La delirante idea de Tráfico al considerar a los hombres motorizados como si fueran de vidrio, nos lleva a la idea clásica del hombre hecho de vidrio: marginación, drogas, idea mágica, proyección sexual, que ha llenado las vallas publicitarias de un vetusto pensamiento patológico. La idea, recogida reiteradamente por la literatura, y que tiene en el cervantino Licenciado Vidriera su paradigma, responde a una dolencia mental acreditada y padecida incluso por reyes. La realidad supera a la fantasía y más aún a la publicidad.
El uso de esta inverosímil idea, puesta en circulación por los diabólicos personajes de la oficina de imaginación de la Dirección de Tráfico de nuestro país, me servirá para volver a un asunto curioso y que siempre me resultó simpático, “el hombre de vidrio”.
Hace ya algún tiempo que la mano protectora y maternal de Tráfico tiende sobre todos nosotros una especie de mágico escudo, como si fuera una madre con sus hijos, pero, lamentablemente, invadiendo muchas veces el natural hacer de la madre naturaleza, en este caso con los hombres montados en caballos metálicos, como si los motoristas fueran de vidrio.
El tema es muy interesante, al menos para mí, y lo tenía olvidado, pero un artículo de Rosa Belmonte en ABC me empuja a salir en su análisis, con la esperanza de que sea también del agrado para muchos de nuestros queridos lectores.
Don Miguel de Cervantes nos explicaba, que, Tomás el licenciado Rueda, se convierte en el licenciado Vidriera al comer un membrillo toledano que una morisca salmantina, a manera de hechizo, le da. Recuerdo de aquella manzana del Árbol del Bien y del Mal, “comió en tal mal punto Tomás el membrillo, que al momento comenzó a herir de pie y de mano como si estuviera alferecía y, sin volver en sí, estuvo muchas horas, al cabo de las cuales volvió como atontado, y dijo con lengua turbada y tartamuda que un membrillo que había comido le había muerto, y declaró quién se le había dado […] Seis meses estuvo en la cama Tomás, en los cuales se secó y se puso, como suele decirse, en los huesos, y mostraba tener turbados todos los sentidos; y, aunque le hicieron los remedios posibles, sólo le sanaron la enfermedad del cuerpo, pero no de hasta entonces se había visto. Imaginose el desdichado que era todo hecho de vidrio, y con esta imaginación, cuando alguno se llegaba a él, daba terribles voces pidiendo y suplicando con palabras y razones concertadas que no se le acercasen, porque le quebrarían: que real y verdaderamente él no era como los otros hombres, que todo era de vidrio, de pies a cabeza”.
Con este apunte de la novela cervantina, El licenciado Vidriera, quiero recordar uno de los muchos análisis que se han realizado de la psicopatología del citado Licenciado, análisis que llegan a considerar que Cervantes está ante la más moderna psiquiatría experimental, con la provocación de una psicosis experimental o tóxica con el veneno que le ofrece una morisca en el membrillo; amen de las más diversas interpretaciones del trauma infantil sexual que, del discurso del Licenciado, se pueda conjeturar.
Hay personas que creen ser de cristal y temen romperse.
La relación del membrillo como una fruta en comunicación con la diosa Venus, ha sido una de ellas. Pues el membrillo, lo mismo que la zanahoria y la berenjena, son ingredientes habituales en las técnicas de las hechicerías amatorias. Y por sus formas, dice Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana, de 1611, “ofrece connotaciones sexuales evidentes “. ¡Y nos asustamos todavía de Freud!
DELIRIO DE VIDRIO
El acaecimiento del delirio de vidrio que sobrevenía a ciertos enfermos en la época de Cervantes, como se ha ido comprobando con investigaciones recientes, era real, no necesariamente de ficción. Como ejemplo tenemos al mismo rey de Francia, Carlos VI (1368-1422) que, dentro de su trastorno mental, mantenía la idea delirante de ser de vidrio. Caso histórico que podemos comprobar con facilidad. O el caso clínico, idéntico al cervantino, según cuentan, descrito por el médico Antonio Ponce de León, de Valladolid, contemporáneo de Cervantes y vecino suyo, pues don Miguel reside en la ciudad del Pisuerga en los años que la Corte de Felipe II se traslada a ella (1605). Hoy su casa es un museo en el centro de la ciudad. Casa que estaba muy cerca del manicomio o Casa de los Locos o de Orates, que ya existía en Valladolid desde el año 1489. Hospital de locos situado en la calle de Orates, número 31 (hoy Cánovas del Castillo).
