martes, 16 abril, 2024
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Una aclaración a “El Festival de Mérida 2019, un fraude colosal”

Nuestra crítica va exclusivamente dirigida al director del evento y a sus responsables culturales y políticos, no a las compañías y los profesionales del programa

El artículo que publicamos el pasado día 1 de julio, El Festival de Mérida 2019, un fraude colosal, que ha tenido una amplia difusión en los medios, en las redes y en el mundillo teatral extremeño y español, ha podido herir, de manera involuntaria por nuestra parte, a las compañías y los profesionales que materializan los espectáculos. Nada más lejos de nuestra intención. Solo el alto nivel de determinadas compañías y profesionales salvan el fiasco de un Festival que se ha convertido en un gran negocio para su director-adjudicatario, Jesús Cimarro, que no respeta la esencia e identidad de un evento que era Internacional, Clásico y Grecolatino y que ha dejado de serlo bajo su imperio.

Desde hace ya ocho años venimos criticando, a través de este y de otros medios, eso en lo que ha convertido Jesús Cimarro/Pentación el otrora prestigioso y referente mundial de su especialidad Festival Internacional de Teatro Clásico Grecolatino de Mérida, así como el excesivo coste del evento que deriva en un pingüe negocio para el director/empresario, al que en el pasado se le han adjudicado a dedo contratos millonarios tanto relativos al Festival como a diferentes flecos en torno a este, como los incalificables premios Ceres, que costaron millones de euros en cuatro noches mientras en Extremadura se cerraban y cancelaban líneas de transporte escolar, guardias médicas nocturnas, ambulancias o ayudas a la dependencia; o como los “servicios de representación teatral (…) del Festival de Mérida en Madrid”.

Es claro que el anterior presidente de la Junta de Extremadura del PP, José Antonio Monago Terraza, como el actual del PSOE, Guillermo Fernández Vara, tenía uno y tiene el otro un interés manifiesto por que el señor Cimarro maneje el Festival. Los réditos, a cambio, son, por lo visto, “cifras récords” de espectadores, pero que representan mucha menor afluencia de público que un encuentro Madrid-Barça o un concierto de Los Rolling, lo que prueba que no todo ha de fiarse cuando hablamos de cultura y de arte a los “llenazos” (que tampoco son para tanto muchas veces).

Como fruto de ese interés, el señor Monago privatizó el Festival de Mérida y se lo dio a dedo a Cimarro, y no solo eso, sino que, además, le dio a dedo la organización (la “explotación” sería mejor decir) de los llamados premios Ceres de teatro; en total, una millonada (ver enlaces al final). Luego, en el primer año de Vara al frente de la Junta de Extremadura tras el paso de Monago, no solamente mantuvo esa privatización el nuevo presidente sino que le refrendó en el puesto y volvió a darle a dedo a Cimarro la primera edición del Festival bajo su nuevo mandato y, con posterioridad, convocó dos concursos públicos (2016 y 2019) el primero de los cuales ganó -¡cómo no!- otra vez Cimarro (con sospechas de parcialidad y amaño) y el segundo acaba de ver suspendida su Mesa de Contratación a causa de los fundados recursos de otras dos empresas concurrentes, que denuncian, con razón, que algunas cláusulas del pliego de condiciones parecen estar diseñadas específicamente para que vuelva a ganar Cimarro (ver enlaces al final).

DIGNAS EXCEPCIONES

Junto a estas irregularidades, presuntos amaños y concesiones millonarias a dedo, el Festival de Mérida –salvo las meritorias excepciones de los montajes de las compañías extremeñas y de algunas españolas- ha ido cayendo en cuanto a calidad, ha perdido sus señas de identidad (ya no es ni Internacional ni Clásico ni Grecolatino), ha tendido hacia una mediocre media de espectáculos populacheros con una gran repercusión (no tanta, ¿eh?) de público, ha admitido numerosos montajes más pensados para los “bolos” posteriores en los locales del señor Cimarro y en otros teatros a la italiana del país, y ha admitido espectáculos viejos ya estrenados y vistos de meses en numerosos escenarios de España. El resultado no puede ser más deprimente desde los puntos de vista que comentamos.

Naturalmente, algunos espectáculos son buenos e incluso magníficos, como por ejemplo, el Viejo amigo Cicerón de este año, un gran montaje y una gran dirección de Mario Gas, según hemos podido saber de boca de expertos, aunque la representación vuelve a pecar de lo mismo: está pensada no para al teatro romano de Mérida sino para los escenarios a la italiana que recorrerá después, como lo prueba esa escenografía con estanterías de libros cubriendo el monumento.

Tampoco iba dirigida nuestra crítica contra las compañías extremeñas que este año participan en el evento, El Negrito Rodetacón Teatro, del esforzado Juan Carlos Parejo, que pondrá en escena La corte del Faraón entre los días 14 al 18 de agosto; y Teatro del Noctámbulo, del gran José Vicente Moirón, con Tito Andrónico del 21 al 25 de agosto. Si alguien de dichas compañías o de los montajes que han realizado se ha sentido ofendido con nuestro anterior artículo, les pedimos sinceramente perdón. Pero estoy seguro de que ellos saben perfectamente por dónde van los tiros y, además, me consta que incluso no pocos de ellos están de acuerdo con ciertos extremos de nuestra crítica. Todo ello no empece, sin embargo, lo dicho anteriormente por nosotros, que mantenemos y rubricamos, y que seguiremos ampliando en fechas próximas, a pesar del “aviso” de querella del señor Cimarro, que nos ha llegado por vía indirecta, y al que ya hemos contestado con una Carta abierta a D. Jesús Cimarro a la espera de su (avisada) querella que circula ya profusamente por las redes.

(José Mª Pagador es periodista y escritor, y fundador y director de PROPRONews. Sus últimos libros publicados son 74 sonetos (poesía, Fundación Academia Europea de Yuste), Los pecados increíbles (novela, De la Luna Libros), Susana y los hombres (relatos, Editora Regional de Extremadura) y El Viaje del Tiburón (novela, Caligrama Penguin Random House).

SOBRE EL AUTOR

José Mª Pagador y Rosa Puch, casi 100 años de periodismo

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