería de Cultura.

Con el cambio de gobierno, se esperaba de los responsables culturales del PP una declaración de lo que sería su política teatral, que no se hizo. El primer año de su mandato, sólo anunciaron el déficit económico que sufrían y, sin reunirse con los sectores de las artes escénicas, suprimieron partidas presupuestarias de las actividades, cargándose compañías teatrales que funcionaban con precariedad.

Monago y los suyos avalaron a Cimarro. Todo un dedazo multimillonario.
Monago y los suyos avalaron a Cimarro. Todo un dedazo multimillonario.

Ante la situación, el colectivo profesional de artistas sumido en la confusión por el vacío teatral (habían suprimido la Muestra de las Artes Escénicas de Extremadura) y en la desesperación por impagos de actividades realizadas -arrastrados de la anterior legislatura-, que cotejados con un hecho paradójico de despilfarro sucedido en el Festival de Mérida, concretamente la ceremonia de los Premios Ceres (un derroche de alrededor de un millón de euros sólo en dos horas de una noche, que suponía el triple del presupuesto asignado a las ayudas a la producción y distribución teatral de toda la Comunidad, más los otros millones de las tres galas siguientes), hizo que volvieran a unir las fuerzas para, en septiembre de 2012, solicitar una entrevista a la consejera Trinidad Nogales, con el fin de conocer su política cultural. Entrevista que no fue concedida y, por ello, sonó la alarma en el colectivo, que decidió crear un Foro de las Artes Escénicas reivindicativo, para exponer la situación en la Asamblea de Extremadura.

Una situación lamentable que los miembros del Foro examinaron en una mesa de trabajo, llegando a la conclusión de que los garantes de la política cultural del PP extremeño carecían de soluciones adecuadas para los problemas que atravesaban las Artes Escénicas. En la consejería de Cultura el inconveniente provenía de que su Centro Dramático estaba dirigido por gente no profesionalizada. No se creyó, pues, que en los puestos de las Artes Escénicas extremeñas estuviesen “los mejores” (como cacareaba el PP de sus cargos). Y tal vez por eso se cometieron errores como los Premios Ceres, ocurrencia del Gobierno de Monago, que señalaba por dónde caminaba la cultura extremeña en esos momentos.


El senador -y actor extremeño- Paolo de Atalaya (PP) acusó al Festival en la Cámara Alta de presuntas irregularidades económicas, enchufismo y falsificación de documentos públicos, atacando a Suárez.


En 2013, el Foro, que había estudiado los criterios de distribución de los presupuestos de la Consejería de Cultura, detectando la falta de transparencia en partidas donde figuraban cantidades sin definir (pues se creía que había dinero, pero que estaba administrado con bastante desconocimiento sobre la prioridad que tienen vitales actividades teatrales, tanto por el trabajo que desarrollan los creadores extremeños, como por el rendimiento cultural para la Comunidad), se presentó en la tribuna de la Comisión de Cultura de la Asamblea con su crítica y una tabla de reivindicaciones (recuerdo que colaboré en su redacción junto a la actriz y presidenta del Foro, Concha Rodríguez, y otros), solicitando una reunión -con la mejor intención de lograr un nuevo horizonte teatral hacia el que avanzar- con el presidente Monago para conocer su política cultural y razonarla, junto a las demandas teatrales más prioritarias de aquellos momentos de crisis, recordando que durante los primeros años del Gobierno del PSOE, el presidente Rodríguez Ibarra mantuvo periódicas reuniones con el sector teatral (en la finca autonómica de La Orden), lográndose en ellas consolidar las bases de una infraestructura teatral para Extremadura.

MONAGO DICE NO

Monago no concedió aquella entrevista. Si bien, fue Trinidad Nogales quien a los pocos meses se reunió con Concha Rodríguez y dos portavoces de las compañías extremeñas. En la reunión, la consejera, que se presentó acompañada de Cimarro (toda una sorpresa para los artistas extremeños), tras expresar su enfado por la comparecencia del Foro en la Asamblea, tan sólo puso algunos parches -nada convincentes- a la solución de las reivindicaciones. Pero el hecho significativo del empresario teatral foráneo, hablando en la reunión de su buen hacer y asesorando (“el Foro no debe darle voz a la consejera, pues la única relación que tiene que tener la administración es con las empresas”, dijo), dejaba mucho que desear para quienes conocen la historia del teatro extremeño desde la irrupción democrática. Este hecho, a todos hizo pensar que Extremadura volvía a ser -como en la época PSOE con Monleón y Atanet– la última colonia teatral del país.

La pantomima del cheque y del superávit.
La pantomima del cheque y del superávit.

