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Primeros navegantes y enfrentamientos navales españoles

Desde siglos antes de Cristo, nativos peninsulares participaron en gestas marítimas con diferentes pueblos mediterráneos

Es difícil saber dónde comenzó realmente la vida marítima en España, aunque podamos afirmar que presumiblemente fue en el Mar Mediterráneo, por sus aguas calmas y por la proximidad de lugares costeros que lo delimitan, con la consiguiente facilidad para el intercambio de productos. Sin embargo, podemos afirmar que los antiguos habitantes de la península, procedían de la costa africana, y que iberos y etruscos, para pasar de esas costas a la península, ya deberían conocer el arte de navegar.

Francisco Bautista Gutierrez
Francisco Bautista Gutierrez

Se sabe que, al final del segundo milenio a. C., los mercaderes de la costa del Líbano comienzan sus singladuras hacia Occidente, por lo que podemos encontrar en el siglo VII a. C. y en la Odisea la llegada a unas islas entre las que algunos historiadores señalan a las Canarias, aunque la fuente más fidedigna es Estrabón, que menciona fundaciones de asentamientos en Iberia, entre ellas en la ciudad de Cádiz.


Al final del segundo milenio a. C., los mercaderes de la costa del Líbano comienzan sus singladuras hacia Occidente.


También se sabe que, desde tiempos remotos, el mar Cantábrico acogía a pescadores peninsulares que se dedicaban principalmente a la pesca de la ballena y el bacalao.

Hay que partir de la base de la importancia de la industria naval a lo largo de la historia para el desarrollo de una zona. Con esta premisa, nos remontaremos a una de las ciudades más importantes de la antigüedad, con puerto de salida y entrada tanto hacia el mar Mediterráneo como hacía el Atlántico, una ciudad fundada y habitada por los fenicios, Cádiz. La historia señala a los fenicios como el primer pueblo navegante que colonizó las costas del mar Mediterráneo. El pueblo fenicio, dotado de un gran espíritu nómada y comercial, constituye el de los primeros navegantes del que habla con seguridad la historia.

Sarcófagos antropomorfos fenicios. (Museo de Cádiz). J.M. PAGADOOR
Sarcófagos antropomorfos fenicios. (Museo de Cádiz). J.M. PAGADOOR

FENICIOS

Las hazañas de los fenicios son considerables y su objetivo principal era el comercio. No existe otro pueblo en la antigüedad, a excepción de los griegos, que haya conseguido tales proezas en materia de navegación. Su expansión hacia Occidente comienza en el siglo XII a. C. Eran comerciantes y buscaban en España, entre otros productos, el atún y la sal, principalmente.


La historia señala a los fenicios como el primer pueblo navegante que colonizó las costas del mar Mediterráneo.


Podemos afirmar que los fenicios fundaron Cádiz hacia el 1100 a. C., después de dos intentos de asentamiento fallidos. Un siglo más tarde encontramos ya a los fenicios en Málaga, Almuñécar, costa de Granada y Adra, ocupando incluso la isla de Ibiza. Es más, penetraron tierra dentro tanto que hasta en Cáceres se han encontrado restos fenicios.

Durante la etapa fenicia floreció la industria naval y varios fueron los tipos de naves construidas y utilizadas por ellos, destacando, entre otras, el trirreme, barco de 36 metros de eslora, con la particularidad de que los remeros estaban colocados en niveles, consiguiendo un considerable incremento en la velocidad, comparativamente con los otros barcos existentes en aquel tiempo. Con anterioridad habían construidos barcos tipo gaulos, con una característica en común, la proa con forma de caballo.

Estela de navegación en el Mediterráneo, un mar crisol de civilizaciones. J.M. PAGADOR
Estela de navegación en el Mediterráneo, un mar crisol de civilizaciones. J.M. PAGADOR

Este tipo de nave se fue modificando rápidamente, aumentando el número de hombres en cada remo y consiguiendo de esta manera mayor velocidad, llegando alcanzar tripulaciones de unos trescientos hombres, que, en el caso del sur peninsular, eran reclutados en considerable número en el puerto de Cádiz, no solo entre los oriundos de la ciudad, sino también de los que llegaban a la urbe fenicia procedentes de otras zonas de la península.


Cádiz ejerció poder y una gran influencia en la antigüedad.


Las navegaciones se hacían, en la mayoría de los casos, costeando con la ayuda del escandallo, instrumento precursor de los modernos sondadores, que consistía en un cabo marcado con nudos y con un lastre en el extremo, por lo que, al ser arrojado al agua, se podía conocer de una manera bastante exacta la profundidad marina, y si estos eran engrasados en los extremos, incluso se podía saber la calidad del fondo.

