Los líderes independentistas son tan torpes que “no guanyem ni fent trampes”, es decir, no ganan ni convocando la partida a su antojo, ni ostentando ellos la banca, ni habiendo marcado las cartas, ni estando comprado el croupier, ni teniendo el dominio de la mesa donde se distribuye el juego, ni teniendo el control del local. La sesión de investidura de Turull evoca una escena de casino trucado concebido para ganar con trampas. La diferencia es que, en el caso del casino en el que han convertido el Parlament, ni utilizando todas las trampas posibles consiguen ganar partida alguna.
El llamado pleno de investidura de Jordi Turull como presidente de la Generalitat –que en realidad no era sino una monumental trampa para burlar las leyes de la democracia y de la justicia- se convocó en veinticuatro horas, sin respetar plazos ni formas, sin dar tiempo a la oposición, con el único fin no de poner en marcha un gobierno de la Generalitat, sino de investir aprisa y corriendo a un imputado a punto de ingresar en prisión, a fin de que compareciese ante el juez no un simple diputado sino todo un molt honorable president de la Generalitat de Catalunya. Lo tenían todo a favor –control de la burocracia del Parlament y de la Mesa, un president de la cámara de la propia cuerda y una mayoría independentista- pero no contaron con los chicos (y chicas) de la CUP, tan dados a desbaratar la jugada de unos y de otros con tal de seguir sembrando el trasnochado anarquismo antisistémico que practican, eso sí, sin dejar de sentirse cómodos en su condición “burguesa” de parlamentarios (lean a Trotski, por favor) y viviendo del sueldo público que les pagamos todos.
Perder teniendo el control de la mesa, de la banca, del croupier y habiendo marcado las cartas es de bobos.
Lo tenían todo para ganar, para consumar la pantomima de un presidente de la Generalitat compareciendo ante el juez, máxima aspiración de ese también descarriado Torrent que preside un Parlament no para todos los catalanes sino solo para los de su cuerda (por eso es un croupier comprado); ese Torrent que ofende con su lacito amarillo a la mayoría social absoluta de catalanes. Y perdieron. En la historia de las naciones y las nacionalidades no se ha visto una majadería semejante que, encima, les saliera tan mal a sus mentores.
Visualizar la derrota del independentismo por primera vez en el Parlament, con una mayoría constitucionalista venciendo a estos trileros ha sido una lección clamorosa para los catalanes y para el mundo. Tras el fracaso, a Torrent no le quedaba otra que desconvocar el segundo pleno de investidura y reconvertirlo en un pleno ordinario nada menos que este sábado de Pasión, después de un frenético viernes de Dolores sobre todo para ellos. De traca.
Luego ha salido Torrent a explicar solemnemente, ante las cámaras y ante el cosmos, la versión mentirosa de que la partida la han perdido por culpa de otro, cuando ha sido él –ellos- quien estableció el procedimiento tramposo. Incluso defender la ilegalidad es relativamente factible con un poco de dialéctica. Pero la propia estulticia no tiene defensa alguna ante una ciudadanía inteligente. Una jugada de bobos ejecutada por una partida de botarates en un impresentable casino. Este es el resumen de lo que ha pasado este fin de semana en Cataluña.
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