viernes, 19 abril, 2024
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Los 100 primeros periodistas que íbamos a ser fusilados el 24-F

Cuatro décadas después, todavía estremecen las represalias reservadas a ciudadanos “contrarios”, que incluían la muerte de los más “peligrosos”

En la trastienda del fallido golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 -la trama civil fascista de ultraderecha con miles de participantes, que daba apoyo y posterior colaboración, y la militar ejecutante encargada de la acción primera- estaban elaboradas desde tiempo atrás las listas de los ciudadanos y ciudadanas de este país que íbamos a ser represaliados desde el día siguiente, por ser considerados “elementos peligrosos” a eliminar o reducir al ostracismo. Las represalias previstas tenían una escala de mayor a menor severidad, en función de la ideología y la “gravedad de la conducta” de los implicados, una escala que iba desde el fusilamiento a la pérdida del trabajo. Cien periodistas seleccionados, yo entre ellos, entramos en el primer grupo de los que iban a ser fusilados el 24 de febrero para escarmiento de todos, como recogió la prensa de entonces. Esta es mi crónica de aquellos días aciagos, que pusieron en peligro nuestra democracia y que cuento por primera vez en primera persona y con muchos detalles inéditos.

Madrid, Badajoz.-

Tras la derrota del ejército republicano y la captura del teniente de Ingenieros Fernando Pagador de la Peña por las tropas franquistas, mi padre, oficial radiotelegrafista perteneciente a la 37ª Brigada Mixta, padeció diversos castigos y torturas a cuál más cruel, como, por ejemplo, ser sometido a fusilamientos simulados. Y en 1981, cuarenta y dos años después, mi nombre estaba en las listas de las personas que los golpistas y sus cómplices fascistas iban a fusilar al día siguiente. De nuevo, como si no hubiese pasado el tiempo, otro Pagador de la siguiente generación figuraba en un nuevo documento fascista de personas fusilables.

La prensa de entonces publicó la información, con la referencia que desde el principio me incluía como víctima segura en caso de haber triunfado el golpe. Una de esas publicaciones, la revista Actual, en su número de 20 de agosto de 1982, publicaba la noticia en primera página: “Las listas negras de los golpistas. LOS QUE IBAN A MORIR EL 24-F. 3.000 nombres provincia por provincia (I)”.

Portada de la revista ACTUAL, con la noticia de los que iban a ser fusilados. ARCHIVO J.M. PAGADOR
Portada de la revista ACTUAL, con la noticia de los que iban a ser fusilados. ARCHIVO J.M. PAGADOR

La intentona de golpe fue en febrero de 1981, pero hasta bien avanzado el año siguiente no fue posible terminar de averiguar el alcance de los planes de los golpistas y sus incontables cómplices fascistas en todas las provincias del país, incluida Badajoz. Estos planes se fueron conociendo después de las correspondientes sesiones del juicio en el que fueron condenados por el Tribunal Supremo en segunda instancia, dada la levedad de las condenas impuestas en primera por el tribunal militar, que solo condenó a 11 de los implicados y a una pena máxima de 6 años, mientras que el Supremo aumentó a 32 el número de los condenados y a 30 años la pena para los cabecillas del golpe, logro debido al entonces ministro de Defensa, Alberto Oliart Saussol, que ordenó la interposición de un recurso por parte de la Fiscalía, como contamos hace unos días: Cuando Alberto Oliart sacó a bailar a las mujeres de los generales; y también gracias a las investigaciones de los servicios de inteligencia y a la labor de la prensa.

“LISTAS DE SANGRE”

Dichos planes incluían la posterior represalia, de alcance nacional, para terminar con cualquier atisbo de resistencia, oposición o crítica, empezando, claro es, por los elementos más “peligrosos”, los periodistas más valientes o “díscolos”.

En el número citado de la revista Actual, dentro de la información titulada “LISTAS DE SANGRE PARA EL 24-F (Primera parte)” se dice: “Como resulta lógico intuir, los “malditos periodistas” no se iban a librar de la depuración. En una larga lista ocupan “puestos de honor” los siguientes:” Y empieza una relación de los cien primeros, que incluye a colegas tan relevantes como José Luis Balbín, Rafael Calvo Serer, Antonio Asensio, Juan Luis Cebrián, Juan Tomás de Salas, Raúl del Pozo, Mercedes Milá, Jesús Polanco, José Oneto o Miguel Ángel Aguilar. En esta relación yo soy el único extremeño, citado exactamente en el lugar 91 de la lista.

