La festividad del amor, san Valentín, que se celebra hoy, nos ha dejado como regalo un sinfín de poemas de todos los colores y de todos los rincones del globo. No puedo traerlos todos aquí, lo siento, no cabrían. El amor es mucho y la literatura del amor, abundantísima. Con esta selección deseamos un FELIZ SAN VALENTÍN a todas las parejas de nuestros numerosos lectores y lectoras que se aman en los cinco continentes del planeta.
Lope de Vega con un soneto tan especial sobre el tema, «Varios efectos del amor», creo que debe figurar en primer lugar:
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difuso, vivo,
leal, traidor, cobarde, animoso;
no hallar, fuera del bien, centro y reposo;
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso.
Huir del rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño:
creer que un cielo en un infierno cabe;
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor. Quien lo probó lo sabe.
Estoy loco de amor. «Loco de amor como un gran idiota, que corre de acá para allá para meter un juguete en un agujero», como diría Mercucio en ese diálogo de bromas con Romeo, de la obra más representada de Shakespeare Romeo y Julieta. Pero Romeo bajo la fuerza de la pasión, lo sublima:
El amor es un humo que sale del vaho de los suspiros al disiparse, un fuego que chispea en los ojos de los amantes; al ser sofocado, un mar nutrido por las lágrimas de los amantes; ¿qué más es? Una locura muy sensata, una hiel que ahoga, una dulzura que conserva […] ¿Es tierna cosa el amor? Es demasiado duro, demasiado violento y pincha como los espinos.
Estar enamorado es no pensar en el futuro, dice Henry Miller: “El amor es una aventura y no una póliza de seguro”. «El amor -dice Umbral, en La forja de un ladrón– debía de ser algo así: columpiarse eternamente en los ojos ondulantes de la amada, tan cerca y tan lejos».
Desde que Samaniego dijera en sus fábulas que la locura eternamente sea del amor el lazarillo, quien no comienza por el amor jamás sabrá lo que es vivir desafiando a los dioses, enamorado. Comenzar por el amor es ver y aceptar la realidad de su existencia, a pesar de los pesares; desde los más remotos tiempos, el hombre ama, ha suspirado por el amor que surge siempre imparable. Incontables poetas lo han cantado y bajo su gozo lo han inmortalizado en poemas, desde los más clásicos hasta los más modernos. No podemos hacer una antología del amor, pues su pléyade forma parte de uno de los Parnasos más bellos de la historia de la literatura amorosa.
MÁS LITERATURA QUE CIENCIA
Los avatares sobre el amor son numerosos y su raíz biológica inalterable, por ello se explica que haya más literatura que ciencia, más prejuicio que juicio y más fantasía que realidad, leía en Emilio Mira y López, si mal no recuerdo, esta explicación. Las fases, por las que discurre el amor, siguiendo a este autor, serían: iluminación, duda, exploración, correspondencia, fusión y creación. Nos dejó una clasificación de los amores que perdura en su libro Cuatro gigantes del alma: amores puros e impuros, pasajeros y duraderos, egoístas y generosos; llegando a clasificar hasta los amores psiquiátricos: amor esquizoide, paranoide, hipomaníaco, melancólico, compulsivo, ansioso, todos ellos amores patológicos. También nos explicó los amores normales pero que pueden llegar a ser anómalos: amor nutritivo, mortal, imperialista, sádico y tiránico, lúbrico, intelectual, creador, en vaivén, explosivo y en tres tiempos. Lo recojo como curiosidad y conocimiento de estas consideraciones sobre el amor, rescatadas para las historias del día a día.
Sexo y filosofía de Carlos Fernández Liria, sobre el significado del amor, es una historia del sexo visto por un filósofo, recorriendo las canciones que cantan al amor: «hacer el amor es la aventura más importante que todo el mundo ha afrontado alguna vez en su vida cotidiana […] hasta el punto de que, haciendo el amor, a veces los dioses dejan de dar envidia». Y cómo, sin embargo, Lope de Vega explicaba en versos, en la tragicomedia El caballero de Olmedo, que el amor es una enfermedad:
-¿Tiene algún achaque?
-Sí
-¿qué enfermedad tiene ?
– Amor.
– Pero ¿qué es eso del amor?
-¿El amor ?
-Sí
“Pues el amor, y le voy a parecer a usted un pedante, es la confluencia del instinto fetichista y del instinto sexual», nos cuenta Pío Baroja en su dura novela para su tiempo, El árbol de la ciencia. El desarrollo de la explicación la dejamos en el tintero de la curiosidad del lector.