Indudablemente, la actividad teatral del PP estaba centrada en el Festival de Mérida, al conjuro de un acuerdo económico entre Monago y Cimarro, que pretendía saldar la deuda de la gestión anterior del PSOE. Un solapado acuerdo del que solamente dieron a conocer con embrollada pantomima triunfalista -a través de una foto ridícula- la entrega, cada año, de un cheque por el importe de un supuesto superávit, que para los medios que investigaron el asunto -como PROPRONEWS en varios artículos- era un engaño y suponía una burla a los contribuyentes extremeños y españoles.

VUELVE EL PSOE Y SIGUE CIMARRO

En 2016, el Patronato vuelve a estar presidido por Fernández Vara (que resurge en las urnas de 2015). En ese año, el presidente del PSOE que había asumido además las responsabilidades culturales en la Junta y, supuestamente, había reflexionado sobre la involución teatral producida en el evento emeritense durante su anterior gobierno de 2008-2011 y, también, sobre la bochornosa etapa 2012-2015 del PP/Monago, desatada por el montaje de Cimarro con los Premios Ceres, causantes de agravio e indignación tanto a artistas como al público extremeño más concienciado, y considerando que los ecos de protesta de estos habían sido apoyados públicamente por el portavoz del PSOE, Santos Jorna (tachando de “vergüenza indecente” la gala) y el gasto altísimo en tiempo de crisis, con cierto comedimiento, suprimió los premios. Pero mantuvo a Cimarro en la dirección del Festival, tal vez valuando su capacidad de producir espectáculos -siendo ignorante de la calidad de estos- y, máxime, por su influencia en un sector del actual panorama teatral del país (en el cachondeo de cultureta teatral de intereses de los Premios Ceres, algunos conocidos artistas de “derecha” y de “izquierda”, contratados en espectáculos de su empresa privada y descaradamente premiados, obviamente agradecidos, siempre proponían a las autoridades extremeñas su continuidad al frente del Festival).


Críticos y artistas extremeños habían sugerido públicamente un sistema de buenas prácticas para elegir director por concurso de méritos y un proyecto convincente, argumentos que fueron incumplidos.


Lo cuestionable, es que el astuto empresario vasco/madrileño, hasta el momento, ha seguido programando en Mérida -con mucho presupuesto y la misma desfachatez comercial- esos espectáculos de consumo veraniego para espectadores del famoseo patrio que nada o muy poco tienen que ver con los procesos de creación, expresión, comunicación y recepción del festival grecolatino, como expliqué en mi artículo Las producciones de Cimarro en el Festival de Mérida, una estafa estética en PROPRONews.

Con Cimarro, desde hace 8 años se vienen repitiendo molestas contradicciones inexplicablemente consentidas por los políticos culturales que hacen que Mérida se haya convertido en un evento irrespetuoso con su esencia histórica y con el espacio donde se desarrolla el Festival. Este último año de confusos estrenos teatrales, en el que no han valorado el hecho dramático grecolatino en cinco de los nueve espectáculos representados, siendo algunos de escandalosa falta de calidad (como el estrellado espectáculo estrella «Metamorfosis«, protagonizado por Concha Velasco, o el populachero «Dionisio» de Rafael Amargo), que han hecho que el prestigio del Festival se resienta un año más. Y que además, se haya producido un hecho insólito de prepotencia y ridiculez por parte de Cimarro, F. Vara y el alcalde de Mérida Antonio Rodríguez Osuna, que echando las campanas al vuelo -en sus ruedas de prensa- han calificado la edición como un modelo de «excelencia» (la consejera de cultura Nuria Flores y la directora de las Artes Escénicas Toni Álvarez, presentes en las actividades no dijeron ni pío) y, por ello, se han concedido a sí mismo -descaradamente- la Medalla de Extremadura, prorrogando un año más la dirección del evento a Cimarro en su peor momento ético, cuando la mesa de contratación de un nuevo contrato de dirección por cuatro años más (15 millones de euros) está suspendida y el concurso está parado a causa de los recursos presentados por otras empresas del sector, por sospechas de favoritismo en favor de Cimarro. Todo ello, confirman la estupidez de un evento insostenible en esta Extremadura, última colonia teatral del país otra vez, que ha culminado con la entrega al empresario vasco-madrileño del máximo galardón de la Comunidad en el Teatro Romano.

El Dionisio de Amargo, otro espectáculo totalmente improcedente.
El Dionisio de Amargo, otro espectáculo totalmente improcedente.

(José Manuel Villafaina Muñoz es licenciado en Arte Dramático, actor, director, autor, profesor y crítico teatral, con una trayectoria profesional de más de 50 años).

SOBRE EL AUTOR

José Manuel Villafaina, un profesional integral del teatro, nuevo colaborador de PROPRONews

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