Mi nombre figura entre los 100 primeros periodistas a fusilar. ARCHIVO J.M. PAGADOR
Mi nombre figura entre los 100 primeros periodistas a fusilar. ARCHIVO J.M. PAGADOR

El 23 de febrero de 1981 yo llevaba ya una década ejerciendo como periodista del diario HOY de Badajoz y como corresponsal de Diario 16 y Cambio 16. Era un periodista significado, tanto por mis “antecedentes” como por mi “conducta”. Mi tío abuelo Rosendo de la Peña Risco, hermano de mi abuela paterna, maestro nacional en Marchena (Sevilla), había sido fusilado en agosto de 1936 por los fascistas (Antonio Machado, Rosendo de la Peña y Fernando Pagador de la Peña, mis antepasados republicanos y el exilio de Puigdemont). Mi padre, militar republicano y miembro del PSOE, había sufrido durísimos castigos franquistas desde el final de la guerra civil, pese a lo cual siguió perteneciendo al partido y trabajando por él.

REPRESALIAS AFRICANAS

Y yo, como periodista con esos antecedentes, encima venía publicando informaciones y artículos críticos desde que empecé a ejercer, en los años finales del franquismo. Ya había sufrido represalias con anterioridad, como ser destinado a hacer el servicio militar en el Sáhara, cuando estaba ya casado, habían nacido mis dos primeras hijas, tenía casa abierta en Badajoz y un puesto de trabajo fijo en HOY como periodista, lo que me daba derecho a un destino compatible con mi situación familiar y laboral, cosa que no sucedió. En esto también había otra coincidencia, esta africana, con la historia de mi padre, porque tras la guerra, entre los castigos que le cayeron, fue condenado a un Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores en el Protectorado Español de Marruecos, donde pasó meses picando piedras como esclavo en la construcción de una carretera.

Represaliado en el Sáhara. Yo soy el más delgado, aquí de patrulla por el desierto con un compañero. ARCHIVO J.M. PAGADOR
Represaliado en el Sáhara. Yo soy el más delgado, aquí de patrulla por el desierto con un compañero. ARCHIVO J.M. PAGADOR

EL 23 DE FEBRERO

El 23 de febrero de 1981, más o menos a las seis y media de la tarde, yo había terminado ya mi jornada en el periódico y caminaba por la calle de la Soledad a la altura del cruce con la calle Felipe Checa. En esa esquina tenía entonces una tienda de electrodomésticos mi amigo Antonio Cansinos, hijo del senador socialista Juan Antonio Cansinos Rioboó. Era una tarde soleada y luminosa de finales de febrero, cuando los días son ya más largos, a un mes escaso de la primavera. Al verme a través del cristal del escaparate, Tony Cansinos salió a la calle y me llamó, alterado.

-José María, hay un golpe de Estado, acabo de oírlo en la radio, un grupo de guardias civiles ha irrumpido a tiros en el Congreso.

Entré en la tienda y escuché las detonaciones a través de la radio. Además, Tony tenía encendidos varios televisores de diferentes marcas, como era usual en estos establecimientos. En todos ellos había una extraña imagen congelada de una zona neutra del hemiciclo, captada por las cámaras de TVE, que estaba retransmitiendo la segunda sesión de investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo como nuevo presidente del Gobierno. La televisión no mostraba nada, pero por la radio y por el audio de TVE se escuchaban nítidamente las voces del teniente coronel Tejero y demás golpistas. Yo recordaba a Tejero de cuando estuvo destinado en la Comandancia de Badajoz en los primeros años 70, y entonces no me había parecido un elemento tan exaltado y peligroso.

“¿DÓNDE ESTABAS, PAPÁ?”

Abandoné la tienda y me dirigí al primer teléfono público que encontré -en aquellas fechas todavía no había móviles- y llamé a casa de mi padre, preocupado por él. Hablé con mi madre, pues él no estaba en casa. Yo tenía clarísimo que mi padre, con sus antecedentes y, encima, miembro conocido del PSOE de Badajoz, del que llegó a ser presidente provincial, y concejal y teniente de alcalde de su Ayuntamiento, era un candidato cierto a represalias.

