martes, 16 abril, 2024
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San Valentín y el desamor en la literatura y la psicología

No es amor todo lo que reluce, y la historia y la literatura dan buena cuenta de ello

Día del amor o de San Valentín, una festividad tradicional que se celebra mañana. Hace algún tiempo cantábamos, unidos a una pléyade de poetas de todo el mundo, al amor. Pero el amor tiene su fracaso, su cara oculta, el dolor de su pérdida, el desamor. Contamos, también, para este caso, con los poetas que han querido facilitarnos su análisis y la salida, de cualquier forma, de este peligroso trance en la vida de las parejas. De todas maneras, queridos lectoras y lectores, no se desanimen y procuren ser felices, amando todo lo posible, eso sí, a quien lo merezca.

Blas Curado García.
Blas Curado García.

El final del Quijote de Alonso Fernández de Avellaneda nos sirve para iniciar el desamor, a pesar de que pregonaba en su locura de amor: «Vuestro hasta el final de la vida». Poco le duró el amor en su vida, ante la respuesta de la inhumana Dulcinea, como si fuera a darle en las costillas con un gentil garrote; así obró la mudanza amorosa del Caballero de la Triste Figura, ante el enemigo, que a pesar de su locura pensó en variar el objeto de amor. Sin embargo, Cervantes pone en boca de don Quijote su defensa ante el tal don Jerónimo y don Juan, en esa venta camino de Zaragoza:

«Lo que a mí en éste más me place es que pinta a don Quijote ya desenamorado de Dulcinea del Toboso.
Oyendo lo cual don Quijote, lleno de ira y de despecho alzó la voz y dijo:
-Quienquiera que dijere que don Quijote de la Mancha ha olvidado ni puede olvidar a Dulcinea del Toboso, yo le haré entender con armas iguales que va muy lejos de la verdad; porque la sin par Dulcinea del Toboso ni puede ser olvidada , ni en don Quijote puede caber olvido: su blasón es la firmeza, y su profesión, el guardarla con suavidad y sin hacerse fuerza alguna «.

J. M. PAGADOR
J. M. PAGADOR

AGUSTIN MUÑOZ

Escribe algo así Agustín Muñoz en su diario de calor humano: te amaré eternamente; pero el amor empieza y se acaba, no dura la eternidad. Esa frase tan trillada por amantes y literatos es entender que lo eterno tiene límites. “Donde muere el amor crece el amor propio, decía Emilio Mira, y así se engendra un círculo vicioso de recriminaciones y réplicas, ofensas y defensas, que dan al traste con el encanto, con el respeto y, finalmente, con el mínimo de consideración humana que primero deliciaban, luego mantenían y finalmente permitan -respectivamente- la vida matrimonial”.

PLAUTO

Aunque es malo el desamor, el amor tiene también sus complicaciones, muchas de ellas muy difíciles de soportar; según nos describe Plauto en su comedia El mercader: “Pero es que el amor suele venir acompañado por todos estos vicios: preocupación, tristeza, y lujo excesivo […] Pero el amor viene escoltado también por otros muchos males que todavía no he mencionado: insomnio, aflicción, desorientación, miedo y exilio, estupidez y necedad, temeridad, imprudencia, sinrazón, desmesura, insolencia, lujuria y malevolencia. Trae consigo también codicia, pereza, violencia, indigencia, afrenta y derroche, hiperlocuencia e hipolocuencia”.

J. M. PAGADOR
J. M. PAGADOR

El fracaso en el amor es una situación unida a la historia de las relaciones de pareja. La crisis de pareja han dejado de ser crisis para ser normales, por su elevado número y, lamentablemente, en creciente aumento. Los cambios culturales y sociales, sobrevenidos en tan poco tiempo, no han favorecido una adaptación de la pareja. El choque es inevitable. Los amores desdichados de antaño son ahora de hogaño. La posible batalla de los genes, o la de los sexos está servida: sólo tenemos cuatro años para disfrutarlos, afirma Henen Fisher. Después es fácil predecirlo: la crisis de desamor. El romanticismo ha perdido la guerra de dos mundos, la biología se sube a la cima y explica la sinrazón de una razón genética: no existe el amor para toda la vida. La vida se ha alargado tanto que nadie escapa a su aburrimiento.

