La “proclamación” en diferido de la república catalana es la mayor derrota política que hayamos visto en España y en Europa en las últimas décadas. Después de tal desafío y de tan engañosas y reiteradas movilizaciones, el resultado es una rendición en toda regla por parte del desafiador. Ni siquiera ha hecho falta llegar al momento final del duelo. El intrépido contrincante se retira. Olemos vientos de elecciones en Cataluña más a corto que a medio plazo.
Les recomiendo a los lectores que relean la fábula de Esopo en la que los montes dan pavorosas señales de que van a parir, aterrorizando a propios y extraños, hasta que, al final, lo que sale del pétreo vientre es un inofensivo ratoncillo. Esta fábula, que se ha repetido hasta la saciedad en la literatura universal y en las conversaciones de la gente, no por ser un tópico deja de describir con metafórica fidelidad lo que anoche ocurrió en el Parlament.
Solo había que ver las caras del Govern para comprender que todo había acabado. Lo demás es teatro.
Los montes eran el PdeCat, ERC, la CUP, la ANC, Omniun Cultural, TV3 y, en fin, toda la comparsa de partidos, organizaciones y medios independentistas, eso sí, bien regados todos con dinero público de todos los españoles, que no solo de los catalanes, que se habían olvidado de que, por fortuna, Cataluña es muchísimo más que ellos. Y el ratoncillo ha sido Puigdemont y su declaración diferida de independencia. Montar la que ha montado para llegar a esto es de TBO, un invento catalán, como señalamos en este periódico en un artículo anterior (https://www.propronews.es/mortadelo-puigdemont-la-historia-la-historieta/), en el que de manera humorística vaticinábamos lo que iba a pasar ayer. Ese Puigdemont cariacontecido y cabizbajo, que daba marcha atrás de manera vergonzante a su desafío, en lo que -permítanme utilizar palabras gruesas de la expresión popular pero que vienen al caso- representa la mayor bajada de pantalones de la historia de Europa de las últimas décadas.
No solo es que Puigdemont y JxSí hayan quedado literalmente laminados dialécticamente hablando por parte de los portavoces de los partidos catalanes constitucionalistas, es que se les ha acabado el futuro del negocio chantajista de la independencia amenazante. Hasta aquí llegó la terrible amenaza. Pero la amenaza terminó quedando en nada.
INTERVENCIONES APLASTANTES
De las intervenciones de los partidos constitucionalistas –de la de la CUP no vamos a comentar apenas nada, por irrelevante- destacan las de Ciudadanos, PSOE y PP.
Inés Arrimadas estuvo sencillamente magnífica, con una energía y una contundencia que hizo bajar la cabeza a todo el Govern –ya no volverían a levantarla en casi todo el pleno-. Su intervención fue enérgica, brillante, vibrante y apabullante.
Miquel Iceta echó mano del seny y de la racionalidad y desmontó una por una todas las falacias del discurso del president.
Xavier García Albiol fue de una contundencia extrema, tanto que terminó de desarbolar el estado de ánimo del molt honorable president y de todos sus consellers.
Si lo de ayer hubiese sido un combate de boxeo, cabría decir que los tres púgiles citados, Arrimadas, Iceta y Albiol, noquearon a los muy numerosos contrincantes del Govern y de los grupos parlamentarios del PdeCat y de ERC. Hay un ilustrativo cuento de Jack London que viene al pelo. Se titula “Por un bistec”. En él, el protagonista, que cree que puede vencer, es derrotado por otro púgil más joven y animoso. El perdedor atribuye la derrota a que aquel día no había comido el filete que le hubiese aportado la energía necesaria. Por un bistec ha sido derrotado el independentismo encarnado en el púgil Puigdemont, es decir, por su falta de democracia, de sentido común y de sentido de la realidad.
La interpretación correcta de lo sucedido hay que hacerla mirando la decepción de las juventudes de la CUP.
Entretanto, fuera del Parlament, los independistas congregados a golpe de corneta financiada también por la Generalitat, felices ellos al principio, con sus banderas y sus gritos de sedición, se quedaron helados cuando escucharon la propuesta de Puigdemont. La interpretación de lo que acaba de ocurrir en el Parlament hay que hacerla precisamente a través de los ojos de la CUP, cuyos diez diputados, ingenuamente, tenían prevista “una intervención coral” –como dijo la inefable Anna Gabriel– para anunciar al mundo, cada uno en un idioma distinto, la buena nueva del nacimiento de la República Independiente de Catalunya. Solo que los montes del Govern y de los partidos que lo sostienen, aterrados, en vez de parir una república parieron un ratoncillo.
RESPONSABILIDADES
La terminación de la representación teatral acabó con el protagonista y sus comparsas abandonando el Parlament a toda prisa y en silencio. Su escapada me recordó vivamente la huida de los guardias civiles saltando por las ventanas del Congreso de los Diputados aquel 23 de febrero. Yo creo que, a partir de ahora, a todos los muñidores de la sedición, que tanto dinero han malversado de las arcas públicas para financiar su delirio, hay que exigirles no solo responsabilidades penales sino también, y muy serias, responsabilidades económicas. Esta gente tiene que indemnizar al Estado por la ingente cantidad de dinero que nos han costado sus caprichos.
A pesar de la favorable evolución que empieza a tomar este gravísimo problema, no hay que olvidar la enorme responsabilidad que también corresponde a Mariano Rajoy y a su gobierno en todo esto, y que se puede atribuir asimismo a gobiernos anteriores del PP y del PSOE, que por contentar a los nacionalistas alimentaron al monstruo que ha estado a punto de engullir nuestra democracia. Que ese monstruo haya terminado felizmente convertido en ratón, al menos por el momento, no exime a Rajoy y a los demás de sus responsabilidades por acción y por omisión.
A partir de ahora tiene que revisarse la relación con las nacionalidades históricas del Estado, para que, sin mengua de sus competencias y derechos, no pueda volver a repetirse una situación como la que todavía nos preocupa. Por otro lado, la inacción del Gobierno de Rajoy no debe interpretarse como una calculada estrategia política, sino como la incapacidad de estos gobernantes para solucionar de manera eficiente los problemas de España. Si el monstruo catalán empieza a ser desactivado, no es por la acción del Gobierno, sino gracias a la reacción del pueblo español y catalán, gracias a la reacción de las empresas y bancos catalanes, gracias a la resistencia de la oposición en el Parlament y gracias a la eficaz labor de jueces, fiscales y Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.
No sé lo que va a pasar en los próximos días, semanas y meses, ni cómo reaccionará el Gobierno para reconducir la situación. Pero estoy seguro de dos cosas: la independencia de Cataluña –y, por vacunación profiláctica, la hipotética independencia de otras nacionalidades del estado- ha muerto y va a haber elecciones autonómicas en Cataluña más pronto que tarde.