Hasta el próximo día 1 de mayo dura este año el Ramadán, el tiempo sagrado de los musulmanes. Con este motivo estamos recorriendo para nuestros lectores algunas de las mezquitas más importantes del mundo. En el capítulo anterior (Viaje por las mezquitas del mundo: de El Aaiún a Casablanca, pasando por Jerusalén (capítulo 1º)) visitamos varias mezquitas africanas y del Próximo Oriente, con parada significativa en Jerusalén, ciudad sagrada para judíos, musulmanes y cristianos. Hoy vamos a entrar en algunas mezquitas europeas, centros de culto y, a la vez, importantes monumentos dignos de ver que el viajero occidental suele soslayar, generalmente por desconocimiento, cosa que no ocurre, sin embargo, en otros países, como Turquía, Arabia Saudí, los Emiratos, Marruecos o Egipto, donde los viajeros europeos visitan masivamente sus mezquitas. Aquí mismo, en Europa, también tenemos esos grandes monumentos islámicos al alcance de la mano.
(Reportaje fotográfico del autor).
Europa está llena de mezquitas, aunque muchas de ellas, humildes oratorios de barrio instalados en locales muchas veces desapercibidos, sean menos visibles que los grandes templos que el Islam tiene en el continente. Cuando el viajero se desplaza a las grandes ciudades europeas -o de cualquier otro continente- suele visitar todo tipo de monumentos, plazas, teatros, museos y joyas artísticas y culturales de todas clases, pero pocas veces -salvo que sea musulmán- incluye a las mezquitas en su itinerario.
En grandes mezquitas europeas se puede tomar el té, comer, e incluso darse un baño turco.
En nuestros viajes por el mundo, aparte de las paradas obligadas en ese tipo de atractivos lugares usuales que acabo de mencionar, solemos incluir, además de los cristianos, los hitos monumentales de culto de otras religiones. Eso nos permite, además de admirar maravillosas obras arquitectónicas diferentes, cargadas de cultura y de arte, acercarnos a los sentimientos y las creencias de otros seres humanos, que algunos consideran totalmente extraños y ajenos a nosotros, pero que en realidad son iguales en lo esencial y tan parecidos en todo lo demás.
Esto, como hizo y dijo Heródoto, el gran viajero de la antigüedad, se aprende y se interioriza recorriendo el mundo con la mente abierta, respetando a todos y considerando al diferente como a uno mismo.
MARAVILLAS QUE ENSEÑAN
He visto maravillas y he aprendido mucho en mis visitas a centros de culto no solo cristianos -grandes catedrales, santuarios y monasterios que no hace falta que nombre- sino de las demás religiones en numerosos países del mundo. Esos centros no cristianos, además de su belleza externa y de su riqueza artística visible, guardan también los misterios ancestrales de la conexión humana con su propia espiritualidad y, en el caso de los creyentes, con la divinidad, desde las más diversas perspectivas. Incluso, dentro de los templos cristianos, es muy aleccionador entrar, además de en los católicos, en santuarios anglicanos, protestantes u ortodoxos, y ver cómo una misma fe, según estés en Reino Unido, en Países Bajos, en Finlandia, en Italia, en Grecia, en Egipto, en Israel o en Rusia, puede tener tal variedad de caminos.
Si ya es instructivo e incluso chocante constatar la variedad arquitectónica y decorativa de los templos cristianos según sus diferentes corrientes religiosas, más lo es cuando se acerca uno al corazón visible -sus templos- de otras religiones absolutamente diferentes. Sin embargo, en todos ellos he encontrado el mismo aliento y la misma necesidad de elevación que los seres humanos llevamos grabados en nuestros genes intelectuales, incluidos los de los agnósticos, como yo. Experiencias que he vivido en lugares tan distintos y dispares como el gran complejo religioso del Centro Mundial Bahaí de Haifa Israel -tan deslumbrantemente blanco, donde incluso los pavos reales que corretean por sus hermosos jardines en terrazas son albinos-, o el Templo del Cielo de Pekín, o pagodas y centros budistas y taoistas de Xi´an, Shanghái o Guilin.
