viernes, 19 abril, 2024
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El loco y la luna

El mítico influjo del satélite y otros fenómenos astronómicos, estacionales y meteorológicos, en la perturbación mental

El loco y la Luna han estado siempre en mutua dependencia. Se daba por cierto, sin la menor duda, que las mentes perturbadas estaban influenciadas por la Luna y de ahí el origen etimológico de la palabra lunático: influido por la Luna, o por sus fases. Ya los romanos observaron que las conductas más depravadas, o las más lesivas para uno mismo, como los suicidios, eran más frecuentes durante las noches de luna llena, así como la salida del hombre lobo o licántropo. Antonio de Torquemada lo plasmó en su Jardín de flores curiosas: “en el reino de Galicia se halló un hombre escondido y de allí se salía a los caminos cubierto de un pellejo de lobo”. Curiosamente, las instituciones que albergaron a los dementes y personas perturbadas durante siglos, se llamaron asilos de lunáticos. En este artículo, el autor, prestigioso psiquiatra y escritor, preparando actualmente su nuevo libro La vuelta al mundo en 80 manicomios, pone al día esta antigua creencia sobre el influjo del satélite en la perturbación mental.

Loco, mentecato, orate, menguado, iluso, disparatado, majareta, desvariante, insano, frenético, alunado o lunático, de todas estas maneras, y algunas más que me he permitido intercalar en la lista, se le ha tildado al Caballero de la Triste Figura, según recoge Andrés Trapiello. Nosotros queremos aportar, a esta lista de epítetos de locos, las denominaciones con las que los designamos en el argot con el que estoy más familiarizado, el extremeño: zumbao o abarrrenao; y las que hemos leído a Josep Pla, en su diario El cuaderno gris: “El Empordà -oigo decir- es un país de lunáticos, de atolondrados, de dispersos, de alocados. Y es cierto” . La más curiosa que he encontrado de Pla, es bufanúvols (sopla nubes), una expresión muy expresiva.


Los vampiros han tenido en la Luna una protección especial, siendo reanimados con el rayo de este astro, y su actividad y ataques no comenzaban hasta su salida.


La antigua designación de lunáticos para nombrar a los locos, entre otras muchas que ya conocemos, viene dada por la creencia mágica en la dependencia de la locura de las fases de la luna. El “ojo de la noche”, la “reina del silencio” se ha considerado siempre habitada y esta idea ha dado lugar a numerosas ficciones ingeniosas como El viaje a la Luna, de Cyrano de Bergerac; Viaje alrededor de la Luna, de Julio Verne; Historia verdadera de Luciano de Samósata, nada menos que del siglo II; Somnia de Johannes Kepler; Viaje verdadero a la Luna por Domingo González aventurero español, de Jean Boudin; Aventuras del Barón Münchhausen, de Rudolf Erich Raspe, obra traducida al alemán y popularizada por Gottfried A. Bürger; Los primeros hombres en la Luna, de H. G. Wells; y la más célebre de Edgar Alan Poe, La aventura sin par de un tal Hans Pfaal, así como un extenso repertorio en los más diversos géneros. Hasta una ópera de Joseph Haydn Il mondo della Luna, tiene como pretexto a los selenitas.

LUNA Y VAMPIROS

Los vampiros han tenido en la Luna una protección especial, siendo reanimados con el rayo de este astro, y su actividad y ataques no comenzaban hasta su salida. Las tres fases de la Luna -nueva, llena y menguante- dice Robert Graves en Los mitos griegos: “evocaban las tres edades de la matriarca […] El sol cede prioridad a la luna, la cual inspira un horrible temor supersticioso, no se oscurece al declinar el año”.

La hora del licántropo. Santo Domingo de la Calzada. J.M. PAGADOR
La hora del licántropo. Santo Domingo de la Calzada. J.M. PAGADOR

El Diario de un loco, de Lu Hsun, es un cuento que narra cómo un amigo pierde la razón; lo descubre por casualidad entre sus apuntes y encuentra cómo explica que ha padecido una manía persecutoria. En su enajenación, nada más comenzar el relato, la luna tiene un papel especialmente importante en su delirio:

“Esta noche hay una luna bellísima. Desde hace treinta años no la veía, de modo que me siento especialmente feliz. Empiezo a comprender que desde hace treinta años he vivido en el vacío; pero ahora debo ponerme en guardia. ¿Por qué me habrá mirado dos veces el perro de la familia Chao? Tengo razón de temer. Esta noche no se ve un solo rayo de luna, y sé que eso no promete nada bueno”.


La cronopsiquiatría considera el tiempo como parte estructural del sistema nervioso.


