jueves, 25 abril, 2024
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“Sunday”, el perro viajero de José Mª Pagador

Un pequeño homenaje a las mascotas que muchos tenemos, aprovechando la de la última novela del escritor

Escribimos por unas razones que resultan extrañas, sobre todo, entre otras muchas, por el miedo a morir, viene a contarnos Alexandra Lun en su curioso ensayo Los palimpsestos. Como escribe Jorge Luis Borges, “quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o de la tradición”, quiero hacer un pequeño homenaje a las mascotas que muchos tenemos, aprovechando que en la novela de José María Pagador Otero, El viaje del tiburón, de reciente publicación, aparece un viejo perro, Sunday, que sufre y vive los avatares de su amo, en un largo camino hacia el pacífico océano del Valle de la Muerte; a bordo de un camión especial que transporta un raro escualo de boca ancha, con el curioso nombre del célebre trompetista Louis Armstrong. Por su raro parecido.

Blas Curado García.
Blas Curado García.

Como es de suponer, no voy a realizar un análisis literario de la obra, ni siquiera llegar a los motivos que el autor proyecta en su trabajo, conscientes o inconscientes, sólo unirme a él en el placer de vivir con perros, que nos hacen la vida más llevadera. Y, a manera de Rudyard Kipling, en su poema The Explorer, hemos actuado: “Algo oculto. Ve y encuéntralo. Ve y mira”. Con discreción.

Recoge Cela que, como bien dice Miguel de Cervantes en el Coloquio de los perros, “el andar tierras y comunicar con diversas gentes hace a los hombres discretos”. Coloquio de dos perros, que, como casi todo el mundo sabe, Sigmund Freud y su amigo Silberstein se adueñaron de sus nombres, y con el apodo de Cipión para Freud y Berganza para Silberstein, fundaron una extraña sociedad denominada Academia Castellana o Española. Los dos estudiantes son como perros de la Academia, y usarán esos códigos en su correspondencia, con apenas 16 años de edad. Cipión, el nombre del perro de Cervantes, tiene su papel de escuchar y hacer comentarios, y su nombre será tomado, curiosamente, por Freud; y Berganza, el de hablar y contar la historia de su vida, por su amigo Silberstein. Para algunos es posible defender la tesis de que estos diálogos enlazan con el tratamiento psicoanalítico: “Hable todo lo que se le ocurra, aunque sus pensamientos le parezcan inadecuados, absurdos o sin importancia”; indicación que Cipión hace a Berganza y que coincide con la regla fundamental del psicoanálisis. Como es comprensible, no hemos localizado, en la novela cervantina, la cita que recoge Miguel Ángel Sánchez de Armas, pero sí esta otra que, me parece, tiene el mismo sentido: “Sé breve, y cuenta lo que quisieres y como quisieres”.


Cipión, el nombre del perro de Cervantes, tiene su papel de escuchar y hacer comentarios, y su nombre será tomado, curiosamente, por Freud.


LOS PERROS DE MAUDES

Recordando a un amigo y magnífico escritor, Feliciano Correa, en mis paseos por la literatura, en una conferencia, hace algún tiempo, me refería a estos perros como los perros de Maudes, limosnero del Hospital de la Resurrección de Valladolid, que existió realmente. A semejanza de Maudes y sus dos perros, Antón Pávlovich Chéjov une su figura de solterón un poco salvaje, alto, con lentes de montura de oro, médico abnegado, reservado, famoso escritor, a dos perros zarceros: Bromuro y Quinina. También, salvando las distancias, coincido en esto de los perros con los aludidos, incluido Feliciano, que en esa comunicación tan personal de su libro Pelayo, mi perro, me ha hecho ver algo más de lo que yo habitualmente entendía en ese monologo con mis canes. Tengo dos perros: Blasito y Paul (Yorkshire y Bichón Maltés), que se han ganado a pulso su impresión en negro sobre blanco, por la rutina de su apacible y dulce sopor entre mis piernas, en las numerosas tardes pasadas ante el ordenador. “Hay tanta ternura en el silencio mudo de un perro fiel -cuenta Feliciano- que uno no puede contarlo todo, no sabe decirlo todo”. Sin embargo, Gabriel García Márquez, no está en la misma onda, y en la novela Memoria de mis putas tristes, los perros le parecen mudos del alma: “Me parece contra natura que un hombre se entienda mejor con su perro que con su esposa, que lo enseñe a comer y descomer a sus horas, a contestar preguntas y a compartir sus penas”.