MIRA Y LÓPEZ

Mira y López también explica las crisis de desamor: lisis por sublimación, por degradación, por desinterés y abandono, discordantes; pero las crisis amorosas propiamente dichas, las llama así el autor de Cuatro gigantes del alma: crisis por decepción estética, cambio de objeto amoroso, desencanto de la vida en común, y por los terribles y peligrosos celos. «Sólo hay un caso en que nuestra atención va por su propio pie a fijarse en otra persona, y, sin embargo, no se trata de enamoramiento. Es el caso del odio. Odio y amor son, en todo, dos gemelos enemigos, idénticos y contrarios. Como hay un enamoramiento, hay -y no con menor frecuencia- un enodiamiento»; explicaba Ortega y Gasset en ese especial prólogo a la obra de Stendhal, Del amor.

J. M. PAGADOR
J. M. PAGADOR

CERVANTES

Otra cosa es el desamor para los poetas. El epitafio a la tumba de Crisóstomo, ese pastor que muere de amor por Marcela, en Don Quijote de la Mancha, nos sirve de prólogo:

«Yace aquí de un amador
el mísero cuerpo helado,
que fue pastor de ganado,
perdido por desamor.
Murió a manos del rigor
de una esquiva hermosa ingrata,
con quien su imperio dilata
la tiranía de amor».

La curación del desamor, los pesares que supone, los cura con el siguiente consejo el loco más curioso de la historia de la vesania, más bellaco que loco: El licenciado Vidrieras; que Cervantes coloca en las calles de Salamanca expuesto a los malos tratos de los chiquillos que lo seguían. Un día, pasando por la casa llana y venta común, un hombre le preguntó sobre el consejo que daría a un amigo suyo triste porque la mujer se había ido con otro:

«-Dile que dé gracias a Dios por haber permitido le llevasen de casa a su enemigo.
-Luego, ¿no irá a buscarla? -dijo el otro.
-Ni por pienso -repitió Vidriera-; porque sería el hallarla un perpetuo y verdadero testigo de su deshonra.
-Ya que por eso sea así -dijo el mismo-, ¿qué haré yo para tener paz con mi mujer?
Respondióle:
-Dale lo que hubiese menester; déjala que mande a todos los de tu casa; pero no sufras que ella te mande a ti».

J. M. PAGADOR
J. M. PAGADOR

VARGAS LLOSA

Mario Vargas Llosa en La ciudad y los perros, refiere el amor a Tere y que el flaco le explica:

«Estás enamorado hasta el alma. Cuando yo me enamoré por primera vez, era de tu edad más o menos, pero me dio más suave. El amor es lo peor que hay. Uno anda hecho un idiota y ya no se preocupa de sí mismo. Las cosas cambian de significado y uno es capaz de hacer las peores locuras y de fregarse para siempre en un minuto. Quiero decir los hombres. Las mujeres, no, porque son muy mañosas, sólo se enamoran cuando les conviene. Si un hombre no les hace caso, se desamoran y buscan a otro. Y se quedan como si nada. Pero no te preocupes. Como que hay Dios que te curo hoy mismo. Yo tengo un buen remedio para esos resfríos. Me tuvo tomando pisco y cerveza hasta que anocheció y después me hizo vomitar: me apretaba el estómago para ayudarme. Después me llevó a una chingana del puerto, me hizo ducharme en un patio y me dio de comer picantes en un salón lleno de gente. Tomamos un taxi y le dio una dirección. Me preguntó: ¿ya has estado en un bullin?. Le dije que no, Esto te sanará, me dijo. Ya vas a ver».

«Palabrería de psicólogos, querida. Esa famosa autoestima la recibimos de quienes nos rodean, exclusivamente. Somos tan estupendos como los demás quieran vernos. Somos admirables siempre y cuando haya alguien que nos admire. Si le parezco hermosa, muy hermosa. Si nadie nos hace caso, no intereso. Si nos olvidan, quedamos reducidas a la insignificancia. Y cuando es el amado quien nos abandona, nos parece que dejamos de ser deseables, al menos hasta que pesquemos a otro».

ESTHER VILAR

«El psicoterapeuta que sepa curar un amor desgraciado no existe. Contra el amor desgraciado sólo hay un antídoto: un amor feliz». Esta curiosa y sensata curación la podemos leer en Celos de Esther Vilar.

J. M. PAGADOR
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MALÉN ÁLVAREZ

Malén Álvarez, en El ancho olvido, traza un desamor en una ciudad para el amor, o para la acedía: «No hay nada más triste que un amor acabándose. Anochece sobre Lisboa y yo no tengo nada que ofrecerle.

