sábado, 20 abril, 2024
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Muñecos reinantes y reyes confirmantes

Los asuntos reales pueden ser a veces de lo más irreal y tomar derroteros inimaginables, pero tan humanos como los de los demás, en la nuestra como en cualquier otra Casa Real

Jaime Peñafiel ni es el único que sabe de esto, ni casi nunca es el mejor informado, ni sus fuentes son las mejores, habida cuenta de que en Palacio Real-Zarzuela no se le quiere ni admite, ni demuestra demasiadas simpatías por nuestros reyes y parientes… En fin, que había que arreglar tanto desastre informativo real y en estas va mi director y me encarga -¡qué ilusión!- una sección periódica sobre nuestros monarcas y su parentela -¡llevaba yo toda la vida esperando este momento!-. A ello me pongo desde ya, con el mayor entusiasmo y patriotismo, para dar noticia hoy de que la fama de nuestra reina y su hija mayor ha traspasado fronteras y tienen ya incluso sus propias muñecas. Y el rey Felipe, también.

Madrid.-

Ha ocurrido hace ya tiempo en la Rusia de Putin, que no deja de parecerse en muchas cosas a la Rusia de los zares. En esta Rusia de hoy no pocos ciudadanos y ciudadanas echan de menos aquellos tiempos monárquicos gloriosos, en los que los Romanov (¿o se escribe Románov, con tilde?, que a ver si me lo puedes aclarar, Jaime, porque en Internet aparece el apellido de las dos maneras) lo eran todo y el pueblo no era nada ni tenía que serlo -¿qué se ha creído el pueblo ese?-; y para echar menos de menos lo que echan -un buen zar y una zarina lucen muchísimo más que un Vladimir Putin y una Liudmila, cuyo apellido en femenino de él no transcribo por respeto-, pues una buena idea era hacer muñecos de las cabezas (y los cuerpos) reinantes, pero, claro, en esta Rusia ya no quedan príncipes ni monarcas de los que hacer muñecos, ¡ay!.


Los artesanos rusos de AFD-GROUP han replicado con arte a nuestros soberanos y princesa.


Cayó la Unión Soviética -también hay en Rusia quien echa de menos a la URSS, porque el pueblo, ¡otra vez el pueblo!, siempre cree que tiene que creer en alguien, sea un zar o un dictador, y cuando ese pueblo tiene una democracia imperfecta pero útil, como la británica o la nuestra sin ir más lejos, la pone en peligro dejándose llevar por los populismos, con lo evidentes que son- y se restauró la memoria de los zares en aquel gran país que es, con mucho, el más extenso del mundo, pero que tiene memoria de pez. Y volvieron las aficiones monárquicas, como la de hacer muñecos de los reyes. Pero, claro, ya digo, en Rusia ya no los hay, de modo que esta ingeniosa empresa de Moscú, AFD-GROUP, creada por dos simpáticos emprendedores que se parecen como gotas de agua a Los Pecos -búsquenlos en Internet, por favor, AFD-GROUP DOLLS-, hace muñecos de reyes, reinas y princesas de otros reinos, como el de España, y luego los subastan y venden para obras de caridad, aunque suponemos que también para hacer negocio, porque de algo tendrán que vivir.

La princesa Leonor. AFD-Group
La princesa Leonor. AFD-Group

CASA REINANTE DE MODA

La casa reinante española está de moda en el mundo y estos chicos moscovitas han clavado en sendos muñecos y muñecas, a nuestro buen rey Felipe, a nuestra trabajadora reina Letizia y a nuestra encantadora princesa heredera Leonor (Dios los guarde a todos ellos y al resto de la parentela). Como verdaderas barbies y kents, Felipe, Letizia y Leonor salen tal cual son, e incluso favorecidos, en los admirables muñecos de AFD. De hecho, yo creí que era una postal de muñecos de estos rusos la foto oficial de la reciente confirmación de la princesa Ingrid Alexandra de Noruega, de la que nuestro Felipe VI es padrino. Felipe de España ha asistido vestido con el uniforme de gala de almirante -¿o es de capitán general de la Fuerza Aérea, Jaime, por favor, podrías aclarármelo?- a los actos de la confirmación de la muchacha real, una confirmación que es menos confirmación que la nuestra, la de España, la de toda la vida, porque en Noruega siguen el rito luterano y ya se sabe quién fue Lutero y lo que hizo.


Juan Carlos se acaba de operar del corazón y al salir parecía que en vez de en un hospital había estado en el taller de un fontanero.


Pero Felipe VI es empático y comprensivo y a él le da igual que su ahijada no sea católica, apostólica y romana, de modo que allá que se fue, a las Noruegas, a confirmar o a que confirmasen por lo luterano a su ahijada. Y, como siempre, aquí en España han salido las voces habituales a criticarlo todo: que si el Estado español es aconfesional, que si el rey no debe asistir como tal a actos religiosos, que si debería de haber ido vestido de civil y no con ese uniformazo que delata que va en representación de España o, por lo menos, de la monarquía española… Vale, vale. Tanta crítica duele. ¿A ver si el rey Felipe no puede ir donde le dé la gana vestido como le dé la gana?

El Rey, de padrino de la princesa Ingrid en su confirmación luterana.
El Rey, de padrino de la princesa Ingrid en su confirmación luterana.

Es lo mismo que han dicho de su simpático padre, que se acaba de operar del corazón y al salir parecía que en vez de en un hospital había estado en el taller de un fontanero. “Me han puesto tuberías y cañerías nuevas”, dijo tan pancho. Pero es que él es así, cercano, cachazudo, popular. Y por eso, porque es un rey democrático que además nos salvó de Tejero y su tropa, no hay por qué criticarle que se haya operado en un hospital privado con la extraordinaria sanidad pública que hay en España, como han hecho las malas lenguas envidiosas que infestan nuestro país. La pública está para el común de los mortales y mortalas, hombre. ¡Ya está bien de sacarle punta a todo! Como si don Juan Carlos no pudiera gastarse su dinero como le dé la gana, jolines. Que ya son ganas de criticar. Y lo importante aquí es que haya salido bien de la fontanería, digo, del hospital, y que hayamos podido ver también a esa admirable mujer que es la reina Sofía, acompañándole en tan duro trance, como haría cualquier amante esposa, y no esas otras… Bueno, me callo porque tendría que lavarme la boca con lejía si nombrase a quienes todas y todos sabéis.

La reina y su hija. El parecido que consiguen los dos artistas rusos es extraordinario. AFD-Group
La reina y su hija. El parecido que consiguen los dos artistas rusos es extraordinario. AFD-Group

A ella, a doña Sofía, sí que habría que hacerle una muñeca, pero una muñeca de diez metros de altura colocada sobre un pedestal de otro tanto, porque se lo merece, porque no le conocemos una queja ni un mal gesto con todo lo que ha pasado y porque, al final, se ha llevado el gato al agua. Aunque el gato esté triste y azul.

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