Tanto que, más adelante, Lope de Vega, en la misma obra, le hace decir a su personaje Alonso:
Inés me quiere, yo adoro
a Inés, yo vivo en Inés;
todo lo que Inés no es
desprecio, aborrezco, ignoro.
Inés es mi bien, yo soy
esclavo de Inés; no puedo
vivir sin Inés; de Olmedo
a Medina vengo y voy,
porque Inés mi dueña es
para vivir o morir.
¿QUÉ ES EL AMOR, PERICO?
“- ¿Y qué es el amor, Perico?, Pregunta Eduardo Mendoza en La verdad sobre el caso Savolta, a su personaje Perico Serramadriles:
-¿Y qué es el amor, Perico? ¡Has conocido tú el verdadero amor? A medida que pasa el tiempo, más me convenzo de que el amor es pura teoría. Una cosa que sólo existe en las novelas y en el cine.
– Que no lo hayamos encontrado no quiere decir que no exista.
– Tampoco digo eso. Lo que digo es que el amor, en abstracto, es un producto de mentes ociosas. El amor no existe si no es materializado en algo corporal. Una mujer quiero decir.
– Eso es evidente-admitió Perico.
– El amor no existe, sólo existe una mujer de la que uno, en determinadas circunstancias y por un periodo de tiempo limitado, se enamora”.
Eurípides por boca de Fedra, en su tragedia Hipólito, se hace la pregunta eterna:
«Fedra.-¿Qué es eso que los hombres llaman amor?
Nodriza:- Algo agradable y doloroso al mismo tiempo, niña.
Fedra.- Podría decir que yo he experimentado el lado doloroso».
Pero para Zoé Valdés, en Querido primer novio, el amor es un misterio:
«-No, Andrés, amar no es una carrera de obstáculos.
-¿Ah, no? ¡Por Dios, miras quién habla! ¿Cuántos obstáculos no interpusieron en tu camino?
-Y sin embargo vencí. El amor es un misterio que debemos mantener vivo».
«En la historia del amor humano -dice Henry Miller en Sexus– todavía estamos en el primer capítulo. Aun ahí, aun en el dominio de lo puramente personal, es un relato bastante vulgar […] Una gran parte es ficticia, hinchada, glorificada por los amantes insatisfechos a cuyas plegarias responden sólo el mito y la leyenda.»
El amor es el centro de la vida amorosa, pero el pivote sobre el que se crea la geometría pasional, dice Octavio Paz, es el sexo.
“¿Contra quién?” pregunta Don Pablo a Mario, el cartero de Neruda, cuando le cuenta que está enamorado:
«-Don Pablo- declaró solemne- . Estoy enamorado […]
-Bueno- repuso- no es tan grave. eso tiene remedio».
Es fácil deducir que estamos leyendo la obra de Antonio Skármeta El cartero de Neruda.
Como una pesadilla paremiológica, Vargas Llosa, en su novela de pasión doble La tía Julia y el escribidor, a través de Marito desarrolla una teoría del amor:
Yo le expliqué que el amor no existía, que era una invención de un italiano llamado Petrarca y de los trovadores provenzales. Que eso que las gentes creían un cristalino manar de la emoción, una pura efusión del sentimiento, era el deseo instintivo de los gatos en celo disimulado detrás de las palabras bellas y los mitos de la literatura. No creía en nada de eso, pero quería hacerme el interesante. Mi teoría-biológica, por lo demás, dejó a la tía Julia bastante incrédula: ¿creí yo de veras esa idiotez?
EL ARTE DE AMAR
Sobre el arte de amar y salir vencedor, nada mejor que leer el Arte de Amar, de Ovidio: Arréglatelas para hacer lo que ella te ordene. Censura lo que ella censure y aprueba lo que apruebe. Afirma lo que afirme ella y niega lo que niegue. Si ríe, ríe tú también, y si llora, procura llorar. Que sea ella quien dicte la expresión de tu rostro. Si juega y agita en su mano los dados de marfil, tú agítalos mal y cédele la baza. Si jugáis a la taba, para evitarle la pena de perder, procura que te salga siempre la suerte adversa de los perros. Si jugáis al ajedrez, simulacro de la guerra, haz que tus soldados sean vencidos por sus enemigos de vidrio. Lleva tú mismo desplegada su sombrilla, y ábrete paso entre la multitud si ella quiere pasar, No vaciles en aproximar el cascabel a su mullido pecho, y calza y descalza las sandalias de su delicado pie. Muchas veces habrás de calentar contra el pecho las heladas manos de tu amada, aunque tú mismo estés tiritando […] Si te ordena ir al foro, procura estar allí antes de la hora fijada y no te marches sino más tarde. Si te dice que busques a alguien, déjalo todo, sal corriendo y que la multitud no detenga tu marcha. Si al volver a casa por la noche, después de asistir a un banquete, llama a un esclavo, preséntate tú espontáneamente. Si está en el campo y te dicen ven, sábete que el amor odia a los indolentes, y, si no dispones de vehículo, vete a pie. No debe retardarte ni el tiempo crudo, ni la ardiente canícula, ni el camino convertido en un blanco tapiz por la nieve caída.
