martes, 19 marzo, 2024
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El Jimy está viejo para pandemias

Quince años es una edad vieja para un gato. La ausencia de gente en su corto circuito de paseo no creo que le afecte. Pero yo le sigo contando mis angustias y mis sueños. Abro la prensa, leo lo que dice la señora Botín, sí, la del Santander, y me echo a temblar: “sin solidaridad no hay unión”. ¡Y se lo dice a la Unión Europea la misma persona que colaboró con ella en la estafa más grande que se ha hecho a los españoles recientemente! Sé que no es el mejor momento para revisar escándalos ya consumados, aunque estén pendientes de la justicia, pero nunca ningún granjero puso a la zorra a guardar las gallinas.

El autor, con su gato Jimy
El autor, con su gato Jimy

Dice hoy un columnista de El País que debajo de este cielo nuevo se olfatean los mismos olores de siempre: “rasgos de insolidaridad, reivindicaciones exacerbadas, lentitud, tolerancia con los autoritarios, propaganda, e insuficiente pragmatismo”. Y decía hace unos días un joven profesor extremeño, en una tribuna magistral en ese mismo periódico, que es la hora de la cohesión europea, y también que la “cooperación reforzada” que van a imponer los países del sur será la vía para superar el veto de los halcones del norte.

Como ves, Jimy, la misma letanía de siempre: la Europa de las dos velocidades, los que más tienen contra los que menos tienen. Solo que ahora estamos metidos en esta zozobra de un coronavirus que no entiende eso del norte y el sur, y hay que ser gilipollas para no querer salir de esta pandemia cuanto antes y -lo que es más grave aún- para no ser conscientes del cataclismo económico que vendrá después, que se llevará por delante a estos jamelgos que dirigen las instituciones europeas, esos que siguen pensando en elecciones y reparto de poderes sin darse cuenta de que estarán calcinados en cuanto llegue la hora de reconstruir la gran ruina de una Europa insostenible, asfixiada por la contaminación y por un paro galopante que, irremediablemente, obligará a cambiar la carreta y los bueyes.

AHORA O NUNCA

Ya sé que a ti te la refanfinflan todas estas monsergas, Jimy, pero esto tenemos que arreglarlo si quieres seguir teniendo comida dura y comida blanda, porque se trata de ahora o nunca, ¿comprendes?


El proteccionismo, la ecología, la justicia social y la salud son los elementos clave de las nuevas coaliciones políticas que impongan un programa de ruptura con este caos que se hunde.


Dice el director de Le Monde diplomatique que el cambio hay que hacerlo ahora, y aboga por dar por terminados los tratados europeos y de libre comercio, esos que han sacrificado la soberanía nacional y han convertido en valor absoluto la competencia. Y que el proteccionismo, la ecología, la justicia social y la salud son los elementos clave de las nuevas coaliciones políticas que impongan un programa de ruptura con este caos que se hunde.

Con todo esto, yo me barrunto que una parte importante de esos cambios vendrá impuesta por lo que llamamos los consumidores. Después de tantos días encerrados, sin bares, sin fútbol, sin apenas compras… y, al final, con mucha gente sin empleo o, en el mejor de los casos, con los ingresos disminuidos (todo ello a escala mundial), ¿no tendremos una base suficiente para repensar el modo de producción y de vida de tanta criatura arrollada por este vendaval inesperado en el que, además, el cambio climático y la contaminación hacen la existencia insostenible? Ya sé que hay que contar con las fantochadas de los Trump, Bolsonaro, Johnson, etc. y con el secretismo de China, pero creo que es tanta la mierda que va a inundar este estanque que es posible que los cambios lleguen a todas partes.


¿Quién dice que, tras este carajal, no le dé a la humanidad entera un ataque de cordura que traiga un poco de felicidad a este estercolero y lo convierta en materia orgánica para que todos podamos comer bien?


Al final le digo a mi gato que esté tranquilo, que sus galletas o sus bocaditos, si no los pueden fabricar las grandes multinacionales, habrá nuevas empresas públicas que los fabriquen. Y estas no tienen por qué hacerlas peor, ni tampoco necesitarán departamentos para corromper a los gobiernos ni para crear paraísos fiscales, porque, precisamente, la acumulación de capitales será necesaria para acabar con el hambre y las desigualdades. Sé que para todo esto hacen falta Gandhis, José Mújicas y gente así, pero ¿quién dice que, tras este carajal, no le dé a la humanidad entera un ataque de cordura que traiga un poco de felicidad a este estercolero y lo convierta en materia orgánica para que todos podamos comer bien?

Puede que haya llegado la hora, no solo de las grandes empresas públicas, sino también de las pequeñas y medianas y las de los autónomos. Y, puestos a pedir, la de los artesanos. Todo, antes de que los grandes monopolios controlen la producción, la distribución, los precios de los productos y los mercados.

No veo a mi gato muy convencido tras esta perorata que acabo de soltarle, no sin darle al final su ración de galletas con carne. No sé si habrá que volver a los huesos, las raspas de sardinas y a las sobras de la comida. Pero confío en que la tecnología pueda echarnos una mano para que hagamos las transformaciones sin tener que volver al arado de palo.

(Juan Serna Martín, exconsejero de la Junta de Extremadura, es un destacado intelectual y activista medioambiental, escritor y columnista)

SOBRE EL AUTOR

Juan Serna, un intelectual de la ruralidad y el ecologismo

El último fruto de Juan Serna

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