La vida a bordo de las galeras era muy penosa. (Rijksmuseum, Amsterdam). J.M. PAGADOR
La vida a bordo de las galeras era muy penosa. (Rijksmuseum, Ámsterdam). J.M. PAGADOR

AL REMO

La vida en estas naves no era agradable. La alimentación de los tripulantes consistía básicamente en legumbres y cereales para los remeros, pero en raciones insuficientes para alimentarlos, con el desgaste del supremo esfuerzo que requerían los remos. Al personal de marinería, con independencia de su categoría en la jerarquía de a bordo, se le suministraba, además, pan, vino y raciones de bacalao u otro pescado seco. Asimismo, el agua, tanto para unos como para los otros, estaba relativamente racionada, a causa de del escaso volumen que podían transportar embarcaciones tan pequeñas y de la dificultad para hallar agua potable en las navegaciones.


Desde tiempos remotos, el mar Cantábrico acogía a pescadores peninsulares que se dedicaban principalmente a la pesca de la ballena y el bacalao.


Aunque los había contratados a sueldo, por lo general los remeros eran delincuentes castigados a galeras por haber delinquido, asesinado, robado o violado, muchos de ellos obligados por un grillete que les sujetaba a la bancada, sin limpieza ni aseo, comidos por los parásitos, aunque fueran rapados nada más pisar el barco y obligados a lavarse con agua de mar.

Estos remeros sufrían habitualmente graves enfermedades, entre ellas, el escorbuto y el tétanos. Su vida era muy penosa y muy escasa su posibilidad de supervivencia. Cada remo consistía en un madero de unos diez metros de largo y un peso aproximado de 120 kilogramos, encajado entre dos estacas, con una pala que media cerca de tres metros de longitud, un armatoste duro de manejar, aunque cada uno fuera servido por más de un remero.

Los remeros dormían al raso, en cubierta, y si el barco resultaba hundido, estaban condenados a ahogarse irremisiblemente, al estar encadenados al mismo. Tampoco tenían mejor final si la nave era abordada por otra, en cuyo caso, al no poder cubrirse, solían sufrir espantosas heridas o morir quemados si el enemigo la incendiaba.

Tantas navegaciones y experiencia marítima y naval convirtieron a los gaditanos de entonces en unos de los marinos más eficientes y famosos de la antigüedad.

Ítaca, la isla mítica de la Odisea. Desde islas como esta, los griegos llegaron muy pronto a las costas españolas. J.M. PAGADOR
Ítaca, la isla mítica de la Odisea. Desde islas como esta, los griegos llegaron muy pronto a las costas españolas. J.M. PAGADOR

GRIEGOS

Pero las tierras y las costas peninsulares recibieron a numerosos pueblos además de los fenicios, entre los que destacaban los focenses, fundadores de Ampurias, y otros pueblos griegos, como el procedente de la isla de Samos, en el Egeo. De aquí, de Samos, procedía Kolaios, el gran navegante a quien Herodoto atribuye el descubrimiento de Tartessos.

Estos pueblos que llegaban de fuera y los propios pobladores peninsulares, se establecieron desde los Pirineos hasta Sagunto. Los turdetanos, descendientes de los tartesios, etnia incluida entre los iberos, era un pueblo civilizado que contaba con su propia lengua y estaba estructurado en una sociedad dividida en clases. Un pueblo rico, no solo en agricultura, sino también gracias a sus pescadores y a sus artesanos, que trabajaban todos los metales, que ocupaba no solo la actual provincia de Córdoba, sino también Sevilla, este de Huelva y oeste de Cádiz, aunque también contaban con asentamientos en Málaga y Jaén, y en amplias zonas del Sur de Portugal, continuando el florecimiento de estas ciudades durante mucho tiempo.

En aquella época, la guerra por la dominación era el estado permanente de la sociedad. Se consideraba buena presa todo lo tomado a los pueblos con los que no había ningún pacto previo.

Bahía de Cádiz, un enclave apetecido desde la antigüedad. J.M. PAGADOR
Bahía de Cádiz, un enclave apetecido desde la antigüedad. J.M. PAGADOR

TURDETANOS

Merced a tanto movimiento marítimo y comercial, la república gaditana y, por supuesto, su marina, continuó floreciendo durante mucho tiempo, hasta su invasión por los turdetanos, pueblo con un interés desmesurado en ocupar Cádiz. A pesar de que estos no tenían un ejército importante, reclutaban mercenarios para protegerse de los saqueos o para iniciar campañas, y no es de extrañar que tuvieran enfrentamientos esporádicos con los gaditanos, hasta el extremo de que estos se vieron obligados a pedir ayuda a los cartagineses, que entraron en Cádiz enrolando en sus naves a marinos fenicios locales, primeros marineros de guerra españoles considerados como tales.

Tanto las naves cartaginesas cómo las fenicias, habían evolucionado, destacando entre ellas los quinquerremes, barcos con cuatrocientos tripulantes de los que tres cuartas partes eran remeros, con una manga pequeña pero un gran espolón en proa, muy útil para embestir a las naves enemigas, a la vez que los arqueros de cubierta las asaeteaban en perfecta formación.

CARTAGINESES

Tras la defensa de Cádiz contra los turdetanos, los cartagineses se hicieron dueños de varios puntos importantes en las riberas de la Bética, convirtiéndose finalmente la región en un gran feudo de Cartago y desplazando a los fenicios. Mas tarde, entre los siglos VI y V se apoderarían de Cerdeña, Córcega y las islas Baleares, consiguiendo asimismo expulsar a las colonias griegas de la península.