Primera visita de Felipe González a Extremadura como líder del PSOE. Mi padre viste traje y corbata. ARCHIVO J.M. PAGADOR
Primera visita de Felipe González a Extremadura como líder del PSOE. Mi padre viste traje y corbata. ARCHIVO J.M. PAGADOR

Mi madre me dijo que no sabía dónde estaba mi padre. Me dirigí a mi casa, para tranquilizar a mi propia familia, y desde mi domicilio hice otras numerosas llamadas a casa de mi padre, siempre con el mismo resultado. Ante mi insistencia, mi madre, que todavía no se había enterado de nada, se alarmó.

-¿Qué pasa, hijo? ¿Ha ocurrido algo malo? -me preguntó ella.

-No, nada, mamá, solo que quiero comentarle una cosa a papá. Dile que me llame cuando llegue.

Esperé en casa, inquieto, la llamada de mi padre. Por fin, cerca de las 9 de la noche, sonó el teléfono.

-Papá, ¿dónde estabas? ¿No te has enterado de que hay un golpe de Estado? Estaba muy preocupado por ti.

-Claro que lo sé -dijo-. Me enteré desde el principio, en la radio. Entonces cogí el coche y he estado dando vueltas por ahí, recorriendo los cuarteles militares de la ciudad y los de la Guardia Civil y la Policía, para ver si había movimientos de tropas, pero está todo tranquilo.

-Pues no te muevas de casa hasta que sepamos cómo evoluciona esto -le dije.

La calma de mi padre me admiró. Estaba preocupado, cierto, pero no alarmado. Era natural. Después de lo sufrido en la guerra y la posguerra, él ya estaba curado de espanto.

EL JEREZANO ME OFRECE AYUDA

Tras hablar con mi padre, sonó el teléfono. Victoriano Montes Vargas, El Jerezano, un gran gitano y como un hermano para mí, me llamaba para ver cómo estaba yo y qué podía hacer por mí. Le dije que no se preocupase y colgamos. Después de tranquilizar a mi familia, fui al periódico por si se me necesitaba. Me dijeron que no, hasta ver cómo evolucionada el asunto para preparar alguna edición, así que regresé a casa. Era ya noche avanzada cuando llamaron con insistencia a la puerta. Confieso que me alarmé. Era El Jerezano.

-Payito Jose Mari -me dijo, como solía llamarme-, la cosa se está poniendo muy fea y temo por ti y tu familia. Veniros conmigo, que yo os llevo esta noche a Portugal vadeando el Guadiana por pasos que conozco.

El Jerezano y yo en una fiesta en su casa. ARCHIVO J.M. PAGADOR
El Jerezano y yo en una fiesta en su casa. ARCHIVO J.M. PAGADOR

Le agradecí en el corazón su gesto. Entre toda la gente que yo conocía en Badajoz, incluidas personas de derecha que consideraba mis amigos, El Jerezano fue el único que vino a ayudarme. Pero no podía aceptar su generoso ofrecimiento por tres razones. Por mi propia dignidad, aunque hoy parezca una bobada decir esto dado el peligro que corríamos, pero yo no me veía huyendo, aunque hubo mucha gente, sobre todo políticos, que esa noche se fueron a dormir a la cercana Elvas; por no dejar solos a mis padres y hermanos no emancipados; y por ese afán del periodista de estar disponible y atento cuando ocurren grandes acontecimientos.

LORENZO BLINDA EL GOBIERNO CIVIL

Durante esas horas terribles de incertidumbre, tanto desde el periódico como desde mi casa, seguí haciendo mi trabajo de periodista, realizando llamadas telefónicas, primero al gobernador civil de Badajoz, Lorenzo Martínez-Fresneda Barrera, una gran persona y amigo mío, que estaba muy asustado.

-¿Cómo está la cosa por ahí? -le pregunté.

-He ordenado a la Policía Nacional que tome posiciones alrededor del Gobierno Civil y he dado orden de que lo defiendan incluso con las armas si fuese necesario.