MEZQUITAS
Las mezquitas son elementos principales de estos itinerarios míos por las creencias de los otros y por los monumentos que estos han levantado para domiciliar su fe. En Europa las he visto numerosas, la mayoría de ellas, como digo, humildes mezquitas de barrio ubicadas en locales y bajos de edificios comunes, o en naves del extrarradio. Pero doy fe de que las grandes mezquitas centrales de las principales ciudades europeas están a la altura de cualquier otro monumento del continente. Y siempre me ha sorprendido que los visitantes occidentales seamos tan escasos en ellas -no ocurre lo mismo en las del Oriente-, cuando tienen tanto que mostrar y admirar. Pero parece ser que el viajero medio europeo todavía no incluye a las mezquitas europeas en su itinerario.
EN MADRID, A DESMANO, PERO HERMOSA
A mí me gusta pasear las ciudades y, en un día cualquiera de morosa caminata por la gran urbe -cosa que hago siempre-, he llegado a contabilizar, al término de la jornada, más de una veintena de kilómetros recorridos, con sus numerosas paradas y visitas.
Mientras que las mezquitas principales de las grandes capitales europeas suelen ubicarse en lugares más o menos céntricos de las ciudades, la Gran Mezquita de la capital española -el llamado Centro Cultural Islámico de Madrid- está un poco a trasmano, en Ciudad Lineal, a un costado de la M-30, lo que dificulta el acceso a pie desde el centro de la ciudad.
De todos modos, y aunque excesivamente cuadrada y angulosa -por lo general, en las mezquitas suele predominar una sabia combinación de líneas rectas y curvas-, la mezquita principal madrileña es muy amplia y hermosa -dicen que es la mayor de Europa- y merece la visita. De reciente construcción, el proyecto se inició mediada la década de los años 70 del siglo pasado, pero el edificio no terminó de construirse hasta 1992 -este año cumple 30 de existencia-, con la aportación económica principal de Arabia Saudí. Las fachadas exteriores están recubiertas de deslumbrante mármol blanco y son dignos de ver la sala principal y su precioso bosque de columnas, claramente inspirado en la Mezquita de Córdoba.
EN LISBOA, JUNTO A LA EMBAJADA ESPAÑOLA
Somos millones los españoles que visitamos Lisboa con frecuencia, pero si el lector pregunta a otro viajero español por la mezquita principal de la capital portuguesa, probablemente no la haya visitado nunca ni sepa siquiera dónde está.
Damos aquí, pues, un dato fácil de recordar por nuestros compatriotas que, en Lisboa, quieran acercarse a verla. La Gran Mezquita lisboeta se encuentra justo detrás y a un paso de la Embajada Española y muy cerca de la Fundación Gulbenkian. Es un emplazamiento bastante céntrico, que admite un paseo no excesivamente largo desde Pombal, Liberdade y el parque Eduardo VII. Con el aliciente, además, de visitar, de paso el magnífico Museo Calouste Gulbenkian y sus jardines.
Este es el mayor templo islámico del país hermano, y tiene una fisonomía exterior bastante cuadrada también, aunque sus dos cúpulas principales suavizan el exceso de líneas rectas. El pórtico de entrada y diversas partes exteriores e interiores están decorados con preciosos azulejos en una gama de colores azul turquesa y celeste, y lapislázuli, procedentes de Irán, con sus características inscripciones religiosas, cuyo ornato evoca sus ancestros persas. Su minarete en espiral cuadrada evoca el de la Gran Mezquita de Samarra, en Irak.
EN BRUSELAS, JUNTO A LA COMISIÓN EUROPEA
La Gran Mezquita de Bruselas tampoco tiene pérdida, porque, mirando desde la Rue de la Loi, está justamente detrás y a un costado del edificio Berlaymont, sede de la Comisión Europea, cuya planta evoca la morfología de una estrella de mar de cuatro puntas. Esta mezquita se inserta en un agradable entorno, en la esquina noroeste del Parque del Cincuentenario, que conmemora la independencia de Bélgica, y, curiosamente, ya que acabamos de hablar de su homóloga de Lisboa, se encuentra muy cerca también de la Representación Permanente de Portugal en Bruselas.
