Me despedí de esta columna el 24 de julio diciéndoles que no me gustaba el pelaje de mi gato. Ahora, pasada la primera parte de la pandemia, la herida de su oreja me parece peor. Dicen que todo es susceptible de empeorar hasta la ruina total. Y hay quienes lo dicen pensando que, tras la desescalada, puede venir otro golpe que nos traiga una “normalidad” que cambie tanto el escenario que nos terminemos acordando de aquellas palabras de Alfonso Guerra cuando dijo aquello de que a este país no lo iba a conocer ni la madre que lo parió. (¿Se imaginaría entonces que, junto a otros setenta hombres de Estado, acabaría defendiendo al Borbón y a la Corinna?)
El asunto, Jimy, es que la alegría dura poco en la casa del pobre. Sin embargo, hasta las heridas profundas, como la que tienes en la oreja en estos momentos, tienen sanación. Y hay empresarios y analistas que piensan que, a pesar de la zozobra en la que estamos con los rebrotes, en menos de un año dejaremos de hablar de contagios y muertes y empezaremos a hablar de quiebras de empresas y de paro… No obstante, a pesar de las cifras tan duras, también hablaremos de una serie de oportunidades nuevas que irán paliando los desastres que nos ha traído esta pandemia. Y serán, como siempre, las empresas y los individuos emprendedores, capaces de reinventarse y volver a empezar, los que nos sacarán del atolladero y nos ayudarán a conseguir una vida mejor. También las personas solidarias que, como esa mujer que va cada día a llevar comida a los gatos abandonados (la conociste cuando te perdiste), hace posible que las víctimas sobrevivan a la dificultad.
Serán, como siempre, las empresas y los individuos emprendedores, capaces de reinventarse y volver a empezar, los que nos sacarán del atolladero y nos ayudarán a conseguir una vida mejor.
En esta ocasión puede que hasta las desgracias, una vez pasados los efectos más duros, se troquen en alegrías al ver nacer una sociedad nueva, llena de reformas profundas que pongan coto a tanta aberración como la que nos condujo a un sistema productivo voraz, basado en la contaminación, la esquilmación y el agotamiento de los recursos naturales; hechos estos que nos amenazan con una serie de catástrofes a causa de la filosofía de un capitalismo salvaje, cuyo lema principal es el beneficio sin límites y la especulación con todos los recursos del planeta.
Seguiremos curando la oreja cada día a nuestro gato y viendo cómo se le desinfecta y le cicatriza la herida, al igual que nos recuperamos de la pandemia mientras recordamos aquello de que “no hay mal que cien años dure ni gobierno que perdure”, ni resista a las transformaciones que nos va a traer, irremediablemente, una crisis tan devastadora como la que vamos a atravesar.
Prepárense para ver cambios de gobierno, incluidos aquellos de los que se creen los más poderosos, porque, aunque los pueblos se equivocan a veces con su voto, las grandes catástrofes también sirven para alertarlos de sus errores.
No sé, Jimy, si llegarás a conocer la tercera República, pero sí sé que no te van a faltar grandes emociones políticas tras esta covid-19 que nos ha mandado la Divina Providencia.
(Juan Serna Martín, exconsejero de la Junta de Extremadura, es un destacado intelectual y activista medioambiental, escritor y columnista)
SOBRE EL AUTOR
Juan Serna, un intelectual de la ruralidad y el ecologismo
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