El amor es una especie de milicia. Retiraos los cobardes. No son los medrosos quienes han de defender estas enseñas. La noche, el invierno, las largas caminatas, los crueles dolores y toda clase de sufrimientos, se padecen en este campamento del amor.
Argumento reforzado por García Márquez en Cien años de soledad, cuando explica el comportamiento de Gastón para vencer a su esposa:
Entonces pensó que Gastón no era tonto como lo aparentaba, sino al contrario, un hombre de una constancia, una habilidad y una paciencia infinitas, que se había propuesto vencer a la esposa por el cansancio de la eterna complacencia, del nunca decirle que no, del simular una conformidad sin límites, dejándola enredarse en su propia telaraña, hasta el día en que no pudiera soportar más el tedio de las ilusiones al alcance de la mano, y ella misma hiciera las maletas para volver a Europa.
AMOR SIN REMEDIO
El amor no tiene remedio, es algo que está fuera de la psicopatología, pues no se padece de alguna enfermedad estando enamorado, aunque muchos así lo afirmen. Otra cosa es el desamor o el amor patológico. En un texto del Banquete, de Platón, Aristófanes narra el mito que todos conocemos, y que es el punto de arranque de la vida amorosa:
Desde tan remota época es el mutuo amor de los seres humanos algo natural -inserto en ellos mismos- y reunificador de la antigua connatural naturaleza, tratando de hacer de la dualidad en la que se han convertido, la unidad que fueron. Cada uno de nosotros es, pues, un símbolo de hombre. De ahí que andemos siempre buscando nuestro propio símbolo, nuestra otra mitad.
La infelicidad ha sido, pues, la puerta de la vida; éramos felices, pero faltaba algo:
«Lo cierto es que la felicidad no es como dicen, que sólo dura un instante y no se sabe que se tuvo sino cuando ya se acabó. La verdad es que dura mientras dure el amor, porque con amor hasta morirse es bueno», recogemos de Gabriel García Márquez en Diatriba de amor contra un hombre sentado.
Ahora sólo cabe rodearnos de poetas que han cantado al amor y después, ya vendrán días de vino y rosas, cuando el amor se transforma en patología, en amor loco, en locura de amor.
Enfrente, Francisco de Quevedo, en esa Definición de amor, que le atribuye Cela:
¿Rogarla? ¿Desdeñarme? Amarla? ¿Huirme?
¿Seguirla? ¿Defenderse? ¿Asirla? ¿Airarse?
¿Querer y no querer? ¿Dejar tocarse
y a persuasiones mil mostrarse firme?
¿Tenerla bien ? ¿Probar a desasirse?
¿Luchar entre sus brazos y enojarse?
¿Besarla a su pesar y ella agraviarse?
¿Probar, y no poder, a despedirme?
¿Decirme agravios? ¿Reprenderme al gusto?
¿y en fin, a beaterías de mi prisa,
dejar el ceño? ¿No mostrar disgusto?
¿Consentir que la aparte la camisa?
¿Hallarlo limpio y enojarlo justo?
Esos es amor y lo demás es risa.
López Maldonado en «Amor», dice:
Ay, amor,
perjuro, falso, traidor!
Enemigo
de todo lo que no es mal:
desleal
al que tiene ley contigo!
Falso amigo
al que te das por mayor,
ay amor,
perjuro, falso, traidor.
Tus daños
nos dan claro a entender
que un placer
es pesar de cien mil años,
y en mis daños
esto prueba mejor.
ay amor,
perjuro, falso y traidor!
Rubén Darío en «Abrojos» (II), canta:
¿Cómo decía usted, amigo mío?
¿Que el amor es un río? No es extraño.