La incapacidad de entendernos puede cambiar, en un futuro no muy lejano, con la inteligencia artificial aplicada a la comunicación con nuestras mascotas. Como viene a decir el loco en su diario del relato corto de Gogol, en Historias de San Petersburgo: “Desde hace tiempo estoy convencido de que los perros son muchos más inteligentes que los hombres; más aun, estoy convencido de que saben hablar, pero que no lo hacen por pura terquedad. Son políticos redomados: lo anotan todo, cualquier cosa que hace un individuo”. En la última novela de mi amigo, periodista y escritor, José María Pagador, el tercer personaje de su novela es un perro, Sunday, que, en uno de sus momentos, nos viene a decir: “No quiero presumir pero, por lo general, suelo estar al tanto de sus pensamientos y él de los míos sin necesidad de decirnos nada”.

Blas Curado en su jardín con sus perros Blasito y Paul.
Blas Curado en su jardín con sus perros Blasito y Paul.

INFINITOS EJEMPLOS

Sobre perros hay infinitos ejemplos a cuál más interesante, como los que servían de correos o mensajeros, en pleno terror revolucionario francés, con los que estaban fuera de la antesala de espera a la guillotina. Uno de ellos, me lo cuenta un admirado amigo, Fernando Díaz-Plaja, en su curioso libro A la sombra de la guillotina, era el de una señora llamada Goscol, que le había enseñado a su animal a ladrar, y de esta forma avisar, cuando llegaran individuos vestidos de guardia nacional, con el fin de poder darle tiempo para esconderse. Muchos dieron la vida por comunicarse con sus amos, como el de la señora Goscol.

Los perros pasean por la literatura en todos sus géneros, como en la fábula de Samaniego, Los dos perros: Sultán y Pinto; o el texto dedicado a su entorno de mi hijo Blas, Alrededor de mi medioambiente, donde dedica un artículo a su perro Tristán. Ese héroe de la Mesa Redonda, protagonista de una curiosa leyenda medieval, que, bajo el influjo de un filtro amoroso, pierde el control de su pasión y traiciona al Rey Marco de Cornualles. Bajo ese nombre tiene un perro ya viejecito (fuera de pasiones), y al cierre de su libro nos explica: “Sí, yo también tengo perro (Tristán): un socio, un amigo, un hijo peludo, un amor, un compañero, y sobre todo un amigo”.


Tengo dos perros: Blasito y Paul (Yorkshire y Bichón Maltés), que se han ganado a pulso su impresión en negro sobre blanco, por la rutina de su apacible y dulce sopor entre mis piernas, en las numerosas tardes pasadas ante el ordenador.


Y, finalmente, llega el Arcipreste de Hita en su Libro de Buen Amor y lo remata, en el buen sentido:

Un perrillo faldero con el ama jugaba:

con su lengua y su boca las manos le besaba;

ladraba y con la cola mucho la acariciaba,

y mostraba el amor grande con que la amaba.

Conocemos que se pueden llenar muchos libros con el tema de nuestros amigos; sólo me lleva traer, en este momento, la llamativa historia de Pagador, con su personaje Sunday, donde lo importante -dice José María- es el camino, como nos recuerda Cavafis en su poema Itaca:

Cuando emprendas el camino a Itaca

pide que el camino sea largo.

Y, de esta manera, José María, quiero participar en el festejo de la llegada de un hijo más a la ya numerosa progenitura literaria que adorna tu curriculum a nivel planetario. Vale.

José Mª Pagador, con un ejemplar de su última novela publicada. PROPRONews
José Mª Pagador, con un ejemplar de su última novela publicada. PROPRONews

(Blas Curado es psiquiatra en Badajoz, escritor y académico numerario de la Academia de Ciencias de la Salud Ramón y Cajal de Madrid).

SOBRE EL AUTOR

Blas Curado García, prestigioso psiquiatra, articulista y escritor, nuevo colaborador de PROPRONews

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