Esta mezquita parece de planta redonda, cuya airosa curvatura, rematada por una chata pero amplia cúpula, se rompe en las líneas rectas del edificio anterior, donde se encuentra el acceso principal, pero sin que eso altere en exceso la fisonomía aparentemente curvilínea del conjunto. Pero cuando nos acercamos a ella descubrimos que el edificio principal es un poliedro de catorce caras, si no las contamos mal, cuya configuración le confiere esa apariencia circular. Su único y airoso minarete de cuatro cuerpos, se eleva sobre el flanco más próximo al jardín.
Además de su función como oratorio, la Gran Mezquita de Bruselas es también la sede del Centro Cultural Islámico de Bélgica. En su interior destaca la gran sala de oración, con la gran lámpara central que pende de la bóveda.
EN PARÍS, COMO EN MARRUECOS
La Gran Mezquita de París está ubicada también en una zona bastante céntrica de la ciudad, en pleno Barrio Latino, no lejos de Notre Dame, a un tiro de piedra del Sena y equidistante con la plaza de la Bastilla del otro lado del río. Podemos llegar a ella demorándonos en el disfrute del Jardin des Plantes, el jardín de plantas medicinales que mandó plantar el rey Luis XIII, en el siglo XVII, convertido luego en jardín botánico y en zoológico, uno de los más antiguos del mundo desde finales del siglo XVIII.
Atravesando el eje longitudinal del parque y dejando a un lado el Museo de Historia Natural -que también podemos visitar- en cuanto salimos del jardín nos topamos con la mezquita a otro lado de la calle. Como curiosidad para el viajero, apuntamos que cerca de ella, en esa misma acera, se encuentra una curiosa tienda de productos diversos, elaborados con leche de burra: bebidas, cosmética, jabones, aceites, etc.
El complejo religioso y cultural de la Gran Mezquita de París ocupa una superficie de 10.000 m2, en los que se distribuyen los diferentes edificios y jardines de estilo andalusí, con bellos parterres, acequias y fuentes. Su minarete, de poco más de 30 metros, no es de los más altos de las grandes mezquitas del continente, pero, como el resto del conjunto, tiene el elemento diferenciador de su conexión con la arquitectura religiosa marroquí, de la que esta mezquita es una muestra evidente en suelo europeo, con el predominio del color verde en cubiertas y otros elementos constructivos y la configuración general del edificio.
El principal centro religioso musulmán de París y de Francia, en efecto, evoca la Mezquita Al Karaouine de Fez, que es la principal de esta bella ciudad marroquí, pero el minarete se inspira en el de la Mezquita Zitouna de Túnez.
Como tantos importantes centros islámicos del mundo, la Gran Mezquita de París dispone de instalaciones diversas que permiten el encuentro y la convivencia entre los visitantes, no solo de los musulmanes. Aparte de la gran sala de oración, de la escuela coránica, y de otras instalaciones culturales como el salón de actos o la biblioteca, el complejo tiene tiendas, un salón de té, un restaurante con bellos artesonados, patios interiores con hermosas terrazas y hasta un baño turco.
A diferencia de los grandes centros religiosos cristianos, carentes de estas dependencias y servicios que, una vez cumplidas las devociones, invitan a demorarse en su disfrute, la Gran Mezquita de París dispone de unos espacios interiores encantadores, como esas terrazas ajardinadas, donde gentes venidas de todo el mundo, sin distinción de procedencia o creencia, podemos reunirnos a degustar un té árabe genuino, dulces típicos, café o refrescos, o a comer una gran variedad de platos de la rica cocina magrebí.
(Próximo y último capítulo: Grandes Mezquitas desde el Próximo hasta el Lejano Oriente ).
(José Mª Pagador es periodista y escritor, y fundador y director de PROPRONews. Sus últimos libros publicados son 74 sonetos (poesía, Fundación Academia Europea de Yuste), Los pecados increíbles (novela, De la Luna Libros), Susana y los hombres (relatos, Editora Regional de Extremadura) y El Viaje del Tiburón (novela, Caligrama).
SOBRE EL AUTOR
José Mª Pagador y Rosa Puch, 100 años de periodismo
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