martes, 19 marzo, 2024
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Un polizón en Montevideo

Una historia real de emigrantes españoles de cuando España no era lo que hoy es y la solidaridad la practicaban otros países con nosotros

El muchacho no tenía pasaje en aquel barco que zarpaba de Galicia rumbo a Uruguay, pero nadie se fija en él, ya que lo suponen hijo del matrimonio emigrante. Hace una semana que vendió la bicicleta, que era su única posesión de valor. Así pudo juntar algo más de mil pesetas, que lleva en un bolsillo interior que la madre le cosió en la cintura del pantalón. Cuando los tíos bajan al camarote, quedan estupefactos al ver allí a su sobrino que, muy sonriente, les dice que va con ellos a Montevideo. Esta es una historia real de aquella España no tan lejana que producía emigrantes a millones.

Manuel Suárez Suárez
Manuel Suárez Suárez

Galicia, Montevideo.-

Los años de Vicente en la cárcel de Ferrol le duelen mucho a Josefa. Hay que irse de prisa para olvidar siete largos años de sufrimiento. Tiene una hermana en Montevideo que les abre la puerta para entrar en la República Oriental del Uruguay. Su único hijo, Paco, se niega a embarcar, ya que no quiere dejar a la novia que tiene en Sada. En el muelle, el sobrino Pepe mueve los brazos y grita fuerte que, después de hacer el servicio militar, les va a hacer una visita a Montevideo. El barco se va alejando. Vicente se despide de A Marola con lágrimas en los ojos y sin decir una palabra, pues sabe que no volverá a ver a su vieja amiga de Oleiros.


Hay que organizarse con premura para que el polizón no sea descubierto: lo mejor es que de día permanezca en el camarote y de noche suba a cubierta a estirar las piernas.


Unos meses después, Pepe vuelve al mismo puerto para despedir a los tíos de Miño, que van camino de Buenos Aires. No tiene billete, pero nadie se fija en él, ya que lo suponen hijo del matrimonio emigrante. Hace una semana que vendió la bicicleta, que era su única posesión de valor. Así pudo juntar algo más de mil pesetas, que lleva en un bolsillo interior que la madre le cosió en la cintura del pantalón. Cuando los tíos bajan al camarote, quedan estupefactos al ver allí a su sobrino que, muy sonriente, les dice que va con ellos hasta Montevideo. Al hacer escala en la capital uruguaya, descenderá por la escala como un emigrante, más para abrazar a la tía Josefa y al tío Vicente, que estarán en el puerto para recoger una botella de coñac que les envía Celia de Santa Mariña.

Había que dejar atrás los duros años de Vicente en la cárcel de Ferrol. PINTEREST
Había que dejar atrás los duros años de Vicente en la cárcel de Ferrol. PINTEREST

LA COMIDA NO FUE PROBLEMA

Hay que organizarse con premura para que el polizón no sea descubierto. Deciden que lo mejor es que por el día permanezca en el camarote y que a la noche suba a cubierta a estirar las piernas. La comida no fue problema. Los frecuentes mareos hicieron que los tíos comiesen solamente uno de los dos platos que se servían. Siempre tuvo comida que se complementaba con las frutas del postre. Una noche que iba de paseo por la cubierta, se quedó petrificado delante de un miembro de la tripulación, que lo llamó. Era para pedirle que le echase una mano, para abrir y extender la pantalla de cine. A partir del sobresalto, todas las noches fue a ayudar en la proyección de la película. Nunca se acercó al comedor, ya que suponía que el número de comensales estaba contabilizado en coincidencia con el número de pasajeros.

La tierra uruguaya necesita de brazos honrados para empujar en el crecimiento y, desde Galicia, vienen cientos de ilusiones que arrimarán su sudor solidario a la orilla rioplatense. El barco amarra sus cabos al frente de un edificio en el que ondea una bandera con rayas azules y blancas, horizontales, y con un sol en su ángulo superior izquierdo. El polizón sonríe, confía en que el sol aleje cualquier oscuridad que se le ponga delante en su ruta de emigración. La casa en la que vive con los tíos está en la calle Cufré, en el barrio de Jacinto Vera. Aquí tiene su pequeño espacio privado, en una habitación en la azotea, y a un par de cuadras del cine Ateneo, en el que la sesión de los sábados por la tarde incluye tres películas. No se pierde ninguna película de sus dos actores preferidos, Burt Lancaster y Kirk Douglas.


La tierra uruguaya necesita de brazos honrados para empujar en el crecimiento y, desde Galicia, vienen cientos de ilusiones que arrimarán su sudor solidario a la orilla rioplatense.


 El tío trabaja en la fundición de metales “Nervión”, en el barrio de La Teja. La tía cuida de media docena de gallinas que cría en un rincón de la azotea, ya que asegura que una buena tortilla debe hacerse con huevos caseros. Los domingos al mediodía, salvo en los meses de julio y agosto, que enfría el tiempo, almuerzan en la azotea, escuchando el programa radial Glorias de España, pues Sempre en Galicia hace varias horas que terminó. Cuando el locutor, Pepe Guillén, anuncia un pasodoble, hay que bailar con la tía, porque así lo pide la voz de Juanito Valderrama. En la temporada de pesca, en una parrilla sobre cuatro ladrillos, asan unas hermosas corvinas fresquitas que mordieron el anzuelo en la desembocadura del río Santa Lucía.

Millones de españoles emigraron a Suramérica en buques como este.
Millones de españoles emigraron a Suramérica en buques como este.

A PEPE LE GUSTA MUCHO EL BAILE

A Pepe le gusta mucho el baile. En verano, las tardes de domingo, se acerca a la Quinta de la Casa de Galicia. A este campo de fiestas situado en el barrio de Sayago acuden de merienda muchas familias emigradas, para disfrutar de la música de una orquesta y de los alegres e infaltables gaiteros de Míguez. En invierno, el baile le queda cerquita de su vivienda, en un club social llamado Sassi. Va caminando por la avenida General Flores hasta la calle Aréchaga, que, subiendo hacia el Hipódromo de Maroñas, es la paralela, empedrada, a mano izquierda. Aunque esta entidad asociativa la fundaron emigrantes italianos, siempre está llena de gallegos. Aquí es donde conoce a una emigrante de Vimianzo que trabaja como empleada doméstica en una casa de Carrasco. Siendo el domingo su día de descanso, lo aprovecha para venir a la casa de unos tíos que viven a unas pocas cuadras de distancia, en Propios y Carabelas.

El casamiento tiene lugar en la iglesia (Santuario Nacional) del Cerrito de la Victoria. El padrino es el tío de la novia y la madrina es la tía que lo protegió durante aquella muy especial singladura de polizón que lo transportó hasta Montevideo. La novia va a la ceremonia en la camioneta “Fordson” del padrino, que es de color verde inglés. La fiesta tiene lugar debajo de una gran parra de uva frutilla, que se extendía por todo el frente de la casa. Lo que recuerdo con más nitidez de la boda de mi prima de A Valiña es el sabor de las “pildoritas”, que eran de “Cativelli” o de “Ottonello” (Si es de Ottonello: ¡Comélo!) ya que fueron, junto con el dulce de leche, los dos sabores que me unieron a la noble y solidaria Banda Oriental de don José Artigas.

(Manuel Suárez Suárez es doctor en Derecho y Ciencias Sociales por la Universidad de Montevideo (Uruguay), y articulista y escritor).

SOBRE EL AUTOR

Manuel Suárez Suárez, ilustre galleguista y escritor, nuevo colaborador de PROPRONews

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