Luego llamé a la Capitanía General de la 1ª Región Militar, con sede en Madrid, de la que dependía Extremadura. El telefonista me informó de que el Capitán General Guillermo Quintana Lacaci se encontraba en su despacho, pero no podía atender mi llamada. A continuación, telefoneé a Sevilla, a la Capitanía General de la 2ª Región Militar, para intentar hablar con el Capitán General Pedro Merry Gordon, pero el soldado que me atendió me dijo que el general no se encontraba allí.

Con Adolfo Suárez en La Moncloa. ARCHIVO J.M. PAGADOR
Con Adolfo Suárez en La Moncloa. ARCHIVO J.M. PAGADOR

La tormenta perfecta se había ido fraguando sobre todo a lo largo de los últimos meses, a partir de la moción de censura que Felipe González presentó a finales de mayo de 1980 contra Adolfo Suárez, que dejó a este muy tocado, injustamente. Para entonces ya habían empezado las veleidades de los partidos, incluido el PSOE, con una fórmula como la llamada “Solución Armada”, es decir, la creación de un gobierno de concentración presidido por el militar y votado en el Congreso, a fin de evitar otro golpe duro y sangriento, para lo cual era imprescindible el voto favorable de los socialistas en una nueva moción de censura. Pero Suárez, temiendo que eso sería la muerte de la democracia -así me lo confesó él mismo en las varias conversaciones que tuvimos en Madrid y en Badajoz-, se les adelantó con su sorpresiva dimisión, desbaratando dicha operación, pero acelerando, sin querer, el golpe duro.

Uno de mis múltiples encuentros con Suárez, esta vez, en Badajoz. ARCHIVO J.M. PAGADOR
Uno de mis múltiples encuentros con Suárez, esta vez, en Badajoz. ARCHIVO J.M. PAGADOR

AMANECE EL DÍA 24

La tormenta pasó por la mañana del día 24 con la rendición de los golpistas. Fue el rey Juan Carlos, como jefe natural del Ejército, el que paró el golpe. Cualquier teoría que intente involucrar a Juan Carlos en el golpe es falsa. No lo digo yo. Lo dicen todos los historiadores. Porque hay una evidencia incuestionable. El rey había designado a Leopoldo Calvo-Sotelo y a nadie más para sustituir a Adolfo Suárez en la presidencia del Gobierno. Aquella noche aciaga del 23-F, si la práctica totalidad de las capitanías generales estuvieron a la espera, favorables a apoyar el golpe; si la ultraderecha nacional estaba organizada en cada provincia para dar apoyo civil al golpe; si los partidos políticos, incluido el PSOE, habían dado un visto bueno preliminar a la “Solución Armada”, a fin de contrarrestar un posible golpe duro (véase, por ejemplo, lo que dice el prestigioso historiador Roberto Muñoz Bolaños: EL PSOE Y LA «SOLUCIÓN ARMADA»: LA REUNIÓN MÚGICA-ARMADA EN LÉRIDA), ¿por qué no triunfó el golpe si todo estaba a favor? Pues sencillamente, porque el rey Juan Carlos dijo que no y dio las órdenes oportunas a todos los capitanes generales.

UN REY MUY MILITAR

El rey Juan Carlos tenía un claro ascendiente sobre los militares franquistas, que eran la práctica totalidad de los de entonces, y no por méritos propios, o no solo por ellos, sino porque Franco les había dado a todos los generales una orden tajante antes de morir: “Obedecedle a él como me habéis obedecido a mí”.

Aquí estoy con el rey Juan Carlos, que tenía una convivencia frecuente con los militares, en unas maniobras. ARCHIVO J.M. PAGADOR
Aquí estoy con el rey Juan Carlos, que tenía una convivencia frecuente con los militares, en unas maniobras. ARCHIVO J.M. PAGADOR

Sabedor de que la convivencia con los militares era importante para hacer efectivos su autoridad y su mando, el rey Juan Carlos, que se había curtido de joven en los tres ejércitos, frecuentaba con frecuencia los cuarteles, asistía a numerosas maniobras militares, y presidía muchos actos castrenses de todo tipo, de lo cual fui testigo en numerosas ocasiones. Esa convivencia militar, de jefe al que le gusta vestir el uniforme y convivir entre uniformados, fue también un punto a su favor a la hora de parar el golpe.