No hay nada más triste que esta ciudad los domingos invernales.

CERNUDA

Leo Los placeres prohibidos de Cernuda y busco con descuido entre sus hojas, luego recito en voz muy baja, [… ] y lo envidio, y casi lo maldigo por sentirse tan pleno, tan seguro ahora que no lo estoy yo de nada.

Un amor deshaciéndose es una de las tragedias humanas más grandes, más íntimas, más confusas que existen.

Un amor saliendo de una vida es una locura para los sentidos y una maldición en el alma.

Ahora que probablemente ya no haya remedio para nada me iría contigo al fin del mundo para hacer de nuestra despedida lo que no fue nuestra vida».

EDUARDO BARRIOS

Locura de amor, es lo que nos cuenta el libro El niño que enloqueció de amor de Eduardo Barrios:

«Arrullemos al Niño, que se muere de amor;
embrujado. Él está de una oculta inquietud
que a sus ojos les da visionario esplendor,
sin saber que llegó su sombrío ataúd…
Arrullemos al Niño, que se muere de amor.
Su reír, su pesar, su terror, su querer
derramaron la luz de un doliente cantar
que cantó a su pesar una bella mujer,
sin saber ni creer que hay locura de amar…
Arrullemos al Niño, que enfermó de querer.
De querer y sufrir, se turbó su razón:
anublada la luz, anublóse su faz;
y su dulce niñez, bajo extraña expiación,
se perdió en el terror de un supremo jamás…
Arrullemos al Niño, que perdió el corazón».

J. M. PAGADOR
J. M. PAGADOR

EURÍPIDES

Eurípides nos ofrece la solución al amor, un filtro del desamor, en Hipólito. Fedra está enamora y su nodriza le recomienda un filtro contra el amor:

«Yo tengo en mi casa filtros que alivian el amor, acaba de venirme a la imaginación, los cuales, sin causarte infamia y sin perjudicar tu mente, calmarán tu enfermedad, con tal de que no seas miedosa. Pero se precisa  alguna prenda personal del amado, o tomar algún mechón de su pelo o un fragmento de su vestido y de los dos hacer un único objeto de amor».

GARCÍA MÁRQUEZ

Y, García Márquez, en Diatriba de amor contra un hombre sentado, llega a esa situación desesperante en la pareja:

«No aguanto más que vayas por todas parte soltando mentiras con dos jorobas más grandes que las de un camello, y que después te vuelvas siempre a preguntarme <¿No es cierto mi amor?> Y yo tengo que decir sin falta como el acólito en la misa, tocando la campana: <Sí, mi amor>. No aguanto más criminales políticos en nuestra mesa. No aguanto más difamaciones de imbéciles contra mis hombres de letras. No aguanto más el chiste del que pide en la cantina un whisky sin agua y le contestan que será sin soda porque agua no hay. No aguanto más el desastre de la cocina cuando te da la gana por preparar la receta del gallo hindú. No aguanto más el inventario matutino de tus desgracias porque no encuentras la camisa que quieres, cuando hay doscientas iguales en el ropero, acabadas de aplanchar y fragantes de vetiver. No aguanto más el tanque de oxígeno de emergencia a las tres de la madrugada cada vez que te tomas un trago de más y despiertas con la conduerma de siempre de que te falta el aire para respirar. No aguanto más quejumbres porque no encuentras los lentes que tienes puestos, ni porque se acabó el papel del baño con olor de rosas, ni el reguero de ropa por toda la casa: la corbatas en el vestíbulo, el saco en la sala, la camisa en el comedor, los zapatos en la cocina, los calzoncillos en cualquier parte, y todas las luces encendidas por donde vas pasando, y el susto del diluvio al despertar porque anoche se te olvidó cerrar la llaves de la bañera, y la televisión hablando sola, y tú como si nada mientras el mundo se viene abajo, anestesiado detrás de ese periódico que repasas y vuelves a repasar al derecho y la revés, como si estuviera escrito en algarabía. No te aguanto más a ti trasvestido de manola, con la cara pintorreada y la voz de retrasada mental cantando la misma cagantina de siempre».

UNAMUNO

En La carta del difunto, cuento de Miguel de Unamuno, un amor hasta la muerte de Jorge y Juana, tiene un final maquiavélico, que, supongo, que ni el mismo Nicolás Maquiavelo lo pudo pensar:

«Cuando Juana supo la muerte de Jorge creyó que se moría también, pero no murió, <la tenía el Señor reservada para nuevos destinos>. No murió, pero pasó en la cama unos días en los brazos ardientes de la fiebre. El doctor Tiempo la curó admirablemente sin emplastos ni potingues.