Hubiera podido añadir otros ejemplos, pero el que aportamos aquí, por su curiosidad, creo que es claramente demostrativo: Joseph Daquin, publica un ensayo en el año 1791, con un título larguísimo, sobre la influencia de la luna: Filosofía de la locura, donde se demuestra que esta enfermedad debe ser tratada más por socorros morales que por físicos y que aquellos que la padecen demuestran de modo inequívoco la influencia de la luna.

Para los pensadores del Renacimiento, el hombre era el centro del universo. Si se estaba sano era porque el cielo lo había dispuesto; si estaba enfermo, algún cuerpo celeste le había afectado. Para la mente medieval, la conclusión más lógica era que los locos son perturbados por el cuerpo celeste nocturno más llamativo, la Luna.

“Sé que la luna o la palabra luna

 es una letra que fue creada para

 la compleja escritura de esa rara

 cosa que somos, numerosa y una”

nada más hermoso, sobre nuestro querido satélite, que lo que escribiera Jorge Luis Borges.

Don Quijote y Sancho en Bruselas. J.M. PAGADOR
Don Quijote y Sancho en Bruselas. J.M. PAGADOR

La idea de Hécate (luna maga) ha estado siempre, de forma mágica, en la mente del hombre, desde los albores de la humanidad, para el bien o para el mal, despertando viejas supersticiones ancladas en nuestros más profundos miedos. Escribía yo, hace ya muchos años, que la Luna es el rostro materno que guía en las penumbras de la vida en soledad. Entre el odio y el amor, entre la razón y la enajenación, se ha querido ver en la Luna, en su rostro, un rostro marcado un día por mil rayos poderosos, mil formas de monstruos, de alienígenas o de dioses, por el juego de la ilusión que sus zonas de penumbras y de luz proyectan en nuestra imaginación.

LA HUELLA DE NEIL ARMSTRONG

La influencia de la Luna en la salud y en la enfermedad de los hombres es punto de interés para muchos escritores. Uno de ellos, Lope de Vega hace varias referencias a esta influencia, en su texto Los locos de Valencia:

“No estando agora furioso

 como es la luna en contrario”.

Covarrubias y Valverde dicen que es perniciosa, sobre todo para las mujeres: ”En las mujeres crecen y menguan los humores según el movimiento de la luna”. Gérard De Nerval, en su novela delirante Aurelia, recurre a la luna menguante para depositar sus miedos, al verla desaparecer poco a poco cada noche:

“Sin embargo, me parecía que este astro era el refugio de todas las almas hermanas de la mía, y lo veía poblado de sombras apenadas y tristes, destinadas a renacer algún día sobre la tierra…”.


Los suicidios y los delitos sexuales son más frecuentes entre mayo y julio, en la raya del verano.


Colson Whitehead, en el Coloso de Nueva York, toda una carta de amor a la ciudad, recoge el tema de la luna y lo explica así: “Hay luna llena. Los efectos lunares son fácilmente apreciables en las salas de urgencias y los vestíbulos de los cajeros automáticos. La gente necesita más dinero”.

Neil Armstrong, con su huella lunática, vino a poner las cosas en su sitio.

El tiempo va pasando muy deprisa o muy lento, según sea el ánimo del observador, pero son más de cincuenta los años que han pasado desde ese encuentro del cosmonauta con la superficie de la Luna. Parece que fue ayer. Ha pasado mucho tiempo desde ese día, 20 de julio de 1969, igual que con la canción Hijo de la Luna, de Mecano, que, portadora de un celo patológico, recorría entones las ondas del espacio hasta llegar a mis oídos. No me lo podía creer. El hombre de la calle, incrédulo por naturaleza, en su sinrazón, acertaba a rechazar el suceso científico: era imposible que el hombre estuviera en una cosa tan pequeña. ¡No cabría! La razón aducida me dejó tranquilo para todos estos años transcurridos, pues el hombre iletrado ha acertado con su intuición. ¡No se ha vuelto a la Luna! Debe ser que ya no se acabe. Algunos hemos vuelto a sentirnos lunáticos por un día.

EL MUNDO CIRCUNDANTE

Distinto es la cuestión de las consecuencias del mundo circundante sobre la mente. Sabemos de los efectos que tienen las circunstancias meteorológicas, y cómo el día y la noche influyen en ciertos procesos psíquicos, empeorando o mejorando, según sea la hora del día o de la noche; los depresivos mejoran por la tarde y empeoran por la mañana; los delirios tóxicos se agravan por la noche. Cuadros de personas seniles, en las que el delirio confusional típico, lleno de angustia, desasosiego e inquietud es siempre nocturno, sin embargo, vuelven a encontrarse lúcidos por el día.

