viernes, 26 abril, 2024
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Cuanto más veo las caras de los de Vox, más quiero al Jimy

Las peripecias del Jimy ya se las he contado reiteradamente. Mi hija Laura lo salvó del abandono cuando aún era muy joven. Se ha perdido dos veces y ha sufrido lesiones en varias refriegas, aunque tener dos veterinarias a su servicio le ha salvado la vida. Ahora, en su edad madura, esta pandemia le ha convertido en un gato escéptico. Hace poco caso de mis confidencias y sigue recorriendo la calle Pozo y sus inmediaciones a su aire, como siempre. Pero cuanto más veo las caras de los de Vox, más quiero a mi gato.

Ya saben, a los gatos no les preocupan las vacunas y se dicen: “lo que tenga que ser… sea”. Pero al dueño de este no le pasa lo mismo. Sigo con interés creciente la lucha titánica de “El Gran Farma” por conseguir la vacuna del siglo, que, curiosamente, viene unida al también negocio del siglo, y en cuya pugna, algunos de los seres más repugnantes del planeta intentan llegar los primeros para poner enseguida la bandera de su país, ya sea China, Rusia, Gran Bretaña o los mismísimos EE. UU., esos que con el gorila rojo parece que ya no son lo que eran. ¡Y ojo con las farmacéuticas!, que estas matan o con veneno (como Putin), o con una recortada por encargo a profesionales de la mafia más exquisita. Escarben un poco en la misteriosa muerte de don Emilio, el banquero y padre de la Niña (la que hizo la mejor compra que pueda hacerse por un euro), y verán que no les exagero. Y si no, relean El jardinero fiel, de ese novelista inglés, culto y educado que nos contó con todo detalle cómo se resolvían los contratiempos provocados por ciertos investigadores molestos (como Tessa, aquella ecologista a la que tuvieron que despachar, porque se convirtió en la mujer que sabía demasiado).

El autor, con su gato Jimy
El autor, con su gato Jimy

Estas historias que le cuento al Jimy en momentos de desahogo le traen al pairo. Y si me sigue con fidelidad gatuna es únicamente porque he descubierto que hay una comida blanda que le encanta y es de tan alto nivel, que no me extrañaría que estuviera controlada por una de esas grandes farmacéuticas, cuyo su sello está en todo lo que sea un avance para la salud de este planeta tan depauperado. Por lo demás, creo que es de los que han llegado a la conclusión de que este estercolero en ebullición permanente en el que sobrevivimos no tiene arreglo.


Conseguir la vacuna del siglo, curiosamente, viene unido al también negocio del siglo.


El asunto es que los desahogos con mi gato están más difíciles que cerrar los chiringuitos financieros o las casas de putas (incluidas las de las putas finas). No ha nacido todavía el político que se atreva a esa gesta. Así pues, los señores de las armas, las guerras, la esclavitud, la prostitución, los paraísos fiscales y otras menudencias, seguirán pensando que todo el monte es orégano, con pandemia o sin pandemia. Ahí están el gorila rojo, el Bolsonaro o el Putin como ejemplares que hay que jubilar cuanto antes, si queremos que esta “línea de negocio” pase cuanto antes a la historia de la infamia y se quede solo en el recuerdo de aquello que nos contaron (o nos podrían haber contado) novelistas como Le Carré o Vázquez Montalbán.


No ha nacido todavía el político que se atreva a la gesta de cerrar los chiringuitos financieros o las casas de putas.


La finura del análisis de una internauta.
La finura del análisis de una internauta.

Y en lo que respecta a nuestro país, acerca de los alumnos de esos grandes mafiosos (como el Santi, la arquitecta y su marido y los que les bailan el agua) hoy convertidos en jefes de Estados, solo puedo decirles que cuanto más les veo la cara más quiero a mi gato. ¡Y ojo con la legión que los acompaña! Como dice Daniel Barenboim, “en España quedan aún muchos franquistas”.

(Juan Serna Martín, exconsejero de la Junta de Extremadura, es un destacado intelectual y activista medioambiental, escritor y columnista)

SOBRE EL AUTOR

Juan Serna, un intelectual de la ruralidad y el ecologismo

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