Juana sanó, poquito a poco fue recobrando sus colores….

Quieren decir estos puntos suspensivos que han pasado ya dos años. Juana tiene un nuevo novio, Emilio. Juana y Emilio se querían mucho, se querían tanto como se habían querido Jorge y Juana. Jorge quiso a Juana y fue por ella amado, y esta quería ahora a Emilio, que la quería, Este argumento se llama sorites […] Cuando te halles en las horas de mayor deleite, no olvides que duerme lleno de frío y con la cabeza de hueso apoyada en almohada de piedra, solo y en un nicho estrecho, húmedo y oscuro, sin sentir el cosquilleo de los gusanos, tu Jorge […] Jorge había tenido un solo amigo. Perico, con quien hablaba, paseaba, reía y lloraba.

Dos días antes de morir le llamó y entregándole una carta le dijo:

-Júrame cumplir lo que te encargo.

Perico juró.

-Toma esta carta abierta; si algún día sabes que Juana se casa, ábrela, llena los huecos de la fecha poniendo el día y el año de la víspera de la boda y ese mismo día echa a correo la carta, pero sin mirar antes ni una jota de su contenido.

Perico juró cumplirlo y lo cumplió tan fielmente como suele un buen amigo y debe un buen cristiano».

J. M. PAGADOR
J. M. PAGADOR

VARGAS LLOSA

«-Tengo una pena de amor, amigo Camacho- le confesé a boca jarro, sorprendiéndome de mí mismo por la fórmula radioteatral: pero sentí que, hablándole así, me distanciaba de mi propia historia y al mismo tiempo conseguía desahogarme -. La mujer que quiero me engaña con otro hombre […] Pero ¿Y mi problema? ¿ Quién me va a quitar el despecho, la frustración, la pena?
-Para todo eso no hay como la leche de magnesia- me repuso, dejándome sin ánimos siquiera de reírme-. Ya sé, le parecerá un materialismo exagerado. Pero, hágame caso, tengo experiencia de la vida. La mayor parte de las veces, las llamadas penas del corazón, etcétera, son malas digestiones, frejole tercos que no se deshacen, pescado pasado de tiempo, estreñimiento. Un buen purgante fulmina la locura de amor.» Podemos leer en la novela de Vargas Llosa La tía Julia y su escribidor.

AVELLANEDA

Y ni el mismo don Quijote, un segundo san Jorge en fortaleza, El de la Triste Figura por la ausencia de su señora Dulcinea, no se salva del desamor en El Quijote de Avellaneda, pasando a ser El Caballero Desamorado:

«Pues Ducinea se me ha mostrado tan inhumana y cruel, y lo que peor es, desagradecida a mis servicios, sorda a mis ruegos, incrédula a mis palabras, y finalmente, contraria a mis deseos, quiero probar, a imitación del caballero del Febo, que dejó a Claridana, y otros muchos que buscaron nuevo amor, y ver si en otra hallo mejor fe y mayor correspondencia a mis fervorosos intentos […] Quería partir para Zaragoza a las justas, y que pensaba olvidar a la ingrata infanta Dulcinea del Toboso, y buscar otra dama que mejor correspondiese a sus servicios, y que allí pensaba después ir a la corte del rey de España para darse a conocer por sus hazañas […] do veré si alguna de aquellas fermosas damas que están con la Reina, enamorada de mi tallazo, en competencias de otras, muestra algunas señales de verdadero amor».

SHAKESPEARE

Otro genio de la literatura, William Shakespeare, en Los dos hidalgos de Verona, explica la cura del desamor:

«Así como un ardor apaga otro ardor, así como un clavo saca por fuerza otro clavo, del mismo modo el recuerdo de mi primer amor se desvanece ante un nuevo objeto. ¿Son mis ojos o las alabanzas de Valentín, sus perfecciones o mi culpable inconstancia, los motivos de mi irrazonable razonar? Bella es la dama; también lo es Julia, a quien amo. Mejor diría a quien amaba, pues ahora mi amor se derritió como nieve, y, semejante a una figura de cera aproximada a las llamas, no ha conservado señal alguna de lo que era. Paréceme que se enfrió mi cariño hacia Valentín, y que no le quiero como antes solía. ¡Oh!, pero quiero demasiado, muy demasiado a una dama, y por esa razón le quiero a él tan poco […] Antes adoraba a una brillante estrella; pero ahora adoro a un sol celeste «.

