viernes, 29 marzo, 2024
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La detención de Puigdemont nos retrotrae a una foto idéntica de hace 84 años

Los independentistas revoltosos de 1934 encarcelados con Companys al frente, o cómo no escarmentar en cabeza ajena

La imagen, en blanco y negro, claro –como esta Cataluña de los Puigdemonts, los Junqueras, los Jordis y compañía, detenidos y encarcelados por delitos gravísimos contra el orden constitucional y la integridad del Estado-, de Companys y del resto de la camarilla independentista revoltosa, que se atrevió a proclamar el estado catalán en 1934, entre rejas, vuelve a hacerse presente en la memoria de todos tras la detención de Carles Puigdemont. La imagen tiene una aplastante fuerza disuasoria y simbólica. Lo lamentable es que el independentismo catalán radical no haya aprendido la dura lección en tanto tiempo.

Con la detención del expresidente de la Generalitat Puigdemont y su más que probable extradición a España, desde un país como Alemania, que mantiene una estrecha relación con el nuestro, cuya primera ministra, Angela Merkel, es un apoyo decidido de Mariano Rajoy en Europa, y en cuya legislación figuran tipificados delitos similares a los presuntamente cometidos aquí por Puigdemont y los suyos, y penados en esa indiscutible democracia europea con penas que oscilan entre hasta 10 años de cárcel y cadena perpetua, se pone fin material, pero también simbólico, a la aventura tragicómica del huido y al sainete de la independencia y de la imposible república catalana.


Tras la investidura fallida de Turull, Puigdemont ha vuelto a escenificar la infinita e interminable torpeza de todo el procés.


En este proceso –que no procés– de simbolismos y relatos históricos, esa imagen de Companys y los suyos en la trena cobra una actualidad demoledora y tiene un efecto pedagógico aplastante. Porque aquella imagen y la de ahora de todos los implicados en la ilegal deriva independentista presos o huidos, son idénticas como dos gotas de agua y encierran un clamoroso mensaje que ha tenido suficiente tiempo para ser percibido, comprendido e interiorizado por quienes han vuelto a elegir el ataque a la legalidad constitucional.

CLARO MENSAJE

Este mensaje no puede ser más claro y contundente: ni hace 84 años ni ahora, el Estado español y la ciudadanía española vamos a permitir que se rompa la unidad nacional que nos define como pueblo, que nos confiere una identidad internacional secular y que consagra la Constitución.

No se le ve, pero en este furgón policial va detenido Puigdemont. RTVE
No se le ve, pero en este furgón policial va detenido Puigdemont. RTVE

Tras el estrepitoso ridículo de la investidura fallida de Jordi Turull a pesar de tener los independentistas mayoría absoluta en la cámara, lo que prueba la irrealidad en la que viven los cabecillas del separatismo y la torpeza con la que actúan –no han dado un solo paso a derechas desde que los Pujol y los Mas empezaron con la matraca independentista, para entre otras cosas, disimular e indultar sus corrupciones-, ha venido ahora Carles Puigdemont a llevar esa torpeza –impropia de catalanes se supone que modernos y formados- a su máxima expresión. Porque creer que se podría pasear impunemente por Europa como si no pasara nada, y que incluso podría entrar y salir de un país como Alemania, donde si a algún político de allí se le ocurriese hacer la mitad de lo que él ha hecho aquí le habría caído todo el peso de la ley y del descrédito ciudadano desde el minuto uno, es no estar en este mundo.

El 7 de septiembre de 2017, este periódico publicó una información firmada por este periodista y titulada «2017-1934, regreso a una Cataluña en blanco y negro». En ella anticipábamos con exactitud cuál sería el final de esta tragicomedia, cuando aún no se había celebrado el llamado referéndum del 1-O ni habían tenido lugar los catastróficos acontecimientos políticos, económicos y sociales que siguieron. Hoy, seis meses después, todo lo que pronosticamos en esa y en otras informaciones sobre el asunto ha sucedido, con la diferencia de que la situación es mucho peor, a pesar de la aparente calma. De cualquier modo, lo que queda para la posteridad, como quedó la imagen de Companys y los suyos entre rejas, es la de Puigdemont vencido y detenido.

En 2102, es decir, dentro de otros 84 años, en los libros de historia de España habrá un pequeño espacio dedicado a las suicidas aventuras separatistas de 1931-1934 y de 2017-2018. Para entonces, y vistas las lecciones que la historia da una y otra vez, es de suponer que ésta habrá quedado definitivamente aprendida por aquellas generaciones catalanas del futuro. Por mi parte, estoy convencido de ello.

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