Es ciertamente un río
que, uniéndose al confluente del desvío,
va a perderse en el mar del desengaño.
Garcilaso de la Vega reitera, en unos versos de «Escrito está en el alma vuestro gesto»:
Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma mismo os quiero.
Cuando tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.
En «El poeta dice la verdad», Federico García Lorca lo expresa así:
Quiero llorar mi pena y te lo digo
para que tú me quieras y me llores
en un anochecer de ruiseñores
con un puñal, con besos y contigo.
Y Pablo Neruda, con «Puedo escribir los versos más tristes esta noche»:
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los veros más tristes esta noche».
O Ángel González, en «Muerte en el olvido»:
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
-oscuro, torpe y malo- el que lo habita…
O Luis Alberto de Cuenca, en «El desayuno»:
Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Y nada más y nada menos, y, para finalizar, nuestro Cervantes. Don Miguel tira del amor en varias ocasiones en su Quijote, una de ellas en la canción del cabrero Antonio:
Y sé Olalla, que me adoras,
puesto que no me lo has dicho
ni aun con los ojos siquiera,
mudas lenguas de amoríos…
ETAPAS DEL AMOR
No vamos a hablar de las etapas del amor o el deseo de todo hombre, y que Homero recoge; sólo mencionar las que Ulises u Odiseo logra atravesar, a la vuelta de una guerra por otra mujer: pasando por el corazón de la suya, Penélope; por Circe, la hechicera, la mujer de mundo que lleva a Ulises a penetrar en el infierno (Hades); por Calipso, la ninfa, símbolo de la eterna juventud: por Nausicaa la jovencita, el amor del hombre maduro en la etapa final de un Ulises fatigado y viejo, que logra esquivarla; para, finalmente, volver a su desesperada mujer, que ha estado esperándolo todos estos años ya en la vejez. Todos los deseos que simbolizan la vida de un hombre Homero los detalla y se cumplen en la novela de las novelas de aventuras, la Odisea.
Washington Irving, en su romántico Legados de la Alhambra, habla del amor al príncipe por boca del sabio Eben Bonabben:
Habéis de saber que el amor es la causa de más de la mitad de los males que azotan a la desdichada humanidad; es el que produce el descontento y la separación entre hermanos y amigos, el que motiva el asesinato traidor y la guerra desoladora; son sus leales más adictos la zozobra y la tristeza, la fatiga y el cansancio en el día y el insomnio y la desesperación en la noche; abrasa y desazona la alegría de la juventud, a la que marchitan y esterilizan en flor y apresurando los achaques y las preocupaciones de un vejez prematura. ¡Preserve Allah a mi príncipe en ignorancia total de eso que llaman amor!
Pío Baroja, en La lucha por la vida, le dedica un capítulo al amor:
¡Oh, el amor, el amor! Manuel, una noche vio pasar a la aprendiza de la costurera con una caja grande en la mano, y se sintió enamorado.
La siguió de lejos con gran miedo de que lo viera. Mientras iba tras ella, pensaba en lo que se le tendría que decir a una muchacha así, al acompañarla. Había de ser una cosa galante, exquisita; llegaba a suponer que estaba a su lado y torturaba su imaginación ideando frases y giros. y no se le ocurrían más que vulgaridades. En esto, la aprendiza y su caja se perdieron entre la gente y no volvió a verlas.
Fue para Manuel el recuerdo de aquella chiquilla como una música encantadora, fantasía, base de otras fantasías.
Edgar Allan Poe, en uno de sus poemas, habla así al amor:
La primera lección del amor joven es la del corazón,
pues en medio del sol y de aquellas sonrisas,
cuando, lejos de nuestras leves inquietudes,
y riéndome de sus tretas de doncella,
me arrojaba sobre su seno palpitante
y desahogaba en lágrimas mi espíritu,
no era preciso decir nada más;
no era preciso calmar temor alguno
en ella, que no preguntaba la razón de aquello,
y volvía hacia mí su mirada serena.
Los versos a Annabel Lee son conocidos como ejemplo de amar, un amor más fuerte que el amor:
Fue hace muchos años, muchos años,
en un reino junto al mar,
donde vivía una doncella que tal vez conozcáis
por el nombre de Annabel Lee;
y esta doncella vivía sin otro pensamiento
que amarme y ser amada por mí.
Era una niña y yo era un niño,
en aquel reino junto al mar,
pero amábamos con un amor que era más que amor,
yo y mi Annabel Lee;
con un amor que los alados serafines del cielo
nos envidiaban a ella y a mí.
