En estos momentos que tanto se discute sobre la robotización, la inteligencia artificial y su papel en el futuro, es necesario hacer alguna reflexión sobre los trabajadores de la salud., los médicos, los enfermeros, los auxiliares… y. por supuesto, también los maestros. Sin duda alguna, tanto los trabajadores de la salud como los de la educación son, en general, personas de gran valor y entrega, porque trabajan en dos áreas particularmente sensibles para las personas, las familias y la sociedad. Estas no son profesiones para hacerse ricos, sino para servir a las personas y a la sociedad, aunque desde cualquier profesión u oficio se puede servir a las personas y a la sociedad, dependiendo de si se desempeñan para servir o para servirse.
Uppsala (Suecia).-
En primer lugar, me referiré, con todo respeto, a los trabajadores y trabajadoras de la salud.
No todos sabemos de salud, pero todos sabemos de enfermedades. Tanto para nosotros como para nuestros allegados, no hay manera de obviar la atención médica para resolver o, al menos, mejorar los problemas de salud, desde los más sencillos o leves hasta los muy complejos. Ya en la actualidad, en un proceso acelerado actualmente en gran medida por la pandemia, parte de las consultas o atenciones médicas son por teléfono o por videollamadas.
El trabajador de la salud que “atiende” a sus pacientes sin ni siquiera verlos en persona, y actuando casi como un robot humano, viendo siempre no al paciente sino la pantalla de su computadora, y que hace las valoraciones mecánicamente, sin preocuparse por generar ni la más mínima empatía con el paciente, puede y será fácilmente sustituido por robots e Inteligencia Artificial (IA).
El trabajador de la salud que, por supuesto, se apoya en la mayor cantidad y calidad de medios tecnológicos, pero que genera empatía con sus pacientes, que les da una eficiente atención médica, pero sobre todo calor y trato humano, ese jamás podrá ser sustituido por robots.
Yo que, desafortunadamente, con mucha frecuencia tengo que visitar hospitales o clínicas por razones particulares de salud, y que soy atendido por una diversidad de personal (desde camilleros, enfermeras y enfermeros, hasta especialistas), valoro en cada caso los que, al menos a mi criterio, serían fácilmente sustituidos por robots y los insustituibles. La gran diferencia son los valores y la calidad y la calidez humana, que no tienen ni tendrán nunca los robots.
En segundo lugar, tengo que hablar de los maestros y profesores.
Los maestros que, presencial o virtualmente, solo repiten contenidos, muchos de los cuales podrían ser ya obsoletos, o que, aun siendo actualizados, representan apenas una ínfima cantidad del total de cada materia y que podrían, al menos parte de ellos, volverse obsoletos en corto plazo; que no tienen en cuenta las potencialidades y limitaciones de sus estudiantes, sino que tratan como iguales a quienes no lo son, esos docentes podrían ser fácilmente sustituidos por las más amplias y diversas opciones de aprendizaje que existen usando las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC).
El trabajador de la salud o el profesor que, aun apoyándose en medios tecnológicos, dan calor y trato humano a los pacientes y a los alumnos, jamás podrán ser sustituidos por robots.
Pero los maestros que se apoyan y sacan el máximo provecho a las TIC para convertirlas en TAC (Tecnologías para el Aprendizaje y el Conocimiento), que son facilitadores del aprendizaje, de la creatividad, que son motivadores, constructores de esperanzas, guías, mentores, que respetan y promueven el respeto de los estudiantes a todo ser humano indistintamente de su raza, preferencia sexual, credo o ideología, sus condiciones físicas y/o emocionales, el respeto a la naturaleza de la cual el ser humano es parte y no dueño, y peor aún, algunas veces destructor de la misma; que promueven valores, empatía y relaciones y trabajo de equipo presencial y virtual; que ayudan a unos y otros a descubrir y desarrollar sus potencialidades y a superar sus debilidades, a ver los problemas como retos y a aprovechar las oportunidades existentes sin dejar de buscar o desarrollar otras; que promueven el desarrollo individual, pero no para la individualidad sino para la colectividad, para la familia, para la comunidad, para la sociedad. Maestros cuya principal preocupación no es cumplir horarios y programas, sino llenar, o al menos atender, las necesidades, expectativas y aspiraciones de sus estudiantes (no materiales, por supuesto, sino intelectuales y emocionales), estos maestros no son ni podrán ser sustituidos por la inteligencia artificial, por la internet ni por la robótica. Esos son los insustituibles y hay que darles todo el apoyo y valoración moral, profesional y material posible.
EL MEJOR MÉDICO, EL MEJOR MAESTRO
El mejor médico no es el que cura sanos, sino el que cura enfermedades complejas o, al menos, ayuda a aliviar el dolor y el sufrimiento físico y emocional a sus pacientes, con trato científico y técnico de la mayor calidad, pero, a su vez, con calidez humana.
El mejor maestro, igualmente, no es el que ayuda a salir adelante y a tener éxito a los más dotados física, emocional, intelectual y materialmente, sino aquel que ayuda a salir adelante, a motivar, a aprender, a construir esperanzas a quienes tienen mayores dificultades físicas, emocionales, intelectuales y/o materiales.
Hace unos años, en Nicaragua, algunos vehículos mostraban una calcomanía que decía “Con buena tierra y tractor cualquier pendejo es agricultor”. Disculpen, pero es real. La mayoría de los agricultores, médicos y maestros son buenos no porque tengan buena tierra, buen clima y tractor, sino por su talento y porque hacen su trabajo con entrega, compromiso y amor.
En una ocasión, las autoridades institucionales y gremiales de las universidades públicas, privadas y comunitarias de Nicaragua nos reunimos con el Presidente Ejecutivo del Instituto de Seguridad Social (INSS) y uno de los planteamientos que se le hicieron fue que algunos médicos no atendían de la mejor manera a los pacientes, sino con displicencia y no amablemente. El presidente del INSS tuvo, al menos a mi criterio, una respuesta muy acertada cuando dijo: “bueno, entonces tienen que revisar cómo forman a los médicos, porque el INSS no forma médicos, sino ustedes, las universidades”. Eso no significa que cada institución, desde sus políticas, orientaciones y capacitación de su personal, no pueda incidir en la calidad y calidez de la atención a las personas que demandan sus servicios.
Es importante señalar que hay personas con bajo o nulo nivel de escolaridad, pero que son honestas, sencillas y muy amables, y, por otro lado, hay algunas personas con altos niveles de formación, pero totalmente antipáticas y arrogantes. Sin duda alguna, también hay muchas personas con elevados niveles de formación, que asimismo son honestas y tremendamente amables y empáticas. Por lo anterior, no hay que confundir educación, concepto que tiene un significado integral, con instrucción.
Este escrito no es un análisis exhaustivo ni profundo en ningún sentido, sino, simplemente, una sencilla reflexión sobre un tema tan importante en estos tiempos tan especiales y problemáticos, que tanto están exigiendo de sanitarios y docentes.
(Telémaco Talavera es Doctor Ingeniero Agrónomo, Rector Emérito de las Universidades Nacional Agraria y Nacional Autónoma de León (Nicaragua), Doctor Honoris Causa por las Universidades de Ciencias Agrícolas (Suecia) y Dubna International University (Rusia), entre otras, e investigador, escritor y articulista de prestigio internacional).
SOBRE EL AUTOR
Telémaco Talavera, un intelectual de proyección mundial, nuevo colaborador de PROPRONews
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