Con el rey, en unos ejercicios militares. ARCHIVO J.M. PAGADOR
Con el rey, en unos ejercicios militares. ARCHIVO J.M. PAGADOR

EL CARNAVAL DE 1981 Y YO

Por lo que a mí respecta, cuando sucedió el fallido golpe de Estado yo no solo era un periodista crítico de todo abuso y defensor de la democracia en ejercicio, sino que, además, en aquellas fechas de 1981 me encontraba organizando el primer Carnaval de Badajoz después de la prohibición franquista. Yo era el autor de la iniciativa y el organizador, y figuraba como tal tanto en el Ayuntamiento de Badajoz, que había delegado en mí la organización de la fiesta y me había facilitado el presupuesto correspondiente, como en el permiso gubernativo que me había concedido el gobernador civil, imprescindible en aquel tiempo para cualquier actividad callejera.

Yo había fijado las fechas del sábado 28 de febrero y el domingo 1 de marzo de 1981 para la celebración del Carnaval, pero el golpe de Estado ocurrió el lunes 23. De modo que el 25 de febrero, cuando el peligro parecía conjurado pero nadie las tenía todas consigo, mi amigo el gobernador civil me convocó a su despacho sin decirme para qué.

Con el gobernador civil, que quería cancelarlo, negocié el aplazamiento del Carnaval una semana. ARCHIVO J.M. PAGADOR
Con el gobernador civil, que quería cancelarlo, negocié el aplazamiento del Carnaval una semana. ARCHIVO J.M. PAGADOR

-Tal como están las cosas, José María, hay que cancelar el Carnaval. -me dijo.

Me negué en redondo.

-Ten en cuenta que tú, como organizador y solicitante del permiso gubernativo tienes una grave responsabilidad por cualquier cosa que pueda pasar -insistió.

-No va a pasar nada, Lorenzo, y a estas alturas, con todo organizado, no podemos cancelar la fiesta -argumenté.

Él y yo éramos muy amigos, hasta el punto de que, después de su divorcio y hundido en aquella soledad del caserón del Gobierno Civil, Lorenzo pasó algunas Nochebuenas cenando en mi casa, invitado por mí. Y gracias a esta amistad y a su flexibilidad, conseguí mantener la fiesta, eso sí, aplazándola una semana, de modo que aquel año, el primer Carnaval de Badajoz tras el franquismo no se celebró en su fecha -como erróneamente han recordado días pasados los medios locales-, sino los días 6, 7 y 8 de marzo de 1981.

LA ULTRADERECHA QUEMA MI COCHE

Pero no habían acabado aquí mis problemas. El odio fascista que se nos tenía a los periodistas que defendíamos la democracia y denunciábamos cualquier abuso político o social en los medios, seguía destilando bilis que luego se materializaba en forma de ataques de todo tipo.

Por aquella época, y antes y después, yo recibía semanalmente llamadas telefónicas y cartas anónimas amenazándonos de muerte a mí y a mi familia. Y, por fin, la noche del 18 de julio de aquel año, los fascistas cumplieron una de sus amenazas y me quemaron mi coche, un Talbot-150 nuevecito.

Por la mañana me presenté en la sede de Fuerza Nueva de Badajoz, en la plaza de Cervantes, y a los que se encontraban allí en aquel momento les pregunté:

-¿Quiénes han sido los cabrones que me han quemado el coche esta noche?

Se rieron y, antes de marcharme, me invitaron a un café que no acepté.

Con el coche que me quemó la ultraderecha en Badajoz. ARCHIVO J.M. PAGADOR
Con el coche que me quemó la ultraderecha en Badajoz. ARCHIVO J.M. PAGADOR

MI HOMENAJE AL REY

Desmontado el golpe de Estado, y agradecido yo por el papel del rey Juan Carlos como salvador de la democracia y, seguramente, de mi vida y de la de tantos compañeros periodistas, me puse de inmediato a organizarle un homenaje en Badajoz, consistente en solicitar para él la Medalla de Oro de la Provincia. Para ello organicé una Comisión Ciudadana, solicité la concesión de la medalla al entonces presidente de la Diputación Provincial de Badajoz, Luciano Pérez de Acevedo y Amo -acuerdo que fue aprobado por unanimidad en sesión plenaria de la institución- y realicé una cuestación popular para recaudar el importe de la pieza de oro. La medalla, labrada por Joyería Castellanos de Badajoz, costó 226.000 pesetas, pero como se recaudaron más de 300.000, doné el resto a una institución benéfica de la ciudad. Hay que imaginar la cantidad de personas que participaron, con aportaciones de 10 o 20 pesetas la mayoría de ellas.