Julio Cortázar, en La vuelta al día en ochenta mundos, recoge lo que sentía Saint-Exupéry:
Amar no es mirarse el uno en los ojos del otro sino mirar juntos en una misma dirección, iba más allá del amor de la pareja porque todo amor va más allá de la pareja si es amor.
AMOR EN TODAS PARTES
Leemos unos versos de Félix Grande, en «Las piedras»:
Amor y horror a ambos lados
confusos de la cabeza;
si el amor nos enriquece
el horror nos deshereda,
si el día se nos acostumbra
la noche se nos despierta;
y si la noche nos duerme
la mañana nos comienza:
que no hay más destino que
llevar siempre la cabeza
esclava
entre dos piedras eternas.
El amor está en todas partes. Desde el comienzo con Adán y Eva, se pregunta Fernando Sánchez Dragó en Carta de Jesús al Papa, que una cosa es como mínimo segura: el apareamiento de los dos primeros seres humanos no lo hacían en la posición del misionero, lo que posiblemente sería la verdadera causa de su inmisericorde expulsión del paraíso.
Pasando de esta hipótesis dragoniana, Alfonso Ussía en su artículo «Las mujeres se recrean en exceso en los detalles», explica el amor:
El amor no cambia. Cambian las formas y las costumbres, las esperas y los recechos. Al final, lo mismo de lo mismo. Como hace mil años, como dentro de mil años. Además, ¡qué es el amor? Lo más sublime o lo menos duradero.
Pittigrilli lo definió así: «el amor es un beso, dos besos, tres besos, cuatro besos, tres besos, dos besos, un beso…».
Antonio Gala en uno de sus poemas dice:
Es en amor la ausencia
lo mismo que la sombra,
que cuando más se aleja
más cuerpo toma
En el amor la ausencia
es lo mismo que el aire:
apaga el fuego chico
y aviva el grande.
Hasta en La Venus de las pieles, Sacher-Masoch, refiere el amor:
El amor no conoce virtud ni mérito; ama, perdona y lo sufre todo, porque debe; nuestro juicio nada nos sirve para el amor; ni preferencias, ni defectos que descubrimos, provocan nuestra abnegación ni nos hacen retroceder asustados.
Es una dulce, melancólica, misteriosa fuerza que nos impulsa; y dejando de pensar, de sentir y de querer, nos dejamos impulsar por ella, sin preguntar dónde nos lleva.
MÁS ALLÁ DE LA MUERTE
«Los coloquios amorosos -dice Juan Manuel de Prada en su novela La vida invisible– están compuestos de palabras borrachas que trastabillean y caminan sinuosamente, dando rodeos para volver al lugar de partida, y así hasta el infinito, como animales amarrados a una noria que, pese a la repetición de su tarea, no muestran señales de cansancio».
El soneto de Francisco de Quevedo, «Amor constante más allá de la muerte», convoca el día de su final a un combate amoroso :
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no desotra parte en la ribera
dejará la memoria, en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido:
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, más tendrá sentido;
polvo serán, más polvo enamorado.
Y como final, una carta de amor de don Quijote a Aldonza Lorenzo o Nogales, alias Dulcinea del Toboso, princesa o infanta, imitando a los antiguos en las palabras recogidas en El Quijote de Avellaneda:
Si el amor afincado, ¡oh bella ingrata! que asaz bulle por los poros de mis venas, diera lugar a que me ensañara contra vuestra fermosura, cedo tomara venganza de a sandez con que mis cuitas os dan enojoso reproche. Cuidades, dulce enemiga mía […] que está preso por una de las más altas fembras que entre las reinas de alta guisa fallar se puede. Empero lo que agora vos demando es que si alguna desmesuranza he tenido, me perdonedes, que los yerros por amare, dignos son de perdonare. Esto pido de finojos ante vuestro imperial acatamiento. Vuestro hasta el final de la vida.
El caballero de la Triste Figura , don Quijote de la Mancha.
(Blas Curado es psiquiatra, escritor, Académico de la Ilustre Academia de Ciencias de la Salud Ramón y Cajal, y Premio Dr. Gómez Ulla).
SOBRE EL AUTOR
Blas Curado García, prestigioso psiquiatra, articulista y escritor, nuevo colaborador de PROPRONews
El ilustre psiquiatra Blas Curado, Premio Doctor Gómez Ulla 2019 a la Excelencia Sanitaria
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