Luna callejera en Brujas. J.M. PAGADOR
Luna callejera en Brujas. J.M. PAGADOR

La estación del año es un ejemplo de la supuesta influencia sobre la mente, bien conocida por la observación del comportamiento humano: los suicidios y los delitos sexuales son más frecuentes entre mayo y julio, en la raya del verano. Los ingresos en hospitales por crisis nerviosas, son más elevados en primavera y en otoño. Un trastorno afectivo estacional (TAE) de prevalencia desconocida, cumple con los requisitos del cambio de estación en su eclosión; depresión que suele ser moderada, y que algunos tratan con estimulación luminosa intensa, pensando que pueda estar ligada a los ciclos fotoperiódicos, por cambios en el metabolismo de la melatonina.


En personas seniles, el delirio confusional típico, lleno de angustia, desasosiego e inquietud, es siempre nocturno; sin embargo, vuelven a encontrarse lúcidos por el día.


Se alternan depresiones en invierno y estados hipomaníacos en primavera-verano. La cronopsiquiatría considera el tiempo como parte estructural del sistema nervioso. La existencia de variaciones circadianas en diversas patologías, son muy claras, como se ha podido observar en la epilepsia premenstrual, en los cambios de personalidad, la enfermedad bipolar o maníaco-depresiva, la catatonía periódica o la disforia premenstrual, ente otras.

Andrés Trapiello, en la curiosa novela que venimos manejando, Al morir don Quijote, recorre este misterio del efecto del tiempo en la locura de Alonso Quijano, por boca de Quiteria, el Ama: “esta chiquillada la ocasionan estos calores insufribles de julio; hasta yo misma estoy a punto de enloquecer”. Josep Pla, en su diario El cuaderno gris, con esa finísima manera de escribir, viene a confirmar esta influencia meteorológica, claramente aceptada, hablando de Barcelona y el tabaco: “Estos vientos transportan un grado de humedad que puede ser antipático para los reumáticos y los propensos a las migrañas “.

Hora mágica en Vejer de la Frontera. J.M. PAGADOR
Hora mágica en Vejer de la Frontera. J.M. PAGADOR

García Márquez también recuerda la influencia de las brisas de Navidad, en un texto condenado a morir de un buen amor, Memorias de mis putas tristes: “Uno de mis recuerdos más felices fue un trastorno que sentí una mañana como aquella al salir de la escuela. ¿Qué me pasa? La maestra me dijo alelada: Ay, mi niño, ¿no ves que son las brisas?”. Shakespeare no deja pasar la ocasión para entrar en este cajón de sastre de la simulación de la locura en su obra Hamlet, por obra de la meteorología: “Yo sólo estoy loco con el Nornoroeste; cuando el viento es del Mediodía, sé discernir un halcón de una garza”.

Claro de luna sobre el mar de Cádiz. J.M. PAGADOR
Claro de luna sobre el mar de Cádiz. J.M. PAGADOR

Misteriosas relaciones (creo) que no tardarán en saberse. Muy pocos volúmenes de Psiquiatría le dedican un apartado al estudio de estas influencias. Y, sin embargo, “se asegura que a los animales les influyen los astros -recoge Víctor Chamorro en su libro Los alumbrados-, sólo porque son cuerpos deshabitados. La Luna influye en los gatos, Venus en las palomas, Saturno en las bestias ponzoñosas, e incluso puede que ejerzan una pizca de poder en las mujeres por su incompleta racionalidad, pero que alguien eche juicio sobre las personas es desvarío”.

La inquietud de la hora lunar en Santurce. J.M. PAGADOR
La inquietud de la hora lunar en Santurce. J.M. PAGADOR

Desvarío es el de Lope de Vega, en su conocida comedia de Los locos de Valencia, cuando viene a definir al loco, dentro del pensamiento barroco, con el personaje de Floriano:

“Soy un hombre que no soy,

 porque ser no es menester;

 que sin ser, mejor estoy,

 y ansí disfrazado mi ser

 porque huyendo de ser voy.”

El apotegma que nos hace llegar Melchor de Santa Cruz, en su obra Floresta española, es aleccionador, breve y gracioso, y nos explica mucho mejor lo que ocurre cuando estás en la luna: “Decía uno que más provecho trae al loco al cuerdo que el cuerdo al loco, porque la locura del que no tiene seso avisa al sabio, y el seso del sabio aprovecha poco al loco”. Pues eso, a la Luna.

(Blas Curado es psiquiatra, escritor, Académico de la Ilustre Academia de Ciencias de la Salud Ramón y Cajal, y Premio Dr. Gómez Ulla).

SOBRE EL AUTOR

Blas Curado García, prestigioso psiquiatra, articulista y escritor, nuevo colaborador de PROPRONews

El ilustre psiquiatra Blas Curado, Premio Doctor Gómez Ulla 2019 a la Excelencia Sanitaria

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