Orden de pago de la Medalla al Rey, firmada por mí. ARCHIVO J.M. PAGADOR
Orden de pago de la Medalla al Rey, firmada por mí. ARCHIVO J.M. PAGADOR

Y en octubre de 1981 recibí de la Casa Real la confirmación de la audiencia que el rey Juan Carlos nos concedió a la comisión organizadora, que le hizo entrega en Madrid de la Medalla de Oro de la Provincia.

Comunicación que me envió la Casa del Rey para la audiencia. ARCHIVO J.M. PAGADOR
Comunicación que me envió la Casa del Rey para la audiencia. ARCHIVO J.M. PAGADOR

Por decisión mía, y a fin de darle al acto un carácter más institucional, la representación ciudadana que se desplazó al Palacio de La Zarzuela, elegida entre los donantes de la medalla, estuvo presidida por el presidente de la Diputación, señor Pérez de Acevedo. Yo no asistí, porque, dado que conocía al rey de numerosas ocasiones anteriores, cedí el puesto que me correspondía como presidente de la comisión a otro ciudadano que nunca había visto a Juan Carlos en persona y tenía ganas de conocerle.

LA CORONA Y LA PRENSA, POR LA DEMOCRACIA

Por aquellos días, y de la mano del entonces presidente de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España, Luis María Ansón, los representantes de toda la prensa española acudimos a una audiencia en La Zarzuela, en apoyo de la democracia y de las instituciones que la hicieron posible.

Los presidentes de la prensa de España, con el rey, en Zarzuela. Yo soy el de barbas, arriba a la izquierda. ARCHIVO J.M. PAGADOR
Los presidentes de la prensa de España, con el rey, en Zarzuela. Yo soy el de barbas, arriba a la izquierda. ARCHIVO J.M. PAGADOR

Yo era entonces presidente de la Asociación de la Prensa de Badajoz y de Extremadura, y acudí a la audiencia real junto al resto de los presidentes de las asociaciones provinciales y regionales. Pasamos un par de horas muy agradables con el rey, y al final nos fotografiamos con él en una de las escalinatas del palacio de La Zarzuela.

Pensando en los valores de la Transición, el logro de haber superado el golpe de Estado y la continuidad de la democracia, le pedí al rey una foto firmada de su hijo Felipe, entonces un niño.

Foto firmada de Felipe niño que me regaló el rey Juan Carlos aquel día. ARCHIVO J.M. PAGADOR
Foto firmada de Felipe niño que me regaló el rey Juan Carlos aquel día. ARCHIVO J.M. PAGADOR

De aquello han pasado cuarenta años y hoy nuestra democracia sufre todo tipo de ataques, incluso de algunos que pertenecen a un partido que está en el actual gobierno, políticos que denostan lo vivido y por lo que tanto hemos luchado muchos, con el inaceptable descalificativo de “Régimen de la Transición”.

Es cierto que el rey Juan Carlos ha hecho después cosas reprobables, que es merecedor de crítica por ellas -nosotros mismos le hemos criticado en numerosas ocasiones (La jaula de oro de Juan Carlos I, El Rey Demérito, El escándalo de la presunta fortuna ilícita de Juan Carlos afecta de lleno a Felipe VI) y que la Justicia tendrá que depurar su responsabilidad. Pero hoy, cuando se cumplen 40 años del golpe de Estado que él paró y evitó, tenemos que recordar su enorme aportación a nuestra democracia y agradecerle -yo el primero- que nos salvara a tantos de morir, condenados al paredón como estábamos solo por informar y opinar, y por defender la libertad y la justicia.

(José Mª Pagador es periodista y escritor, y fundador y director de PROPRONews. Sus últimos libros publicados son 74 sonetos (poesía, Fundación Academia Europea de Yuste), Los pecados increíbles (novela, De la Luna Libros), Susana y los hombres (relatos, Editora Regional de Extremadura) y El Viaje del Tiburón (novela, Caligrama Penguin Random House).

SOBRE EL AUTOR

José Mª Pagador y Rosa Puch, casi 100 años de periodismo

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