Aníbal, hijo de Amílcar Barca, puso sitio a Sagunto y se apoderó de la ciudad, lo cual indignó a Roma, que declaró la guerra a Cartago, reuniendo tres ejércitos, uno para resistir a Aníbal, otro para sitiar Siracusa y un tercero para combatir en España.

Desembarcaron los romanos en la costa ibérica, al mando de Escipión, consiguiendo conquistar desde los Pirineos hasta el río Ebro, donde el hermano de Aníbal fue derrotado, continuando los romanos su marcha triunfal por el Mediterráneo hasta Cartagena, recalando posteriormente su triunfo hasta Cádiz, último bastión de los cartagineses, siendo expulsados por la fuerza romana y convirtiendo así a la Península Ibérica en una colonia suya.

Proa de una galera romana navegando por el Mediterráneo en un fresco del Museo de Roma. J.M. PAGADOR
Proa de una galera romana navegando por el Mediterráneo en un fresco del Museo de Roma. J.M. PAGADOR

ROMANOS

En las batallas navales entre unos y otros, como la de la desembocadura del Ebro, las naves romanas se desplegaron en tres escuadrones, navegando en forma de cuña, mientras las flotas cartaginesas en su totalidad mantenían la forma tradicional de combate, esto es, formando en línea. El frente naval romano avanzaba hacia el centro de la línea cartaginesa, que, por su parte, fingía una retirada, con el fin de atacar desde los flancos para evitar ser abordados.

Sin embargo, esta táctica no les sirvió de nada. Pese, a su maestría y su buen hacer en la mar, los cartagineses fueron derrotados tras una larga batalla. La mitad de la flota cartaginesa fue capturada o hundida mientras la otra mitad se dio a la fuga.

Las posiciones de la Bética, como Córdoba y Sevilla, fueron cayendo una tras otra, con todos sus territorios. Dueños de Cádiz, los romanos establecieron alianzas con todas las ciudades y abrieron una nueva era para España, que formará ahora parte de una civilización más avanzada y que, andando el tiempo, habrá de llamarse latina, llegando a dominar España durante dos siglos, hasta le llegada de los visigodos.

Abderramán II construyó un astillero en Sevilla. J.M. PAGADOR
Abderramán II construyó un astillero en Sevilla. J.M. PAGADOR

ÁRABES

Más tarde, estas estructuras de poder fueron debilitándose y después no resultó difícil para los musulmanes someter la península en casi toda su extensión, lógicamente a la armada local. En un principio, los árabes utilizaron su flota como medio de comunicación y transporte de sus tropas, en la primera oleada de unos ocho mil hombres que cruzaron el estrecho, suficiente para vencer en la batalla de La Janda, gracias, en gran medida, a una mejor preparación técnica y militar.

La marina árabe peninsular jugará un importante papel cuando los musulmanes afincados en estas tierras se declararon independientes del califato de Damasco, teniendo que defender la corte local de los ataques de los emires. Fue una etapa en la que los árabes de España construyeron una gran flota, con base en Cádiz, Huelva y Tarragona.

Pero los avatares de la historia siguieron convirtiendo en objetivo a Cádiz. El rey cristiano Alfonso el Casto, en su lucha contra los árabes, había recibido ayuda de los normandos, pero estos, acostumbrados al pillaje, trataron de desembarcar en el norte y, al ser rechazados por Ramito I, bajaron y saquearon la provincia de Cádiz, para seguir navegando luego aguas arriba por el Guadalquivir y hacer lo mismo en Sevilla, aunque fueran rechazados por las tropas musulmanas.

A raíz de esto, Abderramán II levantó en Sevilla un astillero para construir una flota árabe con tripulación no solo musulmana sino también de nativos de Andalucía, a pesar de utilizarla para luchar contra normandos y cristianos.

Ya en la etapa de Abderramán III aparece la más floreciente de las armadas árabes, cuyo progreso permitió ampliar y perfeccionar las cuestiones más técnicas, como la elaboración de las cartas náuticas y la redacción de tratados de navegación, al mismo tiempo que se empezaba a manejar el astrolabio como elemento necesario para la misma.

Puertas de Tierra en Cádiz, una de las ciudades míticas de la antigüedad. J.M. PAGADOR
Puertas de Tierra en Cádiz, una de las ciudades míticas de la antigüedad. J.M. PAGADOR

Desconocemos cómo fue el comportamiento en las batallas navales de los antiguos marinos hispanos, ya sea en barcos fenicios, cartagineses, griegos, romanos o árabes, pero presumimos que su comportamiento sería digno de elogio, como ha sucedido a lo largo de la historia.

(Francisco Bautista Gutiérrez, marino militar, ha sido Mayor de la Flota y profesor, y es hidrógrafo, oceanógrafo y escritor).

SOBRE EL AUTOR

Francisco Bautista Gutiérrez, exMayor de la Flota, hidrógrafo, oceanógrafo y escritor, nuevo colaborador de PROPRONews

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