Vamos a averiguar qué es lo que realmente necesitamos para vivir con plenitud, guiados por nuestra propia naturaleza, respetando la decisión de todos en cuanto a su manera de alimentarse y de vivir, sin dejarnos desviar por las opiniones o razonamientos de los demás, ya que cada uno tiene su peculiar juicio y se deja llevar por sus personales instintos. De las recomendaciones que expongamos hoy, quédate tan solo con aquello que pueda serte útil y beneficioso y que pueda mejorar tu vida. A cada uno le irá mejor una cosa u otra. Recuerda el dicho “lo que a uno puede resultarle bueno, para otro puede ser veneno”.
Vamos a tener en cuenta, en primer lugar, que si hemos estado comiendo de una manera determinada durante muchos años, cambiar eso va a necesitar cierto tiempo de deshabituación. Sabemos que ciertas cosas que se comen vienen a ser tan adictivas como las drogas, y que la comida influye en nuestras emociones, pudiendo cambiar incluso el sentido de nuestra identidad, pensamientos, expectativas y deseos. El aparato digestivo tiene miles de neuronas que liberan neurotransmisores, como la serotonina, dopamina y endorfinas al igual que lo hace el cerebro. Y es esa relación, comida y emociones, la que más cuesta cambiar. También el cuerpo se ha adaptado a lo que comemos y necesitará de un cambio progresivo para así no desajustarse ni sufrir crisis curativas. Admiro a Cristo, que, con tan sólo agua, fue capaz de no comer en 40 días, obteniendo una poderosa depuración de todo su cuerpo, enfrentándose así, totalmente renovado, a Satanás y vencerle en sus tentaciones. Pero, aunque los ayunos sean fabulosos, los usaremos de la manera correcta. Aquí se trata de hacer las cosas de una manera lógica, poco a poco, cambiando poderosos hábitos que tardan un tiempo en ser desaprendidos para introducir los nuevos. No todo el mundo está preparado para una reestructuración bioquímica tan rápida.
Ciertas cosas que se comen son tan adictivas como las drogas.
BENEFICIO DE UNOS POCOS, PERJUICIO DE MUCHOS
No estoy en contra de algo que pueda servirnos para ser alimentados, tan solo estoy en desacuerdo con las maneras de obrar de unos cuantos, que, por sacar mayor beneficio, nos perjudican sin miramientos. Quizá no deberíamos comer ningún producto de origen animal que no haya sido criado en libertad, por el alto coste que representan en cuanto al trato que reciben, la contaminación que se causa al medio ambiente y el alto precio (y no solo económico) que también pagamos nosotros, pues al metabolizarse esos alimentos de origen animal en nuestro cuerpo liberan muchos residuos como, amoníaco, ácido úrico y otras toxinas derivadas de las grasas, además de una proliferación bacteriana putrefactiva. Y todo para obtener en sangre esa porción de aminoácidos, ciertas vitaminas y minerales y poco más, que podríamos obtener fácilmente del reino vegetal, sin tanta parafernalia y de una manera mucho más ética y limpia. De todos modos, si consumes productos animales, asegúrate de que éstos hayan sido criados con sus cuidados correctos, como los espacios y hábitat adecuados y una buena alimentación. Vale la pena consumirlos con menor frecuencia y de mejor calidad.
La comida influye incluso en nuestras emociones.
Te dejo una reflexión: comernos al ser que se comió los vegetales, en vez de comernos los vegetales directamente, no es tan inteligente si podemos obtener los mismos nutrientes de estos últimos y sin tantos residuos tóxicos resultantes de su metabolización. Comer del reino vegetal lo correcto y de la manera correcta nos va a nutrir y aportar todo aquello que necesita un ser humano para ser lo máximo que puede ser. Dice la Biblia “estamos hechos de polvo de la tierra (arcilla) y agua” y el reino vegetal nos da, filtrados por sus raíces, los componentes básicos de lo que estamos hechos. “Toma y come; puede ser así de sencillo el llevar una buena dieta”. Tan sólo comerán del reino animal aquellos humanos que tengan una verdadera necesidad implícita.
(Carlos Martínez Correa es un profesional multidisciplinar experto en nutricionismo y calidad de vida).
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