Numerosos escritores han dado noticias de la existencia de un delirio similar al que aquejaba al Licenciado Vidriera: considerarse de vidrio y evitar a toda costa no romperse. Recordaremos el mismo rey de Francia, el ya citado Carlos VI, quien, dentro de su locura, mantenía la idea delirante de ser de vidrio; o a la hermana del cardenal Richelieu, que no osaba sentarse por decir que tenía las asentaderas de vidrio y no quebrarse; o el italiano que se creía de vidrio y marcha a Murano, una isla en la laguna veneciana, para que hicieran de él una garrafa; o el mejor y más conocido, que pudo influir en Cervantes para su novela corta sobre Vidriera, descrito por el médico Antonio Ponce de León.
La dolencia no solo es un tema literario, sino que afecta a personajes reales.
Pienso, que será mejor que lo contemos, por su curiosidad. Un enfermo suyo se considera de vidrio y él lo cura con un drástico tratamiento: lo encierran en un pajar y le prenden fuego a la paja, entre la que se encontraba durmiendo para evitar romperse. El fuego hace que golpee con fuerza la puerta para salir y, consiguiéndolo, le hacen ver que no se ha roto, a pesar de ser de vidrio y de los golpes acarreados. Cuentan que se curó. Nosotros apostamos por que el supuesto paciente sólo oculta su deliro ante el peligro de volver a repetir una cura tan sofocante como efectiva.
Por último, Robert Burton, en su celebrada obra Anatomía de la melancolía, explica que estos enfermos de melancolía “llegan a imaginarse, por ejemplo, que están hechos de vidrio y temen que alguien se acerque y pueda quebrar su nueva materia corpórea”. Cita que apoya la existencia real, por esos años de la redacción del texto (1621, edición prínceps inglesa), del extraño y extravagante delirio. Recordemos que Cervantes escribe El licenciado Vidriera, por el año 1613.
La fortaleza del hombre de vidrio es el tema del artículo de Eugenia Rico titulado La frontera del hombre de vidrio, ensayo que, la verdad, me gustó y lo guardé. Ahora lo saco del cajón de las cosas apartadas por si algún día las necesito, como ahora. Es un personaje que siempre me interesó, no sólo por ser cervantino, o quizás por ello, no lo sé. Vidriera, Rodaja o Rueda, es un universitario que nunca tuvo Salamanca, bellaco más que loco, o quizás sí, la realidad supera muchas veces a la ficción. Ahora, los ratones de bibliotecas demuestran que los personajes cervantinos realmente existieron, como es el caso del individuo quijotesco que luchó contra los molinos de la Mancha.
Los llamados hombres de vidrio, en opinión de Roger Bartra, “sufren una peculiar forma de melancolía”; a mi criterio, está siguiendo a Robert Burton cuatro siglos después, que, como hemos observado, los consideraba melancólicos. Locos o deprimidos, tanto monta uno como el otro, se dan la mano.
El mismo Vidrieras es un fiel exponente de la marginación y el estigma que la locura imprime a quien la padece. “Cuando Vidriera recupera la cordura y renuncia a ser de vidrio, cuando se cree fuerte e imposible de romper, todos se ríen de él y se muere de hambre y de desilusión”. Es lo que Roger Bastide llama la marca de la opresión del medio ambiente.
La delirante idea de tráfico, al considerar a los hombres motorizados como si fueran de vidrio, nos ha sacado de la mochila de cosas curiosas esta narración, que explica, de alguna forma las connotaciones que lleva implícita la idea del hombre hecho de vidrio: marginación, drogas, idea mágica, proyección sexual, que ha llenado las vallas publicitarias de un vetusto pensamiento patológico. La realidad supera a la fantasía y más aún a la publicidad.
(Blas Curado es psiquiatra, escritor, Académico de la Ilustre Academia de Ciencias de la Salud Ramón y Cajal, y Premio Dr. Gómez Ulla).
SOBRE EL AUTOR
Blas Curado García, prestigioso psiquiatra, articulista y escritor, nuevo colaborador de PROPRONews
El ilustre psiquiatra Blas Curado, Premio Doctor Gómez Ulla 2019 a la Excelencia Sanitaria
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