Hipócrates, el padre de la medicina moderna, nos viene diciendo desde hace 2.500 años: “la alimentación del mundo vegetal es el medio principal de prevenir y tratar las enfermedades; camina y haz de tu alimentación tu mejor medicina”. Cuando nacemos, nos sentimos atraídos, como alimentos, primero por el pecho de nuestra madre y luego por las frutas y los vegetales, por su forma, color olor y sabor. No conozco a ninguno de nosotros que de pequeño se haya lanzado al cuello de un animal para matarlo, desgarrarlo y comerlo. Más bien nos gusta jugar con ellos.
Otra cosa es que, sin nosotros saberlo, otros los maten y los troceen, pasándolos por calor y aderezándolos para camuflar ese olor y ese sabor, “que está de muerte”, y acostumbrarnos a comerlos. Dicen que los chinos son los mayores especialistas en coger cualquier cosa animal que exista y transformarlo en un delicioso plato. Pero “sé qué comiendo de lo vivo viviré más años que comiendo de lo muerto”. Nunca en la historia de la humanidad ha habido tantos estudios que lo respalden. De todos modos, en la transición o cambio a la mejor alimentación, vamos mejorando y dejando en su sitio las bandejas del supermercado de carnes procesadas, con aditivos como los nitritos o el glutamato, y sustituyéndolas por espectaculares jamones belloteros, ternera de calidad o cualquier otro animal vegetariano, que haya sido bien criado y con una matanza, como mínimo Kosher, comiéndolos con la satisfacción de que hemos dado un gran salto en nuestra dieta. De ahí ya iremos a dejarlo por completo. Cuando dije que soy carnívoro y tuve que enfrentarme a matar a un animal, desangrarlo y descuartizarlo, ahí es donde me di cuenta de no lo soy. Tampoco debería dejar que otro lo haga por mí, disimulando que no sé lo que ha pasado para que ese chuletazo llegue a mi cocina.
Los chinos son los mayores especialistas en coger cualquier animal que exista y transformarlo en un delicioso plato.
LA HORA DE MEJORAR
Podemos comer y podemos digerir la carne, pero no la necesitamos. Ha llegado la hora de mejorar, reduciendo su consumo en la medida de lo posible.
También ha llegado el momento de dejar de usar productos adulterados o refinados, como las harinas, que ahora serán integrales y de semillas originales. Los aceites que usaremos serán de extracción en frío; el azúcar, sólo la obtenida de una simple evaporación de jugos, así como la sal, que también ahora será sin refinar. Estas cuatro cosas van a producir un cambio importante en nuestras vidas.
Comiendo de lo vivo viviré más años que comiendo de lo muerto.
Si deseamos comer algo dulce, optaremos por las frutas frescas, o secas y rehidratadas, o por alguna semilla o vegetal dulce (existen postres crudos y veganos tan exquisitos que la realidad supera a la ficción). Si deseamos galletas o bizcochos corrientes, mejor hacerlos en casa, por lo sencillo y barato que resulta, a menos que no se pueda o no se tenga tiempo. Si elaboramos nosotros aquello que vamos a comer, estaremos asegurando los ingredientes y la manera correcta de hacerlo. De otro modo, tendremos que averiguar qué ingredientes contiene y cómo está realizado. Si nos parece razonable, lo adquirimos y lo comemos. Pero si ese capricho nos va a aportar azúcares y harinas ultra refinadas, aditivos químicos y grasas de pésima calidad, siendo más un comestible que un alimento, lo desecharemos, aunque sea barato, pues buscan con estos productos obtener dinero, aunque arrastren con ello nuestra salud.
Somos inteligentes; miremos por nosotros y por los seres que amamos. Elegiremos siempre los que están bien hechos y evitaremos las trampas que hay en la cadena alimentaria. Es clave saber qué nos ofrecen y evitar lo que no nos conviene. Hasta en las frutas y los vegetales evitaremos en lo posible los de cultivo intensivo, pues nutren menos, poseen menos antioxidantes y contienen más agroquímicos, como los plaguicidas y los pesticidas.
(Carlos Martínez Correa es un profesional multidisciplinar experto en nutricionismo y calidad de vida).
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