WOODY ALLEN

Woody Allen en su comedia Adulterios explica un desamor a la fuerza:

«Hovard.- ¿Podemos parar en Zaber´s? No tengo cacao.
Carol.- Con el cacao que tienes dentro de la cabeza, te sobra para el resto de tu vida.
Juliet.- Adiós, doctora Riggs. La veré el lunes a la hora de siempre.
Sam.- Juliet, Juliet, no te vayas. Te amo.
Phyllis.- Madura de una vez, Sam. Te ha disparado en el culo. ¡A eso se le llama rechazo!».

ZOÉ VALDÉS

Quiero ir terminando con un canto al desamor de Zoé Valdés en La noche al revés:

«-¡Que rico huelen los jazmines, tía! – la interrumpió la muchacha.
-Son galanes de noche, los cuido como oro molido. Son los únicos galanes que reinan en esta casa. Por mi parte no habrá otros…-Adela suspiró […] Y aquí estoy. Esto soy. Otra mujer sola. Una más. Una antigua muchacha que tuvo algunas ideas y que ahora ya ni siquiera espera a poder realizarlas. Tampoco espero nada de ningún hombre. No espera el amor, ya no quiere el amor. Porque como en aquella película quizás suceda que el amor la olvidó».
“Pensé que era fácil para él olvidarme. En cierta ocasión, almorzando en un restorán habanero con nombre francés, La Fayette, me había dicho que para él no constituía ningún trauma borrar a una mujer de su mapa. Sólo tenía que pensar y fijar sus defectos físicos, y con ese método ya la exterminaba. Yo tengo varios, por desgracia. O por suerte”. Leemos en la novela de Zoé Valdés La nada cotidiana.

SÁNCHEZ DRAGÓ

Fernando Sánchez Dragó en La prueba del laberinto, novela en busca de Jesús de Galilea no nos deja indiferente, sobre todo en el amor:

«-También juro por lo que usía quiera que cuando me enamoraba o, mejor dicho, cuando me creía enamorado, esa enfermedad no sé si infantil o senil me duraba muy, pero que muy poco tiempo. A los dos años, como mucho, o inclusive después de la primera noche, el amor se desvanecía.
¿Y que quedaba entonces?[…] De todo, ilustrísima, de todo. A veces, cariño y hastío. Otras, las menos, simplemente respeto. Y las más, ay de mí, sólo inquina, rabia, frustración, resentimiento o resaca de tiempo perdido, de energía dilapidada y de oportunidad desperdiciada. Algo así como el ir y venir de la pelota en una partida de ping pong que siempre volvía a empezar y en la que nunca ganaba nadie. Una verdadera pesadilla».

ALBERTO BARRERA TYSZKA

Alberto Barrera Tyszka en su relato Crímenes, trata de explicar la forma de decir “ ya no te quiero”:

“-¿Podemos hablar?

No existe el mejor momento para decirle a alguien “ya no te quiero”. No hay escenario ideal. No hay palabras amables para resolver esa pedrada. Silvia hubiera preferido hablar por teléfono o mandarle un papel con algunas líneas escritas. Pero también se hubiera sentido cobarde, desleal. Ahora que lo tenía enfrente, no sabía qué hacer, cómo herirlo de la mejor manera […] -Quiero que terminemos -dijo- . Quiero que seamos amigos -agregó. Más nerviosa, más incómoda-. Lo siento […] Era Enzo, inmenso y desconsolado. La había seguido. Estaba aturdido. Se sentía tan confuso como humillado, muy triste”.

RAMÓN DE CAMPOAMOR

Y con una «Humorada» de Ramón de Campoamor sobre el desamor, quiere ser un cierre con humor, de este desatino amoroso:

«Con locura te amé; pero hoy, bien mío,
si te hallo sobre un puente te echo al río».

(Blas Curado es psiquiatra, escritor, Académico de la Ilustre Academia de Ciencias de la Salud Ramón y Cajal, y Premio Dr. Gómez Ulla).

SOBRE EL AUTOR

Blas Curado García, prestigioso psiquiatra, articulista y escritor, nuevo colaborador de PROPRONews

El ilustre psiquiatra Blas Curado, Premio Doctor Gómez Ulla 2019 a la Excelencia Sanitaria

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